La comunidad está perdiendo el tren de la convergencia con Europa mientras persiste la desigualdad. De los 20 municipios del país con menor renta, dieciséis están en la Comunidad.
La desigualdad y la exclusión siguen siendo los grandes problemas de Andalucía cuatro años después de que Juanma Moreno con sus aliados de Ciudadanos y Vox comenzaran a aplicar su recetario, de corte liberal, en Andalucía: bajos impuestos, más bajos para las rentas más altas, barra libre a la construcción, sin atención real a la industralización de la Comunidad –Moreno se lavó las manos en público en la crisis de Airbus–, impulso al precarizado sector del turismo y puertas abiertas a la transferencia del presupuesto para los centros de salud y colegios públicos a las empresas que trabajan en el sector, buena parte de ellas de ideario católico.
En estos años pandémicos, la convergencia de la Comunidad con otras zonas de España y Europa en términos de PIB, el gran objetivo de la autonomía, inalcanzable durante los años socialistas, sigue lejos. Los datos del INE y de Eurostat revelan que la Comunidad está, al mismo tiempo que el resto del país, perdiendo el tren de la convergencia con Europa.
Si en el año 2000, el PIB por habitante en Andalucía era de 11.856 euros, el 74,2% respecto al del país y el 64,5% de la media de la UE a 27 –y diez años después, en 2010, los indicadores habían mejorado ligeramente y se ubicaban en el 75,7% de la media española y del 70% de la europea– en 2020, en plena pandemia los datos revelan que hay mucho camino aún que andar y que el recorrido de Andalucía se parece al de Sísifo, condenado a subir una y otra vez la misma roca cuesta arriba: en términos absolutos, el PIB por habitante en España –23.693 euros– y Andalucía –17.747 euros– se había estancado mientras crecía en la UE. Al cierre del año 2020, el PIB por habitante en Andalucía supone el 74,9% respecto a la media española, pero el 59,3% en comparación con la UE. Es decir, Andalucía ocupa hoy una peor situación relativa que hace 20 años.
La reciente publicación por el INE del estudio Indicadores Urbanos ha arrojado a la cara de los gestores públicos la realidad de la Comunidad –algunos de ellos instalados en la propaganda– que tiene una economía dependiente, «subalterna», en palabras del catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla, Manuel Delgado Cabeza. «Como la experiencia nos confirma, el remedio del crecimiento no funciona, porque el diagnóstico del atraso es erróneo, y así Andalucía ha conocido períodos de un fuerte crecimiento económico al final de los cuales no sólo no se sale del hoyo, sino que se profundiza más en él. No somos una economía atrasada, somos una realidad subalterna», escribe el profesor en Portal de Andalucía, en un artículo titulado claves para entender la realidad andaluza.
De las 20 localidades de más de 20.000 habitantes con menor renta per cápita, 16 están en Andalucía –las siete primeras están en la Comunidad–. De los diez barrios con menor renta, siete están en Andalucía, –cinco en Sevilla capital–. De las diez ciudades con mayor tasa de paro, ocho están en Andalucía. De las diez con menor esperanza de vida al nacer seis están en Andalucía.
Los datos no mejoran los aportados por este mismo indicador en 2018. Por el contrario, la receta liberal –esbozada ya antes por algunos Gobiernos del PSOE– de las derechas profundiza en este estado de cosas –o al menos no las modifica–, si se atiende a los datos y de tasa de paro. Así, según la EPA, el desempleo, que alcanzó su pico –por encima del 30%– en los años posteriores a la crisis financiera que arrasó con el precario tejido productivo andaluz, se ha situado ya por debajo del 20% en Andalucía, una barrera que no superaba desde el año 2008, antes del terremoto causado por Lehman. Ese año –2008– el diferencial en la tasa de paro entre Andalucía y España era de 5,18 puntos –14,78 por 9,60– y ahora es de 5,78 –19,43 por 13,65–. En resumen, la economía andaluza acompaña –con peores bases– en su evolución a la española, a la que está sujeta por férreas cadenas.
Extractivismo
Así lo expresa Delgado: «Nuestro papel sigue siendo el mismo que cuando éramos la Bética romana: abastecer de materias primas a las metrópolis. Hoy este papel se traduce en actividades como la agricultura intensiva, el turismo de masas y la minería. […] Una dedicación definida desde su extractivismo: apropiación de «recursos» naturales de forma intensiva y en grandes volúmenes que en su mayoría son exportados como materias primas. Dentro del Estado la andaluza es la economía que más «recursos» naturales pone en juego a cambio de menos dinero, de menos remuneración recibida», añade el catedrático Delgado.
En estos años, la tasa de actividad de las mujeres, que revela si están en búsqueda de empleo tampoco ha variado apenas: solo la mitad de las andaluzas mayores de 16 años están en el mercado de trabajo registradas como población activa, según la última EPA, la misma cifra que a finales de 2018.
El dinamismo empresarial tampoco ofrece datos esperanzadores en estos tiempos marcados por la pandemia en Andalucía. Al revés: se ha destruido tejido empresarial y ha disminuido el capital social de las empresas. A falta de tener los datos de 2021, el INE revela que en Andalucía había 13.654 sociedades a finales de 2020 –2.364 menos que con un capital suscrito de 635,4 millones –76,6 millones menos que en 2018–.
El Gobierno andaluz vende una y otra vez que Andalucía ha alcanzado una cifra récord de autónomos. Sin embargo, el dato que en términos absolutos es cierto, en términos relativos, los que comparan número de autónomos con la población total, Andalucía ocupa uno de los últimos puestos.
Delgado expone esta idea en su artículo: «El crecimiento económico, que en Andalucía llega vinculado a las actividades en las que se especializa su economía […] acentúa su papel de economía extractiva, agrava su función de sirvienta de otras economías. De modo que aquí el crecimiento económico es el camino de la divergencia y no el de la convergencia; es el camino de la separación progresiva del que debiera ser su objetivo prioritario: el mantenimiento y el enriquecimiento de la vida social y natural en Andalucía».