La Base #2×54 – Parar el golpe: se puede pero no se atreven

Pablo Iglesias, Sara Serrano, Manu Levin e Inna Afinogenova analizan las posibilidades que tiene la mayoría parlamentaria en España para acabar con el secuestro y uso ilegítimo del Tribunal Constitucional y del Consejo General del Poder Judicial por parte de las derechas. ¿Lo que han hecho los 6 magistrados del Constitucional es un delito? ¿Quién debería perseguirlo? ¿Qué se podría hacer para responder a esta estrategia de golpe blando? Con la participación de Daniel Amelang, abogado penalista de Red Jurídica. Periodismo, investigación y compromiso para construir un mundo más igualitario.

Panameños conmemoran 33.º aniversario de invasión estadounidense

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En Panamá marchan para conmemorar el aniversario número 33 de la invasión militar de los Estados Unidos; mientras exigen justicia para las víctimas.

Las distintas agrupaciones del movimiento popular organizado en Panamá han demostrado ser artífices determinantes de la lucha por el rescate de la memoria histórica en el país del Canal.

Y 33 años después, este martes 20 de diciembre, salieron a las calles de la Ciudad de Panamá para conmemorar el aniversario de la invasión militar de los Estados Unidos en 1989.

Después de tantos años, el día es considerado oficialmente como un Duelo Nacional, luego de que el presidente Laurentino Cortizo sancionara esta legislación el pasado 31 de marzo, tras haber sido aprobada un mes antes de manera unánime desde el Parlamento.

Desde los sectores populares observan la fecha como una oportunidad para profundizar en la conformación de la identidad panameña, mientras reiteran su preocupación ante la posible injerencia del país del norte en los asuntos locales y en la política exterior de Panamá.

Las víctimas de esta invasión continúan reclamando justicia, aunque los adelantos en las investigaciones para cuantificar las pérdidas humanas y los daños materiales avanzan lentamente.

AMLO tacha de “arbitraria” expulsión de su embajador en Perú

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, en rueda de prensa, México, 19 de diciembre de 2022. (Foto: Getty Imágenes)

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, tacha de una “medida arbitraria” la expulsión del embajador de su país en Perú, pero mantiene relaciones con Lima.

La situación en Perú los ha llevado a tomar medidas arbitrarias como la de declarar persona non grata a nuestro embajador en Perú. […] Nos importa cuidar su integridad y la de su familia”, ha aclarado este miércoles, el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, durante su rueda de prensa matutina.

Tales palabras se han producido después de que esta mañana Lima expulsara al embajador mexicano, Pablo Monroy, del territorio andino. Esto, a raíz del anuncio de López Obrador de que su país tiene “las puertas abiertas” para Castillo y su familia, así como para “todos los que se sientan acosados y perseguidos” en Perú.

Además de Monroy, han viajado a México los familiares del expresidente Pedro Castillo, como su mujer, Lilia Paredes y sus dos hijos.

El mandatario mexicano ha señalado que su Gobierno mantendrá sus relaciones con Lima, por lo que ha nombrado un encargado para la embajada.

 

Entre otras cosas, porque necesitamos mantener nuestra embajada abierta para dar protección a los mexicanos que radican, trabajan y viven en Perú”, ha ratificado.

Al referirse a la crisis política y social de Perú, ha dicho que la mejor solución, era “convocar elecciones lo más pronto posible”.

El Congreso peruano despojó del cargo de mandatario del país a Castillo el 7 de diciembre, horas después de que este decidiera disolver la cámara. Desde entonces, Castillo está detenido, mientras un juez dictó 18 meses de prisión preventiva en su contra, mientras es investigado por los delitos de rebelión y conspiración.

Después de que Castillo fuera destituido y Dina Boluarte asumiera la presidencia, las calles de Lima (capital) y de otras zonas del país viven violentas protestas que piden la renuncia de la nueva mandataria, el cierre del Congreso y la convocatoria de una constituyente.

Javier Aroca resume en TVE en menos de un minuto el golpe de los jueces a la democracia

El desafío del Tribunal Constitucional al Poder Legislativo, al paralizar la votación en el Senado de una reforma que le afecta directamente, está generando ríos de tinta.

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En medio de esa maraña de informaciones, tribunas y análisis, siempre es una suerte toparnos con algo de síntesis. Por eso el siguiente vídeo del tertuliano Javier Aroca resulta tan clarividente, todo un alarde pedagógico que resume en menos de minuto hasta qué punto «la soberanía popular ha sido secuestrada y burlada por un grupo de jueces y magistrados insurrectos».

 

«La clave de todo esto está en el bloqueo, en el filibusterismo del Partido Popular aliado con una pandilla de jueces y juristas de reconocido prestigio que están bloqueando las instituciones democráticas y constitucionales», recita Aroca como si de un Padrenuestro se tratara en el programa Hablando claro, de TVE.

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Y es que la elocuencia es clave para ser convincente. Quien duda genera dudas, es el abecé de cualquier alegato que se preste. Así lo han estimado los tuiteros, de tal forma que el speech de Aroca no ha tardado en convertirse en viral.

«Los ciudadanos del Estado somos menos soberanos porque lo que votamos en las urnas, que es lo que dice la Constitución y donde reside nuestra soberanía popular, que ha sido secuestrada y burlada por un grupo de jueces y magistrados insurrectos», zanja un certero Aroca.

Para qué sirve una moción de censura: del auge de Felipe González a la caída de Hernández Mancha

La incesante catarata de escándalos de corrupción en la que se ha visto envuelta el partido en el gobierno ha resultado en un giro de guión inesperado: hay moción de censura a la vista, la propone Unidos Podemos, el tercer partido con mayor número de diputados, y a esta hora de la mañana su socio más probable, el PSOE, ya se ha negado.

La moción de censura propuesta por el grupo liderado por Pablo Iglesias requiere de varios condicionantes para triunfar: primero, necesita proponer a un candidato alternativo a la presidencia del gobierno, no necesariamente diputado; segundo, ha de ser apoyada por una mayoría absoluta de diputados, lo que implica negociar con otras fuerzas políticas; y tercero, impide que en lo que resta de sesión parlamentaria se convoque otra (hasta septiembre).

¿Problema para Iglesias? Es un gesto de cara a la galería, porque parece improbable que pueda sacarla adelante. ¿O quizá no es tan problemático?

Hablar de mociones de censura en España es hablar, inevitablemente, de gestos de cara a la galería. Sólo en dos ocasiones se han producido situaciones similares en el parlamento español, y en ambas los partidos que la propusieron no tenían posibilidades reales de tumbar al gobierno. La necesidad de ser «constructiva«, es decir, de reemplazar a un presidente por otro en aras de impedir la mera desestabilización institucional, requiere de complejos pactos y alianzas, los mismo que a lo largo de 2016 se mostraron imposibles.

Pero eso no significa que una moción de censura, hoy ya condenada al fracaso, no sirva para nada. Veamos por qué.

El día en que Felipe González se hizo presidencial

Retrocedamos casi cuarenta años en el tiempo: es 1980 y Adolfo Suárez ha ascendido a la presidencia del gobierno con éxito tras disolver las cortes, convocar unas elecciones constituyentes que él mismo comandó, consensuar una nueva constitución democrática, aprobar el referéndum y volver a salir victorioso de las urnas posteriores.

Pero la situación de Suárez es compleja. Apenas un año después de las elecciones que le permitieron, con el apoyo del Partido Andalucista y de Coalición Democrática, la marca electoral bajo la que se incluyó Alianza Popular (el antecesor del actual Partido Popular, comandado por Manuel Fraga), renovar su gobierno y afrontar la primera legislatura democrática de España, Suárez afronta varias crisis: una económica, muy dura, y otra política, personificada en ETA.

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Felipe González en la tribuna de oradores del Congreso. (RadialPress)

Aquellos años del plomo y de paro habían provocado un descontento generalizado entre el electorado y habían minado muy rápidamente la legitimidad del presidente, que para colmo de males contaba con una plataforma parlamentaria construida a través de remedos democristianos, herederos del régimen franquista y social-liberales de toda clase.

Suárez es un líder débil pero tanto su partido como Coalición Democrática prefieren mantener el gobierno, y si acaso dejar caer al presidente (como ocurriría apenas un año después), antes que enfrentarse al Partido Socialista Obrero Español y a sus posibles aliados, entre ellos el Partido Comunista o partidos independentistas como ERC. Por aquel entonces, el recuerdo del PSOE y del PC entre la derecha está asociado a la clandestinidad y al radicalismo, por lo que la mayoría que respaldaba a Suárez era sólida.

Es entonces cuando Felipe González presenta una moción de censura que juzga condenada de antemano, cosa que no le preocupa: su motivación táctica no es tanto derribar un gobierno que sabe que no puede dinamitar (no tiene escaños suficientes al otro lado del espectro político) como darse a conocer ante la opinión pública. España atraviesa por aquel entonces días de agitación política que vive en directo gracias a la televisión pública, cada día más instalada en los hogares. La moción de censura era ante todo un escaparate.

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Adolfo Suárez sobrevivió a la moción de censura, pero a un alto coste. (RadialPress)

El juicio de González fue acertado: aunque Suárez esquivó el órdago con 166 votos en contra, frente a 152 a favor, salió tocado. González se presentó como un líder joven, carismático y de envidiable retórica, repleto de ideas frescas y alejado de la idea de un PSOE radical que pudiera espantar al votante moderado. Ganó los debates parlamentarios frente a un Adolfo Suárez que, como líder político, parecía cansado, viejo y rentabilizado.

Un año después, Suárez, en una posición insostenible y acosado tanto por la oposición como por su partido, se ve obligado a dimitir. Durante la sesión de investidura de Calvo-Sotelo, su sucesor, Tejero entra en el Congreso en su golpe fallido. Apenas un año después, González recibiría los frutos de su moción fallida: la mayoría absoluta más espectacular de la historia de la democracia española.

Ocaso y fracaso de Antonio Hernández Mancha

Flash-forward: es 1987 y el PSOE de Felipe González afronta su segunda legislatura al frente de las cortes españolas con una menguada, pero aún cómoda, mayoría absoluta detrás. Tras los años de la reconversión industrial y de la nacionalización de Pamesa, el PSOE adelanta las elecciones y logra revalidar su gobierno ante una oposición descabezada. Coalición Popular (AP) no logra mejorar sus resultados de 1982 y entra en crisis.

Cuatro años después, la derecha española atraviesa una suerte de escenario similar al que afronta la izquierda a día de hoy. Alianza Popular perdía al que ha sido su líder histórico, Manuel Fraga, tras su tercera derrota electoral consecutiva, la más sangrante dadas las expectativas que la previsible pérdida de escaños del PSOE había elevado en el seno del partido. Fraga, ex-ministro franquista, aún tenía un poso demasiado ligado al antiguo régimen, por lo que dimite y deja su espacio para un rostro renovado, el de Antonio Hernández Mancha.

Sin embargo, Hernández Mancha tiene un problema: no lo conoce nadie. La única campaña de primarias que la derecha española ha visto desde entonces, y en la que derrotó a Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, no le otorgaron demasiada visibilidad mediática. Hernández era un discreto diputado del Parlamento Andaluz que había llegado a la arena de la política nacional como senador, tras su designación por la autonomía reglada por la constitución.

Un año después de las elecciones, aproximadamente, Hernández Mancha razona del mismo modo que lo hizo González en su momento: ante un gobierno en progresivo pero aún muy lento declive electoral y en la resaca de la grave crisis económica y social de los años ochenta, el líder conservador necesita un enfrentamiento frontal con González para asegurar a los españoles de su capacidad de liderazgo. Para darse a conocer.

El resultado es una moción de censura contra un gobierno en mayoría absoluta: un fracaso técnico de antemano, pero una oportunidad para que Hernández Mancha acuda al Congreso y debata en abierto contra Felipe González, igualando sus posiciones.

Todo lo que salió bien en 1980 para el PSOE fue un fracaso estrepitoso para Alianza Popular en 1987. González, consciente del propósito de Hernández Mancha, decide no defender su posición al frente del gobierno desde el estrado, negando el debate televisado al candidato popular, y envía en su lugar a Alfonso Guerra. Lo que siguió es un lugar común de la mitología política española: un Hernández Mancha dubitativo e incapaz se enfrentó a la oratoria belicista, poca amiga de los prisioneros y encendida de Alfonso Guerra.

El resultado fue una derrota dialéctica que se saldó con una imagen pública muy disminuida. Hernández Mancha no levantó cabeza durante los años siguientes, y la oposición conservadora continuaría desarbolada y a merced del gobierno hasta su dimisión, la toma de control de Fraga (de nuevo), la refundación de la formación en Partido Popular y, finalmente, la muy gráfica entrega de timón a José María Aznar en 1989, dos años después.

Dos mociones de censura, dos ejemplos: dada la calidad «constructiva» del procedimiento parlamentario, en España su propósito ha sido más mediático que de reemplazo del gobierno. Por ahí acuden los tiros de Unidos Podemos: una moción de censura sin más apoyos que los de uno mismo con objeto, quizá, de acaparar la oposición. La cuestión es si será un 1980 o un 1987 reloaded.