Por Karen Méndez
La alarma que generaron en la población mundial distintas corporaciones mediáticas, especialmente la CNN, sobre el brote de Ébola en países de África, y luego su insistencia sobre la vacuna que se encontró para curar esta enfermedad, dejó al descubierto muchas cosas.
El pasado 4 de agosto CNN lanzó la “exclusiva” diciendo que las autoridades estadounidenses ofrecían un tratamiento no probado en humanos para curar el Ébola. Además, informaron que el medicamento ya había sido administrado al doctor estadounidense Kent Brantly, afectado por esta enfermedad en África, y que los efectos en el paciente habían sido “milagrosos”.
Luego se pudo conocer, por ellos mismos, que el medicamento era desarrollado por la compañía biotecnológica con sede en San Diego, EE.UU., llamada Mapp Biopharmaceutica, cuyo equipo científico trabaja con el ejército estadounidense en Fort Detrick, y que hace un año inoculó el virus del Ébola a un grupo de monos.
¿Qué es Fort Detrick?
Fort Detrick, ubicado en Maryland (EE.UU.), es un centro de investigación biológica y de desarrollo de armas químicas que desde hace más de cincuenta años se dedica a detectar enfermedades mediante una “manipulada ingeniería de la infección”.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Fort Detrick emprendió una intensa investigación sobre guerra biológica que estuvo supervisada por George Merck, un gran aliado de Hitler y presidente de una de las mayores industrias farmacéuticas de EE.UU.
Y es que una de las tantas cosas que copió el gobierno estadounidense del nazismo fue su programa de guerra biológica que se aplicó durante el Tercer Reich. A través de la Operación Paperclip, los servicios de inteligencia y militares de EE.UU., llevaron de forma secreta a EE.UU. a unos setecientos científicos nazis para extraer de ellos todos sus secretos en armas químicas y experimentación médica.
Fue así como en 1946, el gobierno de Harry Truman reclutó principales científicos que trabajaron para Hitler. Una de las principales fichas nazis fue Eric Troub responsable de la sección de armamento biológico del Tercer Reich. Este experto en enfermedades víricas llegó a EE.UU. en 1949 y desde entonces empezó a trabajar en la Marina de Estados Unidos, desde ese lugar empezó a investigar las 40 cepas mas virulentas del mundo, además de brindar asesoría a miembros de la CIA y a los llamados bioguerreros de Fort Detrick.
Se denuncia que desde Fort Detrick se inocularon virus como el VIH, Ébola, Peste bubónica, Ántrax y Virus del Nilo Occidental.
En los años setenta Fort Detrick cambió de nombre. Ahora se llama “instalaciones Frederick para Investigación sobre el Cáncer”, que es supervisado por el Departamento de Defensa, el Departamento de Seguridad Interna, la CIA y el Instituto Nacional del Cáncer.
En ciudad Maryland, más de quinientas familias afectadas con cáncer sospechan que causa de su enfermedad se debe a los experimentos químicos que hace el Cuartel Detrick cerca de sus viviendas.
En septiembre de 2010, la propia cadena estadounidense FOX, divulgó un reportaje en el que entrevistan a pobladores que viven cerca de las instalaciones de Fort Detrick, en Maryland.
Uno de los testimonios es del agricultor Bill Krantz, quien lleva toda una vida viviendo cerca de Fort Detrick. Él mismo dice que desde niño veía que “desde el Cuartel rociaban químicos en los campos desde helicópteros, aviones y globos aerostáticos”.
El mismo señor Krantz cuenta que habló con el Jefe de Seguridad de Fort Detrick y este le aseguro que lo que caía encima de sus tierras y de su familia era inofensivo. Pero con los años, varios familiares de Krantz tienen cáncer.
Otro poblador de la zona dice, en ese reportaje audiovisual de FOX, “me mudé a Frederick en 1992. Me casé con Deborah Cross en 1993 y estuvimos casados 19 años. Mi hija Kristen René Hernández murió de cáncer en el cerebro en 2008. Mi esposa murió en 2010 de cáncer renal, la metástasis le llegó al cerebro”. Dice que han hecho pruebas con los hidroquímicos alrededor de la base militar y que son los mismos dióxidos que encontraron en la sangre de su hija y esposa, con la misma huella molecular de unos químicos extraídos en los alrededores del lugar.
Largo expediente de bioterrorismo
En el año 2011, el expresidente de Guatemala, Álvaro Colom, denunció que Estados Unidos inoculó enfermedades venéreas en 696 guatemaltecos durante 1946 y 1948. Ante semejante escándalo, lo único que dijo Estados Unidos fue “discúlpenos”. Pero Guatemala no fue el único país víctima de estas aberraciones científicas de EE.UU., es larga la lista de crímenes de lesa humanidad que ha cometido ese país en su guerra biológica.
En 1931, Cornelius Rhoads patrocinado por el Instituto Rockefeler y quien formó parte de la Comisión de Energía Atómica de EE.UU., infectó a cientos de ciudadanos puertorriqueños con células cancerígenas mientras realizaba experimentos médicos.
En 1951, Estados Unidos utilizó plumas de aves infectadas con Ántrax para provocar peste en Corea del Norte y luego inocular fiebre amarilla en ese país.
En 1962, EE.UU. contaminó un barco de caña de azúcar que hizo escala en Puerto Rico rumbo a la Unión Soviética.
En 1966, el Pentágono hizo quebrar varias ampollas de Bacillus subtilis en las rejas de ventilación del metro de Nueva York, exponiendo a más de un millón de personas a esta bacteria.
En 1970, Fort Detrick desarrolló técnicas de biología molecular para producir retrovirus, hoy conocido como VIH.
En la década de los setenta, EE.UU. desarrolló la Operación Mangosta. La CIA inoculó en Cuba distintos virus como Epifitia Roya de la caña para afectar distintas zonas cañeras del país, fiebre porcina africana, que obligó a sacrificar a más de setecientos cerdos y el moho azul del tabaco que destruyó más del ochenta y cinco por ciento de esas plantaciones.
En 1981, en Cuba, introdujeron el virus del Dengue Hemorrágico que le costó la vida a 158 cubanos, de ellos 61 niños.
En 1990, en Los Ángeles, California, aplicaron de manera experimental la vacuna del sarampión en bebes negros e hispanos.
En 1995, el Gobierno de EE.UU. admitió que le ofreció a criminales de guerra y científicos japoneses cuantiosas sumas de dinero e inmunidad, a cambio de información sobre las investigaciones que realizaban sobre la guerra biológica.
Una semana después del ataque a las Torres Gemelas, Estados Unidos sufrió un extraño ataque con Ántrax. En junio de 2008, Bruce Irvins, científico del ejército estadounidense se suicidó antes de ser acusado por estos atentados. Pero Irvins no es el único científico que pierde la vida en extrañas circunstancias.
En julio de 2003, el científico británico David Kelly fue hallado muerto, dentro de su casa, luego de darle un entrevista secreta a la BBC de Londres, en la que confiesa que era totalmente falso que Irak tuviera armas de destrucción masiva y que simplemente era una excusa para invadir y saquear a ese país. Este hecho generó innumerables interrogantes, pero también dejó al descubierto el perverso mundo de las guerras biológicas de Estados Unidos y Gran Bretaña.
Aunque las Convenciones sobre Armas Químicas y Biológicas ilegalizan la producción, el almacenamiento y uso de armas biológicas, Estados Unidos mantiene los mayores arsenales de estas armas de destrucción masiva y ha sido el primer país en aplicarlo. Nunca podremos olvidar lo que hicieron contra el pueblo vietnamita y camboyano con el tristemente recordado Agente Naranja, fabricados entre el gobierno de Estados Unidos y la farmacéutica Bayer.
Desde el año 2001, Estados Unidos ha gastado unos cincuenta mil millones de dólares en armas biológicas. Antes de partir, el expresidente George Bush asignó para el año fiscal 2009, casi nueve mil millones de dólares más para gastos en bioarmas, es decir, 39 por ciento más de lo que se asignó para el año 2008.
Pero también se ha denunciado que estas bioarmas han llegado a manos irresponsables. Así sucedió con el caso de Cuba, cuando agentes de la Central de Inteligencia de Estados Unidos le entregaron a miembros del grupo terrorista Omega 7 armas bacteriológicas para introducirlas en Cuba y acabar con la Revolución. El líder de la Revolución cubana, Fidel Castro Ruz, lo denunció en su momento en la ONU, pero pasaron muchos años para que el mundo pudiera confirmar la veracidad de esas denuncias.
Pero propios exfuncionarios estadounidenses fueron más allá. El expresidente del Banco Mundial, exsecretario de Estado de Estados Unidos, quien ordenó el bombardeo masivo contra Vietnam, y quien fue miembro del Programa Ampliado de Inmunización, Robert Mcnamara, dijo en una oportunidad a un diario francés: “Hay que tomar medidas draconianas de reducción demográfica en contra de la voluntad de las poblaciones. La reducción de la tasa de natalidad ha demostrado ser imposible o insuficiente. Por consiguiente, debemos aumentar la tasa de mortalidad. ¿Cómo? Por medios naturales. El hambre y la enfermedad”.
Aumentan las víctimas, suben las acciones en la bolsa
Mientras aumentan las víctimas de Ébola, se agudiza la paranoia desde las corporaciones mediáticas (que también ha permitido distraer la atención internacional sobre verdaderas masacres como la que ejecuta el gobierno de Israel contra Palestina), suben las acciones de las farmacéuticas en la bolsa.
Una noticia de CNN en Español, titulada “El Ébola impulsa a farmacéutica en la Bolsa”, así lo confirma. En este informe periodístico se dice textualmente:
“Las acciones de una compañía con base en Vancouver, Canadá, que trabaja en una medicina para frenar la enfermedad, subieron 40 por ciento en la última semana. ‘Tekmira Pharmaceuticals’ tuvo un aumento más alto de lo usual porque los inversionistas esperan que las agencias de salud de Estados Unidos aprueben un medicamento conocido como TKM-Ebola”.
Y por si fuera poco, el propio científico estadounidense que supuestamente inventó la vacuna contra el Ébola en Fort Detrick, el señor Larry Zeitlin, asegura que “el principal obstáculo, al menos para nosotros, es el apoyo económico. Recibimos financiación del gobierno de EE.UU., pero llega a borbotones (poco a poco), lo que hace muy difícil desarrollar rápidamente un fármaco”.
Esta historia hace recordar lo que sucedió años atrás con las conocidas gripe aviar y gripe porcina, que tras expandirse por distintos países del mundo, apareció la farmacéutica estadounidense Gilead Science promocionando un tratamiento llamado Tamiflu. Y mientras miles y miles de personas se desesperaban buscando el Tamiflu, Donald Rumsfeld sonreía. ¿Por qué sonreía? El documental Operación Pandemia, de Julián Alterini, nos lo responde.
Alterini precisa en su documental que, Donald Rumsfeld fue el presidente de la Gilead Science hasta el año 2001, cuando el expresidente George Bush lo nombró Secretario de Defensa, puesto desde el cual Rumsfeld aprobó en el año 2005 un presupuesto del cual 1200 millones de dólares fueron destinados a su excompañía para elaborar 20 millones de dosis de Tamiflu, uno de los dos medicamentos que autorizó la Organización Mundial de la Salud para tratar tanto la gripe aviar como la porcina.
Todo parece indicar que la historia se repite, y que la alarma que genera la CNN sobre el Ébola, es impulsada por grandes empresas farmacéuticas que dicen tener la cura y solo con ese anuncio ya han logrado incrementar sus acciones en la bolsa.
La realidad es que estas grandes farmacéuticas junto con Fort Detrick, son responsables, como la historia lo demuestra, de inocular y propagar diversos tipos de enfermedades por el mundo para así maximizar sus ganancias a costilla de la vida de los demás, casi siempre los africanos, a quienes aún utilizan para sus experimentos. La historia ya ha demostrado que detrás de cada brote de este tipo de enfermedades está el cartel de las farmacéuticas, una de las industrias más poderosas, influyentes y perversas del mundo.
(Tomado de Russia Today)