El pasado nuclear de España que nadie quiere recordar tiene mucho que justificar, pero la pandemia ha terminado por sepultar las pocas esperanzas que albergaban los extrabajadores de la antigua Fábrica de uranio de Andújar (Jaén), que deja un largo historial de muertos por cáncer a sus espaldas sin ningún reconocimiento.
La fábrica de uranio de Andújar (FUA) es la primera instalación de la carrera nuclear de España. Ahora que se cumplen 40 años de su cierre y los pocos extrabajadores que quedan con vida levanta su voz para exigir justicia.
Sputnik ha contactado con la administración de la Junta de Andalucía y a nivel estatal con la Empresa nacional de Residuos Radioactivos (Enresa) sin respuesta. Al otro lado de este silencio, en Andújar, quedan un puñado de trabajadores que llevan décadas batallando para que se reconozcan sus derechos, aunque ya, sin esperanzas.
«Ni siquiera sé cuántos de nosotros quedamos vivos. Para tranquilidad de algunos, pronto desapareceremos», nos cuenta José Soto, el único representante activo de la asociación de extrabajadores de la FUA.
José Soto, presidente de ex trabajadores de la fábrica de uranio de Andújar
Los casos de cáncer vinculados a los efectos de la radiación inundan el historial de la antigua instalación que operó entre 1959 y 1981. «No sabíamos nada de radiación, trabajábamos sin protección, nos llevábamos los monos de trabajo a casa por lo que contaminamos a nuestras familias», de hecho, como comparte con Sputnik la defensa, hay decenas de casos de viudas que también han muerto también por cáncer y dolencias ligadas al trabajo con el uranio.
El testimonio de Soto es un fiel reflejo de lo que representa la ya desaparecida FUA. «Tratábamos el material directamente y comíamos el bocadillo sobre los bidones de uranio, en aquel entonces el símbolo de radioactividad para mi era bueno, porque era un buen trabajo». Con el tiempo, de los 126 empleados de la fábrica, según los expedientes de los extrabajadores, la gran mayoría se han visto afectados por dolencias y problemas de salud que han condicionado sus vidas para siempre.
La fábrica de Andújar estuvo operativa hasta 1981 y se calcula que trató más de 60.000 toneladas de material anualmente. En 1991 pasó a ser gestionada por Enresa para su desmantelamiento, restauración del entorno, actualmente, la empresa sigue controlando los niveles de radiación en las zonas afectadas por la fábrica y en el agua del subsuelo.
Antigua Fábrica de Uranio de Andújar
Un pasado que no conviene remover
Hoy los restos de la fábrica están sepultados bajo una pradera con la que Enresa tapó la fábrica, el acceso no está permitido. «Nadie quiere mover todo esto, lo que quieren es que pase el tiempo y se olvidé», cuenta a este periodista Manuel Vázquez Prieto, abogado de los extrabajadores. El periplo legal vivido es tan largo como infructífero, «he recibido promesas de todos los partidos políticos y de todas las administraciones. Siempre nos dicen que se reconocerá lo que aquí pasó, pero al final nada».
Los extrabajadores reclaman que se reconozcan los múltiples casos de cáncer y afecciones a la salud como derivados del trabajo en la planta y «por lo tanto, que se les indemnice como tal». Esgrimen diversos estudios médicos que confirman la vinculación entre el trabajo en la FUA con diversas dolencias, «no solo a los pulmones, riñones, hígados, a todo el tracto respiratorio… prácticamente todos los trabajadores han tenido afecciones graves».
Informes realizados expresamente y entregados en el Congreso de los Diputados con conclusiones fulminantes que, sin embargo, se topan con innumerables obstáculos. «El mejor ejemplo lo tuve con un Juzgado de lo social en el que presenté 78 demandas, por cada uno de los trabajadores afectados. Pregunté al juez si iba a esperar o acumular autos, pero me dijo que no, que tenía muy claro su dictamen para uno y para todos».
«Es como luchar contra molinos de viento, el uranio sigue y seguirá siendo un tema tabú», reflexiona Manuel Vázquez Prieto, abogado de las víctimas de la FUA.
«No hablo de cien sino de miles de afectados»
Un reciente estudio que publica la revista cultural Argentaria profundiza en los estragos que la planta ha causado en la población. «Es una tragedia humana, aquello hoy sigue soltando radón, entiendo que Enresa ha hecho un trabajo digno, pero de fondo es una chapuza histórica», nos dice el autor Juan Antonio Muñoz Castillo, doctor en Geografía e Historia Contemporánea.
El investigador data archivos en los que Manuel Perarnau, —el propio director de la fábrica que también falleció de cáncer—, alertó de los niveles de radioactividad 1.200 veces por encima del permitido en el interior de la fábrica.
«La fábrica ya era un desastre desde su planteamiento, porque está junto al río Guadalquivir y nadie se planteó que el material filtrado contaminaría el agua. Por eso no hablo de 114 fallecidos hasta ahora, el daño es a miles de personas».
Doblemente victimizados
José Soto es el alma viva de la fábrica de uranio que el franquismo instaló en Andújar en 1959. Entonces apenas tenía 18 años cuando comenzó a trabajar allí sintiéndose «un elegido, un privilegiado, cobrábamos bastante bien y era algo de ciencia del futuro».
Las 10 hectáreas en las que se trataba el uranio posibilitaron tejer la estructura nuclear española. La primera central nuclear (1968) era abastecida por los 126 trabajadores que formaban parte de la plantilla de la FUA, pero también «enviábamos al principio material a EEUU, para la carrera armamentística de la Guerra Fría», detalla Soto.
Todo lo que tenía que ver con la fábrica ha sido tratado, depurado, sepultado y actualmente controlado por Enresa. De hecho, hay 1.200.000 toneladas de basura nuclear bajo tierra. ¿Pero está todo limpio?, no, todo no. Las personas no. «Yo me pregunto, si hasta la máquina de escribir de la oficina la enterraron para que no contaminara, ¿por qué a nosotros nos ignoran, por qué somos lo único que sigue existiendo de la fábrica?», plantea Soto.
Pero Soto y su pasado como trabajador de la FUA parece que hubieran dejado de existir. Es una doble víctima, primero del desconocimiento de una carrera nuclear a la que se expuso parapetado solo por su ignorancia. Y segundo, de una administración que desde que empezó a reclamar derechos en los 80 no reconoce los riesgos que asumió como trabajador del uranio en el franquismo.
Las instalaciones de la FUA no tuvieron un reglamento de higiene y seguridad hasta 1971, cuando ya había fallecido el primer trabajador.
Vázquez Prieto asume su derrota en el marco legal. A su juicio, el reconocimiento de la enfermedad laboral sería «una caja bomba», porque sería el reconocimiento implícito de que Andújar es una región de riesgo o poco saludable. «Para una localidad como la nuestra, en la provincia más olvidada y empobrecida de España, sería un golpe letal», reflexiona el abogado, uno de los casi 37.000 vecinos que lidian con un desempleo que corona a Jaén como la provincia del paro. En febrero el desempleo integraba a 4.505 andujareños.
«Yo llevo desde que dejé la fábrica sin trabajar. Si a vivir aquí le sumas que soy uno de los trabajadores radioactivos, eso deja huella, ¿quién quiere contratar a un enfermo?», apunta Soto, que vive con una «pensión que da vergüenza» que, según dice, no llega a los 500 euros/mes.
Otro aspecto que ha lastrado la vida de Soto y sus compañeros es el estigma franquista, una idea en la que profundiza el libro del escritor local Pablo Utrera El sueño de Franco, la pesadilla de Andújar.
«Es cierto que la gente nos miraba con distancia o quizás envidia —porque era un buen trabajo en principio—, pero también es cierto que teníamos cláusulas firmadas de confidencialidad, como los militares, y eso hacía que al final no nos relacionáramos mucho con la gente de fuera de la fábrica».
Sin novedad en el frente
Actualmente, con la vía legal en punto muerto y todas las iniciativas pospuestas por el COVID en los despachos, todas las esperanzas están puestas en una reclamación de Adelante Andalucía en el Senado para pedir nuevas medidas y una dotación específica de los Fondos Next Generation venideros de Europa. La agrupación de izquierda señala al «70%» de los fallecidos por cáncer» de la FUA y a las altas medidas de radiación aún existente en la zona.
Poco esperan en Andújar de esta nueva iniciativa. Hay que señalar que en 2019 el pleno del Parlamento Andaluz, como en 2005, el Congreso de los Diputados, expresaron su unanimidad en apoyar las reclamaciones de los ex trabajadores y por consiguiente de Andújar. Pero todo sigue estancado, al menos, mientras José Soto quiera, «yo no pararé de luchar hasta que me queden fuerzas, se lo debo a todos los compañeros que ya no están y a sus familias».