El 14 de mayo de 1948, Israel logró constituirse como un Estado legítimo en el territorio que antes era del Mandato Británico de Palestina. Un día después, comenzó la ‘Nakba’ o catástrofe, el destierro de más de 700 mil palestinos de sus tierras.
El mundo se sentía en deuda con el pueblo judío recién terminó la Segunda Guerra Mundial. No sólo se reveló que el Holocausto había consignado la muerte de 6 millones de judíos en campos de concentración nazis, sino que aquellos que habían sobrevivido no tenían una patria adónde volver.
En calidad de refugiados, cientos de judíos se embarcaron en naves para cruzar el Mediterráneo y probar suerte en el Medio Oriente, en las tierras que Moisés les había entregado en el Éxodo bíblico. Sin embargo, en ninguno de los puertos donde atracaban les permitían la entrada.
Uno de esos barcos, rebautizado Exodus 1947, fue repelido por los ingleses desde el puerto de Haifa, y devuelto a las costas francesas de Toulon. Ninguno de los ocupantes quiso obedecer la orden de desembarcar. Peor aún, se declararon en huelga de hambre por tres semanas. En consecuencia la prensa internacional acusaba a Londres de una crisis humanitaria.
Finalmente, los ocupantes del barco fueron llevados a Alemania y los medios del mundo titulaban ‘De vuelta al Reich’.
La indignación era generalizada, al punto que la comunidad internacional llevó el caso a las recién constituidas Naciones Unidas.
En 1948 se izó la bandera del Estado de Israel en el edificio de las Naciones Unidas en Nueva York
En 1917, el Reino Unido le había prometido al pueblo judío, con la Declaración Balfour, un estado legítimo en el territorio de Palestina.
Tras la Segunda Guerra Mundial, el momento de cumplir aquella promesa era un menester. Desde las Naciones Unidas se propuso una partición del territorio que los ingleses ocupaban en la región palestina luego de la caída del Imperio Otomano.
Los judíos saltaban de la emoción, mientras que los árabes rechazaban por completo dicha propuesta. El voto, sin embargo, fue a favor de los judíos, y el 14 de mayo de 1948 se fundó el nuevo Estado de Israel.
Un día después, el 15 de mayo, los palestinos decretaron ‘La Nakba’, la catástrofe. A partir de entonces, 700 mil de ellos fueron obligados a desertar. Tuvieron que buscar mejor suerte en las vecinas Gaza y Cisjordania.
En 1948 comienza el conflicto árabe- israelí, que lleva 70 años sin ser resuelto
Para la comunidad árabe, la constitución del Estado de Israel no era otra cosa que una intromisión. Cuatro países de la región, Egipto, Siria, Transjornania e Irak, lanzaron una ofensiva contra los recién instalados israelíes, en un territorio de cerca de 20 mil kilómetros cuadrados.
El apoyo estadounidense fue fundamental para que las tropas israelíes pudieran contener la avanzada de la Liga árabe. Un año después, en 1949, se firmó un cese del fuego.
Luego vinieron otras guerras: La guerra del Suez del 53, la Guerra de los 6 días del 67, la Guerra del Ramadán o del Yom Kipur del 73, la Guerra del Líbano del 82.
En todos estos embates Israel demostró suficiencia militar y ambición de terreno. Solo en 1967, con una serie de bombardeos aéreos durante 6 días, Israel invadió y se anexionó la Franja de Gaza, Cisjordania, Jerusalén del Este, la Península del Sinaí y los Altos del Golán en Siria.
Las Intifadas palestinas y los Acuerdos de Oslo
Desde 1987, el pueblo palestino se tomó la lucha de su territorio como algo personal. Armados con piedras, los palestinos comenzaron una ola de ataques violentos contra el ejército israelí, que a la cuenta de cinco años dejaba un saldo de más de mil muertos.
En 1993, y con Bill Clinton como mediador, la Autoridad Palestina y el Estado de Israel buscaron un acuerdo de paz para el medio oriente. En los Acuerdos de Oslo, Isaac Rabin y Yasser Arafat se estrecharon la mano. Por primera vez los palestinos reconocían el estado de Israel como legítimo, bajo la condición que Israel devolviera los territorios invadidos en 1967.
Los Acuerdos de Oslo se disolvieron apenas dos años después, con el asesinato de Isaac Rabin, a manos de un israelí radical.
Jerusalén, la manzana de la discordia
La ciudad santa de Jerusalén ha sido por años uno de los pleitos más tensos entre Israel y Palestina. Tanto Israel la llama la capital de su Estado, como Palestina la denomina la capital de su futuro estado. Por lo pronto, es una ciudad donde confluyen varias religiones como el cristianismo, el judaísmo y el islamismo.
La crisis por la tenencia de Jerusalén escaló con la decisión de Donald Trump de reconocer a Jerusalén como la capital de Israel, y de trasladar allí su embajada de Tel Aviv.
Los palestinos, por su lado, piden a la comunidad internacional apoyo diplomático para que Jerusalén no deje nunca de ser parte de su territorio.
Entre tanto, las protestas civiles no se detienen, y el número de muertos asciende cada semana por cuenta de este longevo conflicto del medio oriente.