Tanto el Bundesbank como el Deutsche Bank e institutos de investigación germanos como el Ifo o el ZEW anticipan la contracción del PIB de la locomotora europea, excesivamente expuesta a la dependencia energética rusa y que podría precipitar este otoño al resto de la Eurozona a los números rojos.
La tormenta perfecta que presagiaban no pocos economistas sobre la mayor potencia europea podría haber tocado territorio alemán ya a mediados de agosto y descargado parte de su fuerza contractiva desde el inicio del mes de septiembre. Sin esperar al otoño, instante en el que daban por descontado el ingreso del PIB germano en números rojos la mayoría de las predicciones del mercado, hasta casi forjar un consenso unánime. El detonante del descenso brusco de actividad en la locomotora europea se produjo en julio, con la primera interrupción del flujo de gas ruso a través del Nord Stream I; seis meses después de que el Gobierno de Berlín hiciera lo propio sin esperar siquiera a su inauguración, con su tubería hermana, el Nord Stream II en la primera de las medidas unilaterales del gabinete de coalición del canciller Olaf Scholz.
La esperada entrada en contracción del PIB germano –y, presumiblemente, la posterior recesión técnica y oficial, de confirmarse un segundo periodo trimestral en el último tramo del año– entre julio y septiembre tendrá efectos colaterales sobre Europa y en una economía, la alemana que lleva veinte años, desde sus números rojos derivados de la crisis de las puntocom, en 2003, sin recesos en su dinamismo. Pero, ¿qué repercusiones tendría este final del ciclo de negocios post-covid en la gran potencia europea? ¿y en el club comunitario y la zona del euro? Esta breve guía ayuda a entender que el otoño y el invierno que se avecinan en el Viejo Continente generarán una serie de cumbres borrascosas que empeorará la climatología económica de la UE.
1.- El FMI, el primero en dar la voz de alarma
Aunque el PIB alemán sorteó in extremis los datos negativos en el segundo trimestre, con apenas un alza de una décima y una evolución interanual del 1,7%, la institución multilateral por excelencia señalaba al motor económico europeo como uno de los focos de la crisis energética de este otoño por los cortacircuitos en el suministro del gas siberiano procedentes del Kremlin y las interferencias surgidas desde Berlín para abordar de urgencia su excesiva dependencia energética de Rusia. En un working paper con estatus oficial, el fondo avanzaba ya en julio que una interrupción drástica del flujo de gas ruso restaría más de seis puntos al PIB de Hungría y retrocesos superiores al 5% a las de Eslovaquia, República Checa e Italia. A Alemania le augura un receso del 2,8%.
Las compras energéticas de la UE procedentes de Rusia rebasaron en 2021 los 108.000 millones de euros, cifra ostensiblemente por debajo de los 173.000 millones que se registraron en 2012, año en el que la diplomacia energética de Putin se instaló en todo su esplendor en las relaciones con el club comunitario. El gas natural supone algo más del 27% del mix energético alemán, que antes de la guerra de Ucrania, importaba, en algo más de la mitad, un 55%, de Rusia. Desde que en febrero se iniciara la contienda bélica, Berlín ha diversificado sus compras. En gran medida, ha elevado sus partidas del exterior de Noruega y Países Bajos y amoldado sus infraestructuras para recibir gas licuado de EEUU y Qatar. A finales de junio, el gas ruso suponía algo menos de la tercera parte de su rúbrica importadora total.
2.- El Bundesbank confirma las vacas flacas
En el ecuador del verano era el Bundesbank el que se unía a los malos augurios. «Las probabilidades de una recesión en Alemania son cada vez más elevadas, al igual que las opciones de que la inflación evolucione por encima de los dobles dígitos este próximo otoño». La autoridad regulatoria germana argumentaba su teoría por «la excesiva dependencia de la industria al gas ruso» y su situación de elevada vulnerabilidad en Europa ante «cualquier acto de corte en el suministro» que redundará irremediablemente en un «descenso de la actividad durante los meses de otoño e invierno». En opinión de sus analistas, esta espiral de precios con parón del dinamismo «se trasladará a la capacidad adquisitiva de los hogares y a las perspectivas inversoras de las compañías», deteriorando la demanda interna.
Según sus cálculos, la crisis gasística resulta especialmente acuciante para las calefacciones de las viviendas y en el gasto energético de la industria; en ambos casos, supone alrededor del 37% de sus facturas de consumo.
3.- Los grandes bancos proclaman números rojos
Christian Sewing, CEO del Deutsche Bank avanzaba en los primeros días de septiembre que la pinza de la inflación y el shock energético estaban siendo los auténticos combustibles que empujaban al PIB germano a la recesión. «Creemos que será inevitable eludir la contracción económica», aunque matizaba de inmediato su confianza en la «capacidad de resiliencia» del sistema productivo alemán, así como en «la rápida y decisiva» maniobra del BCE para contener la escalada de precios, apenas un día antes de la subida del 0,75% decretada por la autoridad monetaria europea que dejaba los tipos de interés en el 1,25%. Su homólogo en UniCredit, Andrea Orcel, también dijo apreciar «la sombra de la recesión» y suscribía el diagnóstico de Sewing tras el mensaje de Gazprom de que suspendía indefinidamente las ventas de gas a Alemania hasta que Occidente entierre las sanciones económicas contra el Kremlin.
Los 65.000 millones de euros que Berlín desplegó en ayudas van a ser insuficientes, según Carsten Brzeski, de ING
Un asunto crucial sobre el que Sewing no descartó que fuera una «potencial fuente de conflictos sociales», y que también preocupa al economista jefe de Commerzbank AG, Joerg Kraemer, para quien, además, se abre un escenario complejo, pese a las ayudas desplegadas por el Gobierno de Scholz, que acaba de inyectar otros 65.000 millones de euros a paliar los recibos energéticos de hogares y empresas, con lo que el montante total de sus estímulos se aproxima a los 100.000 millones de euros y que se unen a los 300.000 millones con los que amortiguaron los efectos de la gran pandemia. «Este tercer plan financiero cambiará poco el panorama económico y, desde luego, no podrá sortear la recesión a la que se encamina el PIB este otoño», admitía Kraemer. Al igual que la interpretación de su colega en ING, Carsten Brzeski, para quien la reacción de Berlín tendrá un efecto demasiado a corto plazo, sin que sirva de paracaídas que amortigüe la entrada en contracción.
4.- El ahorro de energía como la gran aportación a la crisis
«Las empresas deben recortar sus consumos energéticos» y contribuir así no sólo a la estabilidad de sus finanzas, sino a que el país salga cuanto antes de su transición hacia la neutralidad energética con menor dependencia de los flujos de gas rusos. «Alemania ha empezado a ser más pobre y así seguirá siendo mientras no reduzca sustancialmente sus actuales cuotas como importador neto de energía. Las firmas privadas deberán producir menos para atender unas facturas energéticas cada vez más caras lo que las llevará a reducir sus cuentas de resultados». Así explicaba Kraemer el crudo otoño al que se enfrenta Alemania y con cuya radiografía coincide el IMK, el instituto de investigación afiliado a los sindicatos germanos, que ven en esta ralentización productiva industrial y empresarial uno de los detonantes de la «drástica caída del consumo en los próximos meses«. Otra disrupción en las cadenas de valor «precipitará la recesión», incluso antes del otoño, apunta el director del IMK Sebastian Dullien.
5.- Industria, comercio exterior y demanda al filo del abismo
Si Alemania entra en una recesión, su sector privado registrará pérdida de beneficios en el mercado e impulsará la salida al exterior de líneas de negocios y compañías. Es el temor fundado de los sindicatos, después de que se consumara el quinto mes consecutivo de descensos de pedidos industriales en los centros fabriles alemanes. En junio, último mes contabilizado, que cerraba el segundo trimestre, cayeron otras cuatro décimas en relación a mayo y se sellaba una caída del 5,6% en términos interanuales que revela el nuevo cuello de botella productivo de las empresas. «Es la señal más contundente de que Alemania no podrá eludir la recesión técnica», explica Andreas Scheuerle, analista en el banco de inversión DekaBank; presumiblemente –aclara– entre el último trimestre de este año y el segundo de 2023, aunque sin descartar que inicie su andadura negativa este otoño.
Una tesis que también empieza a vislumbrar la Nuremberg Society for Consumer Research (GfK), cuyos datos analíticos apuntan a una disminución de las compras de los hogares desde finales de julio, como consecuencia del encarecimiento de la cesta de la compra y de la factura eléctrica. Sus expertos, además, consideran que la intensidad de las subidas de tipos por parte de la Fed y, con posterioridad, del BCE han retrasado las decisiones de gasto de las familias y de inversión de las compañías. A la espera de las medidas que tomarán para racionar el consumo energético durante el invierno.
Scheuerle insiste en que el clima empresarial se ha ensombrecido, tiene menos confianza en la economía y las perspectivas de dinamismo; en especial, en sus firmas exportadoras, que vienen de soportar confinamientos sociales, tensiones logísticas y cuellos de botella comerciales y en sus cadenas productivas desde la epidemia.
6.- El gas paraliza la confianza empresarial
Es lo que traslada el índice del Instituto Ifo de agosto que resalta las dificultades en otoño y la pérdida de expectativas de inversión. Psicológicamente -dice el estudio- la guerra abierta por la gestión del gas ha desplazado contratos de futuros y ha descolocado las estrategias corporativas. La seguridad de abastecimiento y de gasto energético establecida en los dos últimos ejercicios de cambios fulgurantes por los efectos de la covid-19 se han esfumado de un plumazo.
La intensidad de las subidas de tipos de la Fed y el BCE han retrasado las decisiones de gasto de familias y empresas
Otro centro de investigación de prestigio, el ZEW, desvela el mayor pesimismo sobre Alemania entre el sector privado y las familias de la historia económica reciente; incluso más que durante la crisis de la deuda europea de hace un decenio. Las expectativas de inversión de su indicador se sitúan en el nivel más bajo desde 2011 por la gran incertidumbre a la que se enfrenta el país por la interrupción del gas ruso tras el corte de suministro del Nord Stream I.
7.- Traslado del deterioro económico al área del euro.
Palabra de S&P Global, desde donde se hace hincapié en el parón industrial en ya numerosas comarcas y regiones de la zona monetaria europea por la incertidumbre en el flujo de energía entre los consumidores, hogares y empresas, en un momento en el que el acceso a financiación y al mercado de capitales se ha encarecido y vuelto más complejo por las subidas de tipos de interés y en el que la consolidación fiscal en la zona del euro empieza a cobrar sentido a medio plazo.
La factura energética de la industria alemana ha superado en un 600% los costes previos al otoño pasado, cuando el Kremlin empezó a recortar la espita del gas a la UE; la escalada de más calibre desde que se contabiliza la inflación en este sector, hace 73 años. En 2019, las firmas industriales germanas adquirieron de Rusia el 71% de su demanda energética.
8.- ¿Habrá recesión en Europa?
La prolongación del cierre del Nord Stream I más allá de la fecha prevista para su reanudación tras los trabajos técnicos de reacondicionamiento declarados por Moscú al inicio del verano, la del 3 de septiembre, ha encendido las alarmas de recesión en toda Europa, sumida en una notable confusión por las perspectivas de contracción del PIB germano en algún momento de los últimos cuatro meses del año, admiten en The Economist. Además de por asuntos de suma gravedad como la nacionalización plena de Uniper, la gran distribuidora de gas alemana a la que Berlín no ha podido salvar de la quiebra pese a los desembolsos de más de 12.500 millones de euros desde el inicio de la contienda bélica en Ucrania. O por los 290 euros de coste del Megavatio/Hora para los contratos de entrega en el último trimestre del año frente a los 30 euros que se pagaba por cada unidad de gas antes de la covid-19. O los 1.200 euros por MW/h de electricidad diaria que va a desembolsar Alemania, lejos de los 60 de 2019.
La economía europea y, más en particular, la del euro, mantiene mercados laborales todavía activos, sin que las firmas industriales hayan tenido que realizar parones completos. Pero desde el comienzo del verano la confianza de los consumidores se ha reducido casi a igual velocidad que se ha desbocado la inflación. Sin una adecuación comparable de subidas salariales. En gran medida, como apunta Michael Hünter, del Instituto Económico Germano, porque mantienen los pedidos abiertos de 2021. Pero Europa también está al borde del abismo.
Y podría caer cuando los nuevos contratos de suministro industrial o de servicios empresariales dejen de tirar de los stocks acumulados de materiales, aún a expensas de una reanudación más intensa del tráfico de mercancías, y de los acuerdos energéticos en vigor. Con los índices de capacidad de compra de la industria en las cuatro mayores economías del euro y en naciones como Polonia, ajena a la divisa europea, se aproximan o han penetrado ya en territorio negativo; por debajo de 50 puntos el punto que delimita la actividad de la contracción, según el índice de S&P Global de septiembre.
En JP Morgan Chase anticipan un receso interanual entre octubre y diciembre en Francia y Alemania del 2,5%, y del 3% para Italia, el mercado más susceptible de tensiones en la prima de riesgo, con España como el único socio monetario con pulso dinámico en el tránsito hacia 2023. «Los gobiernos deben reanudar su escudo social para abordar el largo y duro invierno», aseguran en The Economist.