De momento, Alemania no quiere dar un paso que le reclaman muchos de sus socios en la OTAN, pero que llevaría a una implicación cada vez más directa de Occidente en la guerra de Ucrania: enviar los todopoderosos tanques pesados germanos Leopard II y permitir que los países que los poseen, entre ellos España, puedan mandarlos a la línea del frente ucraniano.

Los ministros de Defensa de buena parte de los países de la OTAN y otros estados aliados que forman parte del llamado Grupo de Contacto para la Defensa de Ucrania se han reunido este viernes en la base estadounidense de Ramstein, en Alemania. El presidente Volodímir Zelenski había dicho en vísperas del encuentro que esperaba «fuertes decisiones», pero se quedó sin el compromiso de un rápido envío de los carros de combate germanos a Ucrania.

Alemania rechaza por ahora el envío de tanques a Ucrania y dice que la decisión debe ser valorada

Ni la presión del número ni los argumentos más belicosos lograron convencer a Berlín para que aceptase despachar a Ucrania uno de sus sistemas de armamento más valiosos y poderosos, los Leopard II, compartidos por bastantes países de la Alianza Atlántica. El flamante ministro de Defensa alemán, Boris Pistorius, echó balones fuera: «Todos los pros y los contras (para la entrega de los Leopard) deben ser sopesados».

Pistorius no cerró las puertas al eventual envío de los tanques alemanes, pero afirmó que esa decisión está aún «en fase de discusión». De momento, pesa sobre Berlín el sentido común que solo parecen tener los alemanes en este conflicto sobre la respuesta airada que puede dar Moscú a este nuevo paso de los aliados de Ucrania hacia la confrontación directa con Rusia.

Mucha ayuda, pero no los tanques estrella alemanes

La reunión sí sirvió para reafirmar el compromiso con Ucrania y acordar el suministro de más armas, entre ellas los sistemas antiaéreos y otros modelos de carros de combate que podrían ayudar a torcer el brazo ruso en una eventual contraofensiva ucraniana que podría tener lugar en los próximos meses.

Estados Unidos confirmó un nuevo paquete de ayuda por 2.500 millones de dólares en armas y asistencia militar para Ucrania. Desde que empezó la guerra, hace casi once meses, Washington ha comprometido 26.700 millones de dólares de apoyo militar a Ucrania, con blindados y cohetes antiaéreos incluidos. Tampoco se habló en Ramstein de los todopoderosos tanques estadounidenses M-1 Abrams, igualmente reclamados por el presidente ucraniano, pero que Joe Biden se niega de momento a entregar.

¿Asustan los Leopard a Moscú?

Vista la insistente demanda por parte del Gobierno ucraniano de estos tanques pesados, ¿son acaso los Leopard II una garantía de victoria para Ucrania? Evidentemente no. Representan un elemento simbólico que muestra la imparable implicación de Europa Occidental y del país más reticente para hacerlo, Alemania, en la guerra. Esto no significa que Bruselas se crea su propia propaganda sobre una eventual derrota de Rusia en la contienda a bordo de estos carros de combate, de los que hay apenas 2.000 unidades en los arsenales de trece países europeos.

El refuerzo armamentístico de Ucrania podría servirle a Zelenski para lanzar una ofensiva primaveral

Los Leopard II, junto con los Leclerc franceses, los Challenger 2 británicos o los Bratley estadounidenses, que sí van a ser enviados, pueden servir a Ucrania para lanzar una contraofensiva primaveral contra los invasores rusos. Incluso podrían abrir otro frente en la misma Rusia con un audaz golpe de mano de consecuencias imprevistas. Pero para la primavera aún quedan varios meses y no parece que Rusia se vaya a quedar viéndolas venir. Al menos eso se deduce de sus movimientos y avances en determinados puntos calientes del frente.

Los rusos están aprendiendo a costa de sus errores

Si algo se puede decir de Rusia en esta guerra es que, si bien en los primeros meses actuó de forma torpe y descoordinada desde el punto de vista militar, cuando se cumple casi un año de contienda Moscú ha aprendido de muchos de sus errores y parece capaz de responder a cualquier desafío con un golpe de mano inesperado. Una «respuesta asimétrica«, como decían los militares soviéticos.

A la pérdida de las posiciones en torno a Járkov y otras localidades muy importantes en el norte de Ucrania y al oeste del Donbás, el ejército ruso respondió con una devastadora campaña de bombardeos sobre las instalaciones críticas ucranianas que ha causado ingentes daños civiles, militares y económicos, y ha golpeado en el ánimo de resistencia de la población ucraniana.

Mientras sufría las sanciones internacionales que la deberían haber dejado sin recursos para la guerra, Rusia buscaba otras salidas a su gas y petróleo. Durante meses, siguió cobrándolos a precios muy elevados a los mismos países europeos que la sancionaban y que mandaban armas a Ucrania para luchar contra su ejército. Aun hay países de la OTAN que compran gas ruso, cada vez menos, cierto es, pero ese dinero sigue yendo a las arcas de Moscú y a la fabricación de armas. La doble cara hipócrita de la guerra.

Los últimos datos sobre la economía rusa muestran daños evidentes a causa de la guerra, pero no tan serios como se esperaba, de forma que estamos ante un país dispuesto a prolongar el conflicto el tiempo que le sea conveniente. En esta guerra de desgaste a la que juegan también Estados Unidos y la OTAN, es difícil predecir un futuro vencedor.

Si me asustas con tanques, te asusto con armas nucleares

En el Kremlin saben que Rusia no ganará a medio plazo una guerra contra un país que sostiene Occidente. Pero también en Bruselas son conscientes de que tampoco vencerá Ucrania, por muchos centenares de tanques y miles de millones de dólares que despachen al campo de batalla. Una clara derrota rusa implicaría la aniquilación de su ejército y eso no parece muy factible en estos momentos. Menos aún con un país que posee armas nucleares y que continuamente amenaza con usarlas.

El Kremlin amenaza con sacar la artillería nuclear en caso de perder la «guerra convencional»

«La derrota de una potencia nuclear en una guerra convencional puede desencadenar una guerra nuclear«, afirmó el jueves en su canal de Telegram Dmitri Medvedev, actualmente vicepresidente del Consejo de Seguridad del Kremlin. El que fuera presidente de Rusia entre 2008 y 2012 (con Vladímir Putin como «primer ministro») agregó que «las potencias nucleares nunca han perdido esos conflictos en los que estaba en juego su propio destino».

Precisamente, Medvedev participó este viernes, al tiempo que tenía lugar el cónclave de la OTAN y los aliados de Ucrania en Ramstein, en la reunión presidida por el presidente Putin de su Consejo de Seguridad para estudiar el curso de la «operación militar especial», esto es, la guerra.

Cabe suponer que la reunión encabezada por Putin no era baladí y que no pretendía ser simplemente un gesto de contrapeso al encuentro de Ramstein. El ejército ruso se la juega en la región del Donetsk, donde podría conseguir una victoria más que simbólica en Bakhmut o, en caso contrario, quedar atascado hasta que una contraofensiva ucraniana de primavera pueda romperle la línea defensiva en el Donbás.

Los rusos prefieren centrar su atención en Bakhmut

La intensidad de los combates que siguen en torno a Bakhmut indica cuál es el objetivo real del Kremlin: «liberar» todo el Donbás como parte de la Nueva Rusia, casi instaurada en 2014 cuando Moscú ayudó a los separatistas de esa región para desgajarse del resto de Ucrania. Esa Novaya Rossiya es un concepto territorial que se remonta al siglo XIX y que contempla la creación de un estado títere al sur de Rusia, que condene a Ucrania a la partición.

El avance ruso en Bakhmut continúa paso a paso, a costa de centenares de muertos diarios. En esa localidad se juntan tres carreteras de gran importancia. Dos de ellas se dirigen hacia Kramatorsk y Sloviansk. La caída de Bakhmut podría dar vía libre hacia estas ciudades claves, actualmente muy fortificadas.

Las tropas rusas avanzan en Bakhmut y la batalla podría decidirse en las próximas semanas

El Ministerio de Defensa ruso ha anunciado la toma de la localidad de Klishchiivka, cerca de Bakhmut. Habría sido también obra del grupo Wagner, formado por contratistas del magnate ruso Yevgueni Prigozhin, muy cercano al Kremlin y cuyas tropas de mercenarios se han convertido en la vanguardia de las fuerzas rusas en ese frente. Según el comunicado, el asalto contó con el apoyo de la artillería regular y la aviación rusas.

Pese a las dudas que marcaron la reunión ministerial de Ramstein, parece posible que los tanques occidentales, liderados o no por los Leopard alemanes, puedan llegar a tiempo para una contraofensiva ucraniana en primavera. No parece, en cambio, que vayan a estar muy presentes en la batalla de Bakhmut, cuya suerte podría quedar decidida en las próximas semanas. Los mercenarios de Prigozhin están desde luego haciendo todos los esfuerzos para regalarle a Putin una victoria decisiva de cara al primer aniversario, el 24 de febrero, de su invasión de Ucrania, aunque sea sobre el mantel de fotografías de los miles de soldados rusos muertos en Bakhmut.