Aunque no hubo declaraciones conjuntas sino un comunicado, la presencia de la vicepresidenta estadounidense dejó un claro mensaje sobre cuál es la posición de Washington en Centroamérica.
La vicepresidenta de EE.UU., Kamala Harris, visitó Honduras con el fin de pasar la página a la tensa relación que ha llevado Washington tanto con el anterior gobierno de Juan Orlando Hernández –acusado de narcotráfico por tribunales estadounidenses–, como con la propia coalición de la nueva mandataria, Xiomara Castro, ya que su esposo Manuel Zelaya fue derrocado en 2011 por un golpe de estado en el que se supo la imbricación de la inteligencia del gobierno demócrata de Barack Obama, del que Joe Biden era segundo a bordo.
Aunque el encuentro entre ambas fue divulgado, no hubo declaraciones públicas conjuntas. Sin embargo, hay elementos de la visita que deben resaltarse.
Palma Sola
Lo primero que llama la atención de su visita es el ingreso que tuvo la funcionaria estadounidense por los «caminos verdes». Harris no llegó por el aeropuerto internacional de Tegucigalpa, sino que hizo acto de presencia directamente en la base militar que tiene EE.UU. en Honduras, llamada Palma Sola.
Esa base militar, utilizada como cabeza de playa contra las insurgencias en la región durante los años 70 y 80 fue la manzana de la discordia entre el gobierno de Obama y el de Zelaya, que probablemente llevó a su derrocamiento. Durante su gestión, el esposo de la actual presidenta trató de convertir el asentamiento militar en un aeropuerto comercial y ese pudo ser el principal motivo de la discordia, o al menos de la estrategia del Departamento de Estado para dejarlo caer.
El día del golpe, el entonces presidente Zelaya fue detenido y llevado a esa base, en la que había al menos 600 militares estadounidenses, antes de que lo sacaran del país por la fuerza.
El arribo de Harris por Palma Sola ha lanzado una señal inequívoca: es una cuestión de honor para el país norteamericano mantener esta base y cambiar eso podría reabrir las heridas y la inestabilidad.
Si bien el aeropuerto ha comenzado a permitir vuelos comerciales desde el año pasado, la presencia militar estadounidense continua posicionada.
El arribo de Harris por Palma Sola ha lanzado una señal inequívoca: es una cuestión de honor para el país norteamericano mantener esta base y cambiar eso podría reabrir las heridas y la inestabilidad.
He allí un foco de tensión que tendrá Castro durante su mandato, por lo que cabe preguntarse si mantendrá Palma Sola como sede de los militares estadounidenses o intentará desplazarlos.
Migración: punto central en la agenda
La vicepresidenta Harris llegó con el afán de tender un apoyo que ayude a mitigar la situación económica interna y con ello disminuir la migración hacia EE.UU., que es el gran dolor de cabeza de la gestión Biden.
Y es que el epicentro de la problemática migratoria para EE.UU. se engendra en Centroamérica, especialmente en el denominado Triángulo del Norte, donde se encuentran El Salvador y Guatemala, además de Honduras.
Según la síntesis de la reunión redactada por el Departamento de Estado: «La vicepresidenta Harris consideró positiva la oportunidad de colaborar con la presidenta Castro al inicio de su gestión y destacó que la elección reciente representa un mandato de cambio positivo en Honduras«.
En el texto, que insiste en que hay muchas vías para impulsar los «intereses en común», se detalla que tanto Harris como Castro «analizaron vías mediante las cuales Estados Unidos y Honduras pueden trabajar conjuntamente para promover una recuperación económica equitativa e inclusiva, estimulando el crecimiento económico y la creación de empleos de calidad».
En ese punto, EE.UU. se comprometió a enviar una misión comercial de alto nivel y una delegación empresarial, que estarán encabezadas por el Departamento de Comercio, para propiciar «oportunidades de negocio en Honduras», como parte de un plan de acción anunciado por la vicepresidenta en mayo del año pasado, que habría generado inversiones por el orden de los 1.200 millones de dólares en la región por parte del sector privado.
La mano tendida de Harris luce como un intento del Gobierno de EE.UU. de abrir un nuevo capítulo en Honduras, que deje atrás su papel en el derrocamiento de Zelaya. El saldo sería otro aliado en la conflictiva región.
Según declararon voceros oficiales antes de la reunión, el apoyo incluye la iniciativa privada a cargo de empresas como PepsiCo, Microsoft y Master Card. La mano tendida de Harris luce como un intento del Gobierno de EE.UU. de abrir un nuevo capítulo en Honduras, que deje atrás su papel en el derrocamiento de Zelaya y ponga en la mesa el respaldo a Castro en esta nueva experiencia. El saldo sería otro aliado en la conflictiva región.
Es posible que la situación en la que la funcionaria encontró el estamento político hondureño, con dos jefes del Congreso y una división tajante en el partido de gobierno, le haya impedido llevarse certezas sobre la fortaleza de su nueva aliada.
Pasar la página
El gobierno de EE.UU. ha llevado una relación tensa con la gestión del presidente saliente Juan Orlando Hernández, debido a los señalamientos de narcotráfico emitidos por los tribunales estadounidenses que condenaron a su hermano a cadena perpetua por tráfico de drogas.
Hernández se habría convertido, según la sentencia que incluye el testimonio de varios testigos, en un aliado de las mafias narcotraficantes y en el engranaje clave del Estado para facilitarlo, además de recibir prebendas por ello.
A pesar de la sentencia, no se conoce pedido de extradición en su contra y ya tiene una cara más lavada en los medios internacionales, según los cuales ya no es recordado desde su acusación como narcotraficante (tal como lo enunciaron durante los últimos meses) sino desde el nuevo cargo que ahora detenta como diputado del Parlamento Centroamericano.
Llama la atención que dentro de la agenda de Harris, ni en el resumen del Departamento de Estado, el tema del narcotráfico ni siquiera se haya mencionado.
Las principales preocupaciones de EE.UU., además de la migración, ahora tienen que ver con la corrupción en el país, por lo que agradecen a la nueva presidenta por su empuje para enfrentarla.
Ociel Alí López es sociólogo, analista político y profesor de la Universidad Central de Venezuela. Ha sido ganador del premio municipal de Literatura 2015 con su libro Dale más gasolina y del premio Clacso/Asdi para jóvenes investigadores en 2004. Colaborador en diversos medios de Europa, Estados Unidos y América Latina.