La sentencia recayó sobre militares y jerarcas de Chile y Uruguay, que son acusados de la muerte de ciudadanos italianos.
El Tribunal Supremo de Italia confirmó este viernes las cadenas perpetuas a 14 personas involucradas en el Plan Cóndor, la represiva operación de las dictaduras de Suramérica, puesta en marcha en las décadas de 1970 y 1980 contra la disidencia de izquierdas.
La sentencia recae sobre 14 militares y jerarcas de Chile y Uruguay, que son acusados de la muerte de una veintena de ciudadanos italianos en la puesta en marcha del Plan Cóndor.
De esta manera, la Corte ratificó el fallo emitido en julio de 2019 por el Tribunal de Apelación de Roma, en segunda instancia, contra los represores.
En principio la sentencia recaía sobre 24 personas; no obstante, el número ha ido disminuyendo, por la muerte de varios de los acusados.
El militar uruguayo Jorge Néstor Troccoli, de 74 años, es uno de los condenados y es el único que ha estado de manera presencial en el proceso —aunque este viernes no acudió a la audiencia—, puesto que vive en Italia, luego de escapar de la justicia uruguaya en 2007.
Esta sentencia final llegó después de 23 años de iniciado el proceso, que arrancó cuando el dictador chileno Augusto Pinochet fue detenido en Londres por orden del juez español Baltasar Garzón y, entonces, el fiscal de Roma Giancarlo Capaldo abrió su investigación sobre posibles víctimas italianas en las dictaduras suramericanas.
Plan Cóndor, también conocido como Operación Cóndor, fue una campaña de represión política y terrorismo de Estado respaldada por Estados Unidos1 que incluía operaciones de inteligencia y asesinatos de opositores. Fue implementada oficial y formalmente en noviembre en 1975 por las cúpulas de los regímenes dictatoriales del Cono Sur —Chile, Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay, Bolivia y esporádicamente, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela—2. El gobierno de Estados Unidos proporcionó planificación, coordinación, formación sobre la tortura, apoyo técnico y suministró ayuda militar a las juntas militares3 durante las administraciones de Johnson, Nixon, Ford, Carter y Reagan. Este apoyo para violaciones de los derechos humanos se canalizó con frecuencia a través de la CIA.4
El Plan Cóndor se produjo en el marco de la estrategia de Estados Unidos en la Guerra Fría, guiada por la Doctrina de la Seguridad Nacional, promoviendo las dictaduras, con el fin de suprimir sectores políticos de izquierda, e impulsar un nuevo modelo económico centrado en garantizar beneficios crecientes a los sectores más conservadores y con mayores recursos materiales.5
Esta coordinación implicó, oficial y directamente, el seguimiento, vigilancia, detención, interrogatorios con tortura, traslados entre países, violación y desaparición o asesinato de personas consideradas por dichos regímenes como «subversivas del orden instaurado, o contrarias a su política o ideología».1 El Plan Cóndor se constituyó en una organización clandestina internacional para la estrategia del terrorismo de Estado que instrumentó el asesinato y desaparición de decenas de miles de opositores a las mencionadas dictaduras, la mayoría de ellos pertenecientes a movimientos de la izquierda política, el peronismo, el sindicalismo, las agrupaciones estudiantiles, la docencia, el periodismo, el campo artístico, la teología de la liberación y el movimiento de derechos humanos. Los llamados «Archivos del Terror» hallados en Paraguay en 1992 dan la cifra de 50 000 personas asesinadas, 30 000 desaparecidas y 400 000 encarceladas.6
Con el antecedente del decreto Noche y Niebla en la Alemania nazi7 y similitudes con la «estrategia de la tensión» utilizada en Italia en los años 1970, la doctrina encarnada en la Operación Cóndor surge, según la profesora estadounidense Joan Patrice McSherry (Long Island University),3 en la década de 1960 en la Escuela de las Américas y las Conferencias de Ejércitos Americanos,8 en las cuales Estados Unidos enseña a los oficiales latinoamericanos instruidos en ellas acciones «preventivas» (torturas) en la región.
Por otra parte, conviene destacar el contexto en que se pone en marcha la Operación Cóndor. A mediados de los años 1970, tras una serie de golpes de Estado, se cuenta con una verdadera red de dictaduras en el Cono Sur y en América Latina:
– En Paraguay, el general Alfredo Stroessner llega al poder en 1954 tras un golpe de Estado.
– En Brasil, los militares derrocan en 1964 al gobierno democrático y popular de João Goulart.
– En Bolivia, el general Hugo Bánzer llega al poder en 1971, después de una serie de golpes de Estado.
– En Uruguay, se instala una dictadura cívico-militar en 1973, coincidiendo con el plan general diseñado para el Cono Sur, donde crecen movimientos populares de envergadura.9
– En Chile, el general Augusto Pinochet toma el poder en 1973 tras su golpe de Estado contra el presidente socialista Salvador Allende.
– En Argentina, la junta militar presidida por el general Jorge Rafael Videla toma el poder en 1976 tras un golpe de Estado.
El periodista estadounidense A.J. Langguth atribuye a un operativo de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) estadounidense (como parte defensiva de la Guerra Fría, para impedir la propagación del comunismo en América Latina) la organización de las primeras reuniones entre funcionarios de seguridad uruguayos y argentinos para discutir la vigilancia de los exiliados políticos, así como su actuación como intermediaria en las reuniones entre los dirigentes de los escuadrones de la muerte brasileños, la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A) y agentes uruguayos;10 en Argentina había comenzado a actuar la Triple A desde el 21 de noviembre de 1973 (cuando Juan Domingo Perón todavía era presidente), en una coordinación criminal con la dictadura de Pinochet en Chile, tal como lo demostraron las investigaciones sobre la Operación Colombo, un modelo de guerra sucia que se ejecutó en 1975.11
Pero Estados Unidos hizo más que organizar los encuentros: la división de servicios técnicos de la CIA suministró equipos de tortura a brasileños y argentinos (entre otros) y ofreció asesoramiento sobre el grado de shock que el cuerpo humano puede resistir, señala también Langguth.10
En 2007, la profesora Joan Patrice McSherry, apoyándose en un documento desclasificado de la CIA fechado el 23 de junio de 1976, confirma el secuestro y tortura de refugiados chilenos y uruguayos en Buenos Aires.12 Dicho documento explica que ya «a principios de 1974, oficiales de seguridad de Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay y Bolivia se reunieron en Buenos Aires para preparar acciones coordinadas en contra de blancos subversivos».