En 2050 podría haber más plástico que peces en el mar. Cada segundo se producen en todo el mundo diez toneladas de plástico. Una décima parte termina tarde o temprano en los océanos. Coca-Cola quiere hacer algo al respecto, pero ¿es eso cierto? En enero de 2018, Coca-Cola anunció su ambicioso objetivo: para 2030, la marca, que vende 120 mil millones de botellas de plástico cada año, promete audazmente «Un Mundo sin Residuos». La cineasta Sandrine Rigaud buscó la verdad detrás de esta noble intención. En Tanzania, lejos de la sede de la compañía en los Estados Unidos, se percibe una imagen diferente. Aquí los autobuses son rojos y blancos, se camina a lo largo de paredes rojas y blancas, y en las plazas de recreo los niños juegan con aparatos rojos y blancos. El logo es omnipresente. Sin embargo, mucho más preocupante es la evidencia de que la historia se repite. Al igual que hace 50 años en los Estados Unidos, desde 2013 Coca-Cola ha reemplazado aquí las botellas de vidrio por las de plástico. Al carecer la región de sistemas de reciclaje eficaces, en los vertederos ilegales se amontonan enormes montañas de plástico. De allí se recogen de manera ordenada y se envían a China, donde serán trituradas para un nuevo uso. Sin embargo, los socios comerciales chinos rebajan regularmente el precio de los envases. Al preguntarle sobre el dilema de África, Michael Goltzman, vicepresidente del consorcio Coca-Cola, responde que el problema no es la botella de plástico, sino la falta de infraestructura de Tanzania, que no permite un sistema de reciclaje eficaz.