El petróleo que ayudaría a la reconstrucción de Siria sigue siendo robado. La «guerra contra el terrorismo» rinde dividendos al ejército estadounidense y a los kurdos de Irak
En su discurso en la reciente sesión anual de la Asamblea General de la ONU, Biden se refirió, entre otras cosas, a la violación de la integridad territorial de Ucrania por parte de Rusia. En la sede de la ONU, el presidente estadounidense denunció enérgicamente el comportamiento del Kremlin, supuestamente contrario al derecho internacional.
Sin embargo, en Siria, EEUU sigue ocupando sin ninguna base legal, y haciendo caso omiso de los medios de comunicación oficiales, una parte importante del territorio que alberga la mayor parte de los recursos alimentarios y energéticos del país de Oriente Medio. Nuevas pruebas sobre las actividades de EEUU en esta zona en colaboración con los kurdos iraquíes y sirios fueron objeto de una reciente exclusiva de la publicación online independiente The Cradle.
Oficialmente, los cerca de 900 militares estadounidenses estacionados en el noreste de Siria como parte de la llamada «coalición internacional» están defendiendo una zona principalmente rica en petróleo de la amenaza de lo que queda del Estado Islámico (ISIS).
La presencia estadounidense se remonta a 2015 y, por si fuera necesario recordarlo, nunca fue solicitada por la autoridad legítima del territorio ocupado -el gobierno sirio- ni, por lo demás, obtuvo ratificación alguna mediante un mandato específico del Congreso en Washington.
Aunque la guerra contra el ISIS era la misión oficial del contingente militar enviado a Siria, el verdadero propósito de las fuerzas estadounidenses era más bien la continuación de la campaña de cambio de régimen en Damasco y el intento de obstaculizar la consolidación de las fuerzas de la «Resistencia» en Siria, empezando por Irán y Hezbolá. En este contexto, no es de extrañar que EEUU haya bombardeado en más de una ocasión tanto objetivos militares sirios como fuerzas de otros países que apoyan al gobierno de Assad.
Con la llegada de Trump a la Casa Blanca, se intensificó otra actividad que realiza el contingente de ocupación estadounidense: el robo descarado de los recursos del subsuelo de Siria, en gran parte el petróleo. Damasco sigue denunciando este estado de cosas y recientemente estimó que en los primeros meses de 2022, los militares estadounidenses y las milicias kurdas robaron de Siria y contrabandearon una media de 66.000 barriles de crudo al día, lo que supone más del 83% de la producción diaria de un país que sigue asolado por una gravísima crisis económica.
Sólo en los últimos diez días de septiembre, según reveló el Ministerio de Petróleo sirio, los militares estadounidenses sacaron del país más de 100 camiones cisterna cargados de crudo robado. Desde el inicio de la guerra en 2011, la pérdida de ingresos estimada para Siria ha sido de más de 107.000 millones de dólares.
La investigación de The Cradle mencionada al principio se realizó en Irak y se basa principalmente en fuentes militares y de la policía de fronteras iraquíes. EEUU tiene una presencia militar a ambos lados de la frontera entre Irak y Siria, que a lo largo de cientos de kilómetros queda fuera del control de los respectivos gobiernos. Al menos tres pasos fronterizos se han convertido en el cruce principal de las rutas de contrabando de petróleo sirio hacia la región autónoma del Kurdistán iraquí con la participación directa y decisiva del ejército estadounidense.
El reportero de The Cradle explica cómo los drones estadounidenses patrullan los cielos de la región «regularmente», mientras que la seguridad de los convoyes es contratada por el ejército estadounidense a empresas privadas. Los empleados de estas últimas, «que viajan en vehículos 4×4 con cobertura aérea estadounidense, son responsables de la seguridad del transporte de petróleo sirio a territorio iraquí», aunque su trabajo debería ser «exclusivamente el transporte de equipos logísticos para la coalición internacional» estacionada tanto en Siria como en Irak.
El crudo sirio llega a la base kurda de al-Harir, en la capital del Kurdistán iraquí, Erbil, a disposición de la compañía petrolera kurda KAR Group, propiedad del jeque Baz Karim Barzanji, muy cercano a la familia del número uno del Partido Democrático del Kurdistán (PDK), Massoud Barzani. Este último goza de excelentes relaciones con los gobiernos de Turquía y Emiratos Árabes Unidos, así como con las llamadas Fuerzas Democráticas Sirias, es decir, la milicia kurda que colabora con las fuerzas de ocupación estadounidenses en la represión a la población siria y en el contrabando de petróleo perteneciente a Siria.
El destino final del crudo es objeto de debate, pero es probable que beneficie a Turquía e Israel, entre otros. Una prueba de ello podría ser el bombardeo iraní, el pasado mes de marzo, de la casa del jeque Baz Karim Barzanji, según un político kurdo también entrevistado por The Cradle, debido a la venta de petróleo y gas sirio por parte de su empresa a Israel.
Los testigos iraquíes de la actividad de contrabando kurdo-estadounidense afirman que en cada convoy hay entre 70 y 100 camiones cargados de petróleo sirio. La ruta recorrida bajo la protección de EEUU comienza en la región de al-Jazira, luego se detiene en la base estadounidense de al-Hasakah y parte hacia Irak. Tras cruzar la frontera, fuera del control del gobierno central, el petróleo saqueado se transfiere a otros vehículos en la ya mencionada base kurda de al-Harir. Desde aquí llega finalmente a la base militar estadounidense de Ain al-Assad, en la provincia iraquí de Anbar, o a la base de la provincia de Halabja.
The Cradle explica que el paso del crudo a manos del ejército estadounidense sólo se produce tras la aprobación por una oficina especial del gobierno iraquí, que, sin embargo, sólo se ocupa de los suministros logísticos destinados a la «coalición internacional» anti ISIS. El gobierno de Bagdad, afirma el sitio web libanés, «probablemente desconoce por completo estas repetidas violaciones de su soberanía e integridad territorial», pero no tiene prácticamente nada que ver con las actividades de contrabando dirigidas por los estadounidenses.
Es también a la luz de este sistema construido por Washington bajo el pretexto de la guerra contra el «terrorismo» que deben juzgarse las palabras de Biden y del Secretario de Estado, Anthony Blinken, en sus recientes apariciones en las Naciones Unidas. El citado discurso del presidente de EEUU ante la Asamblea General pedía, en referencia a Rusia, no permitir «la ocupación de un territorio [de un país soberano] por la fuerza». Por su parte, Blinken se dirigió al Consejo de Seguridad asegurando que «el apoyo internacional a la soberanía y la integridad territorial de Ucrania consiste en la protección de un orden internacional en el que ninguna nación tiene el poder de redibujar las fronteras de otra por la fuerza». Siempre que esta nación no sea EEUU o Israel.
Por lo tanto, en total ilegalidad, tanto según el derecho internacional como según el derecho estadounidense, el ejército de EEUU no sólo sigue ocupando una parte del territorio de un país soberano, sino que se asegura de saquear sus recursos y beneficiarse de ellos. Durante un corto periodo de tiempo tras su entrada en la Casa Blanca, Trump había intentado retirar el contingente estadounidense de Siria, pero fue inmediatamente frenado por la cúpula militar, la inteligencia y la presión de los círculos neocon.
Por lo tanto, hoy en día no se vislumbra ningún tipo de desvinculación. Por el contrario, las noticias recientes indican incluso un fortalecimiento de la presencia militar estadounidense en este país.
De hecho, hace unos días, fuentes locales constataron la llegada a la base estadounidense situada en la provincia siria de al-Hasakah de nuevas armas y equipos procedentes de Irak. El convoy con los nuevos suministros estaba formado por 33 vehículos pesados y al menos un avión de carga que aterrizó en territorio sirio el 26 de septiembre.
altrenotizie / elviejotopo.com
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