(¿Dónde está la información del anterior conductor que se quedó reparando el aire acondicionado en un vagón y le hiso la llamada de teléfono?)
La reclamación por daños y perjuicios contra las aseguradoras de Renfe y Adif asciende a unos 57 millones de euros.
El presidente de Apafas y víctima del accidente del tren Alvia, Cristóbal González Rabadán, a su llegada al juicio, en Santiago de Compostela, Galicia. — Xoán Rey / EFE
Las vidas «truncadas» por el accidente del tren Alvia, ocurrido hace casi diez años en el barrio compostelano de Angrois, han comenzado este martes a desfilar por la sala en la que se celebra el juicio que trata de determinar, además de las responsabilidades penales por los 80 muertos y los 140 heridos, la reclamación por daños y perjuicios, que asciende a unos 57,69 millones de euros contra las entidades QBE (aseguradora de Renfe) y Allianz (de Adif).
Al inicio de la acción civil han declarado un total de 15 personas, afectados en su propia piel o familiares de las víctimas, entre las que se encontraba el presidente de la asociación de perjudicados Apafas, Cristóbal González.
Una jornada muy dura, marcada por testimonios de dolor, en los que las víctimas han vuelto a reabrir sus heridas, a recordar los momentos más difíciles del accidente y a confirmar ante la jueza María Elena Fernández Currás las secuelas físicas y mentales que les ha ocasionado la tragedia que tuvo lugar en julio de 2013 en Angrois.
Una «pesadilla», como si hubiera caído «una bomba atómica» y algo similar a «un terremoto» han sido expresiones con las que las víctimas y sus familiares han tratado de describir el escenario de la tragedia, a pocos kilómetros de la capital gallega, a pocas horas de que se festejase el Día de Galicia.
«No hay dinero que te dé un poco de paz»
La primera en declarar ha sido una madre, acompañada de su hija. La señora viajaba en el tren dirección A Coruña, para acudir a un funeral. Su hija la montó en el tren junto a sus tías, con la confianza de que iba a llegar en un medio de transporte «rápido y seguro».
La jueza Fernández Currás: «Es la primera y ya estoy llorando»
«Yo solo me preguntaba qué había pasado, no me podía mover, oía voces, pasé muchísimo tiempo con muchas cosas encima, para mí fue algo horrible que no se lo deseo a nadie. Pensé en mi marido, que era totalmente dependiente de mí», explica la madre.
Su hija, en cambio, ha rememorado la tensión y el sufrimiento al enterarse del accidente y llamar a su madre sin recibir respuesta. Solo consiguió, tras horas de incertidumbre, hablar con su tía. Para ella «no hay dinero que pague el cambio de vida», las secuelas que le quedaron a su madre, que necesita estar acompañada siempre, debido a que tiene falta de movilidad y de psicomotricidad.
«Tenía muy buena salud, pero ahora ya no soy nada», ha llegado a expresar la señora, que precisa de ayuda «día y noche» y que reclama indemnizaciones por todos los tratamientos médicos y daños causados a raíz del accidente.
«No hay dinero que pague la impotencia que se siente cuando ves a una persona sentada en la que tú crees que es la mejor opción para que viaje. No hay dinero que te dé un poco de paz», ha insistido la hija. En el turno de la Fiscalía, la octogenaria ha revelado que percibieron que el tren iba a gran velocidad.
La jueza se ha secado las lágrimas con un pañuelo. «Es la primera y ya estoy llorando», ha señalado hacia el final del interrogatorio, que ha durado cerca de una hora.
«Me robó años de vida»
Otra comparecencia fue de una mujer cuya madre falleció después del descarrilamiento, que recordó como se había quedado con «la obsesión» de que se le caían cosas encima, puesto que lo que había vivido fue «muy traumático».
«Yo salí proyectada. Mi cuerpo cayó como un peso muerto y en ese momento… Yo le llamo el silencio de la muerte. Ahí es donde se van los muertos y se quedan los vivos. Rápidamente fui consciente de que estaba viva», ha relatado. Más adelante, esta testigo ha lamentado que el siniestro le «robó años de vida». «Soy una persona joven que no puedo hacer mi vida como la había hecho antes», ha subrayado.
«Ninguna cantidad va a suplir la salud que yo tenía, tanto física como psicológica. Y ya dejo aparte la carrera profesional, esa tampoco», declaró otra víctima.