Los taxistas que se atienen a la legislación vigente encuentran el enemigo en todo aquel que no cumple con los mil y uno trámites que ellos deben de pasar para conseguir ser conductor o comprarse la licencia. Es decir, los taxistas piratas y el conocido como «consumo colaborativo» con aplicaciones informáticas, que pone en contacto a conductores con coche y personas dispuestas a viajar por poco dinero.
José Manuel Méndez comenzó a ser taxista hace siete años y muchos años más tendrá que pagar la hipoteca que pidió para pagar los 147.000 euros que le costó la licencia, más 500 euros de tasas al ayuntamiento. Pero antes tuvo que demostrar que tenía aprobada la ESO, que no tenía antecedentes penales, ni enfermedades de transmisión. Además, durante dos meses se preparó el examen que tenía que pasar. «Muchos tardan hasta un año porque es complicado», explica. «Fueron 50 preguntas de psicotécnico y otras 50 técnicas, sobre recorridos, nombres de parques o museos, localizar una calle en un mapa mudo…», enumera.
Para ser propietario de un taxi no hace falta otra cosa que dinero, pero sí para conducirlo. Pero los gastos prosiguen. Los seguros sociales no bajan de 300 euros, de gasolina Méndez -que tiene un asalariado por lo que el taxi funciona 16 horas al día- paga 700 euros, más 1.000 de seguro a todo riesgo (no obligatorio, pero si la responsabilidad civil de 300.000 euros por incapacidad o fallecimiento) y otros 120 del radiotaxi.
El coche debe pasar la ITV cada año y desde el quinto año cada medio, aunque se hace con ellos tantos kilómetros que los taxistas suelen cambiarlo cada lustro. No vale cualquier modelo, es el ayuntamiento quien registra una lista de modelos permitidos. El vehículo de José Manuel con cuatro años ha superado ya los 365.000 kilómetros, así que no apurará los 10 años de vida del taxi. Pues cada década están obligados a cambiarlo.
En Barcelona también hay que pasar muchos trámites e invertir mucho dinero antes de empezar a conducir un taxi.
A los taxistas de Barcelona abrir el coche cada día les cuesta 70 euros, según el cálculo del Sindicato de Taxis de Cataluña (SCAT). En este precio se incluye la licencia, el vehículo, los impuestos, el gasoil, los permisos y el seguro.
En la capital catalana ya no se dan nuevas licencias para llevar un taxi, pero su pueden encontrar algunas de taxistas que se jubilan. Actualmente se están pagando a 130.000 euros. “Como nadie tiene ese dinero, se pide un crédito y se va pagando poco a poco”, explica Luis Berbel, portavoz de de Scat y taxista. El otro gran gasto de los conductores es el combustible. Al año se pueden gastar unos 4.800 euros en gasoil. Los autónomos cuestan entre 260 y 300 euros al mes y el IVA depende de los kilómetros que se han realizado.
Un taxi nuevo cuesta entre 20.000 y 40.000 euros y, si el vehículo no es nuevo, las reparaciones pueden salir por 3.000 euros anuales. Instalar un taxímetro puede salir por unos 2.000 euros.
A todos estos gastos, hay que sumar el seguro que, a terceros, cuesta unos 1.200 euros al año y el impuesto de circulación.
Finalmente, hay que tener en cuenta los permisos. El carné BTP de servicio público sale por unos 100 euros y el carné de taxista necesario para trabajar en la capital catalana sale por 550 euros.