El papa Benedicto XVI será juzgado por un posible encubrimiento de abusos sexuales

Ratzinger, a sus 95 años, acepta testificar en el juicio que en el que es acusado de haber amparado a un cura pederasta cuando era arzobispo de Múnich, y se convertiría en el primer pontífice en sentarse en el banquillo por su potencial responsabilidad en los abusos de la Iglesia

Benedicto XVI reacciona a la acusación de encubrir a pederastas: “Expreso a las víctimas mi profunda vergüenza”

El papa emérito Benedicto XVI, en una imagen de archivo. EFE/Ettore FerrariEl papa emérito Benedicto XVI, en una imagen de archivo. EFE/Ettore Ferrari

¿Encubrió Benedicto XVI a un cura pederasta cuando era arzobispo de Múnich? La polémica estalló en 2016 a raíz de las acusaciones de abusos contra el sacerdote Peter Hullermann, trasladado a la diócesis pastoreada por Ratzinger tras ser encontrado culpable de abusos en Essen. Ahora ha llegado a los tribunales, que tratarán de dilucidar si el Papa emérito aceptó la llegada del cura sabiendo las razones de su traslado, y determinará las posibles consecuencias civiles y penales de su posible encubrimiento. Ratzinger, de 95 años, en ningún caso podría entrar en prisión.

Benedicto XVI encubrió abusos cuando era arzobispo, según medios alemanes

Benedicto XVI encubrió abusos cuando era arzobispo, según medios alemanes

La causa ha tomado esta semana un nuevo brío, después de que el propio Ratzinger haya aceptado testificar en el juicio abierto por un tribunal del sur de Alemania, que investiga los abusos sufridos por un hombre de Baviera, que ahora tiene 58 años, pero que era menor entre 1977 y 1982, a manos del sacerdote Peter Hullermann. Hullerman fue posteriormente trasladado, con el consentimiento de Ratzinger, a la diócesis de Múnich.

En un primer momento, el Papa emérito aseguró, a través de su secretario personal, Georg Gänswein, que desconocía el caso. Pero más tarde Ratzinger tuvo que admitir que, por “error”, había omitido su presencia en una reunión en la que se abordó el caso de Hullermann, y se decidió admitirlo en la diócesis, pese a conocerse las acusaciones en su contra.

Esta es, precisamente, la raíz de las acusaciones de encubrimiento y omisión, contra Ratzinger y su sucesor, el cardenal Friedrich Wetter. “Este error, que desgraciadamente se ha producido, no ha sido intencionado y espero que sea disculpable. Ya he dispuesto que el arzobispo Gänswein lo comunique en su declaración de prensa del 24 de enero de 2022. Esto no quita en absoluto el cuidado y la dedicación que era y es un imperativo evidente para esos amigos”, apuntó en su día el Papa emérito, admitiendo que estuvo en una reunión con un sacerdote acusado de abusos sexuales cuando era cardenal de Múnich.

Ratzinger se ha mostrado en los últimos días junto al cardenal Müller, el representante del sector más crítico con Francisco, que ha centrado su política en buscar más transparencia en los casos de abusos sexuales dentro de la Iglesia. Müller estuvo de visita hace muy poco en Madrid con la excusa del cumpleaños de Benedicto XVI en un acto impulsado por el movimiento ultraconservador de la Iglesia española.

El abusador volvió a reincidir

Sin embargo, tanto Ratzinger como la Santa Sede niegan que el Papa emérito hubiera conocido las razones de la petición de traslado del cura pederasta. “Los documentos muestran que en la reunión en cuestión no se trató el hecho de que el sacerdote hubiera cometido abusos sexuales. Se trataba exclusivamente del alojamiento del joven sacerdote en Múnich, porque tenía que hacer terapia allí. Esta petición fue atendida. El motivo de la terapia no se mencionó durante la reunión”, señala en un documento Roma, en una explicación que conocedores de la administración vaticana consideran difícilmente creíble.

De hecho, en la denuncia presentada ante los tribunales figura un informe sobre el sacerdote, que demostraría que las autoridades religiosas, en lugar de entregarlo a la justicia decidieron trasladar al religioso a otros lugares, manteniéndolo en activo hasta 2010, año en que se le retiró del ministerio y se le recluyó en un monasterio en Essen. Durante ese tiempo, Hullermann volvió a reincidir, siendo tapado de nuevo por los sucesores de Benedicto XVI.

La decisión del Papa emérito de testificar abre el camino para poder abrir un juicio oral. Si Ratzinger, de 95 años, no hubiera dado este paso, se le habría declarado en rebeldía, pero el tribunal habría desestimado las acusaciones contra él, lo que ha sido valorado por el tribunal, y por el abogado del demandante, Andreas Schulz, quien en una declaración pública afirmó que “si la Iglesia católica y los demandados –excepto el notorio reincidente– se atienen a lo que todos los actores eclesiásticos constantemente declaran de forma pública, es decir, a su obligación cristiana y al reconocimiento de las faltas cometidas, la demanda tendrá éxito”. De momento, y aunque todavía no hay fecha para la vista –se calcula que no ocurrirá por lo menos hasta finales de enero– todo parece indicar que un Papa (aunque sea emérito) se sentará en el banquillo para afrontar su responsabilidad en un caso de abusos sexuales a menores.

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