La ministra de Defensa se ve obligada a aceptar la destitución de la directora del CNI, pero coloca en su lugar a su número dos y presume ante los periodistas de que el servicio secreto continuará bajo su control
ERC ve “lógico” el cese de la directora del CNI mientras PP y Vox lo consideran un ataque al Estado
No es tan duro ser Margarita Robles como dice la prensa de derechas. Les gusta pregonar que la ministra de Defensa está rodeada por los elementos satánicos del Gobierno, que son casi todos, mientras defiende la unidad de España y las costumbres tradicionales. Ahora ha llegado la mayor crisis de reputación de los servicios de inteligencia desde la dimisión del general Manglano, los socios del PSOE exigen su cese y resulta que el desenlace consiste en que Robles refuerza su control del CNI. Cuando van a por ti y al final conservas el poder que tenías cambiando un par de fichas, se puede decir que has salido vencedora. Los que pensaron que Pedro Sánchez no tenía más opción que deshacerse de ella no conocen muy bien ni al presidente ni al PSOE.
Robles era consciente de eso. Participó en la rueda de prensa del Consejo de Ministros del martes para anunciar el relevo en la cúpula del espionaje, una de esas que dejan a los periodistas con cara de que les han tomado el pelo sin piedad. Ya sabemos que la labor de los políticos no se basa en dar a los reporteros lo que quieren, pero un mínimo de conexión con la realidad se agradece. Que no parezca que están pasando de ti. Robles estaba demasiado sobrada como para preocuparse por eso.
La ministra comunicó el nombramiento de la nueva directora del CNI como si no hubiera habido ningún cese o dimisión. Así que una periodista tuvo que preguntar qué había pasado entonces en una semana para justificar el relevo. “No ha pasado nada”, respondió Robles y se quedó tan ancha. Pasó de inmediato a declarar su amor verdadero –no era la primera vez– por los 3.000 funcionarios del servicio secreto a los que ama como si fuera su madre. Sólo Robles puede alardear de tener 3.000 hijos y de quererlos a todos por igual.
La elección de la secretaria de Estado de Defensa para sustituir a Paz Esteban no admite muchas lecturas alternativas. Esperanza Casteleiro, de 65 años, era hasta ahora la número dos del Ministerio de Robles al que llegó en 2018 para convertirse en jefa de gabinete de la propia ministra. Antes había ocupado un alto cargo en el CNI después de una larga carrera como agente que se inició hace cuarenta años. Es un nombramiento de la casa que los espías acogerán con alivio. No habrá ninguna revolución interna en el servicio. Si alguien cree que dejarán de utilizar el sistema de espionaje Pegasus, digamos que su optimismo no pertenece al mundo real.
Todo ello suena bastante obvio. No lo suficiente para Robles. Recordó el currículum de Casteleiro y que era su principal colaboradora en el Ministerio. “Con eso, queda dicho todo”, destacó. Ya saben lo que tienen que escribir. No tenían que haberse molestado en venir.
Ni siquiera aceptó meterse en el lío de aclarar si lo de Paz Esteban es un cese o una dimisión. “No le acepto el término destitución, sino el de sustitución”. Ni que fueran cosas diferentes. Se trata del inicio de “una nueva etapa” en la que se corregirán algunos “errores” que desde luego no se molestó en explicar.
Unidas Podemos había exigido que alguien asumiera las responsabilidades por el espionaje a políticos y activistas independentistas. Estaba pensando en la directora del CNI, aunque no sólo en ella. Pablo Echenique no fue nada ambiguo al pedir personalmente a Robles que dimitiera en la comparecencia en la Comisión de Defensa de la semana pasada. Lo repitió el martes. Con la frase de que “las responsabilidades políticas no se delegan”, estaba apuntando directamente a Robles.
Cabe pensar ahora de qué sirve pedir algo que sabes que no te van a dar. Los acontecimientos de los últimos días hacen pensar que la ministra está blindada en su cargo al menos hasta la celebración de la cumbre de la OTAN en Madrid en junio y quizá hasta el fin de la legislatura.
El Gobierno también se mueve en el terreno de la ficción si cree que el cese de Esteban será suficiente para aplacar a Esquerra. En la competición ERC-Junts no se dan premios a la moderación. “El cese de la directora del CNI no es la solución a todo. Si creen que servirá para cerrar el tema, se equivocan”, anunció la portavoz del Gobierno catalán. La última carta realista que le queda a Moncloa es aceptar la desclasificación de los documentos que se ofrecieron en la comisión de secretos oficiales. Los socialistas han declarado con mucha intensidad que una comisión de investigación no es la idea adecuada como para echarse atrás ahora.
Para el Partido Popular, no hay margen para la duda. El Gobierno se ha vendido a los independentistas. Es lo que llevan repitiendo toda la legislatura, quizá dolidos porque los nacionalistas catalanes no han convocado otra consulta sobre la independencia cuando a Rajoy le hicieron dos. “¿Quién manda aquí?”, se preguntó Cuca Gamarra, que encontró la respuesta rápidamente. “Son los independentistas los que mandan”. En ese caso, ¿por qué se espían a sí mismos si controlan al Estado?
En realidad, la derecha debería estar contenta. No se ha elegido para dirigir el CNI a alguien de la confianza personal de Pedro Sánchez, sino a la principal colaboradora de Margarita Robles. Su Margarita. La única integrante del Gobierno a la que no quieren crucificar.