El Gobierno de Aragón consagra el caudal memorialista del barrio zaragozano, cuna y casa de líderes libertarios antes de que una checa falangista, la cárcel provincial y el uso de la tapia del cementerio como paredón lo convirtieran en el núcleo de la persecución de republicanos en la capital aragonesa.
Tras un trabajo de dos años en el que han participado las asociaciones de vecinos de La Paz y de Venecia-Montes de Torrero y la asociación cultural el Cantero, además de Armha y de expertos como Agustín Martín, uno de los mejores conocedores del mundo libertario, el Gobierno de Aragón ha declarado como Ruta de Memoria Democrática el itinerario «Torrero, espacio de memoria«, conformado por once espacios emblemáticos tanto del movimiento libertario, que tuvo en ese barrio uno de los principales focos de efervescencia de la capital aragonesa en los años 20 y 30 del siglo pasado, como de la represión de los republicanos a manos de los sublevados en los meses, más bien años, que siguieron al golpe de julio de 1936.
La ruta «supone un recorrido por varios lugares vinculados a la memoria democrática y la historia del barrio durante la primera mitad del pasado siglo», señala la orden de la Consejería de Cultura que declara el espacio memorialista, y que llega un año después de que un decreto reconociera como Lugar de Memoria uno de los hitos del itinerario: la tapia trasera del Cementerio de Torrero, «en la cual tuvieron lugar numerosos fusilamientos durante la Guerra de España de 1936-1939 y la posterior dictadura franquista».
«Estamos para contar la memoria de los vencidos», anota Gómez, para quien el memorial de las víctimas de la sublevación y la dictadura ubicado en ese mismo cementerio «es un poco como la conciencia de la ciudad», ubicado cerca de unas tapias que «fueron el último lugar en la vida de muchas personas».
«Estamos para contar la memoria de los vencidos que es un poco como la conciencia de la ciudad»
Según las investigaciones del historiador Julián Casanova, en Zaragoza murieron 3.544 personas a manos de los sublevados y de los represores franquistas, dos de cada cinco del total de 5.523 represaliados identificados en todo Aragón. La actividad de veinte juzgados militares enjuiciando a civiles durante varios años tiene bastante que ver con la magnitud de esa cifra.
La ruta acaba siendo la suma de varios itinerarios con entidad propia que recogen la historia, más reciente que pasada, de un barrio de algo más de 35.000 habitantes que, situado en la zona más elevada de la ciudad y rodeado por la estepa hacia el sur y por el Canal Imperial al norte, siempre ha tenido una idiosincrasia particular, la misma que llevó al distrito a ser coloquialmente conocido como la ‘República Independiente de Torrero’ medio siglo después de haber sido ‘Torrerico Libertario’ en los años 20 y 30 del año pasado.
Torrerico Libertario, un barrio de tradición anarquista
«Torrero fue cuna de dirigentes de la CNT y de la FAI (Federación Anarquista Ibérica), como Joaquín Ascaso, entre otros. Y ese poso ha quedado en el imaginario del barrio, que siempre ha sido obrero y de ideología muy libertaria», señala Martín, que recuerda cómo años después, en los 70, los pinares de Venecia acogerían varias de las clandestinas asambleas iniciales del sindicato CCOO, alguna de ellas finalizada con la irrupción de la Policía.
La ruta incluye la casa del número 29 de la calle Alicante, donde vivió Ascaso, «un importante dirigente histórico anarquista, natural del barrio de Torrero que llegó a ser primer secretario nacional de la CNT (1933), que participó en la derrota de los golpistas en Barcelona el 20 de julio de 1936 y que más tarde sería Presidente del Consejo Regional de Defensa de Aragón (6 octubre 1936 – 11 agosto 1937)», recoge la orden. Moriría en el exilio en Caracas en 1977.
El Consejo de Aragón, un gobierno de corte libertario que durante diez meses y en plena guerra controló la mitad oriental del país y que se inspiraba en la experiencia insurgente que el Ejército Negro de Néstor Majnov había implantado en Crimea y el Donbás entre 1928 y 1921, fue el primer referente de autonomía aragonesa en varios siglos y tras abortar el proceso estatutario de 1936 con la sublevación militar.
La casa de la familia Muñoz Laviñeta, Antonio y Pilar, incluida también en la ruta y ubicada en el número 4 de la actual Calle Joaquín Ascaso Budría, fue uno de los centros más activos de ese universo libertario de Torrero. Colaboró en su construcción el líder anarquista Buenaventura Durruti, quien «estaba muy relacionado con la familia y seguramente se alojó un tiempo allí», anota Martín.
Los Senderos de Libertad de Los Hijos de la Noche: 300 vidas salvadas monte a través
Se trata de una de las historias más audaces, y al mismo tiempo desconocidas, de los libertarios de Torrero: la ruta de evasión con la que un grupo de ellos logró extraer del barrio entre octubre de 1936 y enero de 1937 a «más de 300 personas» de militancia izquierdista que permanecían ocultas ante la certeza de que, de ser interceptados, iban a ser víctimas de la represión de los sublevados.
Una de las historias más audaces de los libertarios de Torrero es la ruta de evasión por la que más de 300 militantes de izquierda lograron escapar
Los Hijos de la Noche fue un grupo guerrillero fundado por Agustín Remiro, de Épila; el zaragozano Pascual Alda, alias Cucalón; Juan Bautista Albesa, alias Batista o Batiste, procedente de Valderrobres (Teruel), y José Antolín, que coincidieron en Fuendetodos, el pueblo natal del pintor Francisco de Goya, después de haber podido escapar de los sublevados y tras tomar esa localidad las columnas anarquistas y de ERC y de Estat Català salidas de Barcelona y Valencia a finales de julio.
Los cuatro, junto con un grupo variable de colaboradores del que solían formar parte Ramón Rufat y Martí Gallart, llegaron a realizar cinco evasiones por una ruta monte a través de alrededor de 40 kilómetros que discurría, entre Fuendetodos y Zaragoza, por las Planas (estepas) de María de Huerva y las de la capital y por los Montes de Torrero, en todos los casos con la misma operativa.
«Se adentraban en la ciudad de noche e iban a casas de conocidos. Permanecían unos días, cuatro o cinco, mientras preparaban la salida, que también era de noche», con los evadidos, que eran entre diez y cincuenta en cada ocasión, explica Martín, que anota que «inicialmente iban a sacar libertarios, pero también salían republicanos y socialistas, que igualmente estaban ocultos para eludir la represión».
El dispositivo, a uno de cuyos impulsores atribuye el escritor Diego Abad de Santillán la frase «soy guerrillero, y como mucho lo único que podemos perder es la vida», dejó de operar cuando en el sexto intento un error de orientación hizo que algunos miembros de Los Hijos de la Noche fueran sorprendidos por fuerzas sublevadas.
La Diputación de Zaragoza estudia a propuesta de Armha señalizar el itinerario de 41 kilómetros entre Fuendetodos y Torrero que desde hace unos años sigue la marcha conmemorativa ‘Senderos de Libertad’, una caminata nocturna que sale de la primera de esas localidades a las siete de la tarde para llegar al barrio zaragozano a mediodía.
El cementerio y su tapia trasera, la antigua prisión provincial y su laurel
La antigua prisión provincial y la tapia trasera del cementerio de Torrero, un complejo que incluye otros espacios incluidos en la ruta como los memoriales erigidos en 1980 y 2010, una fosa común y el monumento en recuerdo de las víctimas navarras del Tercio Sanjurjo, fueron, como apuntaba Gómez, responsable también de la Casa de la Memoria Democrática situada entre ambos, el último trayecto que recorrieron miles de zaragozanos: del encierro a la muerte.
La prisión de Torrero fue un «lugar emblemático de la represión sufrida en Zaragoza durante la Guerra de España y la posterior dictadura franquista»
La prisión de Torrero fue un «lugar emblemático de la represión sufrida en Zaragoza durante la Guerra de España de 1936-1939 y la posterior dictadura franquista», indica la orden, mientras que la tapia trasera del cementerio añadió a su estigma de escenario de represión el de haberse convertido, aunque sin reconocimiento oficial, en una de los espacios en los que rebrotó la secular tradición pacifista de la capital aragonesa: los fusileros «tiraban sin apuntar o apuntando a la pared, o a partes del cuerpo cuya herida no pudiera ser mortal«; es decir, que disparaban a no matar.
Así lo recuerda en sus memorias Gumersindo Estella, capellán de la cárcel de Torrero durante tres décadas, que narra cómo esa mala puntería de los soldados, relativamente habitual en todo el país y bajo distintas banderas pero especialmente frecuente en Zaragoza, derivaba, no obstante, en agónicas prolongaciones y repeticiones de las ejecuciones que solían terminar con los oficiales que mandaban los pelotones descerrajando tiros de gracia sobre víctimas malheridas y agonizantes.
Este bloque de la ruta memorialista incluye una referencia a El Laurel, el árbol que desde el patio de la prisión «fue símbolo de libertad para los presos» por tratarse de «algo que sobrepasaba libre las tapias de la cárcel» y que, de no haberse secado, seguiría en lo que hoy es la Plaza de la Memoria de Torrero.
La ruta memorialista incluye una referencia a El Laura, el árbol que desde el patio de la prisión «fue símbolo de libertad para los presos
«En la zona sobre la que se construyó la cárcel [en 1928] había habido unos viveros municipales de los que quedaría algún retoño que fue creciendo y que los responsables de la cárcel y los presos optaron por cuidar», explica Martín. El Laurel empezó a morir cuando las nevadas del invierno de 2001 a 2002 hicieron que, por el peso de la nieve, se desgajara una de sus ramas principales.
La checa falangista, la cárcel de gudaris, el cuartel sublevado y el ejemplo italiano
Los otros cinco puntos que completan la ruta tienen que ver con los sublevados, para quienes resulto clave para hacerse con el control de la ciudad en los primeros días del golpe la «activa participación» del antiguo cuartel de caballería de Castillejos, situado en el Paseo del Canal, y que utilizarían como polvorín las dependencias de la fábrica de yesos López, cuyo bombardeo por la aviación republicana el 5 de noviembre de 1937 «tuvo efectos devastadores no sólo en las viviendas del barrio sino también en el edificio de la Prisión de Torrero», recuerda la orden.
El grupo escolar Luis Vives, albergó durante la guerra un hospital de campaña, además de ser «utilizado como centro penitenciario de tercer grado destinado a los ‘gudaris’ vascos apresados en los frentes de combate«, mientras que el chalet de estilo racionalista del doctor Matías Bergua, en el Paseo de Ruiseñores, fue convertido en una checa.
«Albergó uno de los más siniestros centros de represión falangista», recuerda la resolución, que añade cómo fue «dirigido por el siniestro coronel del Estado Mayor y miembro del secretariado político de Falange, Darío Gazapo» y cómo allí, entre otros, «fueron torturados, antes de ser posteriormente asesinados por los sublevados, entre otros, Ángel Vera Coronel (Gobernador Civil de Zaragoza) y Manuel Pérez-Lizano (Presidente de la Diputación)».
«Los cuerpos aparecían después en el canal. Los tiraban allí mismo, al lado de donde los torturaban y asesinaban», explica Martín, que recuerda cómo uno de los motivos por los que el levantamiento militar cogió con el pie cambiado a buena parte del anarquismo zaragozano fue la confianza de uno de sus líderes, Miguel Abós, en la palabra del gobernador militar, su compañero de logia el general Miguel Cabanellas, cuando le insistía en que si algo ocurría permanecería leal al Gobierno.
Completa la Ruta de Memoria el Sagrario Militar Italiano, en el número 10 del Paseo de Cuéllar, un complejo funerario propiedad de la República de Italia construido entre 1942 y 1945 que conserva los restos de 2.867 ciudadanos de ese país que murieron luchando en la guerra civil española, 22 de ellos brigadistas garibaldinos.