Los cimientos ocultos del patrimonio del emérito no se asientan en las comisiones por un porcentaje del crudo importado como se hizo creer, sino en el tráfico de armas con países árabes.
El rey emérito de España, Juan Carlos I, ultima su regreso después de hablar el pasado domingo telefónicamente con su hijo, Felipe VI, en Abu Dabi, adonde el actual monarca español se desplazó para trasladar sus condolencias por la muerte del anterior jefe de Estado de los Emiratos Árabes, el jeque Jalifa Bin Zayed al Nahyan.
Su inminente llegada tendrá lugar en Sanxenxo, donde este fin de semana tendrá lugar la regata InterRías. Así lo ha confirmado este martes el alcalde del municipio pontevedrés, Telmo Martín, que ha señalado que «no sé si viendo la regata o participando en ella, pero [el emérito] estará aquí«.
La anunciada llegada del emérito viene además precedida por la presencia en España del emir de Qatar, Tamim bin Hamad Al Thani, y su esposa, Jawaher Bint Hamad Bin Suhaim Al Thani, recibidos con honores por los reyes este martes en el Palacio Real de Madrid, a la que también ha asistido el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
Gran parte del Gobierno se ha volcado con la visita de Al Thani, ya que en la programación se incluye también la firma de varios acuerdos. De hecho en la cena de gala ofrecida este martes por la Casa Real el emir qatarí anunció frente a Felipe VI una nueva inversión económica de 4.720 millones de euros.
Planea, eso sí, entre brindis y oropeles, las denuncias por la explotación laboral de los trabajadores que han levantado las infraestructuras que albergarán la Copa Mundial de Fútbol de 2022. Por no hablar de la discriminación que sufren las personas LGTBI. Una sombra, en definitiva, que se cierne sobre ciertos países con los que llegar a acuerdos supone, también, mirar hacia otro lado en determinados asuntos.
De esa opacidad se sirvió el rey Juan Carlos I para fraguar su fortuna. Una fortuna que no se asienta en las comisiones por un porcentaje del crudo importado como se hizo creer, sino en el tráfico de armas con países árabes junto a su mejor amigo Manuel Prado y Colón de Carvajal y el empresario Adnan Khashoggi, como informó Público en exclusiva.
La investigación también reveló que el entramado orquestado para ocultar el dinero del emérito se remonta a hace casi décadas, cuando Juan Carlos I era «inimputable» por sus actos, dada su condición de jefe del Estado. A su alrededor se tejían relaciones y vínculos que se remontan a los felices años 90, con la entrada en escena de Fasana de la mano de Alberto Alcocer, mientras Manuel Prado y Colón de Carvajal desaparecía de la escena acosado por los tribunales.
Entretanto, el padre de Felipe VI disponía de un colchón nada desdeñable (y pagado por todos los españoles): la exención fiscal de Patrimonio Nacional para no pagar impuestos por donaciones. Toda una fiesta a costa de las arcas públicas, y a pesar de su enorme (y aún no aclarada) fortuna personal.