La alarmante frecuencia de los casos de la violencia policial, así como la impunidad policial componen este cuadro de interminable violencia.
La semana pasada una policía de Washington disparó un tiro —estilo ejecución— en contra de Kevin Hargraves-Shird de 31 años. Días antes, a pocos kilómetros, Lazarus Wilson de 23 años fue acribillado por un policía fuera de turno.
En ambos casos las agencias del orden justifican sus acciones aduciendo que los sospechosos estaban armados. No obstante, la policía dispara primero, pregunta después; para luego investigarse a sí misma y absolver a sus oficiales de toda culpa.
Otros activistas concuerdan en que la “otra pandemia” en Estados Unidos consiste en la lacra de la brutalidad policial. Este video muestra como la policía de Akron, Ohio asesina a Jayland Walker. La autopsia revela que entre 60 y 90 balas acribillaron el cuerpo de Walker.
Según el diario The Washington Post la policía asesinó en 2021 alrededor de 1055 estadounidenses. Un incremento substancial en relación con los años anteriores.
Y en 2022, otras estadísticas sugieren que los afrodescendientes son dos veces más vulnerables de perecer a manos de las fuerzas del orden que sus contrapartes de origen anglosajón.
Lejos de aprender las valiosas lecciones que dejó el movimiento de las Vidas Negras, la actual administración aprobó —contrariamente al bienestar público— un presupuesto de 350 mil millones de dólares en fondos federales destinados a solventar la militarización de los cuerpos policiales del país. Algo así como echar más leña al fuego.
Marcelo Sánchez, Washington.