JORNALEROS Y LATIFUNDIOS EN LA ESPAÑA CONTEMPORÁNEA
Durante el siglo XIX la estructura de la economía española siguió teniendo rasgos preindustriales: la mayoría de la población siguió viviendo de la agricultura y con unas condiciones de vida muy difíciles. La persistencia de un minifundismo de subsistencia en el norte y del latifundio en el suroeste garantizaba la miseria de un campesinado que carecía de capacidad de compra, lo que hacía que fuera difícil el despegue de la actividad industrial y comercial. Las reformas liberales y la desamortización en esta centuria no hicieron sino empeorar las condiciones de vida de la población rural y reforzar la mala distribución de la tierra. La desamortiación de Mendizábal incrementó la desigual distribución de la tierra y puso las propiedades rústicas de la Iglesia en manos de la oligarquía, mientras que la de Madoz tuvo gravísimas consecuencias y deterioró ostensiblemente las condiciones de vida campesina, al privar a los más humildes del acceso a las tierras comunales, buena parte de ellas vendidas durante el proceso desamortizador.
En este texto de la editorial Anaya se puede cuantificar la pobreza y el hambre que asolaba a los campesinos jornaleros a comienzos del siglo XX.
En los dos mapas inferiores se muestra en primer lugar el porcentaje de la superficie total agraria de los años 30 en manos de latifundios de más de 250 ha., y en segundo lugar los conflictos agrarios en España durante la II República.
En 1932 el gobierno de izquierdas de Manuel Azaña puso en marcha la Ley de Bases de la Reforma Agraria. Aquí presento las consideraciones de uno de los padres de la ley, así como un extracto de dicha ley, ambos publicados en libros de texto de la editorial Anaya. Muy interesante es el documental producido por el Instituto para la Reforma Agraria durante la II República sobre la situación de los yunteros y jornaleros extremeños y que recientemente ha sido recuperado del olvido. Los YUNTEROS era un colectivo especialmente abundante en el sur de Cáceres y toda la provincia de Badajoz y su situación eran muy dura, aunque diferente del simple jornalero. Contaba con una yunta de mulas que le permitía cultivar la tierra del terrateniente en régimen de arrendamiento. Dependía, como el jornalero, del latifundista pero podía obtener su propia cosecha de la que tenía que ceder como pago un porcentaje abusivo al propietario.
Los años de posguerra fueron también de extremas dificultades para los obreros del campo, en un contexto de hundimiento general de la producción agrícola y una fuerte carestía. Entre 1940 y 1945 las hambrunas asolaron las zonas rurales de mayoría jornalera en el suroeste peninsular. El problema del latifundismo y la mala distribución de la tierra fue perdiendo peso progresivamente, a la vez que España comenzaba un rápido proceso de industrialización y urbanización a partir de los años 60 y 70 del siglo XX. La emigración afectó especialmente a jornaleros y junteros y de esa forma la presión sobre la tierra se volvió más soportable y los índices de pobreza menos apabullantes. A pesar de estos cambios, en el agro extremeño-andaluz pervivieron hasta bien entrados los 70 situaciones de explotación y sometimiento inadmisibles; estas situaciones se recogieron de forma magistral en la película Los santos inocentes (Mario Camus, 1984), de la que aquí recojo un fragmento.
Otros grupos de rock actual también puesto música a las reivindicaciones históricas y las durísimas condiciones de vida de los jornaleros del sur de España durante los últimos doscientos años. Ese es el caso del grupo Marea con su canción Pan duro, en este caso en interpretada en colaboración con el conocido cantante Fito.
Jornaleros extremeños esquilando en los años 50. El esquilador de la izquierda en la foto es el padre del autor de este blog. |
En 1977, la cuarta parte aproximadamente de las tierras andaluzas las ocupaban 229 cortijos, con más de 2.500 hectáreas cada uno. Al mismo tiempo hay 279.120 fincas con menos de cinco hectáreas. (INE. Anuario 1977. Páginas 529-553). «Ha sido un prurito -de la busguesía terrateniente andaluza- tener tantos cortijos como hijos». (Miguel Artola. El latifundio, siglos XVIII-XX).