Rusia ya ha tumbado a la Fuerza Aérea de Ucrania, informe aclara

Pilotos ucranianos en una avion de guerra SU-27

Ucrania ya no tiene operadores de aviones de guerra, tampoco ha logrado reclutar a aviadores de otros países, por lo que pone a combatir a pilotos mal entrenados.

La agencia de noticias TASS, citando a una fuente militar-diplomática, ha publicado este lunes que las Fuerzas Aeroespaciales y los sistemas de defensa aérea de Rusia han logrado acabar con casi todo el personal operativo de la Fuerza Aérea de Ucrania.

Todo el personal operativo calificado de la antigua fuerza aérea de Ucrania, de los aviones Mig-29, Su-27 y Su-25, ha sido prácticamente eliminado por las acciones efectivas de las Fuerzas Aeroespaciales Rusas y los sistemas de defensa aérea”, ha precisado la fuente.

De ahí que, agrega, el Ejército ucraniano se haya visto obligado a involucrar a cadetes aéreos mal entrenados para salidas de combate que llevaron a “pérdidas catastróficas entre los restos de la aviación ucraniana”.

Además, la fuente dice que los intentos de reclutar más pilotos en Polonia y otros países de Europa del Este no fueron particularmente exitosos. “Los pocos que accedieron ya están en la tumba o en hospitales”, afirma.

 

Además, la fuente expresa escepticismo sobre la promesa de Occidente de las promesas de Occidente de entregar más aviones de combate de fabricación soviética a Kiev.

Rusia inició el 24 febrero una operación militar especial en el territorio ucraniano destinada a evitar las actividades expansionistas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), liderada por EE.UU., hacia sus fronteras, en particular desde Ucrania, así como desnazificar el país eslavo, entre otras razones.

Kiev ha contado desde el principio con promesas de apoyo por parte de Washington y sus aliados en la Alianza Atlántica para hacer frente a la misión rusa; sin embargo, Kiev insiste en que la ayuda es poca y hasta ahora no ha podido con el Ejército ruso. Según un nuevo reporte, el país norteamericano ha recurrido a expilotos y fuerzas especiales afganos para trasladarlos a Ucrania.

Las hipotecas de Almeida a 30, 40 y 75 años: privatizaciones de plazas, parkings y cesiones a la Iglesia

Electrolineras previstas en el estudio informativo para la construcción de dos aparcamientos junto al Bernabéu, presentado por el Real Madrid

“Sin espacio público no hay ciudad”, avisaba esta semana la concejala Marta Higueras, del Grupo Mixto, en redes sociales. Una frase con la que hacía alusión a las intenciones del Ayuntamiento de Madrid de entregar la gestión de más de 58.000 m2 de calles y plazas en el distrito financiero a la iniciativa privada. La noticia, adelantada en exclusiva por este periódico, pone sobre la mesa el debate de cómo se debe gestionar el espacio público de la capital y si un alcalde puede hipotecar la ciudad con plazos que superan con creces su legislatura, más allá incluso de su tiempo vital.

Cesiones a 75 años: la fórmula de Almeida para entregar 250.000 metros de suelo público a Iglesia, fundaciones y Atlético de MadridCesiones a 75 años: la fórmula de Almeida para entregar 250.000 m2 de suelo público a Iglesia, fundaciones y Atlético de Madrid

“40 años de privatización, 40. Almeida se irá pero su destrozo lo pagaremos durante muchos años”, lamentaba la edil socialista Enma López sobre el mismo asunto, recordando el plazo previsto por la concesionaria del proyecto en AZCA. “Lo único que ha hecho Almeida este mandato es regalar el patrimonio de todos a unos pocos. Para ellos, la ciudad solo es un negocio”, abundaba la portavoz municipal de Más Madrid, Rita Maestre, haciendo hincapié en las concesiones previstas para la recta final de esta legislatura.

La lista es extensa y se ha abultado en las últimas semanas: por un lado están las cinco parcelas que se van a ceder a 75 años y que analizamos hace unos días en este artículo. De ellas, tres serán para la Iglesia Católica, a la que se facilita construir templos a través un concurso público hecho a su medida. Otras dos parcelas irán a parar a fundaciones, una de ellas con claros vínculos con el PP. Y los terrenos alrededor del Estadio Metropolitano se van a ceder al Atlético de Madrid durante 75 años para que monte su ciudad deportiva y un centro comercial con hotel incluido. En todos estos casos la ciudad recuperará los terrenos en el año 2097, una fecha más propia de las novelas de ciencia ficción que de las noticias de un periódico.

Por otro lado están las cesiones para obras, que incluyen la explotación de una infraestructura durante los años necesarios para cubrir la inversión requerida y el beneficio para el privado que aporta el capital. El ayuntamiento las está utilizando para la construcción de polideportivos sin gastar presupuesto municipal, en ocho puntos de Madrid: Cuatro Caminos, Montecarmelo, Las Rosas, Las Tablas, Barajas, Sanchinarro, Arganzuela y Paseo de la Dirección. En todos estos lugares la concesión será de al menos 25 años, hasta el 2047.

El modelo de cesión de obras también lo está usando el área de Movilidad para volver a privatizar los aparcamientos más rentables de la capital, a medida que los va recuperando de décadas de explotación. Durante la legislatura de Manuela Carmena estos pasaban a ser gestionados por la Empresa Municipal de Transportes (EMT), pero el equipo de Almeida prefirió entregarlo a la iniciativa privada y renunciar a sus cuantiosos beneficios. El resultado, además, está saliendo caro a los futuros abonados de estas instalaciones: a la hora de adjudicar la gestión del aparcamiento de Santo Domingo, el Ayuntamiento de Madrid ha escogido la oferta de una de las empresas que resultará más cara para los residentes. Al igual que hizo en el parking del Carmen. En el primer caso la explotación durará diez años. En el segundo llegará al 2044.

Las macro obras del Bernabéu y el caso AZCA

Antes de que acabe la legislatura está previsto dejar enfiladas las concesiones de los aparcamientos públicos en Santa Ana, Cortes, Luna y otros tres en Velazquez, cuyas concesiones vencen pronto. Y el área de Movilidad quiere dejar atadas durante décadas por lo que pudiera ocurrir en las elecciones. A ellas se sumará otra más sobre un aparcamiento, pero de carácter bastante distinto: la de los subterráneos junto al estadio Santiago Bernabéu.

A diferencia de las anteriores, esta obra la ha pedido ejecutar el Real Madrid. La entidad blanca redactó el estudio informativo pertinente para la construcción y explotación de 1.667 plazas de garaje durante 30 años, hasta el 2053. El Ayuntamiento lo validó y, por el camino, rechazó todas las alegaciones presentadas contra el proyecto del club de Florentino Pérez. Ahora prepara la licitación en concurso público a la que podrá acudir la entidad futbolística con clara ventaja: obtendrá el 10% más de puntos que cualquier otra empresa privada con interés en el proyecto, por haber presentado la idea.

El mismo modelo de concesión de obra a empresas sigue el caso de Renazca, la privatización de la zona de AZCA desvelada esta semana en este periódico, que incluye explotar 58.594 m2 de suelo público durante 40 años a cambio de unas obras de reurbanización, cobrando además dos millones anuales al Ayuntamiento por mantenerle y limpiar las calles. “No nos parecemos a ese proyecto, lo del Real Madrid es una vía para financiar el club y lo nuestro es una entidad sin ánimo de lucro”, se apresura a indicar a este medio el consejero delegado de la socimi Merlin Properties, Ismael Clemente, que está a la cabeza de la iniciativa, mientras defiende la oportunidad de su propuesta para revitalizar el tradicional centro financiero de la capital.

“El caso de Renazca supone un salto de nivel en todas estas concesiones, tanto por escala, como por los actores implicados y su permanencia”, explica el arquitecto y urbanista Álvaro Ardura, quien apunta que la legislación existente prevé largos plazos en las concesiones para inversiones de mucho más calado, en las que participan empresas privadas, “como autopistas o similares, y muchas veces ni se llega a agotar el plazo máximo”, advierte.

El Ayuntamiento defiende que se trata de modelos de colaboración público privada, un modelo liberal, que “tanto le cuesta admitir a la izquierda”, decía esta semana la vicealcaldesa de Madrid, Begoña Villacís. “Lo que plantea el Ayuntamiento es una colaboración público privada a la madrileña. Hay muchas formas de hacerlo en las que no se cede todo, algo diferente a los cánones bajísimos o inexistentes como en el caso de esta ciudad, pagando encima el mantenimiento”, replica Ardura, quien cree que el consistorio se está “poniendo de rodillas ante el capital” en lugar de “actuar como administración pública que plantee una contrapartida”.

“Los plazos largos camuflan privatizaciones definitivas encubiertas”, añade el antropólogo José Mansilla, en conversación con Somos Madrid. “Lo que está experimentando Madrid es una nueva forma de que las empresas privadas saquen rendimiento al suelo, no con infraestructuras sino con espacio público”, advierte. Mansilla explica que la filosofía que está detrás es la del modelo Business Improvement District (BID) que nació en Canadá y que tiene su exponente más famoso en el Times Square de Nueva York, con ejemplos también en Reino Unido. Pero que en España no se aplica por no existir una regulación similar. “Se está encajado la idea a martillazos en nuestro marco legal”, apostilla Ardura.

«Enseñan el caos y la anarquía para que luego aparezcan los salvadores privados y que el ciudadano lo acepte»

José Mansilla — Antropólogo

Mansilla cree que lo que intenta el equipo de Almeida es “quitarse de responsabilidades de cara al futuro para que una entidad privada se encargue de la puesta a punto de la propia ciudad, no mediante una licitación de limpieza, sino con una concesión de las calles” y considera que está creando el caldo de cultivo para que los madrileños comulguen con la idea de abandonarse a manos del primero que venga con dinero para solventar los problemas: “Ahora empiezan a hablar del mal estado de la zona, es un mecanismo clásico, de manual de gentrificación”, asegura mientras recuerda el año 2005 en Barcelona, cuando los medios bombardearon de noticias sobre la degradación del centro de la ciudad, meses antes de que se aprobara una Ordenanza Cívica que recortó libertades. “Enseñan el caos y la anarquía para que luego aparezcan los salvadores privados y que el ciudadano lo acepte”

Contra este mensaje simplista, Mansilla aboga por explicar con calma y en profundidad lo que significa la gestión privada de un espacio público, ceder partes de la ciudad para uso y beneficio de unos pocos, y que puede acabar fragmentando los lugares en los que vivimos. “Es algo que no cabe en un tuit”, lamenta añadiendo que las explicaciones “tienen muchas capas y hay que quitarlas todas como la cebolla”. No es optimista con que el ciudadano esté dispuesto a pararse, escuchar y reflexionar: “Con la guerra y la crisis, la gente y la sociedad no están en este momento para sutilezas”.

¿Hacia dónde se dirige Madrid con estas políticas? ¿Cuál será su modelo de ciudad futuro? Ardura cree que “el proyecto de AZCA viene a constatar que el modelo del PP no es ser Copenhague ni París ni Berlín, sino el de un Londres postbrexit al estilo del de Boris Jonhson, desregulado totalmente y vendido al capital privado”. Para hacernos una idea, la experiencia de vivir hoy en la capital londinense la recordaba hace poco Pedro Bravo en este mismo periódico, en un artículo en el que analizaba los intentos de Almeida de parecerse a la City: “Cosas que son normales en la capital británica desde hace mucho tiempo: trabajar de dependiente o de camarero y tener que compartir no ya piso, sino habitación. Vivir en un cuchitril a un par de horas en transporte público de tu trabajo. Tener varias faenas y no llegar a fin de mes. No ver casi nunca a tus amigos o familiares. Estar solo, ser pobre, subsistir”.

 

Manifestaciones en apoyo a Cristina Fernández son reprimidas por policía de Buenos Aires

ROMAN KRZNARIC / FILÓSOFO PÚBLICO “Hemos colonizado el futuro” José Luis Fernández Casadevante ‘Kois’ / Nerea Morán 30/05/2022

Roman Krznaric (Sídney, 1971) es miembro fundador del cuerpo docente de The School of Life en Londres y asesor en materia de empatía de organizaciones como Oxfam y Naciones Unidas. Krznaric es un filósofo público que escribe sobre el poder de las ideas para cambiar la sociedad. Su último libro es El buen antepasado. Cómo pensar a largo plazo en un mundo cortoplacista (Capitán Swing, 2022). Tras crecer en su ciudad natal y Hong Kong, Krznaric estudió en las universidades de Oxford, Londres y Essex, donde se doctoró en Sociología Política. Es fundador del primer Museo de la Empatía del mundo y también investigador de la Long Now Foundation y miembro del Club de Roma.

Su libro arranca con la evidente e inquietante paradoja de que cada vez vivimos más tiempo, a la vez que cada vez pensamos más a corto plazo. Nuestra capacidad de proyectarnos a largo plazo, de reflexionar sobre el futuro, se ha visto erosionada durante las últimas décadas. ¿Por qué considera que este cambio es preocupante?

Creo que es obvio para la mayoría que vivimos en una tiranía del ahora, la dominación del tiempo presente. Lo que va desde nuestros gestos, pues miramos 130 veces al día el teléfono, hasta el capitalismo neoliberal como ideología que propugna el ahora, como forma de maximizar las ganancias o el crecimiento, sin valorar los impactos a largo plazo en las personas y el planeta.

Los primeros relojes solían sonar una vez cada hora. En 1700 la mayoría ya tenían minutero y para 1800, contaban con segundero. El reloj se convirtió en la máquina clave de la Revolución Industrial, haciendo que en las fábricas trabajaran cada vez más deprisa y que el futuro se nos acercara cada vez más rápido. Así que el cortoplacismo es un viejo problema, que se ha agravado en la actualidad. Nunca antes en la historia nuestras acciones habían tenido consecuencias tan potencialmente dañinas para las generaciones futuras. Eso se debe en parte a los impactos ecológicos, el cambio climático o la pérdida de biodiversidad, pero también a los riesgos de las nuevas tecnologías, la inteligencia artificial o las armas biológicas. Creo que el problema clave con este cortoplacismo es que hemos colonizado el futuro, que tratamos al futuro como una propiedad colonial distante donde podemos descargar libremente la degradación ecológica y el riesgo tecnológico como si no hubiera nadie allí. Y el problema es que las generaciones futuras no están aquí para hacer frente a este saqueo de su herencia, no pueden salir a la calle. Nosotros debemos hacerlo por ellas.

De tanto pensar a corto plazo, hemos terminado por desarrollar la memoria a corto plazo. Según la neurociencia, el futuro y el pasado se localizan en el mismo área del cerebro y están estrechamente relacionados. ¿Cómo piensa la relación entre memoria e imaginación?

Esa es una pregunta muy hermosa y realmente interesante. Mi libro se llama El buen antepasado, y ser un buen antepasado pasa por pensar en el futuro vinculándolo a la memoria, a la manera en que nos recordarán y juzgarán las generaciones futuras. Aunque también implica que en el presente necesitamos recordar el pasado. Los buenos antepasados consideran lo que hemos heredado del pasado y lo que vamos a dejar en el futuro. Hemos heredado muchas cosas positivas como las ciudades en las que vivimos o los descubrimientos médicos de los que nos beneficiamos, pero también somos herederos de legados muy negativos como la esclavitud, el colonialismo o el racismo, así como de economías estructuralmente adictas a los combustibles fósiles y al crecimiento sin fin que ahora debemos transformar.

El peligro existe si olvidamos el pasado, pues entonces no sabremos qué debemos transmitir, o no, a las generaciones futuras. ¿Qué conservamos del presente y a qué queremos renunciar? También es relevante lo que afirma la neurociencia, pues nos dice algo sobre la importancia de mirar en ambas direcciones. La buena noticia es que los seres humanos tienen una asombrosa capacidad para bailar a través del tiempo con su imaginación. En un momento puede estar mirando su teléfono y al momento siguiente estar pensando en las canciones que sonarán en su funeral, o estar pensando en la sonrisa de su abuela cuando era niño, y esto es algo que el resto de los animales no hacen. Pensar a través del tiempo es una habilidad clave para la supervivencia en el siglo XXI.

Ser un buen antepasado pasa por pensar en el futuro vinculándolo a la memoria, a la manera en que nos recordarán las generaciones futuras

En 2015 Suecia creaba el Ministerio del Futuro. Una institución cuyo objetivo era reinstaurar la mirada de largo plazo en la gestión política, de forma que resultase factible identificar las tendencias emergentes, los cambios y desafíos que se avecinan, así como fortalecer la capacidad de establecer consensos sociales y compromisos políticos que superen las exigencias de lo inmediato. El Gobierno de España formó hace unos años una Oficina de Prospectiva, en diversos países se han desarrollado herramientas como las Asambleas Climáticas. ¿Apuntan a un incipiente cambio de tendencia?

Yo creo que hay una crisis de la democracia. Un síntoma es el auge de la extrema derecha, pero el segundo signo es haber diseñado una democracia que no ve más allá del corto plazo. La mayoría de nuestros políticos no ven más allá de las próximas elecciones o del titular. ¿Qué hacemos al respecto? Una estrategia es crear un Ministerio del futuro o una Oficina para el pensamiento prospectivo. En Gales tienen un comisario de Generaciones futuras, un cargo público cuyo trabajo es mirar 30 años hacia el futuro, en diferentes aspectos como empleo, educación o medio ambiente. Ese es un modelo, el problema es acabar como Platón demandando tener un filósofo sabio, que tome las decisiones complejas.

Mi hija tiene 13 años y me pregunta ¿por qué debo confiar en un ministro del futuro para que tome decisiones por mí? Esto plantea una segunda forma de resolver este problema, desarrollando iniciativas como las asambleas ciudadanas. Estrategias para involucrar a las personas directamente en la toma de decisiones políticas, donde resulta mucho más probable que adopten una visión a largo plazo.

Yo he estado involucrado como experto en la Asamblea Ciudadana por el clima de Reino Unido, y estoy convencido del esfuerzo realizado por desarrollar esa visión de largo plazo. Aunque se podría ir más allá, como está haciendo el movimiento Future Design en Japón, que desarrolla metodologías participativas de base local para orientar la toma de decisiones. Es una iniciativa inspirada en la idea de los nativos americanos de tener en cuenta las consecuencias de nuestras decisiones hasta dentro de siete generaciones. Para ello, invitan a una muestra ciudadana representativa, la dividen en dos grupos donde una mitad piensa desde el presente y otra como residentes del año 2060, y estos son los que al final proponen planes mucho más radicales. Así que las Asambleas Climáticas son una buena idea, pero si además podemos incluir algo de este trabajo imaginativo de pensar colectivamente en el futuro, sería aún mejor.

Una cuestión difícil. Al trabajar estas cuestiones con movimientos sociales, da la sensación de que para alguno de ellos pensar en el futuro es perder un tiempo valioso de actuar sobre el presente.

Sí, es un problema. La gente tiene problemas impostergables en el presente, pensemos en quienes han perdido sus empleos durante la pandemia o en las personas refugiadas. Se podría derivar de ello que pensar a largo plazo es una actividad para personas privilegiadas, pero no lo creo. Esta preocupación bebe de las culturas indígenas que no son los sectores más ricos de la sociedad, y sin embargo se encuentran comprometidas en muchas luchas sociales. Mi padre tiene 89 años y fue refugiado polaco en Australia después de la Segunda Guerra Mundial. Y siempre dice que muchos de esos refugiados que llegan a Europa están pensando a muy largo plazo, en el futuro de sus hijos. Asumen riesgos hoy para intentar mejorar la vida de sus familias mañana. Lo realmente interesante es que hay un movimiento activista creciente de preocupación por el futuro, son los Rebeldes del tiempo. Fridays for Future lo tiene en su nombre. Hay cada vez más casos legales en los que las organizaciones están enjuiciando gobiernos por no proteger los derechos de las generaciones futuras. Yo soy parte de una organización en el Reino Unido que propone tener una comisión permanente para las Generaciones futuras. El presente y el futuro no siempre están en conflicto entre sí. Por supuesto, ya sabes, si inviertes en transporte verde y eléctrico, estás haciendo algo por las generaciones actuales y futuras, o si estás invirtiendo en atención médica o educación para las personas más pobres, es una inversión a largo plazo. Los movimientos debemos lidiar con los problemas del presente, a la vez que incorporamos una preocupación por el futuro que queremos construir, expandiendo nuestro universo moral.

Ante la crisis multidimensional que habitamos (política, económica, ambiental, bélica…) corremos el riesgo de caer en tentaciones autoritarias o tecnocráticas para resolver los problemas que tenemos. Usted sostiene lo contrario. ¿Por qué las democracias funcionan mucho mejor en términos de solidaridad intergeneracional?

Yo era politólogo y he enseñado en universidades hace mucho tiempo. Siempre me han interesado estas cuestiones políticas. Mientras investigaba para el libro, mucha gente me dijo: “Podemos resolver todos estos problemas con un buen dictador, un dictador benigno o un déspota ilustrado. Mira a Singapur o a China”. Para muchas personas existe esa duda sobre los mejores sistemas para brindar políticas públicas a largo plazo. Sin embargo, tras mucha investigación cuantitativa, está muy claro que las democracias son mucho más efectivas en áreas ambientales, económicas, sociales y de igualdad. Estudiamos 122 países, de los 25 que contaban con políticas públicas a largo plazo con mejor valoración en el Índice de Solidaridad Intergeneracional, 21 eran democracias; y de los 25 inferiores, 21 eran gobiernos autoritarios.

¿Por qué las democracias son más efectivas en general? Creo que se debe a que los gobiernos autoritarios son muy frágiles y no necesariamente responden bien a las demandas de sus ciudadanos. La rendición de cuentas permite que las democracias respondan más a los problemas a largo plazo. Aunque a veces, una dictadura puede estar interesada en la planificación ambiental u otra cuestión a largo plazo.

Los movimientos debemos lidiar con los problemas del presente, a la vez que incorporamos una preocupación por el futuro que queremos construir

Al mismo tiempo, podrían estar haciendo más. La democracia moderna representativa se inventó en el siglo XIX para tratar problemas de largo plazo como la transición del imperialismo y la sociedad feudal. También hay muy buena evidencia de que los sistemas políticos descentralizados se desempeñan mejor en este Índice de Solidaridad Intergeneracional. Entonces, cuanto más descentralizada sea la estructura de poder, mejor será la política a largo plazo. Por ejemplo, al responder a los problemas locales, las ciudades a menudo son mejores para tener una visión a largo plazo que los gobiernos nacionales.

Al pensar en las transiciones ecosociales, indudablemente debemos entenderlas como un proyecto intergeneracional. Un proceso en el que nos involucramos asumiendo que no veremos el final, como sucedía con las catedrales en el medievo. Esta visión actualmente solo se encuentra en el campo del arte. Ante la tiranía de la inmediatez ¿qué claves considera que ayudarían a acelerar este cambio cultural?

España es un país interesante históricamente porque tienes estos ejemplos del pensamiento catedralicio, como la Sagrada Familia, que se inició en 1882 y todavía se está construyendo, o el acueducto de Segovia construido por los romanos en el siglo I y que se utilizó durante casi 2.000 años. No creo que en realidad necesitemos más catedrales, pero sí aplicar un pensamiento similar a las alternativas ecológicas. Y eso tiene que ver con la cultura, en parte con la política y en parte con la economía. En cierto modo, hemos hablado un poco sobre el lado político con los comisionados de las generaciones futuras o las asambleas ciudadanas. En el aspecto económico estaría la ciudad de Ámsterdam, que ha adoptado la economía del donut de Kate Raworth para la planificación urbana y avanzar en economía circular. Ese tipo de cambios económicos son fundamentales para lidiar con la tiranía del ahora y el cortoplacismo, avanzando hacia modelos de economía postcrecimiento. Están rediseñando nuestras economías.

Aunque también es necesario un cambio cultural, capaz de transformar las ideas que flotan en la sociedad. Y parte de ese trabajo cultural proviene del arte y la literatura. La artista escocesa Katie Patterson ha creado un proyecto llamado la Biblioteca del futuro, donde cada año durante 100 años un escritor famoso escribe un libro que no podrá leerse hasta el año 2114, y se imprimirán con uno de los mil árboles plantados a tal efecto. Una iniciativa asombrosa, necesitamos cosas así. O más novelistas como el escritor de ciencia ficción Kim Stanley Robinson, que recientemente escribió un libro llamado El Ministerio del futuro, sobre cómo la humanidad superó los desafíos del Acuerdo de París.

También necesitamos cambios radicales en nuestros sistemas educativos, que el pensamiento a largo plazo se incluya en nuestros currículos escolares. Por otra parte, no soy una persona religiosa, pero reconozco que históricamente la religión ha tenido un papel muy importante en el cambio de la cultura. La Iglesia Católica es un ejemplo interesante, por un lado es increíblemente conservadora, pero por otro, si miras la encíclica Laudato si, encuentras un lenguaje asombroso sobre la solidaridad intergeneracional.

Aunque en última instancia, creo que el cambio cultural consiste en cambiar las conversaciones de la sociedad. No significa que tengan que dominar la discusión, pero hay que darles voz. Creo que estamos en el inicio, dando forma a la idea de dar derechos a las generaciones futuras. Una de las ideas más radicales en la historia de los derechos humanos desde la Revolución Francesa.

Siguiendo el hilo de sus reflexiones, tampoco resultaría desacertado plantear que cada vez disfrutamos de una mayor esperanza de vida y a la vez padecemos una menor esperanza en la vida, en que podemos lograr que el futuro sea mejor que el presente. ¿Pensar y actuar cómo buenos antepasados puede ayudarnos a recuperar un necesario impulso utópico?

Tengo sentimientos encontrados sobre las utopías. La creación de imágenes, de futuro, ha sido un motivador fundamental del cambio social a lo largo de la historia. Tomas Moro, el marxismo, las religiones… han tenido una idea del cielo o del paraíso. La ambición es importante para convertirnos en buenos antepasados ​​porque necesitamos tener una visión del mundo que queremos, la antigua idea griega de un Telos o meta para la Humanidad. Mi objetivo sería satisfacer las necesidades de todas las personas y las generaciones futuras dentro de los límites planetarios. Una utopía es reconocer que nuestras economías son un subsistema de la biosfera, lo opuesto a lo que la mayoría de los economistas enseñan a sus estudiantes.

Por otro lado, creo en las visiones distópicas como motivadoras del cambio, como cuando Greta Thunberg dijo que nuestra casa está en llamas. Quiero que entres en pánico. La crisis puede ser útil para hacer que quienes están en el poder cambien de opinión. Estamos en trayectorias que nos dirigen hacia un mundo en llamas. Cierro los ojos e imagino cómo será la vida de mis hijos y es aterrador.

Creo que es importante equilibrar esas visiones distópicas con las más utópicas. Necesitan trabajar juntas como un cuchillo y un tenedor.

AUTOR >José Luis Fernández Casadevante ‘Kois’ 

“El crecimiento se va a detener, por una razón o por otra” Juan Bordera / Ferran Puig Vilar 21/07/2022

Inflación galopante. De dos cifras. Guerra. Problemas energéticos cada vez más graves. Olas de calor más potentes y tempranas. Detenciones de científicos. Matanzas en las fronteras. Retroceso en los derechos de la mujer en la –supuesta– cima del Imperio, que nos lleva 50 años atrás… Justo 50 años. ¿Tiene todo esto alguna relación?

En realidad sí.

Se cumplen 50 años de la publicación de uno de los trabajos más importantes del siglo XX, Los límites del crecimiento. Aquel informe encargado al MIT (Instituto de Tecnología de Massachusetts) que ya en 1972 avisaba de que el planeta tenía límites y poco tiempo para enfrentar el choque contra los mismos.

Por ello, Dennis Meadows (EE.UU., 1942), uno de los dos autores principales del estudio, ha estado concediendo entrevistas para medios como Le Monde o el Suddeutsche Zeitung. Fue un honor entrevistarle para CTXT.

En el cincuentenario de la publicación del informe, uno de los escenarios –el standard– de su modelo sigue siendo muy similar y consistente con la realidad; en él adelantaban que el crecimiento se detendría por la fuerza alrededor del 2020. ¿Es esto lo que estamos experimentando ya? ¿Fue una previsión o una predicción?

Nosotros no hicimos predicciones. Ya dijimos que es imposible “predecir” con exactitud nada en lo que el comportamiento humano sea un factor, lo que hicimos fue modelar 12 escenarios consistentes con las reglas físicas y sociales. 12 futuros posibles. Uno de ellos, el standard, como sabes, mostraba que el crecimiento se iba a detener cerca del año 2020. Entonces todas las variables (producción industrial, de alimentos, etc.) tocaban techo y en unos 15 años comenzaban a declinar inexorablemente.

¿Se parece esto a lo que estamos viviendo? Yo diría que sí. El mundo está mostrando cada vez más consecuencias de un choque contra los límites.

Lo que sí tuvimos fue mucho cuidado, ya en 1972, dejando claro que después del pico de cualquier variable todo se vuelve aún más impredecible, porque entran en juego factores que no podían ser representados en nuestro modelo. Una vez llegados a este punto es obvio que vamos a ser dirigidos más por factores psicológicos, sociales y políticos que por limitaciones físicas.

 

 

Le he escuchado denominar al cambio climático como un “síntoma”, ¿de qué exactamente?

Es esencial reconocer que el cambio climático, la inflación, la escasez de alimentos, a veces son considerados problemas, pero en realidad son síntomas de un problema mayor.

Así como un dolor de cabeza persistente puede en ocasiones ser un síntoma de cáncer, muchas dificultades actuales son síntomas de niveles de consumo de materiales que han crecido más allá de los límites del planeta. Por supuesto que los síntomas son importantes. Un dolor de cabeza merece una respuesta. Sin embargo, una aspirina puede hacer que el paciente se sienta mejor temporalmente, pero no resuelve el problema de fondo. Para ello hay que tratar el crecimiento incontrolado de las células cancerosas en el cuerpo.

No se puede sostener el crecimiento, digamos, enfrentándonos a problemas uno por uno. Aunque solucionásemos el cambio climático, nos encontraríamos con el siguiente problema al empecinarnos en seguir creciendo, ya sea escasez de agua, de alimentos o de otros recursos cruciales. El crecimiento se va a detener, por una razón o por otra.

Llegados a este punto, por el retraso en la acción necesaria, ya no podemos evitar un cambio climático grave. Hagamos lo que hagamos. Aunque siempre hay grados.

El mito del progreso, de que la tecnología vendrá al rescate, es una de las ideas más paralizantes para hacer frente al problema real: el decrecimiento es inevitable, ya que esto no se trata de un problema técnico. ¿Quizá lo que necesitamos es un cambio cultural, moral y ético?

Llegados a este punto, por el retraso en la acción necesaria, ya no podemos evitar un cambio climático grave. Hagamos lo que hagamos. Aunque siempre hay grados

Sí, completamente, ese era uno de los puntos cruciales de nuestra obra hace ya medio siglo. En condiciones ideales, la tecnología puede darte más tiempo, pero no va a solucionar el problema. Te puede ampliar el margen, la oportunidad de hacer los cambios políticos y sociales que son necesarios. Pero mientras tengas un sistema que se basa en el crecimiento para solucionar cada problema, la tecnología no podrá evitar que se sobrepasen muchos límites cruciales, como ya estamos viendo.

Pese a la tremenda utilidad e importancia de su trabajo, a usted y sus compañeros les criticaron mucho. Esto sigue ocurriéndole a cualquiera que se sale del discurso dominante: la “happycracia”. ¿Existe una imposibilidad social para hablar de según qué temas porque te convierten en el catastrofista, el pesimista que amarga?

Yo era muy ingenuo en los setenta, cuando lanzamos el libro. Fui formado como científico, y tenía la impresión de que utilizando el método científico, producíamos datos incuestionables, y si se los enseñábamos a la gente, entonces esto bastaría para producir un cambio en la mirada y las acciones de las personas. Eso fue ingenuidad cuanto menos.

Hay dos maneras de enfrentar estas situaciones: en una recoges datos y entonces decides qué conclusiones son consistentes con los datos, la manera científica. En la otra, muy habitual, decides qué conclusiones son importantes, y buscas datos que cuadren y apoyen tus “conclusiones”. Esto es lo que ocurre con los negacionistas climáticos, por ejemplo.

No he tratado de ganar esos debates entre pesimistas y optimistas, con este tipo de personas. Cuando alguien viene enfadado a acusarme de lo que sea, simplemente les digo: “ojalá tengas razón”, y sigo adelante.

Existe una tendencia en los sistemas, las empresas, las personas hacia la autopreservación, fundamentándonos muchas veces en miradas cortoplacistas que no nos dejan avanzar a largo plazo, ¿cómo luchar contra estas inercias y hábitos?

Sí, la única manera de gestionar esto es ampliar el horizonte temporal y espacial. Y así ver con perspectiva los posibles costes y beneficios. Un ejemplo: la pandemia y la gestión en mi país [EE.UU.] ha sido lamentable, muy corta de miras. Si no extiendes las vacunas a todo el espacio, al resto del mundo, no son tan útiles.

¿Cómo ampliar ese marco temporal? Con las siguientes generaciones. La mayoría de la gente tiene preocupaciones legítimas, genuinas, sobre el futuro de sus hijos, sobrinos, nietos.

En España últimamente estamos teniendo buenas noticias al respecto del decrecimiento: la primera asamblea ciudadana por el clima ha elegido entre sus 172 medidas la necesidad de hacer pedagogía con el decrecimiento, varios políticos –incluyendo al ministro de Consumo– han hecho declaraciones a favor de abrir este debate ineludible, y el IPCC cada vez incluye más esta palabra en sus informes.

¿Estamos más cerca de un Tipping Point social –como suele decir Timothy Lenton–, o tendremos que esperar a que las crisis sean aún más patentes para reaccionar?

La respuesta a ambas cuestiones es sí. Estamos más cerca de un punto de vuelco social positivo, pero por otro lado, me temo que tendremos que esperar al agravamiento de las crisis para reaccionar. Y es aún peor: si nos hubieran descrito nuestra actual situación en, digamos, el año 2000, habríamos pensado que eso era ya una crisis catastrófica. Somos la rana que no salta de la olla, cocida demasiado a fuego lento. Desgraciadamente creo que esa es nuestra situación.

Según el modelo HANDY –otro modelo de dinámica de sistemas– un parámetro fundamental para causar colapsos es la desigualdad, que crece en paralelo a la falta de confianza entre semejantes, otra de las principales razones de los colapsos. El diseño de nuestro sistema económico hace que ambas aumenten cada año. Y hace imposible ajustarse a los límites, porque la élite –que suele estar alejada de la realidad y por tanto no detecta las alarmas– es la que sirve de modelo. ¿Cómo desenredar semejante lío?

La verdad no se encuentra en unas pocas ecuaciones, obviamente. Se encuentra en la historia. Y nuestra historia durante miles de años muestra que los poderosos buscan más poder, y lo tienen más fácil por su situación para encontrarlo, es un bucle de retroalimentación positivo. En dinámica de sistemas esto se llama “éxito para los ya exitosos”. Rara vez nos desviamos de ese fenómeno.

Si nos hubieran descrito nuestra actual situación en, digamos, el año 2000, habríamos pensado que eso era ya una crisis catastrófica

Nadie puede desenredar este enredo. No creo que exista ninguna acción o ley que pueda hacer eso. En unas pocas culturas, sin embargo, se han visto mecanismos evolucionados de redistribución. En el Noroeste de los Estados Unidos hay algunas tribus que tienen una costumbre llamada “Potlatch”, es una ceremonia en la que los jefes de la tribu, los más ricos, regalaban parte de sus posesiones –estoy simplificándolo, seguro–. En el budismo también hay una tradición de desapego a lo material en muchos de sus practicantes. Pero son raras excepciones. En nuestro mundo la tendencia es a acumular poder y, como dices, eso ayuda a estar desapegado de la realidad. Es entonces cuando se acaba produciendo un colapso –también del propio poder– y todo vuelve a empezar de nuevo. Es un proceso que se produce como respuesta a los límites. Y la desigualdad está creciendo en todos los países.

¿Hasta qué punto están las élites anticipando la necesidad matemática de reducir la desigualdad? ¿O solo se están preocupando por su supervivencia?

Bueno, no se puede hablar con propiedad de “élites”. Algunas élites están preocupadas y hacen todo lo que pueden para reducir la desigualdad, otras ni siquiera piensan en ello, –probablemente la mayoría–, y otras, sin duda, están trabajando para hacerla cada vez más grande. Desde luego no hay una tendencia hacia la reducción de la desigualdad. Y a veces se dice que el crecimiento ayuda a que llegue riqueza a todo el mundo, lo cual, viendo cómo han crecido simultáneamente las tasas de crecimiento y de desigualdad, es manifiestamente falso.

¿Ve hoy en día más preocupación por el colapso de la civilización en los círculos de poder, económicos y políticos? ¿O siguen con los beneficios a corto plazo como siempre?

Yo no estoy en círculos de poder así que no puedo responder a eso. Soy un profesor jubilado de 80 años. Es el 50 aniversario de Los límites del crecimiento y salvo por las entrevistas que se hacen sobre un libro que aún despierta interés, no hay tanta atención como podría parecer.

Teniendo en cuenta la miopía espacial y temporal respecto a los límites, ¿no cree que la visión moderna del mundo está obsoleta? ¿Podría sugerir algunas ideas filosóficas para una transición hacia una nueva cosmología?

Gracias por imaginar que puedo tener la capacidad de hacer tales cosas. Que la actual forma de ver el mundo está obsoleta es obvio solo con mirar las noticias. Casi nadie puede estar contento con el estado del mundo.

Sobre una nueva cosmología: hay una diversidad enorme de filosofías, prácticas espirituales, muchas de ellas consistentes con el funcionamiento del mundo. Cualquiera que vaya a funcionar tiene que reconocer la interacción y dependencia que tenemos con el mundo natural. Ya hemos comentado el extendido mito de que la tecnología nos llevará a superar cualquier obstáculo. Lo vemos con el reto climático: existe esta cosa llamada Captura y Secuestro de Carbono (CCS). A pesar del hecho irrefutable de que es más barato, rápido y fácil reducir el consumo energético, la tendencia es buscar la solución tecnológica que nos permita hacer lo que ya no podemos seguir haciendo sin causar graves daños. Es una fantasía total. Lo mejor que podemos decir del CCS es que es una idea que va a hacer a unas pocas personas ganar mucho dinero.

Estamos como en una cinta de correr que se acelera rápidamente. Ya sabes, esas cintas en las que corres pero no vas a ningún sitio. Eso es lo que estamos haciendo. A medida que vamos tomando malas decisiones, eso nos aboca a crisis que por obligación acortan nuestra perspectiva temporal, todo se vuelve reactivo mientras aceleramos. Eso a su vez ayuda a que tomemos más malas decisiones, porque estrechamos más y más nuestro horizonte temporal. Es un círculo vicioso.

Creo que vamos a ver más cambios en los próximos 20 años que los que hemos vivido en los últimos 100. No quiero que pase lo que voy a decir, pero creo que es lo más probable: habrá desastres significativos debido al caos climático y al agotamiento de los combustibles fósiles, esto devolverá a la humanidad a estados más descentralizados y desconectados. Lentamente, evolucionarán culturas que estén más preparadas para la situación. Solo así, creo, podrá aparecer una “nueva cosmología” apropiada.

¿Cree que una coalición de élites dotadas podría cambiar el curso de los acontecimientos?

¿Élites dotadas? Me suena a oxímoron.

Los trabajadores de Gopuff en lucha contra el capitalismo de las plataformas

La empresa de “supermercados fantasma” ha anunciado un ERE que afecta al 100% de su plantilla en España. La asamblea de trabajadores exige que se pare el cierre y se aplique un plan de junio para hacer viable el negocio

Carteles de la asamblea de trabajadores en una sucursal de Gopuff en Madrid.

El trabajo

En la puerta que da a la calle o subidos en la motos, un par de riders esperan su paquete para salir pitando y estar en menos de 35 minutos llamando a la puerta de su destinatario. Antes fueron 15, y al principio del todo, solo 10 los minutos en los que la empresa prometía llegar al domicilio nada más confirmarse la compra por internet. La misma escena se repite en Ponciano 7, Potosí 4, Montesa 31, Agustín Calvo 46 y Embajadores 76. Las cinco tiendas en Madrid de Gopuff, una de las empresas de los llamados “supermercados fantasma”. Y en cada una de las cinco sedes lucen pancartas similares con frases como: “Gopuff deja en la calle a 200 trabajadores. ¡No al ERE! ¡No al cierre!”

En febrero de este año, la empresa norteamericana desembarcó en Europa después de absorber a la londinense Dija y quedarse con toda su infraestructura. El modelo de negocio es el mismo, la plantilla es la misma, lo único que cambió fue el logo. Tan sencillo como eso era empezar a trabajar allí. Bastaba con inscribirse en la oferta de Infojobs y pasar una sencilla entrevista telefónica u online para entrar a trabajar. “Solía pedirse el tipo de experiencia, pero no había mucha comprobación”, nos aclaran representantes de la asamblea de trabajadores de Gopuff en Madrid. De hecho, la empresa recurrió en enero a los servicios de una ETT (contrariamente a su filosofía de contar siempre con personal propio) y se produjo una ola de contratación masiva hasta marzo. “Cogían a cualquiera, llegaba gente con vehículos propios, con patinetes eléctricos, a repartir”.

Una vez seleccionado, firmabas un contrato indefinido, pero con seis meses de periodo de prueba. Si en el transcurso de esos seis meses te echaban, el despido era totalmente gratuito por ley. “Esos seis meses, sabiendo los despidos que ha habido, los pasas con miedo de que te vayan a echar. Si hubiese esa sanción, sería ilegal, pero hay una presión implícita de que si van a echar a alguien, echarán al más lento”, comenta uno de los trabajadores que lleva más de un año. “A nosotros, los gerentes, cada vez que nos pedían que despidieramos a gente, nos pedían que fuese gente en periodo de prueba”.

El negocio no dista mucho del servicio de transporte de un supermercado convencional. Cambian los tiempos y que los trabajadores y trabajadoras son los únicos que entran en la tienda
El negocio, realmente, no dista mucho del servicio de transporte de un supermercado convencional. Lo único que cambian son los tiempos y que los trabajadores y trabajadoras son los únicos que entran en la tienda. El esquema productivo es muy sencillo: en cada turno y en cada sede, un gerente, un encargado, dos asistentes preparando el pedido y cuatro o cinco riders esperando fuera o en carrera.

Si bien no hay sanciones individuales a los trabajadores, los bonus anuales de los gerentes dependen de las métricas, una forma de presión para intensificar los ritmos de trabajo, de donde procede la mayor parte del estrés. Tanto cuando entregas el pedido al rider, como cuando llega el paquete a la dirección correspondiente, tiene que quedar registrado, en la app interna de la empresa, el tiempo de cada trabajador. Y las métricas recogen cada uno de esos tiempos.

Con un gran número de jóvenes, personas migrantes de decenas de nacionalidades y pocas mujeres salvo como asistentes de tienda (quienes preparan los pedidos), el grado de socialización entre los trabajadores es muy alto y las redes de apoyo que se generan, muy fuertes, algo que se ha hecho aún más evidente a raíz del conflicto con la empresa. “Las situaciones que comparten muchos trabajadores son de pobreza. Y las consecuencias de todo eso son desahucios, no llegar a fin de mes o no poder dar de comer a tus hijos. Mucha gente ha encontrado la solidaridad de sus compañeros para poder salir adelante”, añade uno de los trabajadores.

La empresa

En marzo de 2020, Dija, creada por dos antiguos directivos de Deliveroo, llega a España. Y en el verano del año siguiente, Gopuff llega a un acuerdo de compra con la empresa. Hasta entonces, Gopuff llevaba alrededor de siete años operando en más de 650 ciudades de EE.UU. y tenía una valoración de mercado de 40.000 millones de dólares. Con su compra, aterriza en el mercado europeo heredando todas las tiendas situadas en Reino Unido, Francia y España.

La empresa, que en 2021 anunció que había recaudado 1.150 millones de dólares mediante los fondos de inversión D1 Capital Partners, Fidelity Management and Research Company y Luxor Capital, llega a nuestro país de la mano de David Alonso, el jovencísimo General Manager de Dija. Actualmente responsable de Gopuff en España, anunció hace menos de un año que pretendía acabar 2021 con 40 locales por todo el país y con 230 para 2023. Sin embargo, todo ese plan parece haberse frustrado ante la falta de inversión y el anuncio del cierre de la empresa en España.

El responsable de Gopuff en España, David Alonso, anunció hace menos de un año que pretendía acabar 2021 con 40 locales por todo el país y con 230 para 2023
“Nosotros creemos que la decisión de cerrar ya estaba tomada de antes. No va por tema de rentabilidad ni nada. En cuanto a métricas, nosotros éramos los mejores de Europa, superando a Reino Unido. Gopuff es estadounidense, quería entrar en Europa y la forma más fácil era comprar una empresa”. Según los representantes de los trabajadores, la idea desde el principio era la expansión a Reino Unido pero, con la compra de Dija, Francia y España estaban incluidas en el paquete.

El conflicto

El 15 de julio de 2022, por obligación legal, llega a todos los trabajadores y trabajadoras de la empresa un correo de David Alonso anunciando un despido colectivo que afectará al 10% y potencialmente al 100% de la plantilla. En ese momento, al no haber representación formal de los trabajadores, se activa un plazo legal de 15 días para que elijan a sus representantes de cara a la negociación con la empresa. Después de ese plazo, el 1 de agosto se constituyen en asamblea (la forma de organización que marcará la toma de decisiones durante todo el conflicto) y eligen a sus 13 representantes. Al día siguiente, se confirman los malos presagios: la empresa anuncia que el ERE afectará a la totalidad de la plantilla con 20 días de indemnización por año trabajado, el mínimo legal. Empieza el periodo de negociación.

La asamblea de trabajadores exige por unanimidad que se pare el cierre y se aplique el Plan de Negocios que elaboró la empresa en junio, dos meses antes del anuncio del ERE
La asamblea de trabajadores exige por unanimidad que se pare el cierre y se aplique el Plan de Negocios que elaboró la empresa en junio de este año, dos meses antes del anuncio del ERE. “A nosotros nos anuncian el despido colectivo en julio, pero resulta que nos hemos enterado, porque nos lo han tenido que pasar, que había un Plan de Negocios que contemplaba la viabilidad de la empresa un mes antes. Nosotros decimos que se aplique ese plan”. Por su parte, la empresa no ha querido entrar a negociar el cierre en España y propuso subir la indemnización de 20 a 30 días por año trabajado.

Asamto y asamblea de trabajadoresblea de trabajadores de Gopuff en Madrid. Foto: Twitter.

Filtraciones, un ERE en agos

Desde que se abriese el periodo de negociación, los trabajadores denuncian técnicas para dividir a la plantilla de cara al conflicto. “Han hecho estrategias de guerra sucia: dar informaciones falsas y rumores para que se filtre a la plantilla. De repente, aparecen rumores de que algunas tiendas van a permanecer abiertas y otras no”. Los posibles rumores tendrían como objetivo la división de la plantilla, algo que parece no conseguirse, pues en todos los paros laborales el seguimiento es del 100%.

Desde que se abriese el periodo de negociación, los trabajadores denuncian técnicas para dividir a la plantilla de cara al conflicto
Los representantes de la asamblea aseguran que el anuncio del ERE se ha realizado en el mes de agosto de forma claramente estratégica. “La empresa lo ha escogido para que no tengamos apoyo externo en Madrid. La mayoría de la gente de los colectivos están fuera de aquí. También para minimizar nuestra capacidad de organización. Madrid en verano está muerto”. Y advierten: “Si llegamos a septiembre y no hay acuerdo, la gente ya está aquí. La gente ya conoce el conflicto, saben cómo estamos organizados. Los trabajadores nos van a apoyar, se van a solidarizar con nosotros. Cuantos más meses dure, más crecerá el conflicto”.

Si antes del 30 de agosto no se llega a un acuerdo entre la empresa y los trabajadores, quedará decretado el ERE con la plantilla en la calle a la espera del juicio. Ese mismo día, Gopuff En Lucha ha convocado una manifestación a las 18:00 horas en la Plaza de los Cubos. Mientras tanto, dejan un mensaje que resuena mucho más allá de este conflicto: “Si llegamos a un buen acuerdo, no será por sindicatos. Si hubiésemos tenido un comité de empresa a lo mejor ya no estaríamos en el conflicto. Será porque los trabajadores se han organizado, se han dejado los cuernos peleando y le han doblado el brazo a la empresa. Ni más, ni menos. Lo único que hacemos fuera de nuestro puesto de trabajo es decir, ‘chavales, organizaos’. Sabemos que nuestro futuro es una puta mierda, o nos organizamos y peleamos o estamos jodidos”.
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Pepe del Amo