«No queremos crear un Ejército europeo», ha señalado Josep Borrell, Alto Representante de Asuntos Exteriores, el día en el que el bloque comunitario echa a rodar lo que en la jerga bruselense se conoce como ‘brújula estratégica’. Pero lo cierto es que la UE sí pone la primera semilla hacia una fuerza armada conjunta.
Por primera vez, los europeos tendrán capacidad de utilizar una fuerza de despliegue rápido. Con una capacidad máxima de 5.000 efectivos, espera estar efectiva a partir de 2025. Dos años antes, se comenzarán a realizar los primeros entrenamientos militares por tierra, mar y aire. La hoja de ruta y sus detalles se irán actualizando de forma gradual y progresiva. Serán los 27 jefes de Estado y de Gobierno los que den la patada definitiva en la cumbre europea que se celebra el próximo jueves y viernes en la capital comunitaria.
Es así como Bruselas busca hablar el lenguaje de la «fuerza y el poder» en un «mundo cada vez más hostil». La guerra declarada por Rusia a su vecino ucraniano deja ya una consecuencia directa para la seguridad del Viejo Continente: los europeos apuestan pasan la página del soft al hard power.
La medida se suma a la decisión histórica de enviar armas -financiadas y coordinadas por la UE- a un país en guerra. Los Veintisiete han rubricado este lunes un acuerdo político para duplicar el monto del Instrumento Europeo para la Paz con hasta 1.000 millones de euros. El proyecto europeo quiere hacerse mayor en el área de la seguridad y la defensa, su gran caballo de Troya. Es el ámbito en el que más le ha costado avanzar. Y con motivo de la guerra en Ucrania, lo ha hecho más en las últimas semanas que en las últimas décadas, aunque por el camino ha sacrificado parte de su esencia como proyecto pacifista y diplomático.
Borrell insiste en que este nuevo plan para reforzar su músculo militar durante la próxima década no es una respuesta directa a la agresión rusa. Sin embargo, el documento aprobado este lunes hace 19 menciones directas a Moscú. «Adoptamos la brújula estratégica en un momento en el que la guerra ha regresado a Europa (…) La guerra provocada por Rusia constituye un cambio tectónico en la historia europea», recoge el acuerdo.
El plan se encontraba en ‘stand by’ durante dos años, pero los últimos acontecimientos en el tablero global lo han precipitado
La caótica evacuación de agosto del aeropuerto de Kabul unido a la invasión a Ucrania han sido catalizadores para que la UE dé este salto. El plan se encontraba en stand by durante dos años, pero los últimos acontecimientos en el tablero global lo han precipitado. La inestabilidad en las fronteras europeas ha permitido que se consuma la unidad sorteando las resistencias de los países del Este y el Báltico, que temían que más autonomía europea se tradujese en una menor dependencia de la OTAN, y en consecuencia, del paraguas de Estados Unidos.
Bruselas insiste en que hay que invertir más y mejor en gasto militar. La UE, en su conjunto, gasta 200.000 millones de euros en aspectos bélicos. Una cantidad que iguala a China y que multiplica por cuatro la inversión militar de Rusia. Pero cree que lo hace de forma poco efectiva y con muchas duplicidades entre las industrias de sus 27 Estados miembros.
Camino del primer mes de guerra en Ucrania, la UE endurece las medidas el mensaje. Siguiendo los pasos de Estados Unidos, ha calificado de «crimen de guerra masivo» lo que está haciendo Rusia en ciudades como Mariúpol. El último embajador europeo ha salido de la ciudad asegurando que la urbe será la nueva «Leningrado, Alepo o Guernika» por su enorme nivel de destrucción. Además, Borrell ha acusado a Rusia de utilizar a los refugiados como arma contra Occidente, como ya hizo hace unos meses Bielorrusia. «No están destruyendo las infraestructuras del transporte. Lo que hacen es destruir las ciudades para aterrorizarlos», ha asegurado el español en la rueda de prensa posterior al encuentro.
Boicot energético, el elefante en la habitación
«Sin vuestro comercio, sin vuestras empresas y bancos, Rusia se quedará sin dinero para financiar esta guerra». El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, ha reiterado su llamada a que los europeos sigan los pasos de Estados Unidos y el Reino Unido y decreten el boicot energético a Rusia.
Los ministros han tomado la temperatura al quinto paquete de sanciones contra Vladimir Putin, que ya comienza a cocinarse en Bruselas. Tras una batería de medidas restrictivas sin precedentes, consumadas de forma inusualmente rápida y unida entre los Veintisiete, es ahora cuando la unidad europea puede ver saltar sus costuras.
Irlanda, Polonia o Lituania consideran que Putin ha sobrepasado demasiadas «líneas rojas», especialmente atacando a civiles, hospitales o refugios de forma deliberada. Piden que se deje de comprar el petróleo, gas y carbón ruso. Desde que comenzó la guerra, los europeos han pagado a Moscú más de 17.000 millones de euros por estos recursos, según contabiliza en directo la ONG Center for Research on Energy and Clean Air.
En el otro lado, se encuentran la resistencia de Hungría o Alemania. El primero, principal aliado de Putin en Bruselas, amenaza con vetar cualquier medida que tenga como objetivo penalizar el sistema energético ruso. Y Berlín, uno de los grandes dependientes del gas y el petróleo ruso, reconoce que no puede dejar esta dependencia de un día para otro. Una postura compartida por Países Bajos.
Este debate se prevé como el elefante en la habitación de la próxima cumbre europea. Sobre la mesa planean medidas alternativas y menos radicales como gravar el petróleo y gas ruso o utilizar los activos congelados a los oligarcas sancionados para crear un fondo de ayuda a Ucrania, una medida que presenta dificultades desde el punto de vista legal. El miedo de los países que abogan por una línea más dura, como Lituania o Estonia, es que se produzca una fatiga sancionadora entre algunos socios comunitarios o que se levanten algunas medidas restrictivas como acicate para la paz.
En cualquier caso, la sensación generalizada es que el primer mes de guerra en Ucrania deja un escenario que ha pillado por sorpresa a muchos en la capital comunitaria. «Rusia está usando todo tipo de capacidades militares contra la población civil. Esto no es una guerra, es la destrucción de un país sin ningún tipo de respeto por las leyes de la guerra, porque en la guerra también hay leyes», ha denunciado Borrell.