Entrevistar a los líderes mapuche puede resultar riesgoso para los medios independientes en Chile.
Así se desprende de las denuncias que realiza un comunicador social mapuche en la comuna de Ercilla, sur del país, quien manifiesta sufrir acoso político-policial.
Richard Curinao, director del periódico mapuche, Werken, así como otros periodistas y comunicadores, denuncian amenazas y hostigamientos por parte de agentes estatales, lo que constituye una violación a los derechos humanos y al libre ejercicio del periodismo en Chile.
Estos hechos llaman la atención del Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH), que manifiesta su preocupación por reiterarse los mismos.
Curinao sostiene que, detrás de esta persecución, están las grandes empresas forestales que operan en los territorios despojados por el Estado chileno a los mapuches.
Familias de víctimas de balaceras escolares y activistas denuncian la complicidad del sector burocrático y político con el buró de las armas estadounidenses.
Estas son las víctimas de la “otra” pandemia. La brutal epidemia de violencia armada en Estados Unidos se roba las vidas de alrededor de 45,000 seres humanos cada año. Miles más quedan incapacitados de por vida.
Rifles de asalto, ametralladoras de guerra. Abiertamente, como si se tratara de una limpieza étnica disimulada, los mercaderes de la muerte pactan a puerta cerrada con los políticos de turno para facilitar la venta de armas.
Se calcula que en Estados Unidos actualmente hay más de 500 millones de armas de fuego en circulación. En lugar de proteger a los ciudadanos, se hacen grandes negocios con las vidas y las balas. De hecho, es más fácil adquirir un arma que inscribirse en un programa educativo.
No sorprende entonces que recientemente se impuso veto a un intento de legislación para limitar e informar al público sobre los “mega-donantes” de las campañas.
La Asociación Nacional del Rifle o NRA es probablemente uno de los mayores contribuyentes de campañas electorales del bipartidismo estadounidense con las manos manchas de sangre.
Hurto desvergonzadamente el título de una gran película soviética (Moscú no cree en lágrimas), porque resume maravillosamente la vida en Lugansk y Donetsk desde 2014.
Como la película, la del Donbás es una historia de amor, pero colectiva y heroica. De amor propio, que está culminando de manera lenta y sangrienta, hacia un final que no puede ser feliz, pero sí anhelado: la pertenencia definitiva a Rusia.
Orgullo es la palabra que define a los ciudadanos del Donbás cuando acuden a votar en el referéndum sobre la incorporación a la Federación Rusa, pese al ataque constante de la artillería ucraniana. Por seguridad, votan en los patios, en las escaleras de los edificios, en los lobbies de los hoteles, en sus propias casas.
Valientes son también las funcionarias electorales, la mayoría mujeres -los hombres están en el frente-, que recorren la ciudad con sus cajas selladas y un guardia, sabiendo perfectamente que son blanco obligado de los nazis que acechan a pocos kilómetros de aquí con sus cañones de la OTAN, y que han hecho de todo por impedir el voto.
Este lunes se han ensañado con el distrito Kirovsky: dos misiles Huracán desparramaron las diminutas minas antipersonales bautizadas aquí como «pétalos», porque se confunden con el follaje. Si ya es criminal el solo hecho de lanzarlas, se vuelve doblemente cruel hacerlo en otoño, cuando el suelo está lleno de hojas. Más de 50 personas -civiles- han sido víctima de estas trampas camufladas en los últimos dos meses.
El sábado 24, atacaron el patio de un edificio en pleno centro de la ciudad. Buscaban asesinar votantes, pero derribaron un árbol en el jardín de juegos infantiles.
El lunes, en el distrito Kuybishevsky, 13 personas cayeron muertas tras un ataque de artillería al mediodía en una zona comercial de alto tráfico. El jueves, fue el turno del mercado central de Donetsk, una hermosa estructura cupular, en que un bus fue impactado de lleno. Seis muertos más.
En Jersón, al oeste de aquí, un misil Himars norteamericano impactó el hotel donde se alojaban periodistas y funcionarios: dos muertos, uno de ellos un exdiputado ucraniano. Por avatares del destino, se salvaron los periodistas de la cadena RT que dormían en el cuarto contiguo; el camarógrafo quedó sepultado, pero ileso, entre los escombros.
En Zaporozhye atacaron la ciudad de Energodar, vecina a la planta nuclear, y lanzaron ocho drones suicidas contra la propia instalación atómica, que fueron derribados fuera de la zona de peligro por la defensa antiaérea.
Se suman coches bomba en Melitópol y Jersón, que estallan en las calles, y que la prensa occidental describe como «partisanos», para igualarlos a los guerrilleros soviéticos que combatieron la ocupación fascista alemana entre 1942 y 1945. Prensa que, por cierto, nunca informa del Dombás: aquí, para ellos, si pasa algo es culpa de los rusos.
Pese a todo eso, y a las amenazas de prisión para quienes voten, en tres de las cuatro regiones rusoparlantes- las dos del Donbás, más Jersón y Zaporozhye en el sur de Ucrania- el referéndum ya alcanzó el domingo quórum mínimo de 50 por ciento de participación para ser válido. En Donetsk llegaba a 77 por ciento y en Lugansk a 76. En Zaporozhye iba por el 51 por ciento, y Jersón 48,1.
Se espera que los resultados se publiquen el miércoles, y que en la misma semana los nuevos territorios de la Federación Rusa sean reconocidos por la Duma (Parlamento) rusa y por el Gobierno. El presidente Vladimir Putin será el encargado de anunciarlo al mundo: el mapa de Europa central sufrirá una importante modificación: ya este viernes, probablemente estaremos en Rusia sin movernos de aquí.
A partir de ahí entramos en territorio ignoto.
Lo que se sabe es que la Federación Rusa está apresuradamente agrupando una fuerza de al menos 300 mil soldados para garantizar la seguridad de los territorios y consolidar así sus avances en la Operación Militar Especial iniciada el 24 de febrero, y que representan casi un cuatro del antiguo territorio de la ex República Socialista Soviética de Ucrania.
También se sabe que la OTAN -el verdadero adversario de Rusia- no reconocerá el Referéndum, y a juzgar por su comportamiento desde febrero, multiplicará sus entregas de armas al régimen de Kiev, para extender la guerra.
El jefe en funciones en Kiev, Volodymir Zelensky, está sacrificando miles de soldados para por lo menos hacer el mayor daño posible y recuperar territorios en la zona Járkov (Este de Ucrania), hacia donde han lanzado todo lo que tienen, antes de que lleguen las tropas rusas.
Fuentes rusas ubican en más de 10 mil las muertes de soldados, militantes nazis y mercenarios en la reciente «contraofensiva» de Jarkov, que se encuentra estancada por la resistencia de los pequeños contingentes rusos y de milicianos del Donbás, y los ataques de la aviación y la artillería rusas.
Otra arremetida similar, en Jersón, culminó en una derrota estrepitosa.
El arribo de un número importante de tropas frescas y con experiencia de combate -el tipo de reservistas convocado por el mando ruso- cambiará esta situación. Hasta ahora el Ejército ruso no ha tenido como tal un papel de vanguardia en los combates terrestres; han sido milicianos y formaciones especiales como el grupo Wagner o la Guardia Nacional.
Lo que no se sabe, es qué hará la OTAN ante este escenario. Y tampoco lo que hará Moscú para detener el flujo ilimitado de armas de la OTAN, para sostener una guerra que Ucrania no puede ganar, y en que su papel es poner los muertos y asesinar civiles.
Como hemos sido testigos y también víctimas directas de esta política, aprendimos por qué aquí siempre nos dicen que con esa gente -los ultranacionalistas- no se puede hacer otra cosa que eliminarlos. Porque si se les deja intactos, agregan, seguirán haciendo lo mismo que en los últimos ocho años, en que han matado cerca de 14 mil personas, rehuyendo el combate y atacando impunemente a la población civil.
Muchos recuerdan que en 2014 también hubo plebiscitos -en toda la zona rusoparlante del sur de Ucrania- y también ganó abrumadoramente la propuesta de incorporarse a Rusia. Pero Moscú sólo reconoció a Crimea y quienes pudieron hacerlo -Lugansk y Donetsk- se declararon independientes. En las otras zonas, la revuelta se aplacó con sangre y represión sistemática al estilo Pinochet: secuestros, torturas, desapariciones forzadas, asesinatos. Sólo en Mariúpol, la comisión investigadora que dirige el periodista Maxim Grigoriev, ha certificado más de mil casos de desaparición forzada.
Por todo eso, y más, el pueblo orgulloso del Donbás no cree en lágrimas. Cree en sus votos y en las balas.
Alejandro Kirk, colaborador de HispanTV y enviado especial de Telesur.
Casi coincide esto con La Marcha Sobre Roma (en octubre de 1922). Yo ayer flipé cuando en TVE dijeron que la coalición reaccionaria de Meloni, Salvini y Berlusconi era centro derecha. Se ríen de nosotros
El ‘boom del ladrillo’ del largo bienio post-covid, que insufló más oxígeno a grandes capitales del planeta con el cartel de «burbujas inmobiliarias», comienza a desvanecerse.
El precio de las viviendas inicia una etapa de regresión que se aventura de notable intensidad y volatilidad. No pocos expertos consideran que concluirá con aterrizajes bruscos en un sector que suele actuar como barómetro del clima económico de cada país. Porque los mercados de las grandes capitales del planeta emiten ya señales de humo inequívocas de una corrección en toda regla.
Lo hará después de marcar registros históricos, como los 111 millones de dólares que se pagaron por el Número 15 de Shouson Hill, edificio que alberga la residencia de magnates como Li Ka-Shing, una de las más grandes fortunas de China y que ha pasado por ser la operación inmobiliaria más cara de la primera mitad de 2022.
Este exclusivo y reconocido complejo de mansiones de Hong-Kong se ha erigido en el emblema -o en el último vestigio, dicho de otro modo- de la recién concluida etapa de esplendor del ladrillo, que se ha concentrado especialmente en grandes capitales norteamericanas, europeas y asiáticas y que se ha prolongado durante un largo decenio, con el altibajo asociado a la gran pandemia. Muchas de ellas, una docena larga, adquirieron durante varios ejercicios la condición de «burbujas» por la carestía de sus transacciones.
Pero, ¿cómo se ha gestado la regresión del sector? ¿Por qué se ha pasado de un mercado en auge a anticipar aterrizajes bruscos en los mercados de la vivienda? Y, sobre todo, ¿será el detonante de revueltas sociales? Un decálogo de factores se mezcla para explicar este cóctel.
Las píldoras económicas y monetarias de la gran pandemia
El bienio del ciclo de negocios post-covid proporcionó a la industria inmobiliaria hormonas del crecimiento, a modo de estímulos económicos y monetarios. Los 15 billones de dólares que los gobiernos desplegaron en avales y ayudas a familias y empresas, sumados a los nueve billones de instrumentos y facilidades monetarias liberadas por los bancos centrales, ejercieron de combustible para sellar préstamos hipotecarios en condiciones ventajosas, con los tipos próximos a cero, y para acelerar decisiones de compra de viviendas. Y esto se combinó con una ampliación de la demanda de habitabilidad por los cierres masivos de oficinas tras la proliferación del teletrabajo que impulsó la firma y formalización de operaciones inmobiliarias; incluso en urbes con los precios por las nubes.
Subidas de tipos de interés en casi 100 bancos centrales
Sin embargo, la espiral inflacionista instaurada por la escalada energética desde el otoño pasado, y que ha intensificado las subidas de tipos de interés en alrededor de 90 bancos centrales, ha acabado con la inercia del negocio en numerosas latitudes del planeta. Esto sucede en un contexto nada alentador de deterioro en las condiciones hipotecarias y en los mercados laborales, con un otoño que se espera agitado en el orden energético y una incertidumbre geopolítica de voltaje. Un marco que conducirá a la paralización de promociones y a un retardo del ritmo de las transmisiones patrimoniales.
Los descensos en ciudades como Toronto, Nueva York, Sídney, Zúrich, Múnich, París, Londres o Hong-Kong -por poner sólo los ejemplos más evidentes de las burbujas en los mercados de más raigambre inmobiliaria, reconocidas en los últimos informes del banco de inversión suizo UBS– arrastrarán los precios del resto de urbes de sus respectivas naciones. Es el lema del negocio, tanto en episodios alcistas, como en épocas de ajustes. Y en todas ellas ya se empieza a observar la tendencia generalizada de esperar a ver cómo reaccionarán a corto y medio plazo unas economías, todas ellas de rentas altas, amenazadas por la recesión o en etapa contractiva, como la de EEUU. El largo decenio de rentabilidades inversoras superiores al 5% al año -con la única excepción del ejercicio 2016-, según MSCI IPD, firma de análisis y datos de mercado, toca a su fin. Después de que capitales como Hong-Kong o Auckland llegaran casi a duplicar su precio desde 2012, recuerdan en The Economist.
Las decisiones de compra se retrasan
En alguna de ellas, además, este empeoramiento de la coyuntura económica y de la atmósfera financiera se combina con otros parámetros más sectoriales, como las restricciones por el lado de la demanda, en medio de un tobogán descendente de precios. En Canadá, el mercado quizás más efervescente junto al neozelandés, con permiso del alemán o el suizo en Europa, registran tres caídas mensuales consecutivas. Mientras, Nueva Zelanda, que culminó 2021 con un alza de las transacciones superiores al 45% en el año y medio posterior a la crisis sanitaria de la covid-19, ha seguido la misma estela que la economía canadiense en los últimos tres meses.
En Suecia saltó la alarma en junio, con un retroceso del valor de las compraventas del 4%, el de mayor calado desde la crisis financiera de 2008. Pero en EEUU se paga ya más por tres meses de pagos hipotecarios que por el montante de los tres años precedentes. Y esto sucede en medio de un aminoramiento paulatino de las concesiones prestamistas destinadas a la vivienda desde enero, cuando la Fed (Reserva Federal estadounidense, el organismo encargado de subir o bajar tipos) inicia su rally alcista de tipos. En Reino Unido este punto de regresión se sitúa en abril, cuando se pierde el vigor hipotecario hasta los niveles previos a la epidemia y en mayo se inicia la caída de ventas; en nada menos que una décima parte de unidades en términos interanuales.
Los análisis hablan de un retroceso de entre el 5% y el 10% en EEUU y Reino Unido, afirman en la consultora Capital Economics. Si bien en Australia o Suecia el calibre de la caída será superior -de alrededor del 15%-, aunque aún lejos del 20% que presagian para Canadá, donde se precisan 3,5 millones de viviendas de nueva construcción hasta 2030, según el Gobierno del liberal Justin Trudeau. En Nueva Zelanda, siete de cada diez millenials han renunciado a convertirse en propietarios, una tasa histórica alta entre las generaciones jóvenes desde que se tienen datos, al término de la Segunda Guerra Mundial. Se trata de sociedades de alto poder adquisitivo y próximas o inmersas en niveles de pleno empleo y, por ende, poco propensas a endeudamientos excesivos y, cada vez, más dispuestas a modificar hábitos de consumo para modelar sus propias calidades de vida.
Detonante de posibles protestas sociales
El acceso a la vivienda es un bien básico de primera necesidad amparado en la mayor parte de las constituciones de corte liberal-democrático. Pero, aun así, el Banco Mundial calcula que, en 2025, habrá 1.600 millones de personas que tendrán dificultades para acceder a un inmueble. Es una de las causas por las que el secretario general de la ONU, el portugués António Guterres, acaba de alertar, en la Asamblea General de la institución, sobre posibles oleadas de revueltas y contestaciones sociales en todo el mundo. Como las que acontecieron en 2019, antes de que la covid-19 paralizara la actividad económica y la movilización social en todo el planeta.
El FMI también comparte este diagnóstico. «El coste de adquirir una vivienda ha crecido mucho más que el de las rentas personales», explican desde su sala de máquinas. Tesis que corroboran en un estudio realizado entre 200 ciudades por la consultora World Finance, en el que resaltan que el 90% de ellas resultan inaccesibles financieramente por sus altos costes inmobiliarios al exigir desembolsos medios anuales que triplican la renta per cápita del país.
En EEUU, otro informe, de Moody’s Analytics, asegura que apenas existen 1,5 millones de viviendas en stock de venta y alquiler, el dato más reducido de los últimos 30 años, pese a que el precio subió un 11% durante la crisis sanitaria y en más de 200 ciudades del mayor mercado del planeta el desembolso medio por adquirir un inmueble personal supera el millón de dólares. En Nueva Zelanda, el bienio de la covid-19 generó un encarecimiento del 22%.
En World Finance enfatizan que Hong-Kong es, por decimoprimer año consecutivo, la ciudad del mundo menos accesible para vivir por el continuo encarecimiento de los precios en su industria inmobiliaria.
Asia y Europa siguen la estela del ajuste inmobiliario global
La tendencia al contagio en Asia y Europa irá a rebufo. «Las correcciones en los precios tendrán un efecto directo sobre el consumo y el conjunto de las economías porque las compras de viviendas son un factor significativo de la salud financiera de los hogares», asegura Tuuli McCully, responsable de análisis económico de Scotiabank en Asia Pacífico. Esto ocurrirá con más intensidad en las latitudes donde la sincronización de las subidas de tipos de interés ha sido más intensa y agresiva, aclara Nirak Shah, de Bloomberg Economics, en referencia a las naciones de cultura anglosajona, situando a Canadá y Australia como los mercados más propensos a este estallido de sus burbujas inmobiliarias. Aún así, incide en que más de medio centenar de bancos centrales han aumentado al menos en 50 puntos básicos el precio del dinero en el último año y en que se esperan «mayores escaladas».
A juicio de Shah, Nueva Zelanda, EEUU y Reino Unido están en el siguiente estadio de reducción de precios. Mientras que República Checa -fuera de la eurozona- y Portugal, Austria, Alemania y Países Bajos -dentro del espacio monetario- serán los socios con caídas más pronunciadas, así como Corea del Sur en Asia. Una lista que coincide con S&P Ratings, cuyo diagnóstico se basa en unos cálculos que comparan los riesgos hipotecarios de las familias en relación a su PIB nominal. Dato que señala a Suecia como el mercado comunitario con mayores tensiones de deuda, que podría alcanzar hasta el 200% de los ingresos de cada unidad familiar.
El póker anglosajón -Nueva Zelanda, Canadá, Australia, EEUU y Reino Unido, por este orden- es el que también aparece en la visión de Goldman Sachs, dentro de un contexto de «un muy rápido deterioro del acceso a préstamos hipotecarios, con caídas drásticas de las ventas de viviendas y un duro aterrizaje con riesgos de calado sobre la profundidad y la durabilidad de las recesiones en vigor o en ciernes, según los países, y sobre el endeudamiento de las familias», explica Jan Hatzius, su economista autor del informe.
«Si las condiciones crediticias siguen aumentando, los mercados inmobiliarios mundiales se van a enfrentar a un examen crucial», advierte Shah, para quien «si los bancos centrales están dando pábulo a las subidas de tipos, quizás estén ya contribuyendo a plantar las semillas de la próxima crisis financiera». El último estallido de burbujas inmobiliarias estuvo ligado al credit crunch de los bancos en 2008.
Un encarecimiento súbito y de impacto mundial…
En JP Morgan recalcan que los precios de la vivienda en el planeta han repuntado a su ritmo más vertiginoso en los últimos 40 años. Al igual que los alquileres. En Europa, por ejemplo, los costes de subidas de rentas por arrendamientos en los tres primeros meses de 2022 llegaron al 14,5%, afirma el Índice Internacional de Rentas de City. Mientras, en Asia, donde se encuentran algunos de los mercados de alquiler más calientes del planeta, los desembolsos suponían algo más de la mitad de los ingresos de cada familia, a tenor de los datos de The Cost of Rent Index, donde se comparan los costes medios de alquiler de un apartamento de tres dormitorios en 50 naciones del continente más poblado del mundo.
… en unas sociedades con cada vez menos bienes de primera necesidad
Es la lectura que se resalta en el World Economic Forum (WEF), entidad gestora de las cumbres de Davos, que hace hincapié en que el incremento del coste de la vivienda repercute en la adquisición de otros bienes esenciales, como la cesta de la compra básica, los recibos de luz y de gas o el transporte, y en que la losa de las devoluciones hipotecarias suele ser un detonante que eleva el censo de personas sin hogar. Más de 100 millones de ciudadanos de todo el mundo se declaran como personas sin hogar, afirma UN-Habitat, programa de Naciones Unidas de desarrollo urbano y sostenible. Además de tirar al alza los IPC -en concreto, en sus rúbricas de bienes y servicios- en las sendas que acaban tomando las economías, bien hacia el vigor o hacia los números rojos o en la creación de empleo.
De hecho, Moody’s Analytics destaca la relación directa que existe entre trabajadores con unas bajas cualificaciones y reducidas ratios de productividad en sus centros fabriles, asociadas a la lejanía en la que se encuentran sus hogares respecto de sus áreas de trabajo. Esto en un momento en el que, además, y paradójicamente, se necesitaría construir 96.000 viviendas nuevas cada día para atender a unas 3.000 millones de personas que demandarían un acceso adecuado y asequible a un hogar en 2030. En especial, en 43 países, entre los que destacan Camerún, Egipto o Jordania, explica UN-Habitat, que pone como ejemplo a Japón, cuya política de vivienda accesible califica de «éxito, incluso en grandes ciudades»; la estrategia nipona también es resaltada por think tanks como Centre for Cities.
El BCE enciende las alarmas en Europa
La autoridad monetaria del euro da por descontadas rebajas del precio de la vivienda por la subida de los tipos hipotecarios en su último informe mensual, desvelado inmediatamente después del alza de tres cuartos de punto decretada este mes de septiembre. Y adelanta un descenso del 9% en el valor de los inmuebles en el espacio monetario europeo en los próximos dos años por cada punto que se eleven las tasas de referencia interbancaria. Con caídas substanciales de los flujos de inversión en mercados inmobiliarios como el alemán, como destaca el instituto Ifo desde el pasado mes de mayo.
Adam Slater, economista jefe para el sector inmobiliario en Oxford Economics, estima que los precios de la vivienda en las potencias de rentas altas «podrían estar aún un 10% sobrevaloradas, con una variación considerable entre ellas, pero con una tendencia general a medio plazo que apunta a una notable corrección». Un ajuste excepcional y uno de los de mayor calibre desde el año 1900, explica. Aunque, por comparación, en 2006, cuando se registró el techo del precio de la vivienda que desencadenó la crisis financiera dos años después, la sobrevaloración oscilaba entre el 13% y el 15%. Puesto en perspectiva -dice Slater- desde el inicio del siglo XX ha habido tres periodos evolutivos: una fase estable, hasta los sesenta; un periplo de crecimiento modesto hasta los noventa, y una etapa de dinamismo notable desde entonces. La actual burbuja supone un incremento real del precio del 43% desde el último decenio, cuando se pone coto a la crisis de la deuda europea.