Cuando nacimos, uno de nuestros objetivos fue la defensa del periodismo como herramienta democrática, y durante estos siete años hemos intentado denunciar cualquier práctica que atentara contra las raíces de nuestro oficio
Vanesa Jiménez 19/09/2022
Querida comunidad de amigas y amigos de Contexto:
Cuando hace tres semanas el director de CTXT les contó que dejábamos el Taller que en los últimos años había sido redacción y cabaré de las gentes de Contexto, yo andaba perdida en Sagres, en el extremo más occidental del Algarve. Había llegado unos días antes, por la autovía que parte Portugal en dos, tras un viaje asfixiante que se fue enfriando conforme dejamos Lagos, la última ciudad grande antes del Cabo de San Vicente. Mientras recorría los 30 kilómetros finales y me comía un doce de ovo de los que ponen a bailar las neuronas del placer, recordé la otra vez que había estado allí, en abril de 2015. Y así entré en Sagres: con 13 grados menos, un viento que ya no se iría, y la visión nítida de mi estancia en ese lugar siete años antes.
En aquel fin del mundo, salvaje y hermoso, yo había pasado una semana trabajando para que el cartón piedra que era entonces la web de CTXT se convirtiera en algo más habitable. Tras volver, me vi de nuevo en la terraza del hotel que miraba al puerto, con el portátil entre las manos y Miguel y Mónica al otro lado, y al otro lado también la empresa que habíamos contratado para que terminara el desarrollo de la web. La cosa, como todo aquel primer año, acabó sin acabar: con el trabajo a medio hacer y nosotras más pobres que al comienzo.
Viví el cierre del Taller de CTXT en la distancia portuguesa, con la pena controlada, como ahora intento que sean mis penas, porque las penas siempre son muchas y los años solo acumulan. Y por eso, supongo, mientras leía los comentarios de mis compañeras y compañeros en el grupo de la Redacción sobre cajas y despedidas, pensé en el primer año de la revista. Y en todas las veces que las cosas no salieron bien. Y en todas las decepciones. Pero sobre todo en cuánto nos reímos. Y en que nunca se nos fueron las ganas.
Las vacaciones tienen una cosa maravillosa, el cerebro descansa, se vacía, y una puede elegir en qué pensar. Y yo, mientras gastaba el tiempo sin obligaciones, decidí recuperar todas aquellas veces en las que, pese a todo, acabamos llorando de risa. Porque fueron muchas. En los primeros meses de CTXT cualquier idea/propuesta/consejo para conseguir influencia, publicidad o financiación para la revista parecía una buena idea. O no lo parecía, pero lo intentábamos igual. Se pueden imaginar las hazañas de un grupo de periodistas sin ningún conocimiento en estrategia, empresa, comercial, marketing, publicidad… Aquí van algunos ejemplos.
Nuestra primera preocupación fue dar a conocer la revista. Así que un frío día de febrero de 2015 nos fuimos a la Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense. Queríamos que los estudiantes del oficio supieran que CTXT existía y como gancho llevamos a la periodista Maruja Torres, que aceptó animosa nuestra invitación. Una vez allí comprobamos que los tiempos ya eran otros, y que ni Maruja ni nosotras habíamos provocado ningún interés. Nos fuimos tan contentas como llegamos, no teníamos otra opción, y paramos en un restaurante italiano para comer. Si lo cito aquí es porque al poco de que llegáramos entró Andrés Velencoso. Le miré tan fijamente que me dijo hola un poco asustado. Fue una forma educada de responderme: señora, suélteme el brazo. Gracias a él no olvido aquel día.
La tarde siguió en el Saloncito, que como saben fue nuestra redacción durante mucho tiempo, con un consejo editorial larguísimo, como eran los de entonces. Apenas tuvimos tiempo de lavarnos la cara para acudir al segundo bolo del día, ya de la noche, que consistía en presentar la revista en un sótano muy apañado en el que nos esperaban personas adineradas. Y allí nos plantamos, en cuatro pequeños taburetes blancos que nos habían preparado para la actuación, con el objetivo de contar las virtudes de CTXT. Los ricos sueltos y los ricos en pareja que nos escuchaban nos miraban realmente sorprendidos, pensando en qué estaban haciendo allí y quiénes eran esas personas que les hablaban de prensa comprometida e independencia periodística. Al terminar nos quedamos charlando con el único pobre que había en la sala y nos fuimos convencidas de que ese no era el camino. Acabamos en un bar cercano, comiéndonos una hamburguesa y leyendo un mail del que solo puedo decir “sencilla y duramente”. Aquel día había sido un completo fracaso, pero allí estábamos, riéndonos como niños, felices de intentarlo, convencidas de que se podía.
En aquellos comienzos todavía nos resistíamos a asumir que las vías tradicionales de financiación, mecenas importantes y publicidad a destajo, iban a ser un imposible para la revista, así que contratamos a un pequeño grupo de personas que nos habían recomendado por su condición de mesías. Les ahorraré detalles. Pero de aquella colaboración destaco dos hitos: unos flyers como reclamo para jóvenes que al imprimir quedaron color caca de niño pequeño enfermo y tuvimos que tirar al contenedor del papel y un señor japonés muy pinturero que durante dos horas nos relató con gran detalle sus logros profesionales mientras Mónica y yo –el director andaría pidiendo dinero– nos esforzábamos por contener un ataque de risa. Vino después. De todas las visitas que hemos tenido en nuestra historia aquella, sin duda, fue la más surrealista.
Esto que les he contado es una forma de responder a muchos de vosotras y vosotros, suscriptores de la revista, y a muchos lectores también, que se han preocupado con la carta de Miguel, en la que además del cierre de nuestra redacción les contaba que la previsión de pérdidas este año es de 80.000 euros. Porque desde casi el principio supimos que mantener a flote CTXT ocuparía una gran parte de nuestras energías y que a veces la tarea sería muy difícil. Y lo más importante: no solo lo supimos, también lo aceptamos como requisito de libertad, a pesar de que entonces el modelo de negocio de la revista, la forma en la que nos íbamos a financiar, era una incógnita.
Entre aquel primer año de despachos, visitas, reuniones, presentaciones… que pasamos como pudimos, sin cobrar un duro y dedicando el escaso dinero que entraba a pagar –muy poco– a decenas de generosos colaboradores, y este septiembre de 2022 hay una diferencia sustancial: ustedes. Entonces estábamos solos, ahora nos acompañan varios miles de amigas y amigos de CTXT que hacen (hacéis) el esfuerzo de destinar parte de su dinero a que la revista siga viva. Llevamos ya dos años terribles y este parece empeñado en empobrecernos todavía más. Aun así, las nuevas suscripciones superan un poco a las bajas, que son muchas y comprensibles, y la cuenta es positiva. Vivas de milagro, pero vivas.
Como tampoco es cuestión de desatar el optimismo, debo acabar con una cuña publicitaria. Los que hacemos CTXT pasamos mucho tiempo pensando en cómo mantener el presupuesto en verde, y por eso tenemos ya algunos proyectos en marcha que les iremos contando. Ahora, lo que nos ocupa es la venta del último libro de nuestra editorial: Medios y cloacas. Así conspira el Estado profundo contra la democracia, de Pablo Iglesias. Sé que lo saben. Y me disculpo por la cantidad de correos promocionales que les mandamos. Pero la máxima de que perro no come perro, que es la ley del silencio del periodismo, funciona, y por el momento la repercusión en los medios es prácticamente nula.
El miércoles, mientras presentamos el título en Madrid, yo pensaba que es un libro que me gustaría no haber tenido que publicar, porque apunta contra la línea de flotación de un oficio, que es el mío, que está lleno de fango y eso me indigna. A la vez también pensaba que si no existiera CTXT, nadie –o muy pocos– se hubiese atrevido a publicarlo. Por eso, les animo a que hagan un ejercicio de militancia periodística y compren el libro. Por tres razones. La primera, porque es una forma de ayudar a CTXT. Si las ventas van bien, parte del agujero en las cuentas con el que nos acercamos a final de año se cerrará. La segunda, porque el libro compone un relato interesante e importante sobre una de las cloacas mediáticas de este país. Y la tercera, que entronca con una de las luchas de la revista: el periodismo como servicio público. Comprar este libro también es decir no al periodismo que miente y manipula, que no es periodismo, sino negocio y poder.
Cuando nacimos, uno de nuestros objetivos fue la defensa del periodismo como herramienta democrática, y durante estos siete años largos hemos intentado denunciar cualquier práctica que atentara contra las raíces de nuestro oficio. Nos sentimos orgullosas de existir también para eso. Y seguiremos empeñadas en seguir existiendo.
Gracias siempre por vuestro apoyo y ¡larga vida a CTXT!