Documentos recién desclasificados revelan que el Reino Unido colaboró con EE.UU. en sus intentos de asesinar a Fidel Castro a principios de la década de 1960.
El difunto líder revolucionario cubano, Fidel Castro, sufrió 634 intentos de asesinato en su contra que fueron de dulces envenenados a cigarros explosivos; la presencia de un gobierno revolucionario en Cuba, a solo 90 millas de la costa del estado estadounidense de Florida era intolerable para Washington.
Lo que es menos conocido es que el Reino Unido colaboró con las operaciones de Washington para matar a Fidel Castro, que falleció en noviembre de 2016 a los 90 años de edad.
Un documento del Ministerio británico de Relaciones Exteriores, clasificado durante seis décadas y publicado recientemente revela que diplomáticos británicos discutieron la “desaparición” de Castro con la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) de EE.UU.
¿Cómo se inició el cuento?
En noviembre de 1961, Thomas Brimelow, un diplomático británico de alto rango en Washington D.C. (capital estadounidense), se reunió con la CIA junto a su colega Alan Clark, que estaba de visita en EE.UU. desde su puesto en la embajada británica en La Habana (capital cubana); Clark proporcionó a la inteligencia norteamericana una “ventana” a Cuba, país con el que Washignton había roto sus relaciones diplomáticas.
Tras las declaraciones iniciales, los funcionarios de la CIA entraron directamente en materia, preguntando a Clark “si la desaparición del propio Fidel Castro tendría graves repercusiones” en Cuba. Las actas de Brimelow de esa reunión, marcadas como “secretas y personales”, muestran que el británico no protestó por la sutil alusión al asesinato de Castro.
“Raúl Castro había sido nominado como el sucesor de Fidel […] él podría tener éxito en tomar el lugar de Fidel si se le concediera el tiempo adecuado […] Si Fidel es asesinado, entonces será menos seguro una toma del poder sin problemas. El aparato [del Estado], que aparentemente es lo suficientemente fuerte para hacer frente a un cambio gradual, podría no hacer frente a una crisis repentina”, respondió Clark.
Apenas unos días después de la reunión de la CIA y el Reino Unido, el entonces presidente de EE.UU. John F. Kennedy autorizó la Operación Mangosta, un programa secreto para eliminar a Castro por cualquier medio necesario; el año siguiente, Clark se convirtió en primer secretario de la embajada británica en Washington y Brimelow finalmente pasó a dirigir la Cancillería como subsecretario permanente.
Ahora, las revelaciones plantean nuevas preguntas sobre cuánto sabía el Reino Unido de los esfuerzos secretos de su aliado estadounidense para derrocar a Castro.