Europa ha quedado en un segundo plano para EE.UU., que busca una nueva alianza con Reino Unido y Australia a la par que concentra su atención en contener a China. ¿Qué lugar ocupa la región en estos movimientos?
La cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) en México no puede leerse con claridad si no se vincula con los últimos movimientos de EE.UU., que buscan establecer una nueva alianza con Reino Unido y Australia, lo que está siendo entendido como el diseño de un nuevo mapa geopolítico.
A finales de la semana pasada, Washington se posicionaba fortaleciendo la flota de submarinos australianos en alianza con Reino Unido, para así intensificar su interés de control en el sudeste asiático.
La calentura del presidente francés, Emmanuel Macron –humillado en el momento en que Australia rompió contratos militares para favorecer la nueva alianza–, quien de inmediato llamó a consulta a su embajador de Washington por primera vez en su historia, puede explicar que para los nuevos trazos estratégicos, Europa ha quedado en un segundo plano, algo que nadie esperaba de la gestión de Joe Biden.
Conclusión temprana: con la avanzada en el sudeste asiático y el poder militar que tendrá en torno al Pacífico, al Índico y en el estrecho de Malaca (por donde pasa el 20 % del comercio mundial y un alto porcentaje de la exportación china), EE.UU. concentra su atención geopolítica en contener el avance de China, generar riesgos en torno a su capacidad de movimiento y finalmente, pero lo más importante, generar un nuevo mapa geoestratégico que trae de vuelta el imaginario de la bipolaridad e incluso de la Guerra Fría.
EE.UU. concentra su atención geopolítica en contener el avance de China, generar riesgos en torno a su capacidad de movimiento y finalmente, pero lo más importante, generar un nuevo mapa geoestratégico.
Sin embargo, este movimiento no quedó sin respuesta, y es en este marco donde aparece el presidente de China, Xi Jinping, en la cumbre de la Celac, conferenciando en pleno ‘patio trasero’ de EE.UU., ante la audiencia de todos los países de América Latina y el Caribe.
Cosas que ahora se entienden
Ahora se entiende también por qué la retirada de Afganistán fue tan apurada: toda la atención de EE.UU. se centra en la confrontación con China. Lo que parecía otra bravuconada de Trump en sus ataques al país asiático, ahora se nota que es una política de Estado que nada tiene que ver con el presidente de turno, sea del signo que sea, y por más disímil que parezca.
También se entiende la postura de Washington hacia el Nord Stream 2: Europa importa menos. Hasta el Brexit cobra mayor sentido con esta alianza en la que Reino Unido es el pivote.
De mantenerse esta tendencia en el juego geopolítico, no solo se produce un alejamiento de Europa, sino una ruptura interna en el propio Occidente: Francia y Alemania han demostrado poseer suficiente dosis de pragmatismo como para buscar nuevas alianzas: ¿Rusia y América Latina podrían compensar esta nueva situación?
Y sobre todo, se entiende el espaldarazo que diera China a los talibanes, creando desde temprano una vía de salida de emergencia que pueda hacer by pass al estrecho de Malaca, ahora ‘controlado’ por los submarinos australianos, y utilizar así Afganistán para llegar de forma segura a los puertos iraníes.
También que el protagonismo de China en la cumbre de la Celac obedece a una avanzada suya en la región, que, si bien no pondrá en jaque militar ni comercial a EE.UU. (como efectivamente puede hacerlo la nueva alianza con Reino Unido y Australia), por lo menos le recuerda a Washington que en esta nueva situación geopolítica se ha quedado sin ‘patio trasero’.
Así, a inicios de esta semana, no hay duda: el mapamundi produce otras señales que la semana pasada no se notaban y donde América Latina cobra relieve.
¿Dónde queda América Latina y el Caribe?
Uno de estas nuevas señales del mapamundi tienen que ver con la cumbre Celac, porque lo que ocurrió el pasado sábado en México no es una cumbre más, es la constatación, puede ser temporal, coyuntural o simulada, pero constatación al fin y al cabo, de que América latina ya no es el ‘patio trasero’ de EE.UU., como volvió a ser gracias al Grupo de Lima.
La ocasión genera, además, algo que faltaba en la región y es la emergencia del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, como líder fuerte y arriesgado en plena frontera sur estadounidense.
La cumbre de la Celac es la constatación de que América latina ya no es el ‘patio trasero’ de EE.UU., como volvió a ser con el Grupo de Lima.
El primer gobierno de Biden estará acompañado y marcado por López Obrador, quien fue lo suficientemente pragmático para relacionarse con un irredento Trump y ahora parece lo suficientemente estratégico como para cercar a Biden, no solo con la cumbre y su invitación a China, Cuba o Venezuela, sino también con la crisis de inmigración en la frontera entre ambos países, que puede ser leída así: al salir Trump, se rompe el acuerdo de migración entre ambos y México permite el libre paso de los migrantes hacia la frontera, donde están agolpados, creando una crisis que ya no es externa, sino interna a EE.UU.
Lo más sintomático es el buen ánimo y el respeto que los gobiernos propiamente de derecha tuvieron en la sesión. Si bien los presidentes de Uruguay, Luis Lacalle Pou, y Paraguay, Mario Abdo Benítez, criticaron la presencia de sus homólogos de Venezuela, Nicolás Maduro, y de Cuba, Miguel Díaz-Canel, ninguna delegación pateó la mesa, y más bien se tomaron la foto de costumbre de manera muy tranquila. No cuestionaron el protagonismo de China y, sobre todo, mantuvieron respeto hacia el nuevo liderazgo de López Obrador, que no fue atacado desde ningún flanco.
De todo esto, la más afectada fue la Organización de Estados Americanos (OEA) y la política de EE.UU. en la región. Incluso, de los pocos presidentes de derecha que defendieron a la OEA, ninguno salió a legitimar al secretario general de esa instancia, Luis Almagro, a pesar de los fuertes ataques en su contra por parte de los presidentes de Bolivia y Cuba.
Almagro apenas comienza una nueva gestión que durará hasta 2025, pero es obvio que ya no es funcional a la nueva estrategia de EE.UU., ni como respaldo a las derechas nacionales, que tendrán que buscar nuevas formas de relacionarse con y en la región. Por lo pronto, bajo la tutela de Almagro, a la OEA le esperan varios años de estado catatónico aunque esté acompañado de fuertes discursos declarativos.
Se notó que en América Latina la política agresiva trumpista tuvo una reacción contraria que, aunque no sepamos cuánto tiempo durará, porque hablamos de una región en disputa y cambio constante, sí podría decirse que el intervencionismo, tal como se diseño desde su gestión, pasa por un momento de repliegue.
Así, López Obrador trae de vuelta a la Celac, que había sido enterrada durante el trumpismo, y le da un protagonismo justo en este momento en el que se replantean los espacios de disputa geoestratégica.
De Latinoamérica puede tomarse en cuenta que los gobiernos de Colombia y Chile, los grandes pivotes de la derecha, tuvieron una participación débil, sumada al abandono del ente que había hecho Brasil desde 2020. Pero, a favor de la tendencia, son, los tres, gestiones que están cumpliendo sus últimos meses: en Chile habrá presidenciales este año y en los otros dos países en 2022, y en todos se esperan resultados con cambios de dirección ideológica.
Los resultados de esas presidenciales nos dirán si se afianza la tendencia izquierdista en América Latina o si continúa la actual situación, donde hay una especie de empate y disputa que conlleva muchos cambios constantes que impiden unificar en un signo ideológico a la región.
Independientemente de ello, la Celac demuestra que el empate no es catastrófico, sino que en la actual situación pueden generarse políticas comunes y volver las aguas al entendimiento y los acuerdos mínimos.
Por eso, la foto presidencial de la cumbre, tan heterodoxa como protocolar, da inicio a un nuevo clima en América Latina.
Ociel Alí López
Es sociólogo, analista político y profesor de la Universidad Central de Venezuela. Ha sido ganador del premio municipal de Literatura 2015 con su libro Dale más gasolina y del premio Clacso/Asdi para jóvenes investigadores en 2004. Colaborador en diversos medios de Europa, Estados Unidos y América Latina.