Ultraje a la clase media (en algo más de cien ideas) “La clase media afirma que todo el mundo es clase media, pero ellos son más clase media que nadie”.

Ultraje a la clase media (en algo más de cien ideas)

“La clase media afirma que todo el mundo es clase media, pero ellos son más clase media que nadie”.

 | La Marea | 27 septiembre 2017

La clase media es una ficción pensada para el control social, un relato escrito por dedos de manicura esmerada.

La clase media fue la metáfora que, como cabeza de playa, ganó la guerra de conquista cultural ante un proletariado ausente de sí mismo.

La clase media es una mediocridad pagada a crédito.

La clase media es una fantasía de horizonte, un viaje a ninguna parte.

La clase media es como el gato de Schrödinger, su existencia depende únicamente del punto de vista del observador.

La clase media es un chaqué de alquiler para una boda destinada al divorcio entre las aspiraciones capitalistas y el decadente ahora.

La clase media es firme defensora de los derechos humanos siempre dentro de los límites de su sala de estar.

La clase media es el pilar de la democracia espectacular, un asentimiento ruin ante el poder del director de la representación.

La clase media es siempre una tragicomedia.

La clase media es simbiótica a la mentira de la excelencia, el emprendimiento y la formación continua.

La clase media niega al resto de clases sociales, un constructo liquidador por agregación.

La clase media es un prestidigitador social que hace desaparecer el conflicto en su chistera transformándolo en vasallaje amable.

La clase media es un joker sonriente con una ortodoncia mediocre.

La clase media, como propuesta, tiende siempre hacia el aburrimiento y el hastío, es la zombificación de la vida total.

La clase media es Paquito el Chocolatero pasado por el tamiz de un coreógrafo de Telecinco en los 90.

La clase media entiende la aventura como la variación del índice bursátil, al amor como inversión y la amistad como entente societario.

La clase media no folla, amplía capital en su pyme familiar.

La clase media entiende la vida como una sucesión de acontecimientos comerciales, trasunto de antiguas celebraciones religiosas.

La clase media es una imitación en plástico barato de la burguesía.

La clase media heredó el complejo de la burguesía frente a la nobleza. Lo somatiza con muebles rústicos y fotos de pared en un asador.

La clase media ahuyenta el peligro en complicadas ceremonias rituales llamadas seguros multirriesgo.

La clase media pasa del útero materno al monovolumen sin solución de continuidad.

La clase media ha desarrollado una capacidad de percibir las radiaciones de los tonos pastel sin parangón en el mundo animal.

La clase media encuentra belleza en una serigrafía barata impresionista que cuelga encima de la taza del váter.

La clase media es, ante todo, un permanente intercambiable. El éxito por la asimilación molecular con el vecino.

La clase media sabe que la realidad empieza allí donde termina el campo de golf.

La clase media vive presa en su urbanización residencial. Un confinamiento con altas vallas, cámaras de seguridad y rie(s)go automatizado.

La clase media es el metro de platino iridiado con el que medir los valores dominantes de un mundo en descomposición.

La clase media fagocita modas y tendencias al carecer de una identidad propia. Una persecución inútil de cualidades asociadas.

La clase media se escinde entre la imagen de quien cree ser y el reflejo que les devuelve el escaso rendimiento de sus productos bancarios.

La clase media es antes ahorradora que ciudadana.

La clase media cree entender el mundo financiero de la misma forma que los sabios medievales la cosmología.

La clase media española vivió su máximo esplendor en el momento de máxima especulación. Toda una declaración de principios formales.

La clase media sustituyó el confesionario por el despacho del director de sucursal bancaria.

La clase media desarrolla todas sus parafilias sexuales en torno al fetichismo del dinero.

La clase media quiere ser propietaria por encima de cualquier consideración. Cuando ni siquiera posee la llave de su existencia.

La clase media brilla con especial particularidad en los suelos pulidos de los centros comerciales, ungida por la luz fluorescente.

La clase media toma su vestuario de la caza, la hípica y el reaganismo textil. Un conjunto desafortunado de inmundicias estéticas.

La clase media mide la calidad del calzado por lo efectivo que resulta a la hora de pisar seres humanos en su carrera profesional.

La clase media es la previsible sonrisa del hombre del tiempo mientras que el huracán arrasa calles en el croma.

La clase media entiende de manera supersticiosa cualquier cambio como la amenaza que le desposee de sus conquistas.

La clase media, ante cualquier crisis, reacciona histérica buscando culpables ajenos a la estructura que les sostiene.

La clase media, ante el cambio inevitable, se posiciona como un perro guardián que ha perdido su territorio y la comida.

La clase media cree aspirar a ocupar el lugar de sus superiores pero solo busca nuevos amos más eficaces.

La clase media manifiesta su cansancio ante sí misma mi(s)tificando la experiencia vacacional como “unos días inolvidables”.

La clase media configura el imperialismo mediante el turismo.

La clase media busca “escapaditas” de fin de semana como el niño enrabietado que finge huir de sus padres sin perderlos de vista.

La clase media moriría de inanición sentimental ante el fin súbito de la ficción televisiva.

La clase media es la resaca que nos dejó el self made man.

La clase media ama los parques temáticos ya que la diferencia entre lo verdadero y lo falso le parece un capricho excéntrico.

La clase media entiende la felicidad como un nuevo sistema para agilizar los trámites burocráticos.

La clase media busca “experiencias enriquecedoras” porque padece de un trastorno severo de objetivos propios.

La clase media ha sustituido la biblia por el libro de autoayuda. La nueva religión de la eficiencia.

La clase media como gif animado: una repetición enfermiza de un momento aislado sin contexto aparente.

La clase media observa la cultura como una tiranía interrogativa sustituible por la comodidad del entretenimiento.

La clase media observa la ideología como una tiranía interrogativa sustituible por la ideología totalitaria de la no ideología.

La clase media odia Trayecto en noche cerrada.

La clase media prefiere la asepsia de la pornografía antes que el olor del sexo.

La clase media se cobija en la ironía permanente ante la ausencia de capacidad crítica.

La clase media detesta la líneas que surgen de la relación con la producción, pero es incapaz de vivir sin ellas.

La clase media intuye las amañadas reglas sociales pero niega su existencia como el marido infiel sorprendido con la amante.

La clase media está montada en el ascensor social pero como ascensorista de uniforme ridículo que mira las plantas a través de las puertas.

La clase media es el helecho de plástico en la oficina del máximo accionista.

La clase media es el ácaro que agradece vivir de la piel muerta que cae del macilento rostro de un banquero.

La clase media accede al orgasmo mediante la designación como mando intermedio o asesor de confianza.

La clase media siempre ficha dos veces por si la primera no ha quedado registrada.

La clase media es una carretera de planta circular en permanente atasco.

La clase media busca la salvación mediante los alimentos ricos en fibras y bajos en colesterol.

La clase media son las rebajas del capitalismo post-industrial

La clase media se define, sobre todo, por lo mezquino de sus sueños: aspiraciones individualistas entre cupones de descuento.

La clase media sustituyó la caridad por la solidaridad mediante métodos telemáticos.

La clase media domina el virtuosismo del escapista siempre que se habla de inicios biográficos.

La clase media mantiene una relación con el mando a distancia del televisor claramente fálica.

La clase media se refugia en la enología como el alemán del 39 en la obediencia debida.

La clase media está convencida de poder categorizar el mundo en los huecos del armarito de las especias.

La clase media piensa que el placer es tan solo la ausencia de dolor.

La clase media entiende como paraíso estético el diseño impersonal de los aeropuertos.

La clase media tiende a la mitomanía como un Dorian Gray mediante renting.

La clase media española utiliza el anglicismo con la esperanza de reconocimiento como buen salvaje aplicado.

La clase media mide el nivel de desarrollo de una sociedad por la profesionalidad y pulcritud personal de los limpiacristales del semáforo.

La clase media adora los posters inspiracionales y los discursos épicos del entrenador antes de un partido crucial.

La clase media mantiene la misma relación con la tecnología que sus abuelas con San Pancracio.

La clase media entiende la elegancia como un blasón nobiliario que se puede adquirir en unos grandes almacenes.

La clase media entiende la música como el hilo musical que no molesta para hacer “cosas”.

La clase media entiende la literatura como un proceso de acumulación de libros gruesos cuyo único fin es llegar a la última página.

La clase media entiende el cine como una forma óptima de presumir delante de su vecino de la alta definición del televisor.

La clase media entiende la pintura como un objeto rectangular inservible que se revaloriza con el tiempo.

La clase media entiende la escultura como el complemento perfecto para la rotonda o el jardín.

La clase media entiende el humor como el escarnio del inmediatamente inferior a él.

La clase media es capaz de probar el veneno si en la sección de Gente y Estilo de su semanal preferido lo recomiendan.

La clase media entiende la gastronomía como una forma óptima para presumir delante de sus amistades de una sensibilidad excelsa.

La clase media se desarrolla en el lugar común como las bacterias en una herida purulenta.

La clase media fagocita cualquier elemento asumido por el sistema rechazando con hostilidad la versión real del mismo.

La clase media solo admite la pasión en la música ligera o como texto publicitario.

La clase media ha sustituido el catecismo por la publicidad.

La clase media entiende el catolicismo como un branding personal algo esotérico.

La clase media siempre está donde tiene que estar, siempre habla lo debido y calla lo necesario.

La clase media se sentiría más cómoda si en las citas el otro llevara una etiqueta con el precio tatuada en la frente.

La clase media practica un tipo de higiene social refinada que consiste en calcular el poder adquisitivo del desconocido en cuestión de segundos.

La clase media entiende el concepto de responsabilidad como las directrices básicas para mantener un orden inalterable.

La clase media se sabe hija de su tiempo, hasta el punto de creer que el pasado es algo totalmente desconectado del presente.

La clase media ha reducido los Mandamientos cristianos a un código binario de conveniencia individual.

La clase media abjura del comunismo como el primate desdentado y famélico ante el fuego.

La clase media es capaz de crear virtualidades visuales sin ningún tipo de ayuda técnica.

La clase media se fascina con las biografías porque entiende la historia como la sucesión de decisiones de los “grandes hombres”.

La clase media es el ansiolítico más poderoso jamás creado por la mente perturbada del mercado.

La clase media aspira al turismo espacial en un futuro inmediato.

La clase media forma colas disciplinadas incluso en el caso de que no sepa ni a qué conducen.

La clase media agota la felicidad en el momento que el dependiente le entrega el producto adquirido.

La clase media observa la pobreza el tiempo suficiente para poder compadecerse de ella delante de sus amistades.

La clase media afirma que todo el mundo es clase media, pero ellos son más clase media que nadie.

La clase media media entre la lucha de clases.

La clase media no se merece una crisis, se merece un apocalipsis.

FUENTE:La Marea

LA LEY APROBADA POR LA MAYORIA DEL PARLAMENTO SOBRE TELEVISION PUBLICA (se la pasan por el forro )

Denuncia de como se repartían el pastel de los medios de comunicación

La decisión de TVE de no emitir el pasado miércoles una entrevista a José María García dentro del programa La noche de Quintero por contener «insultos y descalificaciones» a políticos, empresarios y periodistas ha sido interpretada como «censura» por el creador del espacio de radio Supergarcía, que ayer anunció que interpondrá una demanda contra la cadena. El director de TVE, Javier Pons, negó la acusación y aseguró que la televisión pública «pertenece a los espectadores y no a nadie que quiera utilizarla para insultar».