El investigador Oliver Bullough, campesino galés pasado por la Universidad de Oxford, se dedica a escribir libros sobre crímenes financieros.
El diccionario de la RAE lo dice claro: la palabra cleptocracia significa «sistema de gobierno en el que prima el interés por el enriquecimiento propio a costa de los bienes públicos». Por qué será que el término se usa poco en el vocabulario habitual, aunque no esté prohibida la utilización; lo que está prohibido es la práctica que viene a ser la corrupción política y económica. El periodista y escritor Oliver Bullough incluso organiza Kleptocracy’s Tours por Londres visitando, por fuera, los suntuosos edificios adquiridos (a menudo, no habitados) por oligarcas rusos, jeques árabes o políticos africanos o asiáticos. ¿Qué tiene Gran Bretaña para atraer tanto dinero sucio y sospechoso a su economía?
«Cada vez que le preguntan a un británico cuál es la fecha más importante de la historia reciente siempre dicen 1945 por el final de la guerra o por la creación de la Seguridad Social; para mí, en cambio, es 1956 por la crisis del canal de Suez, la muerte del imperio y la humillación que sufrimos como país ante Egipto, pero ello conllevó que Londres se abriese a las finanzas internacionales creando paraísos fiscales en lo que quedaba del imperio o nuevos protectorados; nos adaptamos a todo porque somos gente práctica y con el dinero limpio dejamos circular también el sucio», explica el investigador a Público con un deje de ironía a raíz de publicación de Butler to the world.
De todos los jugosos capítulos del libro, el que más le ha sorprendido a él mismo, y lo dice con cierto pasmo, es la transformación de Gibraltar, de broma Gibraltistan, en el gran casino mundial online.
La colonia ha escalado al tercer puesto en el ranking mundial de más ricos por Producto Interior Bruto (PIB) con 111.505 dólares per cápita detrás de Mónaco y Qatar y delante de Luxemburgo; si bien esta cifra excluye a los trabajadores que se desplazan cada día al Peñón, por lo tanto, es un indicador distorsionado de la realidad a pesar de que ocupan un lugar destacado entre los ricos del mundo.
«Tony Blair y Bill Clinton inventaron aquello de ‘consumidores responsables’ para los ludópatas potenciales»
Al parecer de Oliver, «en Gran Bretaña el juego y las apuestas se consideraban perjudiciales por adictivas y estaban sometidos a una alta presión fiscal hasta mediados de la década de 1990, cuando Víctor Chandler y su esposa, que llevaban un negocio de ocio y entretenimiento, optaron por abrir oficina en Antigua y en Gibraltar donde los gobiernos autónomos casi no fiscalizaban el juego. Chandler se anticipó al online, además de ver la afición que había por las apuestas a las carreras de caballos, y hasta de perros, o a los resultados de fútbol, la liga española incluida, en países asiáticos u otros sitios del mundo. A Chandler le siguieron a Gibraltar los grandes nombres del sector como Coral, Ladbrokes o William Hill; cerraron sus sedes administrativas, no sus establecimientos, en Gran Bretaña y se instalaron en sus oficinas con el juego online en Gibraltar». Uno detrás de otro, en el Peñón y sus alrededores gaditanos.
El investigador narra cadenas de chanchullos empresariales por todo el mundo colocándolos en el contexto histórico en el que ocurren. De esta forma, cuenta que «la economía de Gibraltar dependía en la década de 1980 en un 60% del Ministerio de Defensa británico, que proveía un 40% de los puestos de trabajo en sus astilleros; los gobiernos de Londres no tenían alternativas económicas para la colonia así que dejaron que se convirtiera en el casino online bajo el manto de Tony Blair y Bill Clinton, que inventaron aquello de consumidores responsables a lo que se consideraba ludópatas potenciales; el negocio se disparó, y los adictos al juego y al endeudamiento, también, pero ese no era problema de las empresas; levantaron también el veto a la publicidad, así que todo les ha ido de cara».
Las cifras oficiales hacen temblar: en 2014 el dinero jugado online en Reino Unido ascendió a 13.400 millones de libras (ligeramente superior al euro) con una media de 200 libras por persona adulta; en 2019 la cifra fue de 121.300 millones de libras y la media de 2.000 libras por adulto. Los ciudadanos con ludopatía han pasado de 250.000 a 460.000 en el mismo lustro en el que los menores adictos al juego y las apuestas ascendían a 55.000 en 2019, el mismo año que el sector empleaba a 3.800 personas de las 25.000 que caben en Gibraltar. Los estudios que analizan la relación entre poder adquisitivo y ludopatía también hacen temblar. Al parecer de Oliver, el brexit no ha afectado a este sector del juego y las apuestas, que se promocionan ahora en el contexto de la marca Global Britain, el invento de Boris Johnson para promover la economía en el exterior, una facultad que ya poseía dentro de la Unión Europea.
«Gibraltar es diferente de Las Vegas o Macao [excolonia portuguesa en China] porque en estas ciudades la mayoría de los casinos son presenciales; sin embargo, las ciudades son iguales en el sentido de que sus economías dependen del juego y las apuestas y del trato que dan los gobiernos a estas actividades», aduce el investigador.
El ‘Mayordomo del mundo’
Gibraltar, que se sentía abandonada de la mano británica cuando Londres avisó de que iba a desmantelar los astilleros y no tenía con qué reemplazarlos, es ahora el lord o la lady de sus propios destinos gracias al mayordomo del gobierno británico (tories y laboristas) de las últimas décadas.
«El mayordomo del mundo es una elite nacional (legisladores, banqueros, abogados y economistas) devota a servir los intereses de los ricos y poderosos, quienes sean y cuyos intereses tengan, y Gran Bretaña lleva setenta años de experiencia; nadie como nosotros tiene las buenas maneras para hacerlo», dice Oliver sobre Mayordomo del mundo haciendo gala de sentido del humor británico. Un título irónico porque la figura del mayordomo, aunque se llame Bautista, se asocia a la aristocracia inglesa. Los ricos del resto del mundo tienen sirvientes o asistentes personales.
«La pandemia ha dado a conocer una elite de nigerianos que no han podido viajar a Londres a visitar a sus médicos»
El mayordomo, en cambio, es fiel y servil a su señor. «El título me surgió hablando con un periodista norteamericano, llamado Andrew, que vino a Londres a investigar cómo se gastaba o invertía el dinero chino aquí; comparando el sistema norteamericano y británico de control financiero, control tanto político como judicial. Le dije que aquí no éramos policía como ellos; caí en la cuenta de que hacíamos de mayordomo, habíamos pasado de tener aristocracia imperial con mayordomo a ser el mayordomo de otra aristocracia, la de las finanzas internacionales con paraísos fiscales, blanqueo de dinero, compañías opacas, mecanismos para evitar impuestos y evadir capitales… Como país y Estado, el resultado, es deprimente», concluye Oliver, autor también de Moneyland, otro de su libro. Unas obras que, rigurosamente documentadas, enseñan la cara fea de decisiones políticas y medidas de gobiernos de esta parte del mundo de (aparente) transparencia democrática. Él no entra en Corea del Norte.
Siguiendo su cronología, que empieza en 1956, Gran Bretaña lleva siete décadas alternando la economía limpia con la sucia, aunque los sucesivos gobiernos, según él, han introducido más de dos mil reformas en la legislación para prohibir u obstaculizar irregularidades. «Cuando cierran un loophole [agujero o vacío] abren otro; y algunos no se cierran nunca, como los paraísos fiscales que se rigen por la legislación británica y competencias autónomas en donde se registran compañías opacas que no tienen nombre y ni apellido», cuenta Oliver, quien resalta que «la pandemia ha dado a conocer una élite de nigerianos que no han podido viajar a Londres a visitar a sus médicos; si se analiza el presupuesto que dedican -probablemente los que se curan aquí- a la sanidad en Nigeria, es tan bajo que no atiende lo mínimo».
La oligarquía rusa
La creación de la oligarquía rusa desde el mandato de Boris Yelstin lleva ocupando a Oliver desde hace tiempo. La guerra en Ucrania evidencia el papel de mayordomo que, según el investigador, hace Reino Unido con los oligarcas.
«La guerra en Ucrania podría desplazar el dinero ruso hacia Dubai u otros países temporalmente»
«La lista de oligarcas sancionados significa muy poco y veremos cuánto dura, al mismo tiempo que mandaremos armas a Ucrania porque las dualidades son a menudo lo nuestro», prosigue el autor. En su libro cita el caso de Dmitry Firtash, quien compró en 2014 al Ministerio de Defensa la estación de Metro cerrada Brompton Road, en el lujoso barrio londinense de Knightbridge, por 53 millones de libras. ¿Para qué quiere el oligarca una estación de metro no reconvertible en nada? Firtash está en Viena huyendo de la extradición solicitada por Estados Unidos por cargos de chantaje y crimen organizado. No está en la lista de los sancionados en Reino Unido. «La incautación de yates y mansiones o las hijas de Putin en una lista generan muchos titulares de medios, pero ya veremos cómo acabará. Aquí el Gobierno es muy contundente con las palabras, pero menos con los actos», añade Oliver.
«La guerra en Ucrania podría desplazar el dinero ruso hacia Dubai u otros países temporalmente; sin embargo, nos queda el chino y otros que permanecen porque el sistema continúa igual. Para cambiarlo habría que reformar el registro mercantil, la legislación sobre crímenes financieros, agilizar el sistema judicial, abolir los visados de oro que surgieron de EEUU y Canadá, controlar los grandes movimientos de capitales, cerrar los paraísos fiscales. La lista sería tan grande que la City diría lo de siempre: Si no lo hacemos nosotros, lo harán otros. Así que nos quedamos como estamos», apostilla Oliver con tono repetitivo y acertado.