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Categoría: Arqueologia
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En SEVILLA las 3000 viviendas, en Granada almanjáyar norte, En la cañada……… La luz brilla por su ausencia.
EL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS.? Explicación, de la verdad oculta?
El Congreso de los Diputados.
En la zona “oscura” de Granada, oficialmente zona con necesidad de transformación social, sus vecinos luchan a la vez contra la pobreza y contra el estigma de la marginalidad.
Acabar con la leyenda negra de Almanjáyar
Está a solo tres kilómetros del centro de Granada, pero de nada sirve buscarlo en los mapas que regalan en los hoteles. Tan cerca y, al tiempo, tan lejos de los bares de tapas y los paseos turísticos por las callejuelas del Albayzín respira el barrio de Almanjáyar, uno de los más degradados de Andalucía. Para los visitantes no existe y para los locales es sinónimo de droga y marginalidad, de reyertas con armas de fuego e invernaderos clandestinos de marihuana. Para ellos, para las 5.000 personas que resisten en “el polígono”, es una seña de identidad, pero también una condena.
“Tú vas por el centro y dices que eres de Almanjáyar y ya te miran distinto”.
“Hay gente que me pregunta cómo me atrevo a vivir aquí”.
“Un día me dijeron: ¿eres de Almanjáyar? Entonces eres muy chungo”.
El coro lo forman Jesús, Ainara y Emmanuel. Tienen entre 16 y 19 años. Los tres se han criado en esta zona al norte de Granada y saben bien lo que eso implica. Los escasos kilómetros que les separan del centro pueden marcar la diferencia en algo tan básico como conseguir un empleo. “Tú vas a un trabajo y dices que eres de aquí y no te cogen, eso seguro”, afirma Jesús con toda naturalidad. Cierra la frase con un resoplido que, sin palabras, viene a decir “es lo que hay”. Es la consecuencia de un estigma que se sigue heredando de padres a hijos.
LA ‘ZONA OSCURA’ DE GRANADa
El polígono de Almanjáyar, tal y como se conoce hoy, comenzó acforjarse a finales de los años 60. Hasta aquí llegaron cerca de tres mil familias, después de que fuertes inundaciones obligaran a desalojar las cuevas del Sacromonte. Con el tiempo, este barrio, junto con La Paz y Cartuja —todas ellas componen el Distrito Norte de Granada—, se convirtió en zona de vivienda protegida. Entre los años 60 y 90 se construyeron cerca de 5.000 VPO para familias con escasos recursos; muchas de ellas, gitanas. Sin embargo, la dejadez y falta de inversión pública les sumió en el abandono y dieron rienda suelta a la reventa ilegal de muchos de los pisos y a la ocupación de otros tantos para la plantación ilegal de cannabis. Hoy es una de las zonas con la renta más baja de toda la ciudad y los índices de desempleo superan el 60%.
“Es la zona oscura de Granada. Somos conscientes de que en Google solo se dicen cosas malas de nosotros”, reconoce Eli, otra de las jóvenes del barrio. Lo cierto es que las últimas noticias sobre Almanjáyar y el Distrito Norte les relacionan directamente con las páginas de sucesos. Por un lado, a raíz de la muerte de cuatro personas en los últimos meses por arma de fuego. De otro lado están los continuos cortes de electricidad que los vecinos sufren desde hace dos años por los enganches ilegales a la corriente. La compañía de electricidad culpa a los cultivadores de marihuana y calcula que podría haber unas mil plantaciones en pisos del distrito. Con estos precedentes, es habitual que los titulares les describan como el polígono industrial de la droga en Andalucía, alimentando aún más la leyenda negra de Almanjáyar.
“Es muy difícil luchar contra el estigma. Por eso mi misión es equilibrar, ser altavoz de las pequeñas cosas buenas del barrio”. Habla Juan Carlos Carrión, párroco de la zona y fundador de la Asociación Almanjáyar en Familia (ALFA). Hace trece años decidió robarle espacio a la pequeña Parroquia de Jesús Obrero para instalar pizarras y pupitres. Su intención entonces era ofrecer clases de refuerzo y actividades de ocio a niños y adolescentes. Hoy va más allá, quiere ayudarles a romper con esas etiquetas heredadas. “Es cierto que aquí nos encontramos con realidades muy duras, pero cualquiera de estas personas puede convertirse en un referente positivo para el barrio”.
“Es la zona oscura de Granada. Somos conscientes de que en Google solo se dicen cosas malas de nosotros”
EDUCANDO A FUTUROS LÍDERES
Eli es uno de esos referentes. Tiene 25 años, pero lleva desde los 7 viniendo a la parroquia. “Con 18 años perdí a mi madre y tampoco tenía padre, así que me quedé sola. Por eso hoy mi barrio es quien más cariño me da”. Ahora ella es una de las monitoras que ayudan a Juan Carlos a bregar con los cerca de sesenta niños que cada tarde acuden a la parroquia. Al mismo tiempo, se prepara para presentarse a las pruebas de acceso a la universidad para mayores de 25 años. Quiere estudiar Ciencias del Deporte y eso, en un barrio donde el 30% de los adultos no tiene graduado escolar, la convierte en un modelo a seguir. “A veces la gente se sorprende de que una persona de aquí tenga modales, que sepa estar, que tenga objetivos. Por eso, me gusta que los niños me vean como un referente, que vean que alguien del barrio no se ha estancado”.
Almanjáyar fue desde sus inicios una de las zonas de Granada con mayores tasas de analfabetismo. De hecho, no se construyeron las primeras escuelas hasta 1989. Hoy, el absentismo escolar sigue siendo uno de los principales problemas de este barrio, de edad muy joven —el 20% de la población tiene entre 0 y 12 años—. Según Juan Carlos Carrión, alrededor de 90 niños de Almanjáyar requieren hoy de acompañamiento escolar. “Pero seguramente habrá más que no vayan al colegio, se les ve por las calles”, apostilla.
En su asociación tratan de corregirlo cada tarde. “Les enseñamos que el camino del estudio es el positivo. Que aunque no es fácil, nos permitirá ser lo que queramos ser”, explica Carmen, una de las educadoras. Los niños se dividen en cuatro clases que van desde los tres años y medio a los 16. Aquí les ayudan a hacer los deberes, pero también hacen un fuerte trabajo de fondo. “El problema es su baja tolerancia a la frustración. Ellos se creen siempre los peores”, asegura la educadora. En psicología se le llama el efecto Pigmalión. Cuando tenemos una creencia firme respecto a alguien, o respecto a nosotros mismos, esta acaba por cumplirse.
LA BRECHA DE GÉNERo
En Almanjáyar desde siempre se ha jugado al fútbol, pero solo desde hace un año son las niñas las que pisan el terreno de juego. Es un espacio que han tenido que conquistar con esfuerzo, después de enfrentarse a las burlas de sus compañeros e incluso de sus propias familias. “El equipo femenino se veía muy mal, la gente decía que las mujeres que juegan al fútbol son machorras. Los mismos niños se reían de ellas y algunos padres no querían ni comprarles zapatillas de fútbol solo por el hecho de ser niñas”, recuerda Eli, entrenadora del primer equipo del barrio creado íntegramente por niñas. Una de ellas es Marian. Tiene 14 años y juega de defensa. “Desde siempre me ha gustado el fútbol, pero los niños no me dejaban jugar. Mi madre tampoco lo entendía. Me decía que eso era para niños, que yo no podía”. Con el tiempo han demostrado que sí, que pueden. “En el barrio no hay mucha igualdad, las mismas niñas piensan que tienen menos derechos. Ahora, por primera vez, creen en sí mismas”, afirma la entrenadora.
Los entornos con altos índices de exclusión suelen ser un caldo de cultivo para la desigualdad de género. “Muchas mujeres del barrio viven violencia encubierta, no lo hablan”, apunta el párroco. Por ello en su asociación también decidieron abrir las aulas a las madres y a las abuelas. “Para que puedan desahogarse y ponerle nombre a su historia, para que tengan tiempo para ellas y dejen de ser esclavas de la casa”. En la parroquia reciben clases de artesanía, de escritura creativa o simplemente pasan el rato como hacen ‘las zagalillas”, un grupo de mujeres mayores de 65 años que cada tarde se reúnen en una salita llena de butacones por una razón muy sencilla: para no estar solas.
“SOMOS PERSONAS NORMALES”
La Junta de Andalucía califica a Almanjáyar como una ZNTS. Son las siglas de “zona con necesidad de transformación social”, una categoría que engloba a barrios en condiciones de exclusión, pobreza estructural y marginación. Las cifras hablan aproximadamente de un 46% de la población en situación de pobreza y un 20% de pobreza severa. Sin embargo, como explica Juan Carlos, “lo más bonito de trabajar en el barrio es que nos permite romper el esquema de números al que estamos acostumbrados. Aquí hay otras medidas”.
En 2014, abrieron un economato con artículos de primera necesidad. Aquí los productos —algunos donados, aunque la mayoría son comprados por la asociación— se venden con un 80% de descuento. Y desde ALFA remarcan “se venden”, no se regalan. Esto no va de caridad.
“Yo me he visto recogiendo comida en la basura. No me daba vergüenza, porque lo hacía por mis hijos”, cuenta Juana. Tiene 50 años y tres hijos, el mayor tiene 21 y los gemelos, 14. Se ocupa sola de ellos desde que dejó a su marido tras sufrir años de maltrato. También cuida de su madre invidente. “Apenas me llega el dinero para vestirlos, para calzarlos, para higiene. Por eso voy recogiendo ropa por ahí. La lavo, la plancho y así al menos van limpios”, dice mientras señala el pantalón de uno de los gemelos. Tiene un enorme siete en la parte trasera, lo tapa con disimulo con un jersey atado a la cintura. Juana y sus hijos empezaron a acudir a la parroquia hace dos meses y ahora son la envidia en el boletín de notas. “No bajan del notable”, destaca la madre. Su única ilusión es que algún día puedan ir a la universidad. “Yo con mis niños estoy muy orgullosa y más de donde vengo y de donde vienen ellos”.
Hace ya veinte años que el Ayuntamiento de Granada habló de diseñar un Plan integral para la Zona Norte con medidas en materia de vivienda, empleo, educación o salud, pero desde entonces no se ha hecho nada. El año pasado el alcalde, Francisco Cuenca, anunció que iban a revivir el plan con el apoyo de la Junta de Andalucía. Pero, de momento, lo único que se mueve son las intenciones entre los pasillos de los despachos oficiales.
Con la clarividencia que le da el trabajo diario en la calle, Juan Carlos reitera: “Nosotros no podemos cambiar la realidad del barrio, pero sí podemos darle a estas personas el mayor abanico de oportunidades posible”.
Seguramente habrá más titulares que sigan hablando del “barrio de la droga”, de la violencia y la miseria de Almanjáyar porque, en parte, todo eso existe. “Pero que vengan al barrio —insiste Eli—, que vengan al barrio y lo comprueben. Que vean que somos personas normales”, repite, subrayando la última palabra como si de verdad fuera necesario destacar lo obvio.
Y sí, hace falta.
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