Juan Carlos I era el jefe del Estado español y de las Fuerzas Armadas Españolas cuando, hace cuarenta años, se produjo el 23-F, el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981. El general Franco lo había designado jefe del Estado –designación refrendada después por la Constitución de 1978–, restaurando así en él y en sus sucesores la monarquía borbónica, restauración que la Constitución refrendaría también.
Aunque el anterior jefe del Estado no podrá asistir este martes a los actos oficiales de conmemoración del cuadragésimo aniversario de la efeméride –sí lo hará el actual jefe del Estado, su hijo Felipe VI–, pues sigue en Abu Dabi. Pero desde la distancia volverá a ser el protagonista de la celebración, como lo fue también aquella larga jornada de hace cuatro décadas.
Porque –dicen– “salvó” la “democracia”. Y porque encausados y condenados en el juicio del 23-F lo señalaron como la autoridad en la sombra del intento de golpe, aunque él ni siquiera fue llamado a declarar como testigo y, por supuesto, nunca ha dado explicaciones más allá de la versión oficial, martilleada durante décadas por la prensa del régimen del 78: él “salvó” la “democracia”.
¿Fue así?
El 23-F tuvo dos grandes efectos, necesarios para que todo transcurriera según lo previsto por quienes, a uno y otro lado del Atlántico, habían pilotado, o más bien seguían pilotando, la Transición del franquismo al régimen del 78: el primero –que empezó a producirse antes del propio 23 de febrero de 1981–, sacar a Adolfo Suárez del Gobierno español y del escenario político; el segundo, que –a los ojos de la mayoría– Juan Carlos I logró ‘de ejercicio’ la legitimidad que como jefe del Estado le faltaba ‘de origen’. Lo que salvó es la Corona.
Por eso investigadoras como Rebeca Quintáns –autora de ‘Un rey golpe a golpe. Biografía no autorizada de Juan Carlos de Borbón’ (Ardi Beltza, 2000), el primer libro abiertamente crítico con la figura de Juan Carlos I, y de ‘Juan Carlos I. La biografía sin silencios’ (Akal, 2016)– han asegurado que el fracaso del intento de golpe fue sólo “relativo”.
En la misma línea, investigadoras tan poco sospechosas de republicanas como Pilar Urbano –autora de ‘Con la venia… Yo indagué el 23-F’ (1982) y de ‘La gran desmemoria. Lo que Suárez olvidó y el rey prefiere no recordar’ (2014)– han asegurado que lo que hizo Juan Carlos I hace cuarenta años sólo fue detener la operación que él mismo había puesto en marcha.
“Tú estás aquí porque te ha puesto el pueblo con no sé cuántos millones de votos”, cuenta Pilar Urbano, en ‘La gran desmemoria’, que le dijo Juan Carlos I al todavía presidente del Gobierno español, Adolfo Suárez. “Yo estoy aquí porque me ha puesto la Historia, con setecientos y pico años. Soy sucesor de Franco, sí, pero soy el heredero de 17 reyes de mi propia familia. Discutimos si OTAN sí u OTAN no, si Israel o si Arafat, si Armada es bueno o peligroso. Y como no veo que tú vayas a dar tu brazo a torcer, la cosa está bastante clara: uno de los dos sobra en este país. Uno de los dos está de más. Y, como comprenderás, yo no pienso abdicar”, cuenta Urbano que añadió el entonces jefe del Estado. La Operación Armada –golpe destinado a sustituir el Gobierno de Suárez por un Gobierno de concentración presidido por el general de División Alfonso Armada y vicepresidido por el entonces secretario general del PSOE, Felipe González, y por José María López de Letona, exministro de Franco– ya estaba en marcha, y ni siquiera la dimisión de Suárez fue capaz de detenerla.
A pesar de que, cuarenta años después, el acceso al sumario y a los registros del juicio del 23-F es imposible porque siguen siendo secreto de Estado, Quintáns no tiene dudas de que Juan Carlos I fue el artífice del golpe, pues así lo evidencian los informes que la CIA sí ha venido desclasificando.
Felipe González y la OTAN
La Operación Armada fracasó relativamente, pues el acceso de Felipe González al Gobierno sí acabó produciéndose, aunque al año siguiente, en 1982. Como acabó produciéndose el ingreso del Estado español en la OTAN, ingreso al que Suárez –cuyos choques con el monárquico Armada eran continuos– se había mostrado tan reticente.
Para culminar la Transición del franquismo al régimen del 78 sólo faltaba precisamente que el PSOE de González –“persona de confianza de la CIA”, advierte Quintáns– llegara al Gobierno y que el sucesor de Franco por designación directa de este se diera un baño de multitudes. Y se lo dio.
En cuanto a Antonio Tejero –que, tras una rocambolesca entrada en el hemiciclo del Congreso en la que no faltaron ni tiros al aire, abortó la Operación Armada porque, según dijo, él no había llegado hasta allí para que después se formara un Gobierno de concentración “con socialistas y comunistas”– y al propio Armada, fueron condenados a treinta años de cárcel cada uno por su participación en el 23-F, aunque el segundo fue indultado por el Gobierno de González en 1988 y el primero recibió el tercer grado en 1993 y la libertad condicional en 1996.
Quintáns insiste en que –a pesar de que el sumario y los registros del juicio del 23-F siguen siendo secreto de Estado– las grandes líneas del 23-F se conocen con certeza desde hace tiempo y por saber sólo faltan algunos pequeños detalles.
El caso es que tras el fracaso de la Operación Armada, Zarzuela supo reaccionar a tiempo y, la madrugada del 24 de febrero, hacer de la necesidad virtud. Hubo un plan que estaba perfectamente trazado pero que no pudo desarrollarse exactamente según lo previsto, por lo que los mismos que lo habían diseñado –y con los mismos objetivos– tuvieron que rectificarlo sobre la marcha para que su fracaso fuera sólo relativo. Y lo consiguieron. De hecho, probablemente su triunfo fue mucho mayor que si la Operación Armada hubiera salido adelante. Aunque en esta ocasión, por primera vez, Juan Carlos I no pueda estar presente para conmemorarlo.
Fuente: (https://laultimahora.es/juan-carlos-i-protagonista-del-23-f-desde-la-distancia/)