«He cuidado de ancianos que se han muerto después del verano por desnutrición y deshidratación. Se están cometiendo negligencias por todas partes«, denuncia Cristina González, auxiliar de enfermería en la residencia pública Francisco de Vitoria de Alcalá de Henares, en Madrid. En una conversación con Público, la trabajadora critica, junto a familiares de algunos residentes, las malas condiciones nutricionales bajo las cuales «malviven» los mayores del centro. Este geriátrico ha sido denunciado hasta en cuatro ocasiones por la mala calidad de sus comidas, y en estos momentos se encuentra bajo investigación de la Fiscalía.

Todas ellas califican la situación de «alarmante» e incluso las familias llegan a reconocer que temen por las vidas de sus mayores. «Después de la covid, se empezaron a admitir residentes nuevos, pero nosotras seguimos siendo las mismas», explica González. La profesional asegura que, a pesar de la insistencia del Gobierno de Isabel Díaz Ayuso en hacer ver que hay «personal por encima de las ratios», en la residencia de Alcalá hay turnos que tan sólo disponen de una persona para atender un módulo de 22  personas.

«Un 25% de mis compañeras están de baja porque no soportan ni este volumen de trabajo ni la presión y la carga que supone ser consciente de que los ancianos no están bien aseados porque no disponemos de toallas y tiempo suficiente para lavarlos», lamenta González. «Sólo en el turno de tarde, somos diez manos menos que hace un año con 100 residentes más», añade. La saturación, tal y como cuenta la empleada, repercute inevitablemente en la calidad de los cuidados y la atención que se puede dar a los ancianos. Así, por ejemplo, tienen menos capacidad de controlar lo que come cada uno.