Vallekano de mierda. Negro de mierda. Vuelve a tu país. ¿Qué une a estos discursos? Que son todos discursos ultras que violentan cuerpos específicos e ideologías concretas. Hace cuatro años, a un entonces vicepresidente y una entonces ministra los acosaron durante años en la puerta de sus casas, es decir, donde debían sentirse más seguros, ellos y sus tres hijos menores. Durante once meses vivieron ese acoso ante la pasividad del gobierno que integraban y también ante el acoso discursivo de partidos políticos de derechas y ultraderechas -cada vez más indistinguibles- a la par que ante el silencio de ciertas izquierdas que al tratarse de Iglesias o Montero decidieron callar, obviar sus supuestos carnés democráticos, y hasta olvidar que defender la democracia supone hacerlo cuando golpean, incluso, a quienes no te gustan porque hacen ruido. ¿Es posible no hacer ruido cuando vemos cómo violentan, acosan e insultan a personas de manera impune?
Lo que ha ocurrido hoy en los juzgados en donde se llevaba a cabo el juicio contra el hostigador de Irene Montero y Pablo Iglesias, no sorprende porque no empieza hoy. La presencia de ultras insultando con impunidad pese a los policías que ahí se encontraban es la lamentable normalidad democrática de este país. Díganoslo a las migrantes, diganselo a los líderes de la izquierda incómoda, sí. Porque ya estuvo bien eso de querer decir que todas las izquierdas sufren por igual, porque eso es también un bulo.
Contra Iglesias y Montero se ha hecho lo que no se ha hecho contra nadie. El acoso fascista de once meses en su casa es una prueba de esa singularidad en el ataque contra estos entonces cargos de gobierno y líderes políticos. Hoy, cuando declaraban en un juicio por acoso, han vuelto a ser acosados y lo siguen siendo por las cloacas mediáticas que siguen exigiendo más acoso contra estas personas. Pero también por los burdos que fueron con ello y dieron así luz verde a estas acciones. Porque si se difama constantemente, esa difamación tendrá consecuencias. Lo que hoy vemos en los juzgados es la consecuencia de esa orquesta que se desarrolla desde hace ¡años! contra Podemos y sus líderes.
Consecuencias del lawfare, de la veintena de procesos abiertos y nunca probados ciertos, de la demonización de sus líderes, de la aplicación sostenida de elementos estructurales represivos del estado y el contubernio explícito con falsos medios de comunicación a los que el Presidente Sánchez concede entrevistas. ¿Puede reflexionar rápido señor Sánchez?
Lo de hoy en los juzgados contra Iglesias y Montero no es un señor fascista llamando «vallecano de mierda» a Iglesias. Es una orquesta sostenida de difamación. Ese señor se apellida, también, Ferreras. Ese señor, se llama también Isabel Díaz Ayuso. Ese señor se llama también Pedro Sánchez. Ese señor se llama también Vicente Vallés, Susana Griso, Ana Rosa Quintana, Pablo Motos. ¿Ven por qué hay que nombrarlos? Porque hoy todos ellos han estado representados por ese fascista en los juzgados. Por suerte, hay también periodistas valientes como Silvia Intxaurrondo que esta mañana lo ha dicho claro: Iglesias y Montero han sido víctimas de un acoso mediático sostenido.
Combatir al fascismo es una urgencia, pero no es urgente hablar del fascismo, sino enfrentarse a él. Y eso se hace con ruido y con votos. No premiemos con nuestro voto a los que se disfrazan de antifascistas en la campaña electoral pero luego votan por la guerra, por las armas, e incluso pactan con VOX para acabar con tratados internacionales si la OTAN se lo manda. No premiemos con nuestros votos a quienes insisten en que no hagamos ruido. No hacer ruido es una posición de privilegio. Sólo alguien muy privilegiado puede darse el lujo de no hacer ruido, de sonreír en este escenario de fascismo envalentonado, de abrazarse con los de la patronal que se abraza a su vez con Milei.
Frente a su hipocresía y su cuquería, frente a su ridiculez en tiempos de urgencia antifascista, sólo queda decirles también a ellos que ¡No Pasarán!. Solidaridad con Iglesias y Montero, porque solidarizarnos con ellos es hoy solidarizarnos con nosotros y con nuestro futuro, con la democracia, con las vidas… Hasta mañana.