Una de las noticias que deja la semana es ese plan para derrocar al Gobierno de Alemania desde un grupo de extrema derecha con conexiones con las organizaciones ultras Ciudadanos del Reich y QAnon. ¿Qué nos dicen estos eventos del riesgo que supone la ultraderecha para el país y para el conjunto de la UE?

Podríamos decir que desde el atentado en Noruega, hace ya 11 años, el mayor riesgo de atentados en suelo europeo sería de la extrema derecha. Lo dice la propia Europol. En la última década, el incremento del terrorismo ultraderechista ha ido creciendo de forma muy acelerada. Pero las alarmas sobre ello no han crecido al mismo ritmo.

El intento de golpe de Estado no es algo nuevo en Alemania. Hace un año y medio se desbarató otro intento. Alemania, que puede ser uno de los más avanzados de Europa en terrorismo ultraderechista, tuvo que disolver las propias fuerzas especiales del Ejército por la infiltración de elementos ultras.
Muchas veces banalizamos el riesgo del terrorismo ultraderechista. Es altísimo, pero es más preocupante el caldo de cultivo que justifica o que lo dota de contenido político. Y también es preocupante el intento de psiquiatrizarlo para darle justificación: «No estaba bien, estaba enfermo». El caso de Breivik en Utoya fue clarísimo. Psiquiatrizamos las motivaciones para no hablar de las reales motivaciones políticas, porque eso sería tocar incluso al propio sistema político europeo, en donde la extrema derecha está cada vez más normalizada. Yo me pregunto: ¿Cuándo hemos psiquiatrizado las motivaciones de un atentado yihadista? Nunca.

Alemania no tenía presencia de la extrema derecha en el Parlamento hasta 2017. ¿Qué es lo que ha provocado esta situación en un país con la historia que arrastra además Alemania? ¿Es un caso ‘sui generis’ o podríamos ver situaciones similares en otros Estados miembros?

Era un maquillaje, un oasis ficticio. Hemos tenido una imagen muy distorsionada. Que no hubiera partidos con representación parlamentaria no significa que no existiese la extrema derecha. Antes de la entrada de Alternativa por Alemania (AfD) en el Bundestag ya había numerosos ataques. Tras 2015 se produjo un aumento del 200% en los ataques a refugiados, que eran mayoritariamente sirios. No se puso la alerta sobre ese aumento exponencial de este terrorismo de baja intensidad. Y ahora ya tenemos muertos encima de la mesa.

«Ese terrorismo no ataca ya solo al inmigrante, sino que abre mucho más su arco»

Creo que Breivik fue una ruptura del terrorismo ultraderechista. Un antes y un después con la utilización de Internet, las redes sociales, la publicidad de su acción, la lógica del Gran Remplazo y de ya no solo atacar al invasor, sino a los cómplices. En Alemania vimos el asesinato de un alcalde de la CDU que abogaba por la integración de la población migrante en su municipio. Es decir, ese terrorismo no ataca ya solo al migrante, sino que abre mucho más su arco.

La gran diferencia de Alemania es que primero ha crecido ese terrorismo y luego se ha producido el ascenso político con AfD. En otros países, la expresión política ha dotado primero la justificación y los discursos del odio a atentados que han venido después, como vimos en las elecciones italianas de 2018 cuando un diputado de La Lega tiroteó a seis migrantes senegaleses. Salvini o Berlusconi le restaron importancia. Y esto es lo peligroso y perverso del terrorismo ultraderechista. Los discursos del odio son la verdadera gasolina que alimentan este terrorismo. El monopolio de la violencia terrorista lo tiene la extrema derecha. Y atención ahora al conflicto ucraniano, donde miles de militantes de extrema derecha se están yendo a luchar a ambos bandos. El FBI hablaba hace cuatro años de que Ucrania era para el terrorismo ultraderechista lo que fue Afganistán para el yihadista.

Hacía referencia al incremento imparable de la extrema derecha en la UE. A nivel político, ha pasado de ser una fuerza cuasi residual a formar gobiernos de coalición. El cordón sanitario terminó de romperse con la llegada de Meloni a Italia. ¿Cuál ha sido el punto de inflexión en este cambio y en esta normalización de la ultraderecha en Europa?

Hungría y Polonia tienen asientos en el Consejo y comisarios en la Comisión. Es interesante ver la reacción de la UE cuando los ultras de FPÖ entraron en el Gobierno austriaco por primera vez. Hubo represalias y condenas diplomáticas. En el 2017, cuando vuelven a entrar en el Ejecutivo nadie dice nada. Son dos casos iguales con 15 años de diferencia. Creo que hay una normalización evidente y que la extrema derecha es cada vez más funcional para el modelo y la estructura de la UE. No tienen críticas a las políticas de austeridad y neoliberales ni una diferencia con las políticas geoestratégicas y militares. Polonia antes de la guerra era una apestada y vemos ahora las fotografías conjuntas y agradecimientos por acoger a refugiados ucranianos. Estamos ante una hipocresía donde no hay ningún tipo de cordón sanitario con la extrema derecha. Solo hay juegos de artificio que tienen más que ver con juegos electorales que con una conciencia democrática y antifascista. Al proyecto europeo le importa más si eres neoliberal que si eres demócrata. Y ahí tienes el ejemplo de Meloni.

Vivimos tiempos complicados: la inflación récord, la crisis energética, la polarización política, el cansancio tras años de pandemia, la guerra en Ucrania… Un caldo de cultivo para el auge de los populismos. Las elecciones europeas serán en mayo de 2024. ¿Cómo las anticipa? ¿Qué papel juega aquí el PPE, cuyo debilitamiento le ha obligado a acercarse a postulados más cercanos a la extrema derecha?

En las elecciones europeas pasadas, la extrema derecha fue la opción más votada en Francia, Italia, Polonia y Hungría. En Hungría la primera fuerza fue el Fidesz y el segundo el Jobbik, un partido neonazi. El problema ya era real. Si a día de hoy los eurodiputados de extrema derecha se unificaran en un único grupo, serían la segunda familia más importante de la Eurocámara, por delante de los Socialdemócratas. Sus divisiones internas han facilitado que estén divididos en tres grupos (No inscritos, ID y ECR). Hay un intento de unirse. Si eso pasara, en las elecciones de 2024 conseguirían dos cosas: ser el segundo grupo del Parlamento y tener capacidad de minoría de bloqueo. Podrían bloquear o condicionar la mayoría de votaciones en el Parlamento.

Junto a los populares, los liberales y los propios socialdemócratas están sucumbiendo también a este giro en muchas cuestiones y votaciones. La política migratoria que está aplicando el Gobierno de España no es diferente de la política que aplica la extrema derecha. Para justificar los asesinatos en Melilla, el Gobierno español ha hablado de invasión. Esa retórica es la que utiliza la extrema derecha para estigmatizar a la población migrante. Es profundamente xenófoba y es el caldo de cultivo para la extrema derecha. En el debate en Melilla, el eurodiputado de Vox Hermann Tertsch celebró que estaban haciendo lo que Vox venía pidiendo desde hacía tiempo. Y tenía razón. Si queremos combatir a la extrema derecha hay que combatir a sus políticas xenófobas y a las políticas neoliberales. Pero la gran coalición que gobierna Europa ha claudicado en todo.

Veremos en qué se concreta ese Pacto de Asilo y Migración.

El problema es que el Pacto de Asilo intenta normalizar las malas praxis que se estaban aplicando hasta ahora. Y es muy grave porque lo que busca ahora es constitucionalizar. El modelo australiano de gestión de fronteras antes era un tabú y ahora es ya lo que se va a consolidar con el nuevo pacto migratorio. Eso es la victoria de la extrema derecha en las políticas de la UE. La Europa Fortaleza es la necropolítica de la extrema derecha.

Mencionaba antes la guerra en Ucrania. Putin quería tomar Kiev en días, derrocar al Gobierno ucraniano y poner uno impuesto por Moscú. La izquierda es muchas veces acusada de defender más al invasor que al invadido. ¿Tienen un problema o dilema de discurso en esta guerra? ¿Cree que Ucrania debe defenderse con las armas enviadas por la OTAN o debería asumir la ocupación rusa?

La izquierda ha tenido diferentes posiciones en el tema ucraniano. La bancada de La Izquierda no vota ni mucho menos unificada sobre ello. En Anticapitalistas condenamos la invasión de Putin sin ambages. Y defendemos el derecho de los pueblos, también el ucraniano, para defender su integridad territorial.

La UE debería haber jugado un papel de mediación y pacificación. Nunca hemos buscado la solución política al conflicto. El problema con su posición es que no ha defendido el derecho de autodeterminación o de defensa de Ucrania, sino sus intereses imperialistas propios. Los intereses de la UE no pasan por los intereses del pueblo ucraniano. Y eso se explica de una forma muy clara: ¿la UE manda armas al Frente Polisario para que defienda su derecho a existir como pueblo y su autodeterminación en la ocupación de Marruecos? No, apoya al ocupante. Tiene otro tipo de intereses geopolíticos o geoestratégicos que no tienen nada que ver con respetar el Derecho Internacional o la autodeterminación de los pueblos. Lo podemos ver también en Palestina o Yemen.

«Ucrania se ha convertido en una excusa para los proyectos de remilitarización de la UE y de la OTAN»

Podemos decir que estamos ante un conflicto interimperialista donde nos jugamos mucho: la posibilidad de una Tercera Guerra Mundial. Y ante eso, los antimilitaristas tenemos un papel que jugar. Y creemos que pasa por no azuzar el conflicto con el envío de armas. Ucrania se ha convertido en una excusa para los proyectos de remilitarización de la UE y de la OTAN. En 2019 Macron hablaba de la OTAN como en muerte cerebral y ahora la OTAN vive su mejor momento de la historia. Nunca había soñado con la entrada de países como Suecia y Finlandia.

Hemos visto esta semana la disolución del Congreso por Pedro Castillo en Perú. ¿Le ha sorprendido?

No me ha sorprendido. Hemos visto un acoso y derribo de la oligarquía y la extrema derecha peruana ante todo lo que no sean ellos y sea popular. Pedro Castillo no es una persona de mi especial cariño ni cercanía política, pero representaba a ese Perú campesino, rural, indígena, que molesta a la oligarquía y extrema derecha peruana. No podían consentir que fuese el presidente. Su respuesta ha sido desesperada.

¿Una campaña de acoso y derribo justificaría un autogolpe contra las instituciones democráticas?

No lo justifica ni mucho menos. Hay que ver lo que ha pasado en Perú porque hay muchos claroscuros sobre el tema del autogolpe. Nada puede justificar un golpe en Perú ni en ningún país. Pero no voy a condenar algo hasta que no sepa qué ha pasado. En un golpe hay militares en la calle, Policía en las instituciones, lo vimos en Bolivia.

Por último y en clave nacional, ¿qué le parece el proyecto Sumar de Yolanda Díaz? ¿Lo apoyará? ¿Concurrirá la izquierda española de forma unida en las próximas elecciones?

Para tener una opinión se tendría que concretar el proyecto. No hay contenido ni propuestas en Sumar. Dicen que quieren hacer un proyecto de país, ¿dónde está? Nos han dicho que quieren hacer un proyecto de país como el de Felipe González. No es el mío. Tenemos claro la oposición al gobernismo de coalición, de minoría, de a cualquier forma y a cualquier precio con el PSOE, que al final te obliga a asumir sus políticas social-liberales, su política migratoria con Melilla y exterior con Marruecos. Entendemos que Sumar no hace una autocrítica ante ese gobierno de coalición en minoría y de subordinación al PSOE, sino que parece que su proyecto es la subordinación al Partido Socialista. Si eso es así, no es nuestro proyecto.