Los forenses estudian si restos humanos aflorados por las lluvias en Madrid son de fusilados por el franquismo

 

Así estaba el osario, aflorado por un movimiento de tierra, en 2018, durante la visita de los forenses de Aranzadi

 

Alrededor de 3.000 represaliados por el franquismo fueron asesinados en el madrileño cementerio de La Almudena y no tuvieron una sepultura acreditada. Ni siquiera sus nombres aparecen en ningún lugar del camposanto porque el Ayuntamiento decidió arrancarlos del memorial que dignificaba su vida y su muerte. ¿Dónde están los restos mortales de esas personas? Durante años, sus familiares pensaron que habían sido incinerados a partir de 1981 en el Crematorio de Carabanchel. No era una suposición, la empresa de servicios funerarios se lo indicaba así. La aparición reciente de restos humanos en osarios que se creían desenterrados hace creer, ahora, que lo que les dijeron podría no ser del todo cierto.

Ya habían aparecido huesos humanos anteriormente. Con las lluvias de la primavera de 2017, surgieron en una zona en cuesta, dentro de un recinto restringido utilizado para los trabajos de jardinería. El anterior Gobierno de la capital de Manuela Carmena, mediante el interés que puso en ello la desaparecida Oficina de Derechos Humanos y Memoria, inició la licitación de un estudio, que habría realizado la Sociedad de Ciencias Aranzadi, pero cuya adjudicación se pilló los dedos con el fin de la legislatura y el Gobierno del Partido Popular no lo continuó. El pasado 23 de febrero, de nuevo con las lluvias, ha vuelto a resurgir el pasado incierto y anónimo, de entre los muertos, en el mundo de los vivos.

Un mes después, el gerente de la empresa de Servicios Funerarios, Fernando Sánchez, compareció en la Comisión municipal de Seguridad y Emergencias para dar respuesta a una pregunta del portavoz del grupo socialista, Ramón Silva, e informó que dentro del convenio que ya existe con la Escuela de Medicina Legal de la Universidad Complutense de Madrid —y que finaliza en noviembre de este año— se había solicitado, al fin, un estudio sobre los restos óseos, tanto los que afloraron en 2017, que fueron tapados de nuevo con tierra, como los más recientes. Los resultados estarán disponibles para comienzos de mayo. Mientras tanto, los familiares de los asesinados no salen de su asombro.

«Durante 60 años nos dijeron que los restos humanos de los osarios habían sido incinerados», explica Tomás Montero, del colectivo Memoria y Libertad. Y así sigue siendo, a pesar de la aparición de osarios que se creían vaciados. Este diario ha accedido a una comunicación de la Secretaría de Cementerios con el familiar de una víctima desaparecida, de este mismo año, en la que se le indica que los restos no reclamados por los familiares fueron «incinerados» y «las cenizas se depositaron en el cinerario común del cementerio Sur (…) a finales de los años 80». No hay ni siquiera una fecha concreta de cuándo se hizo ese traslado. «Eso debería haber quedado registrado en algún lado», se pregunta Montero, cuyo abuelo, Tomás Montero Labrandero fue fusilado el 14 de junio de 1939 contra la tapia del cementerio. A él también le habían dicho que los restos de su abuelo habían sido cremados.

En el libro de referencia Los fusilamientos de La Almudena, el documentalista Manuel García Muñoz explicó qué ocurría con los cuerpos tras los fusilamientos: se les enterraba en tumbas de caridad, situados en un orden determinado y se tomaba nota para poder identificarlos. Los familiares que reclamaban los cuerpos para llevarlos a nichos o tumbas de su propiedad, se les daba permiso siempre que lo hicieran «sin ninguna publicidad». Las fosas comunes podían incluir hasta 15 cuerpos. «Pasados diez años, las familias eran avisadas para que se hicieran cargo de los restos. Si no lo hacían eran trasladados al osario». La inmensa mayoría no recibieron esta comunicación porque habían cambiado de domicilio tras la guerra y, en otros casos, preferían no significarse. «Años después, los restos depositados en el osario fueron trasladados al cementerio de Carabanchel y allí, en un horno crematorio, reducidos a cenizas», escribe García Muñoz.

A los Servicios Funerarios de Madrid les consta la existencia de cuatro osarios históricos. La primera de ellas (zona 1), de unos 2.000 metros cuadrados, tiene una capa de cemento encima, se utiliza como depósito temporal y su acceso está restringido; está situada junto al antiguo crematorio. La segunda (zona 2) es otra área cerrada al paso a los visitantes, muy próxima a la anterior, en este caso vallada, que la contrata de jardinería utiliza como almacén, de unos 1.500 metros cuadrados. Esta no tiene cemento encima sino tierra, por lo que las escorrentías han hecho aflorar los huesos. Ninguno de estos dos osarios han sido vaciados.

Estos mismos servicios sí tienen confirmación del vaciado de los otros dos osarios históricos. Uno (zona 3) estaba situado, antiguamente, extramuros. Hoy, la zona la ocupa una galería de columbarios frente al cementerio. Se afirma que los restos fueron trasladados «en los años 80». Y el último (zona 4) corresponde al osario del Cementerio Civil, que quedó inundado por una avería de cañerías en el año 2000 y por ello fue vaciado e incinerado.

Paloma Contreras, es una experta en cultura funeraria y, en especial, en la historia del Cementerio Civil. «Muchas de las personas cuyas sepulturas vencieron durante los años cuarenta [del siglo XX] fueron depositados en el osario del civil», explica. «Depositados y olvidados, convirtiendo el osario en una especie de vertedero desde entonces. El muro se cayó y la gente encontró un sitio cómodo donde tirar sus desperdicios», añade. «El problema está en que eso no se documentó, ya que no era obligatorio por parte del cementerio aunque por dignidad sí lo deberían haber hecho, y el recuerdo de esas personas se perdió en el tiempo», dice Contreras.

Ese osario contenía los restos de muchísimos republicanos, «familiares de alguien, que nunca van a tener la oportunidad de recuperarlos» y también personajes más conocidos de la época, como [el anarquista] Mateo Morral, [la abogada e intelectual] Hildegart Rodríguez o Juana Posse, la madre de Pablo Iglesias, el fundador del PSOE. «Este último caso me da especialmente rabia, y demuestra que se hizo a traición y sin conocimiento ni ganas de perpetuar la memoria histórica porque el mausoleo de Iglesias está a escasos metros de ese osario. Lo lógico es que se hubiesen sacado los cadáveres, reconocido y documentado su traslado», añade Contreras.

Posibles fusilados

Como responsable de memoria de la mencionada Oficina de Derechos Humanos del Ayuntamiento de Madrid, Txema Urkijo fue quien impulsó el estudio sobre la situación del osario que finalmente no se realizó. «Frente a las informaciones que se habían ofrecido durante muchos años por parte de los responsables del cementerio y del Ayuntamiento de Madrid, que decían que se habían vaciado e incinerado los osarios, parecía que no era así y que había indicios que apuntaban en la dirección de que ese osario estaba en uso en los años que correspondían a los fallecidos e inhumados en la década de los años 30 y 40, es decir, que entre otros miles de madrileños, también podían encontrarse ahí los restos de las personas fusiladas entre abril de 1939 y febrero de 1942 en las tapias del cementerio y que no habían sido reclamados», recuerda Urkijo.

Urkijo realizó una primera visita con el que probablemente es el forense más relevante en España, Francisco Etxebarria, de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, para tener una primera aproximación con la que orientar al Ayuntamiento sobre qué tipo de estudio debía acometerse. «Vinieron tres especialistas de Aranzadi y estuvieron viendo el terreno. Vieron que había mucha mezcla de escombros y cal, y que iba a ser prácticamente imposible proceder a casi ningún tipo de identificaciones, en una primera valoración muy a priori». El estudio iba a ser «riguroso y complejo», con un fuerte trabajo de arqueología forense y documentación para el que se abrió una licitación pública ya que el coste, 62.000 euros, iba a ser elevado. Tenía como objeto analizar si había «signos de violencia como causa del fallecimiento de algunos» de los restos depositados en la mencionada zona 2. No se pudo realizar la adjudicación porque Aranzadi, única empresa que se presentó, no se había inscrito en el Registro Oficial de Licitadores.

Jesús Martín, antropólogo de la asociación científica Arqueoantro, ha visitado recientemente los dos osarios para incluirlos en el mapa de fosas de la Comunidad de Madrid que está realizando, con una subvención del Ministerio de Justicia, para actualizar el actual. «Nos quedamos bastante impactados» dice, ya que no esperaban encontrarse con una fosa común «de tanta importancia». Para Martín, no cree que la mayor dificultad para estudiar los restos sea «la cal o la tierra» sino «la cantidad», debido a que «están muy mezclados y por tanto no tienen conexión anatómica». No obstante, esta dificultad se puede intentar acometer «con tiempo y dinero»: «es un esfuerzo que en Madrid se tendría que poder hacer y, aunque no se pueda identificar a las personas, sí podría demostrarse que se trata de fusilados», añade.

Txema Urkijo recuerda que esta no es solo una cuestión que afecte a las personas fusiladas y sus familias, sino que es un asunto más amplio, de interés público. «No sé si a los ciudadanos madrileños les apetece mucho tener un osario en su cementerio donde los restos afloran cada vez que hay unas lluvias demasiado fuertes —dice—, no parece que sea lo más adecuado». La intención de la anterior corporación de Ahora Madrid era, una vez realizado el estudio, no vaciar el osario sino «dignificar la zona» y acompañarla del memorial junto a la puerta de O’Donnell, el cual ya no homenajea únicamente a los fusilados por la represión franquista y no ha tenido una inauguración oficial por parte del Ayuntamiento.