Feijóo mejora cuando habla, mejora las expectativas de la izquierda. En el último debate en el Senado, en el que el candidato popular puede participar, y que por suerte para él no es de manera recurrente, exigió al presidente Pedro Sánchez que dejara en paz a la «gente de bien» por promulgar una ley que garantiza los derechos de un colectivo vulnerable como el de las personas transexuales. Por gente de bien se refiere a él y los suyos. Obviamente, por lógica inferencia, el resto que no somos parte de los suyos somos gente de mal, que como etiqueta punk es mucho más atractiva, pero la intención es situar el marco político entre el bien y el mal, con todo lo que eso conlleva en términos de polarización por parte de quien vino de Terra de Meigas con el aura de moderado por obra y gracia de los propagandistas propios y los bobos ajenos.

Gente de bien como Feijóo. Gente de bien paseando en barco con un narco. Cuando pienso en la buena gente me acuerdo de aquella foto sórdida y festiva del actual candidato del PP junto a Marcial Dorado, un narcotraficante gallego que llegaría a ser condenado a 14 años de cárcel por tráfico de cocaína. Buena gente en ese barco. Era el año 1995, un viaje canicular entre Baiona y las Islas Cíes, en la que Nuñez Feijóo disfrutaba del patrimonio logrado por el narco ganado metiendo droga en Galicia para destruir la vida de los jovenes gallegos de clase trabajadora con una vida mísera. Una peste que se llevó por delante a la juventud de las clases populares en los años 80 y 90 por obra y gracia de la gente de bien que se iba de barquitos con Nuñez Feijóo.

El buena gente de Nuñez Feijóo conoció a la bonhomía personificada en el narco Marcial Dorado gracias a la intersección de Manuel, el chófer de Romay Beccaria, que era testaferro de las empresas del narco. A Manuel, otro ser de luz, lo llamaban Manuel Cruz Gamada por haber sido un conocido cadenero de Fuerza Nueva próximo a los cachorros fascistas a los que perteneció Arsenio Fernández de Mesa, que llegó a delegado del gobierno en Galicia y director general de la Guardia Civil. Toda la gente de bien junta. El Estirao, como llamaban las víctimas de sus cadenazos a Fernández de Mesa, fue el que avisó a Nuñez Feijóo de la existencia de esas fotos junto al narcotraficante de cocaína. No me dirán ustedes que no enternece ver a tanta gente buena haciendo cosas buenas juntos.

Hay que ponerse en el lugar de los demás para entender cuáles son sus posiciones. Es normal que Feijóo con esas compañías tenga esa percepción sobre las preocupaciones de la gente de bien al hecho de que las personas transexuales tengan derechos. Imaginemos cuál puede ser la posición moral de un narcotraficante de cocaína, un nazi que actúa como testaferro y un excadenero de Fuerza Nueva sobre el hecho de que un adolescente de 17 años pueda acudir al registro para cambiar su nombre porque es transexual. No es difícil empatizar con ellos para entender por qué la gente de bien de la que se rodea el presidente del PP ve en este acto la degeneración de occidente.

Luego está la gente mala. Así que voy a recordar a algunas de esas personas perversas a las que se refiere Feijóo contraponiendo a su gente de bien. Carmen Avendaño en los años 80 había sido presidenta de la asociación de vecinos de Lavadores en Vigo, un barrio que llegó a conocerse como la pequeña Rusia por su potente movimiento obrero y la combatividad laboral de su gente. Aquella mujer se acabó convirtiendo en una madre coraje que peleó contra los narcos gallegos que estaban acabando con la vida de sus hijos. Mala gente que peleaba contra la gente de bien que veraneaba en barco con Nuñez Feijóo. Avendaño fue la cabeza visible de la asociación Ergueté y no agachaba la mirada cuando se cruzaba con los matones de los narcotraficantes amigos del presidente del PP. Esa lucha contra la droga y los narcos en los años 80 y 90 la llevó a ser concejala del PSOE en el Ayuntamiento de Vigo. Mala gente contra gente de bien.