El Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca es el punto neurálgico que conserva miles de documentos sobre la dictadura y sus represaliados. Dos sedes albergan el archivo y una biblioteca que no deja de crecer gracias a las adquisiciones propias y donaciones particulares: la última, la biblioteca de Santiago Carrillo.
Cualquier persona fichada por la brigada político-social franquista está ahí. Desde Buenaventura Durruti hasta el mismísimo Francisco Franco, el fichero guarda la información de unas tres millones de personas que, como mínimo, recibieron una visita de estos policías de la dictadura. En una suerte de giro de los acontecimientos, de todo menos dramático, esas fichas sirven ahora para que familiares y allegados de los afectados rebusquen en las tarjetas. Quieren saber qué les pasó a sus seres queridos, quiénes fueron, hacer memoria. Este lugar, el Centro Documental de la Memoria Histórica (CDMH), en Salamanca, guarda la historia que sacudió al siglo XX español. En su fondo, lo incautado por los sublevados durante la Guerra Civil y la documentación judicial de tipo represivo, como la del Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo y el Tribunal de Orden Público.
José Luis Hernández, subdirector del archivo del CDMH, rebusca en el fichero de la Causa General franquista. Sus dedos, cubiertos con un fino guante de algodón, se mueven rápido en los cajones. «Esto era una herramienta de represión de primera línea. Estar aquí podía costarte la vida o el embargo de tus bienes», indica. En esa misma sala también se ubica el fichero de la depuración de ferroviarios que se llevó al terminar la contienda y otro más especial: el de los milicianos que lucharon en el 5º Regimiento republicano. Ahí sobresale una ficha, en la ficha una fotografía y en la fotografía una mirada que grita un nombre: Miguel Hernández.
«Guardamos todos los documentos procedentes de la Causa General del franquismo, procedente del Archivo Histórico Nacional (AHN), que no es un proceso judicial propiamente dicho sino una recopilación de información, una operación gigantesca por parte del franquismo cuya finalidad fue justificar el golpe militar en el 36. Son 4.000 cajas de documentación«, explica Hernández. Además del AHN, otros centros como el Archivo General de la Administración (AGA) también han enviado parte de sus fondos a Salamanca: “Así recibimos todo lo concerniente con el Tribunal Nacional de Responsabilidades Políticas y del Tribunal de Orden Público«, añade el archivero.
«La Delegación Nacional de Asuntos Especiales, que perseguía a la masonería y organizaciones afines a la República, enviaba lo requisado a Salamanca»
Miles de fichas de masones, según el franquismo, se conservan en unos muebles de madera. En frente, un archivador verde con los penados, y en cada estante de cajones, una barra con candado que utilizaban para asegurarse de que nadie salía de él. El edificio, sito en la calle Gibraltar, está construido sobre la muralla de origen prerromano que rodeaba la ciudad. En sus salas de conservación, miles de documentos como los procedentes del Gabinete de identificación de cadáveres, imágenes realmente escabrosas de los rostros recién asesinados, de uno y otro bando. Esos son solo un ejemplo.
Fue en 1937 cuando el futuro dictador decidió crear la primera instancia dedicada a recuperar, según el régimen, la documentación y propaganda de archivos y bibliotecas de instituciones, partidos políticos y sindicatos adheridos a la República, incluida la masonería. Tiempo después se creó una delegación estatal para la recuperación de documentos e incautación y confiscación de materiales. «Esa Delegación Nacional de Asuntos Especiales, que sobre todo perseguía a la masonería y a las organizaciones afines a la República, enviaba lo requisado a Salamanca», desarrolla Manuel Melgar, el director del CDMH.
El fichero de la represión
La Delegación Nacional de Servicios Documentales fue, después, la encargada de organizar la documentación y facilitar toda la información que constaba en Salamanca a los diferentes órganos represivos de la dictadura. «Le llamamos el fichero de la represión, pero mucha gente de Falange también está ahí. Lo que querían era controlar a las personas para enviar sus datos a los consejos de guerra y los tribunales de responsabilidades políticas; hacerlos llegar a los encargados de la represión efectiva, porque esto era un servicio documental», continúa Melgar. La nomenclatura cambió a Servicio Documental, dependiente de Presidencia del Gobierno, y así se mantuvo durante la dictadura. Entrada la Transición, en 1979, los fondos dependían del Archivo Nacional, donde se crea una sección específica: Guerra Civil.
A dos décadas después, en 1999 y tras una política de recuperación de archivos y fondos procedentes del exilio por parte del Ministerio de Cultura, se creó el Archivo General de la Guerra Civil Española. «En 2007 se creó el CDMH ya con una perspectiva más amplia, no solo la Guerra Civil sino sus antecedentes y consecuencias, así que ahora abarcamos todo lo comprendido a principio de los años 30 hasta la vuelta de la democracia», explicita el director. Pero el CDMH no solo es un archivo, sino también una importante biblioteca que no deja de crecer gracias a la donación de los fondos personales de Dionisio Ridruejo, el socialista Fermín Solana, el historiador Rafael Abella y Santiago Carrillo.
sí lo confirma Javier Fito, director de la Biblioteca, mientras repasa los 8.000 libros en proceso de catalogación del histórico líder comunista: «Gracias a la donación podemos ver qué destacaba en los textos que leía, sus apuntes y comentarios», comenta. Cerca de esta estantería, la peluca con la que Carrillo entró clandestinamente a España, maletas de militares y objetos que exaltan el franquismo recuperados mediante la Ley de Memoria Histórica. También espadas y mandiles masónicos, y dibujos de españoles que terminaron en campos de concentración franceses.
El archivo al que no solo van expertos
El fondo bibliográfico, de hecho, procede de la incautación de los materiales que efectuaba la dictadura a toda aquella persona sospechosa de no comulgar con la misma. «Ellos lo llamaban el material rojo y sobre todo son publicaciones con una clara línea editorial republicana o marxista. Todas ellas quedaron prohibidas o se destruyeron, y eso eleva el valor del fondo bibliográfico», ilustra Fito mientras hojea un volumen de las obras completas de Lenin marcadas, en la etiqueta, con las siglas BSC: Biblioteca Santiago Carrillo. En total, la biblioteca del CDMH conserva cerca de 80.000 monografías y 4.000 títulos de publicaciones periódicas, llegando a los 300.000 ejemplares de estas últimas.
El CDMH, de todas formas, no deja de crecer, tanto por las obras de reciente publicación como por toda aquella documentación que otras entidades continúan enviando a Salamanca. «Está previsto que el AGA nos envíe la mayor parte de la documentación relacionada con las instituciones propias del régimen franquista: todo lo relacionado con Falange, los sindicatos verticales a nivel nacional, depuraciones, y los expedientes de maestros y otros funcionarios, por ejemplo», continúa Hernández. Ahora, que tienen 7 kilómetros de lineales en estanterías, pasarían a tener 34.
«Estos fondos no solo están para investigar, también se perciben como un servicio al ciudadano»
«Aquí vienen personas que han sufrido la represión en sus carnes. Guardamos una historia presente, muy cercana, y gracias a nuestra labor mucha gente puede ejercer su derecho de reparación», dice Melgar. Son las personas individuales, no tanto expertas en la temática, las que dan una vida distintiva al Centro salmantino: «Estos fondos no solo están para investigar, también se perciben como un servicio al ciudadano», agrega el director. El subdirector del archivo concretiza: «La inmensa mayoría de personas que acuden al Centro son ciudadanos cuya única relación con una entidad como esta en toda su vida vamos a ser nosotros. Te piden información sobre un padre o abuelo fusilado, así que se vive con mucho sentimiento».
La divulgación: otra prioridad
Un centro documental diferente debido al tipo de personas que se acercan a él también debe tener un espacio para la divulgación. Así lo demuestra la sede más moderna del CDMH inaugurada en 2015, ubicada también en el centro histórico de la ciudad del Tormes y que, actualmente, acoge una exposición dedicada al artista Josep Renau, director general de Bellas Artes durante la República y artífice del pabellón español en la Exposición Internacional de 1937 en París, lugar en el que se expuso por primera vez el aclamado Gernika de Pablo Picasso. «Es importante que centros como este realicen labores de divulgación de todo su fondo con una lectura profesional, para entender lo que ocurrió y lo que significó», profundiza Miguel Cabañas, comisario de la muestra y jefe del departamento de Historia del Arte en el CSIC.
«España ya había aceptado la participación en París antes de empezar la Guerra»
«España ya había aceptado la participación en París antes de empezar la Guerra. Aunque pensaron en no acudir al inicio de la contienda, fue Renau quien pensó que podría ser un gran escaparate para la causa republicana», reseña Cabañas. De esta forma, el pabellón español se llenó de fotomontajes ideados por el joven publicista que enseñaron al mundo los logros del Gobierno republicano en agricultura, sanidad y educación. Además, la sección de artes plásticas estuvo protagonizada por uno de los iconos que tiempo después pasaría a la historia: el Gernika de Picasso. Cerca de él, la gran escultura de Alberto Sánchez que a día de hoy se reproduce en la entrada del Museo Reina Sofía en Madrid.
Así pues, ubicado entre el pabellón de la Alemania nazi y el de la Rusia soviética, España logró cambiar la idea internacional que se tenía de la República, por ejemplo, en cuanto al cuidado del patrimonio y el traslado del tesoro artístico de Madrid a Valencia. «Todo ello hizo que Juan Negrín decidiera participar en la siguiente Exposición Internacional de 1939, en Nueva York, algo que nunca sucedió porque Franco, recién llegado al poder, se negó a ello», completa Cabañas. Fito concluye: «La idea es albergar una exposición permanente sobre la República, la Guerra Civil y el franquismo». En definitiva, hacer saber que la historia está más ligada al presente de lo que cualquiera pudiera imaginar.