El presidente salvadoreño, Nayib Bukele, critica el apoyo de la Organización de Estados Americanos (OEA) al plan para convertir a pandillas en partido político.
“Documentos de inteligencia muestran todo el plan, con el fin de llevar a una segunda falsa negociación de paz y convertir a las pandillas en partido político. La OEA estuvo de acuerdo”, manifestó el domingo Bukele en un mensaje de Twitter.
Precisó también que se ha incautado documentos que contienen el plan, cuyo fin último, después de que los grupos terroristas se convirtieran en guerrilla, era forzar negociaciones de paz para constituirlos como partido político.
“Las pandillas no se imaginaron que ya sabíamos que intentarían evolucionar en una guerrilla. […] Por eso recibieron entrenamiento militar en los polígonos de tiro, por eso les entregaron armas”, indicó Bukele.
Para contrarrestar estos complots, agregó el mandatario, desde 2019, se pidieron vehículos y equipo para librar una guerra rural, pero que los fondos para adquirirlos fueron aprobados hasta que llegó la actual Asamblea Legislativa.
Como parte de la guerra contra las pandillas, la Policía Nacional Civil y el Ejército salvadoreños han desmantelado alrededor de 100 campamentos clandestinos, en las últimas semanas, en los que, además de hacer capturas, se han decomisado armas, drogas y dinero producto de las extorsiones, conforme información oficial.
No es la primera vez que Bukele critica a la OEA. El viernes catalogó al ente regional del “ministerio de colonias” de Estados Unidos y aseguró que el mecanismo ya no tiene “razón de ser”.
Previamente, el jefe de Estado ordenó romper un acuerdo con la OEA para combatir la corrupción mediante la Comisión Internacional Contra la Impunidad en El Salvador (CICIES).
Esta iniciativa cumple los anhelos de la izquierda militante que, sondeo tras sondeo, exige una unión. El partido socialista francés se suma al movimiento de unidad encabezado por Jean-Luc Mélenchon.
Entre lágrimas, rencores y esperanzas se jugó el destino del Partido Socialista (PS) francés y por ende, de la misma izquierda francesa. El jueves 5 de abril, el Consejo Nacional del PS adoptó por un 62% de los votos el acuerdo con el movimiento de la Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon para formar, junto al Partido Comunista y los ecologistas, la «Nueva Unión Popular Ecológica y Social» (Nupes). Esta estructura une a todas las izquierdas menos al Nuevo Partido Anticapitalista (NPA) bajo el impulso de Mélenchon con el objetivo de proponer una alternativa a la presidencia de Emmanuel Macron de cara a las elecciones legislativas del próximo junio.
La unión puede ser para el Partido Socialista o el último clavo sobre su ataúd, o su renacimiento
El pacto conlleva tres dimensiones: para la izquierda se trata de un hecho histórico; para Jean-Luc Mélenchon de la consagración de una estrategia de largo aliento y para el Partido Socialista de una apuesta cuyo sentido está por definirse. La unión con Francia Insumisa puede ser el último clavo sobre el ataúd del socialismo francés o el estrecho camino de un renacimiento después de años en los que el PS prefirió ser un aliado del liberalismo globalizado en vez de ser el «partido de la transformación social» y la solidaridad soñado por su fundador, Jean Jaurés, a principios del Siglo XX.
Emmanuel Macron, un invento del socialismo
Tal vez no haya prueba más cruel de la inconsistencia y los derroteros del PS que las dos victorias presidenciales de Emmanuel Macron, en 2017 y 2022. El actual presidente no es un invento de la derecha sino del socialismo. Las narrativas de la izquierda barren hacia fuera porque les conviene decir que el responsable es su adversario; pero no es así. El jefe del Estado es un genuino producto de las traiciones socialistas. Macron fue ministro de Economía del último presidente socialista de Francia, François Hollande. Surgió en ese medio y luego ascendió en 2017 al poder con el respaldo de muchos votantes socialistas y mediante una alianza integrada por dirigentes del PS.
La Nueva Unión Popular Ecológica y Social tiene un impacto considerable en una configuración política donde la oposición tradicional representada por los dos partidos institucionales de derecha y de izquierda, el PS y Los Republicanos, había desaparecido para ser reemplazada por la extrema derecha de Marine Le Pen. Esto explica en gran parte la ausencia en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2017 y 2022, de los dos partidos que protagonizaron la alternancia en los últimos 50 años.
Con Marine Le Pen como candidata, la ultraderecha ocupó el lugar de socialistas y republicanos
Con Marine Le Pen como candidata, la ultraderecha ocupó el lugar de socialistas y republicanos. La desunión caricaturesca de la izquierda en las pasadas elecciones presidenciales de abril de 2022, aportó un ingrediente de legitimidad suplementaria a una extrema derecha que prosperó en el vacío dejado por el ocaso de los partidos tradicionales.
Mélenchon se ganó un lugar al frente de la Nueva Unión
Sin embargo, Mélenchon nunca abandonó su marcha por la izquierda. Empujó la locomotora desde el ala más radical de la izquierda y, en 2022, apostó por una nueva candidatura presidencial que lo dejó a muy pocos metros de pasar a la segunda vuelta, 21,95% frente al 23,15% de Marine Le Pen. Ese más del 20% de los votos puso a Francia Insumisa como el eje en torno al cual se iba a articular la izquierda futura. Europa Ecología Los Verdes (EELV) y el Partido Comunista fueron los primeros en adherirse a la Nueva Unión Popular Ecológica y Social, mientras que el PS tardó unos días más en aceptar lo inevitable: o la unión, o la desaparición.
«Los votantes nos abandonaron porque piensan que ya no tenemos nada más que decir», señala Olivier Faure
Su resultado en las últimas elecciones presidenciales, 1,7%, convirtió al partido en una suerte de cenáculo confidencial. En el discurso que pronunció ante el Consejo Nacional el Primer Secretario del PS, Olivier Faure, reconoció el desierto electoral en el que cayó el PS: «Los votantes nos abandonaron porque piensan que ya no tenemos nada que decir, ni nada más para transformar».
La «aventura común» con las demás izquierdas no está exenta de rarezas. No hay, por ejemplo, nada más alejado de la filosofía socialista que el concepto de «izquierda de ruptura» propuesto por Mélenchon. Además, Francia Insumisa está movida por una oposición a los criterios de la Unión Europea y los socialistas (con los ecologistas) son fervientes adeptos del modelo actual. Sin embargo, entre la nada y una posibilidad, el PS se resignó a lo posible y, en lo que atañe a Europa, aceptó lo que plantea el pacto, o sea, «no respetar ciertas reglas» fijadas por la Unión Europea.
Una opción a la izquierda
La introducción de una alternativa al poder actual que no sea la de la ultraderecha es ya, en sí, todo un logro. La pobreza de la oferta política era tal que esta iniciativa viene a llenar una amplia expectativa y a cumplir, a la vez, con los anhelos de la militancia de izquierda que, desde hace años, sondeo tras sondeo, exige una unión. «No somos irreconciliables, estamos demostrando que somos conciliables», resaltó Faure.
Antes de la actual unión, la izquierda plural ya había alcanzado más éxitos con una dinámica semejante
Al socialismo, profundamente dividido, le hicieron falta más días y un voto final que recompone la figura roja-verde-rosa (la izquierda plural) que gobernó Francia entre 1997 y 2002. Fue la última vez que las izquierdas lo hicieron juntas. Antes, habían protagonizado éxitos con una dinámica semejante: el Frente Popular en 1936, el Programa Común de 1972 que condujo luego a la unión de la izquierda en 1981 y a la victoria, en mayo de 1981, del socialista François Mitterrand. En este siglo XXI, muchos socialistas consideraron el pacto contraproducente y humillante como si el PS todavía fuera el partido dominante de hace unas décadas y no ese terreno baldío en que se ha convertido.
No todos aceptaron el pacto
La aprobación del pacto con Mélenchon ha abierto un frente detractor dentro de los escombros del viejo PS. Varias figuras han propuesto el mantenimiento de candidaturas disidentes para las legislativas de junio. El exprimer ministro socialista, Bernard Cazeneuve, abandonó el partido mientras que uno de los jefes de Gobierno de la presidencia de François Hollande, Jean-Marc Ayrault, dijo que el acuerdo era una «chapuza».
François Hollande, el emperador socialista que marcó el ocaso final del PS, «rechazó» el acuerdo mientras que la presidenta de Occitania, Carole Delga, votó en contra y decidió optar por sus propios candidatos para las legislativas del mes que viene. La antigua primera secretaria del PS y autora de la ley sobre las 35 horas semanales de trabajo, Martine Aubry, ha respaldado el pacto pese a sus declaradas «profundas reservas».
Francia Insumisa dirige la orquesta de las izquierdas
Hay mar revuelto y caos dentro del PS. Una fractura histórica clarifica las ambigüedades de una formación que nada tiene que ver con los valores que profesa y que, desde ahora, ya no tiene el porvenir entre sus manos. Francia Insumisa dirige la orquesta: comunistas, ecologistas y socialistas ejecutan la melodía que dibuja la batuta de Jean-Luc Mélenchon.
Por primera vez desde 1997, las izquierdas irán juntas a una consulta legislativa. 15 años después de haber dejado el Partido Socialista (2008) con la idea principal de que era necesario «inventar otra izquierda», Mélenchon ve su proyecto realizado. Es, además, la primera vez que un sector opositor del socialismo situado más a la izquierda que el PS devora al partido y se convierte, desde una propuesta más radical, en el centro de gravedad de la reconfiguración.
Mélenchon mantuvo la antorcha
La historia de Mélenchon tiene una trayectoria tan polémica como límpida. Una flecha girando hacia el mismo blanco. En 2008, cuando dejó el PS, Mélenchon fundó el Partido de Izquierda. En 2009 integró el Frente de Izquierda junto a los comunistas y otros partidos y con él fue electo dos veces diputado europeo (2009 y 2014), también participó en la elección presidencial de 2012, donde terminó cuarto con el 11,10% de los votos.
Inspirado en los movimientos sociales y políticos de América Latina, Mélenchon fundó Francia Insumisa
En 2016, Mélenchon, inspirado en los movimientos sociales y políticos de América Latina (Argentina, Ecuador, México) fundó Francia Insumisa (LFI). Esa izquierda de ruptura, le permitió participar una vez más en una elección presidencial en 2017. Quedó en cuarto lugar con el 19,58% y en junio de ese mismo año, fue electo como diputado. Volvió a la apuesta presidencial en 2022, donde ha conseguido casi el doble de los votos que en 2012, 21,95%, y ganó un tercer puesto detrás del presidente Macron y la ultraderechista Le Pen.
Desde que fuera militante trotskista en la década de los 70, cuando era conocido con el seudónimo de Santerre, pasando por las tres candidaturas presidenciales hasta nuestros días, centro de rearticulación de las izquierdas, han transcurrido años y catástrofes sin que Mélenchon renegara de errores o fracasos.
Falta mucho para saber qué ocurrirá en junio, pero ya hay un zócalo progresista. Incluso quienes no soportan a Mélenchon empiezan a soñar con que, gracias a esta Nueva Unión Popular Ecológica y Social, desaparecerá la exclusividad de la extrema derecha como fuerza principal de oposición y en su lugar se abrirá, al fin, una perspectiva social y política decente.
El Banco de España constata la creciente voracidad de las entidades financieras en ese flanco de su negocio mientras los usuarios denuncian como muchas de ellas siguen aplicando recargos que han sido declarados abusivos por los tribunales.
La resaca de la borrachera de crédito con la que se infló la burbuja inmobiliaria antes de su estallido les ha salido muy cara a los usuarios de la banca española: han pagado casi 300.000 millones de euros en comisiones en la última década. Entre 2012, cuando se activó el grueso de la operación de rescate del sector, y 2021, según indican las cuentas de resultados agregadas que publican las dos patronales del sector, Aebanca por los bancos y Ceca por las cajas de ahorro y las cajas bancarizadas.
El cobro de recargos a los clientes por la prestación de servicios, de los que el Banco de España tiene registrados hasta 40 formatos, arreció a partir de entonces para consolidarse como una de las principales fuentes de ingresos del sistema financiero, en cuyo cuadro clínico confluían una monumental indigestión de ladrillo, que provocó una crisis habitacional y de la que acabaron saliendo como beneficiaros los fondos de inversión, y un desplome de la rentabilidad del crédito por las políticas expansivas del BCE (Banco Central Europeo), que han mantenido los intereses en negativo desde mediados de 2014, y por la menor demanda de familias y empresas.
Los gobiernos trataron de reparar el desaguisado con un rescate cuya factura, entre lo pagado y lo pendiente de pagar, va a rondar los 175.000 millones de euros con cargo a las arcas públicas, que es algo menos del 60% de lo que los bancos y cajas españoles han ingresado por comisiones en una década y algo más del 75% de lo que les ha quedado limpio por ese capítulo.
Los datos de Aebanca y de Ceca cifran en 298.547 millones de euros los ingresos por comisiones que han acumulado en esa década España los bancos locales, los extranjeros con sucursales en el país, las cajas de ahorro y las cajas bancarizadas tras el proceso de reordenación, que conllevó la desaparición de 52 entidades, con un reparto de 245.205 para los primeros y de 53.352 para las segundas.
Esa cifra se corresponde con los ingresos brutos, que les han dejado unas ganancias netas de 228.279 millones, en este caso con una distribución de 179.950 y 48.329 que arroja una rentabilidad del 76,4%; es decir, que algo más de tres de cada cuatro euros que pagan los usuarios quedan como ingreso neto de bancos y cajas, que en esa década soportaron gastos por 70.268 (65.255 y 5.013, respectivamente) con cargo a otras entidades y operadores financieros, como, por ejemplo, los gestores de fondos de inversión y de pensiones.
«Hemos pasado una época de intereses bajo cero y los bancos han querido compensar esa pérdida de rentabilidad con las comisiones, pero ahora, con la anunciada subida de los tipos, van a poder bajarlas», señala Patricia Suárez, de Asufín (Asociación de Usuarios Financieros), que insiste en que «no se pueden cobrar comisiones por un servicio mal prestado o no prestado«.
«El fortalecimiento de este canal de ingresos puede contribuir positivamente a la estabilidad del sector, pero puede también generar algunos riesgos, como favorecer la migración de clientes hacia nuevos operadores digitales o afectar a la inclusión financiera, así como impactar negativamente en la reputación de las entidades», señala el Banco de España, que anota que la normativa no le otorga competencias «para autorizar, denegar o limitar el importe» de esos recargos.
La banca local cobra menos comisiones que la media de la UE si esa cifra se compara con sus activos
El supervisor apunta que el aumento de las comisiones en España supone «un proceso de convergencia a nivel europeo, en el que se ha recortado la diferencia existente con la media europea mediante su aumento paulatino»; es decir, que la banca local cobra menos comisiones que la media de la UE si esa cifra se compara con sus activos, aunque con un vertiginoso recorte del 27% en seis años que «ha contribuido a mitigar el deterioro de la rentabilidad de las entidades, pero ha ocasionado también un mayor debate público sobre su cantidad, formulación y coste para los clientes».
El peso de las comisiones alcanzaba en 2019 el 0,54% del activo de los bancos «con una tendencia alcista» mientras el de los intereses que generan los créditos, que tradicionalmente había sido la principal fuente de ingreses, se situaba en el 0,89% con «una ligera tendencia a la baja», lo que equivale a constatar que el 37% del negocio de las entidades se encuentra en esos recargos (no hay comparación con la UE en ese aspecto), cuyo peso resulta especialmente intenso en cuentas corrientes, tarjetas y transferencias, aunque también en la contratación de fondos, créditos y productos de inversión.
El estudio advierte de las posibilidades de que esos recargos sigan creciendo cuando señala que la relación entre los ingresos por ellos y los activos se queda en el 0,45% para las operaciones locales de los bancos españoles, mientras destaca que «solo los Países Bajos se sitúan por debajo de las entidades españolas en sus negocios en España» y anota que «el negocio internacional permite una generación de comisiones significativamente mayor que el nacional» ahora mismo.
No obstante, el mismo trabajo, cuyas conclusiones apuntan a que «las entidades más débiles tienden a impulsar el cobro de comisiones, posiblemente como mecanismo para reforzar su rentabilidad y su solvencia», pone de manifiesto cómo entre 2015 y 2021 fue precisamente en el ámbito de los negocios locales de la banca española en el que, en el plano europeo, más creció ese peso relativo de los recargos por los servicios.
Por otro lado, el artículo pone sobre la mesa una de las principales reclamaciones de las asociaciones de consumidores, que generó una intensa polémica hace unos meses con la llegada de los primeros refugiados de la guerra de Ucrania: el cobro de comisiones por la apertura y la gestión de cuentas de pago básicas, algo que también han considerado abusivo algunos ombusdman autonómicos.
«Se ha apreciado una tendencia creciente al surgimiento de nuevas comisiones bancarias relacionadas con servicios que habitualmente se prestaban de forma gratuita por las entidades, así como una reconfiguración de las comisiones«, describe el artículo, que explica cómo «servicios que antes se entendían subsumidos en otros, como es el caso del servicio de caja básico, tienen cada vez más independencia propia y cuentan con su contenido específico diferenciado»; es decir, que dejan de ser formalmente básicos, aunque en ocasiones puedan conservar esa palabra en su denominación, y las entidades les aplican recargos.
Los bancos siguen cobrando comisiones que los tribunales han declarado nulas
«Los bancos siguen cobrando comisiones que los tribunales han declarado nulas, como ocurre con las de descubierto, que en ocasiones suponen 40 y 50 euros diarios además de los intereses de demora, las de correspondencia, cuando la comunicación es por internet, o las de ingresos en efectivo», denuncia Suárez, que llama la atención sobre la indefensión que a menudo sufre el cliente bancario debido a que «el sistema es disuasorio: sale más caro reclamar que pagar, y eso es desesperante».
Suárez, que destaca la oportunidad del posicionamiento del Banco de España, en vísperas de una subida de los tipos de interés entre cuyas consecuencias previsibles se encuentra la de elevar los márgenes de las entidades por sus créditos, sostiene que «los bancos tienen que ser competitivos. Con una banca cada vez más digitalizada, nos parecería un error seguir subiendo las comisiones cuando los usuarios, salvo los menos digitalizados y los del mundo rural, tienen cada vez más alternativas entre las que elegir».
La Corporación da Radio e Televisión de Galicia que Feijóo gestionó durante trece años se enfrenta en los tribunales a otras 230 demandas por contrataciones irregulares, despidos ilegales, reclamaciones de cantidades y persecución laboral.
La gran mayoría de sentencias se han publicado bajo el mandato de Alfonso Sánchez Izquierdo, director general del ente desde que Alberto Núñez Feijóo accedió al poder en el 2009, y quien a pesar del cúmulo de decisiones judiciales que ponen en duda la idoneidad de su gestión y la de su equipo sigue hoy en el cargo con Alfonso Rueda al frente del Ejecutivo autonómico.
Según los trabajadores, la vulneración sistemática de sus derechos se mantiene desde hace casi dos décadas, pese a la recurrente constatación judicial de las ilegalidades de la estrategia laboral de la dirección. En la actualidad, aseguran, hay cerca de otros 230 procedimientos judiciales en marcha en manos de los jueces de lo Social por diversos motivos, desde reclamaciones de cantidades y atrasos hasta demandas por despidos nuloso improcedentes, de fijeza o indefinidad o de discriminación por razón de sexo o motivos ideológicos.
«Es la estrategia de la dejadez, basada en la creencia de que el dinero público lo soporta todo», apunta Matías Movilla, abogado laboralista socio del despacho Vento Abogados y Asesores, que ha ganado a la CRTVG centenares de casos. Y no se trata de una exageración coloquial. El primero fue en 2005, cuando consiguió que un juez declarara que la contratación de un trabajador de la delegación de Vigo a través de una productora privada era una cesión ilegal, lo que provocó una cascada de sentencias favorables a otros empleados en situación similar en todas las delegaciones. Sólo en su despacho lograron más de cien sentencias favorables en pocos años.
Más tarde, Movilla empezó a llevar casos de trabajadores de la sede central de la CRTVG en San Marcos, cerca de Santiago, que habían sido contratados irregularmente a través de empresas de trabajo temporal. «Alguno incluso era el director de un informativo«, recuerda. Ganaron otros dos centenares largos de procedimientos.
Movilla cree que la dirección de la CRTVG utiliza la precarización de las condiciones laborales y la judicialización permanente de las relaciones con los trabajadores como «estrategia del miedo» para laminar las críticas por la manipulación informativa y arrinconar no sólo a los periodistas díscolos, sino a cualquier empleado que ose ponerla en cuestión. «Sin la dedicación, la generosidad y la solidaridad sindical de algunos trabajadores habría sido imposible conseguir que los jueces revertieran muchas de las situaciones que hemos denunciado», concluye.
«Las prácticas de la dirección no se justifican en ninguna administración pública, y probablemente tampoco serían admisibles en ninguna empresa privada«, lamenta Raquel Lema, delegada de la Confederación Unitaria de Traballadoras (CUT), el sindicato mayoritario en la compañía. «Han establecido un sistema de relaciones laborales basadas en el miedo que ha terminado por conformar un entorno tóxico con un enorme riesgo para la salud psicosocial de la empresa», advierte.
Según Lema, mucho más de la mitad de la plantilla, entre el 60% y el 70% de las 912 personas que la componen, han tenido que acudir en algún momento a los tribunales para reclamar sus derechos. La gran mayoría han ganado, aunque asumiendo el enorme coste personal y profesional que supone enfrentarse durante años a un empleador que tiene a su disposición todos los medios necesarios, costeados con el presupuesto público, para eternizar los casos recurriendo sentencias de instancia en instancia hasta el último peldaño del procedimiento.
Uno de los últimos casos se ha resuelto a favor de Carlos Jiménez, locutor de la Radio Galega expedientado y sancionado ilegalmente como represalia por apoyar a Defende a Galega, la plataforma de trabajadores que se movilizan todos los viernes desde hace cuatro años para defender la libertad de prensa y denunciar las presiones políticas y la manipulación. Así lo ha declarado probado el TSXG, que ha ratificado en su integridad la sentencia del juez que le dio la razón en primera instancia.
Vinculado a la empresa desde 1993, Jiménez cuenta con otras quince sentencias favorables en las demandas que ha tenido que ir interponiendo para que los jueces obligaran a la empresa a respetar y cumplir con él las condiciones de trabajo y salariales más esenciales, después de lustros de mantenerle en precario mediante contratos temporales que llegaban a durar sólo medio día. «Quienes nos significamos contra la manipulación o en defensa de los derechos laborales lo hacemos porque defendemos a esta empresa, por más que la dirección quiera hacer ver lo contrario», asegura.
En 2019, el movimiento Defende a Galega ganó el premio a la libertad de expresión José Couso que concede cada año el Colexio de Xornalistas de Galicia. Según los trabajadores, la TVG censuró la noticia, que sí había recogido siempre en ediciones anteriores del premio, y la dirección prohibió que se emitiera en los informativos la pieza sobre el tema que ya había sido montada.
Otra sentencia reciente es la que afecta a la periodista Andrea de Francisco. El pasado 2 de marzo, los jueces del TSXG condenaron a la TVG por haberla discriminado por ser mujer al negarle el derecho a conciliar su horario laboral con el cuidado de sus dos hijas, de año y medio y cuatro años de edad. Además de ese caso, que la empresa ha recurrido, De Francisco mantiene otros dos litigios con la compañía: una demanda de vulneración de derechos porque la dirección de Sánchez Izquierdo se negó a reconocer que ella tenía el deber inexcusable de cuidar de sus niñas cuando las cuarentenas de la pandemia obligaron a que se quedaran en casa, y otro para que la consideren fija en su puesto después de veinticuatro años de ocuparlo en precario.
«Es una táctica constante desde hace dos décadas: te niegan los derechos más elementales y te dicen que vayas a los tribunales a reclamarlos. Y aunque pierdan juicios uno tras otro, ellos ni se inmutan. Siguen recurriendo y manteniéndote en una situación inestable y complicada desde el punto de vista personal y profesional», explica.
La gestión de Sánchez Izquierdo incluye cientos de casos individuales como los anteriores, pero Raquel Lema recuerda que hay otros de carácter colectivo que la empresa también ha perdido o que, en su opinión, está en vías de perder.
El pasado 7 de junio, el TSXG dio a la CRTVG un mes de plazo para negociar con las trabajadoras y alcanzar un acuerdo después de que la CUT denunciara que durante la huelga del pasado 28 de octubre se habían emitido contenidos enlatados como si fueran del día, incluyendo locuciones y videos de periodistas y presentadores que habían secundado el paro pero que, de esa forma, aparecían en público como si no lo hubieran hecho.
Público ha podido constatar el malestar que existe en el ámbito jurídico por la negativa de la CRTVG a modificar su estrategia laboral. De hecho, en el caso anterior los responsables del tribunal recordaron a los de la empresa las recientes sentencias sobre violación de derechos en casos individuales, como el de Jiménez, y también en varios procesos colectivos.
Esas sentencias parecen tener un efecto ejemplarizante limitado, dado que la dirección de Sánchez Izquierdo sigue reincidiendo en la misma táctica, actuando como si los jueces no existieran. En abril pasado, y ante otra convocatoria de huelga, el entonces vicepresidente Rueda, a quien competía firmar los servicios mínimos en la administración autonómica, estableció que los cuatro informativos diarios de la TVG debían emitirse sí o sí, fuera cual fuera el seguimiento de la huelga y con un mínimo de 112 periodistas obligados a cubrir sus puestos.
Los trabajadores también han ganado otro procedimiento colectivo que condena a la CRTVG a incrementar todos los conceptos de su nómina cuando les encomienda tareas de mayor responsabilidad, escudándose en la movilidad funcional. Pero la empresa se niega a pagarles, por lo que a día de hoy hay en los tribunales otras 25 demandas de reclamación de cantidades, que se suman a las 187 de reclamación de fijeza en el puesto de trabajo, y a otro medio centenar por despidos ilegales y demandas de indefinidad.
La dirección de Sánchez Izquierdo también ha tenido conflictos por no cumplir con la Seguridad Social. En 2016, reconoció haber pagado cotizaciones por sus empleados inferiores a las que debía, con la consecuente rebaja en las prestaciones sociales que éstos recibían por enfermedad, maternidad, jubilación… El director general las cuantificó en 1,6 millones de euros y las calificó de «insignificantes», pero los trabajadores aseguran que la cantidad que la empresa tuvo que devolverles se eleva a más de cuatro millones.
La oposición pidió entonces el cese del director general, pero él se negó a dimitir y Feijóo lo mantuvo en el cargo. En la actualidad, la CRTVG mantiene otro litigio con la Agencia Tributaria, que le reclama más de 10 millones de euros por liquidaciones irregulares del impuesto sobre el valor añadido (IVA) en los últimos siete años.
Público ha intentado hablar con el director general o con algún portavoz de la corporación que pudiera exponer la opinión de la empresa sobre las casi 400 sentencias judiciales que ponen en duda la legalidad de su política laboral. Pero la compañía se ha limitado a responder que «no tiene declaraciones que hacer» sobre ese tema ni sobre las acusaciones sindicales.
La CRTVG tampoco ha aclarado si prevé recurrir la condena por perseguir a Carlos Jiménez por cuestiones ideológicas o adoptar alguna medida contra los directivos responsables de la misma, ni ha facilitado las cifras sobre el coste que han supuesto los procedimientos judiciales desde el 2005 y los atrasos, salarios de tramitación e indemnizaciones por despido y por daños morales que ha tenido que abonar como consecuencia de las condenas judiciales en firme.
Lo cierto es que la Corporación sí contempla esos gastos en sus balances. Según la última memoria de cuentas anuales, la provisión anual para cubrir la «liquidación de reclamaciones retributivas del personal propio derivadas de sentencias» ascendió a más de 1,25 millones de euros en 2019 y a más de 1,86 millones en 2020.
La CRTVG tiene un presupuesto anual de 121,6 millones de euros, de los cuales apenas 6,3 millones corresponden a ingresos por publicidad y operaciones comerciales. El 94%, es decir más de 114 millones, procede de las subvenciones directas de los presupuestos de la Xunta. Según el portal de Transparencia de la Administración autonómica, Sánchez Izquierdo cobra un salario anual de 92.333.10 euros anuales. Según la memoria de cuentas anuales de la CRTVG, la TVG tuvo una cuota de audiencia media del 9,9% en 2020, y la Radio Galega, 200.000 oyentes diarios.
La vista oral llega, nueve años después de comenzar la investigación, con el cambio de criterio de la Fiscalía, que ya no acusa de cohecho al magnate de la noche mallorquina. Junto a él se sientan en el banquillo, cuatro colaboradores, cuatro funcionarios y 15 agentes de policía, acusados estar a sueldo del ‘capo’ Cursach para perjudicar los negocios de la competencia.
Arranca, nueve años después de que comenzara la investigación, el juicio por la pieza principal del caso Cursach, que versa sobre los presuntos sobornos por parte del magnate del ocio mallorquín, Bartolomé Tolo Cursach, a agentes de las Policías Locales de Palma de Mallorca y Calvià para favorecer a los establecimientos de su emporio frente a los de la competencia entre los años 2000 y 2016.
En líneas generales, esta es la síntesis de los hechos que se juzgarán a partir del próximo lunes, 13 de junio, en la Audiencia de Palma. Un proceso con 24 encausados que se alargará casi 150 jornadas. Sin embargo, detrás de la simple descripción existe un enrevesado conglomerado delictivo, una mafia con tentáculos policiales, políticos y empresariales que Público sacó a la luz en una serie de exclusivas a cargo del periodista Carlos Enrique Bayo que diseccionan magistralmente los entresijos de 15 años de impunidad de la mafia de Cursach.
Hace escasos días, la Fiscalía hizo llegar a la Audiencia de Palma una nueva versión de su escrito de acusación con una tesis mucho más favorable para la mayor parte de los procesados. En 2018 pedía ocho años y medio para el presidente del Grupo Cursach por diversos ilícitos. Ahora elimina el presunto delito de cohecho para la inmensa mayoría de los acusados. Esto se traduce en un rebaja considerable de las peticiones de cárcel.
Así, para el líder de la trama ahora los fiscales piden un año y seis meses por presunta pertenencia a organización criminal; una rebaja de siete años. Lo mismo para sus más cercanos colaboradores. Llama la atención la eliminación del eje central de la acusación fiscal, es decir, el delito de cohecho, ya que en 2018 la Fiscalía consideraba que desde el año 2000 hasta 2016, los gestores del Grupo Cursach «dieron las instrucciones y órdenes oportunas para que se llevase a cabo la práctica habitual de regalar u obsequiar a diversos funcionaros públicos que tenían competencias en temas que podían afectar la marcha de los negocios de ocio del grupo».
Ahora los fiscales han sustituido para Cursach y los suyos el presunto cohecho por la «inducción de la prevaricación administrativa» perpetrada por otros acusados. Sin embargo, los cuatro funcionarios y políticos que se sentarán en el banquillo cuentan sorpresivamente con el favor de la Fiscalía, que pide su absolución. Se trata de Pilar Carbonell, exdirectora general de Turismo, y Bernardí Seguí, otro cargo de Turismo para los que los fiscales pedían antes 10 años de inhabilitación. Para Julián Garau, funcionario del Ayuntamiento de Palma, y Jaime Nadal, del consistorio de Calvià ahora la Fiscalía solicita su absolución cuando antes pedía para cada uno cuatro años y seis meses de cárcel.
Los peor parados en el arranque del juicio por lo que respecta a la posición del Ministerio Público son los 15 agentes de policía procesados, que habrían actuado en beneficio propio cuando presuntamente amedrentaron a los negocios competencia de Cursach. De hecho, la petición fiscal más alta es para el expolicía Gabriel Mayol, al que piden nueve años y seis meses de cárcel por presuntos delitos de cohecho, abuso de función pública con solicitud sexual, coacciones y revelación de secretos.
A finales de 2013 comenzó a instruirse en el Juzgado de Instrucción 12 de Palma de Mallorca una investigación sobre mafia policial que desembocó en el conocido caso Cursach: toda una serie de extorsiones a funcionarios públicos por orden del capo de la noche mallorquina para hacerse con el monopolio de los locales de ocio.
Tolo Cursach era el principal empresario de ocio de Mallorca, con las discotecas más grandes en las zonas turísticas, como Calvià y El Arenal. Llegó a ser el principal inversor del Mallorca Club de Fútbol. Su connivencia con el PP balear, que gobernó desde 1983 a 1999 ininterrumpidamente, provocó la destitución de la cúpula del PP de Palma de Mallorca en julio de 2016.
Conexiones de la trama con el PP
Según planteó el juez Penalva –el segundo instructor tras el cambio de destino de la primera jueza– en 2016, José María Rodríguez, el entonces presidente del PP de Palma, sería «el artífice en la sombra del organigrama corrupto» ideado en la Policía Local de Palma para servir a los intereses de Cursach. El juez descubrió que se filtraron los exámenes de oposición a oficial que se hicieron en mayo de 2012 con el objetivo de «crear una estructura corrupta» para actuar con impunidad y «al servicio de determinados políticos y su partido».
El 28 de febrero de 2017 Cursach fue detenido junto al administrador de sus empresas, Antonio Bergas, y a su mano derecha, Bartolomé Sbert, que había sido director general de Turismo cuando Gabriel Cañellas (PP) presidía el Govern balear. El capo Cursach permaneció en prisión provisional hasta el 14 de abril de 2018. Entonces comenzaron los ataques a la instrucción judicial, a cargo del juez Manuel Penalva y del fiscal anticorrupción Miguel Ángel Subirán, con el objetivo de ponerla en cuestión y desinflar las acusaciones e, incluso, anular las actuaciones.
Los investigadores descubrieron que el equipo del Gobierno municipal del PP pagó sobresueldos a determinados agentes de la Policía Local por espiar a políticos, incluso del propio PP, en prostíbulos. Es decir, una especie de patrulla de élite para encargos ilícitos.
Atacar al juez y al fiscal
El fiscal Miguel Ángel Subirán llegó a denunciar públicamente a través de la Unión Progresista de Fiscales el acoso al que estaba siendo sometido desde que inició la investigación: seguimientos, acoso en su vida privada, allanamiento de su casa y el robo de su moto.
Pero el golpe definitivo contra el juez instructor llegó con la denuncia de dos abogados que describieron presuntos episodios de coacciones por parte del juez y del fiscal a una testigo, dueña de un prostíbulo. Esta mujer primero había identificado a clientes, a mandos policiales y a altos dirigentes del PP, pero luego se echó atrás.
Las conversaciones de Whatsapp del juez con la testigo se hicieron públicas. En ellas se podía escuchar al juez insultar a varios de los investigados. Aquello le costó el puesto. Fue apartado tras una recusación y en julio de 2021 el CGPJ le jubiló por incapacidad permanente. El exfiscal anticorrupción Subirán se jubiló también de forma anticipada en 2020.
Ataque a la libertad de prensa
El tercer juez que ha tenido el caso, Miquel Florit, tomó la lamentable decisión de requisar los móviles de dos periodistas –una redactora de Europa Press, Blanca Pou, y un redactor de Diario de Mallorca, Francisco Mestre– para atajar las filtraciones del sumario, en una insólita acción contra la libertad de prensa que finalmente no ha obtenido reproche penal, aunque el TSJ de Baleares calificó su decisión como «injusta».
No sólo ordenó la incautación de los móviles de trabajo de dos periodistas, sino que pidió el registro de un año de llamadas de la delegación de la Agencia Efeen Baleares. También solicitó las comunicaciones y la ubicación del teléfono móvil de una redactora con el propósito de identificar las fuentes de una información relativa a la investigación del caso Cursach.
Acabó apareciendo en la investigación emprendida por el juez Florit un chat mantenido entre el juez Penalva, el fiscal Subirán y los investigadores policiales. El descubrimiento sirvió para armar una acusación por presunta revelación de secretos contra los anteriores responsables de la instrucción de la causa.
Cursach contrató a Villarejo
Este diario descubrió las conexiones del comisario Villarejo con el empresario Cursach. Fue el comisario investigado el que diseñó una estrategia mediática a favor del capo balear y por ello recibió medio millón de euros. Público pudo acceder al informe confidencial, elaborado en marzo de 2005, que entregó Villarejo a Cursach sobre la guerra interna del PP que le estaba afectando a él y a sus negocios.
En el citado informe, Villarejo relataba que los exministros Abel Matutes y Eduardo Zaplana, junto al entonces presidente balear Jaume Matas, estaban utilizando el diario El Mundo, entonces en manos de Pedro J. Ramírez, y a su delegado en Baleares, Eduardo Inda, para «aniquilar a sus adversarios políticos» en las islas. Y Cursach estaba siendo atacado porque le consideraban aliado del anterior presidente balear del PP, Gabriel Cañellas, y del magnate de prensa Pedro Serra.