A nadie le amarga un dulce. De modo que como profesional de la milicia, aunque ya retirado, no puedo sino alegrarme de que el presupuesto del Ministerio de Defensa se vaya a incrementar desde el 1’2% actual al 2% (casi el doble) en los próximos cinco años (2022-2029).
Lo que no es óbice para que, como ciudadano español de 2022, me preocupen las formas y se me planteen ciertos interrogantes. ¿Es el momento adecuado? ¿Por qué? ¿Para qué?
¿Es el momento adecuado?
Desde luego y en una primera impresión, el momento no parece el más adecuado, con la deuda pública y la inflación por las nubes, con una posible recesión a la vista, con probables problemas de abastecimiento en bienes básicos como el gas, la electricidad o el agua y recién salidos (¿del todo?) de una pandemia. Todo lo cual ha arruinado (sigue arruinando) sectores productivos y vidas profesionales y está exigiendo considerables gastos gubernamentales en apoyo de los afectados; con el telón de fondo de la guerra en Ucrania y el enfrentamiento económico/financiero/energético entre el llamado mundo occidental y la Federación Rusa.
El momento no parece el más adecuado, con la deuda pública y la inflación por las nubes, con una posible recesión a la vista
¿Por qué?
Entonces, ¿por qué ahora, precisamente ahora? Creo que porque, como la inmensa mayoría de los países europeos, hemos caído en la trampa de Tucídides que nos ha tendido Estados Unidos, OTAN mediante: “toda potencia hegemónica que ve el surgimiento de otra potencia que pueda amenazar su hegemonía acudirá a la guerra contra ella para impedir que llegue el momento de verse sobrepasada”. Es a lo que está jugando la política exterior estadounidense desde hace veinte años. En dos frentes.
El ruso, desde la llegada al poder de Vladimir Putin, que poco a poco y paso a paso, en ocasiones con métodos poco ortodoxos, ha ido liberando la economía rusa (y con ella, su capacidad de política exterior independiente) de la dependencia estadounidense, en la que cayó durante la época de su antecesor Boris Yeltsin, ejercida a través del gran capital estadounidense y de las instituciones financieras “internacionales”, tan dependientes de los anteriores y de la Reserva Federal estadounidense.
Hagamos, pues, lo que más puede molestarle al oso ruso: reducirlo a potencia de segunda categoría, anulando su posible esfera de influencia, limitando su capacidad de acción, forzándole a actuar en la acción directa, en la imposición por la fuerza, tan fácilmente criticables y tan aparentemente contrarias a nuestros proclamados “valores”, tan anunciados y repetidos como poco practicados en nuestras relaciones internacionales.
La inmensa mayoría de los países europeos, hemos caído en la trampa de Tucídides que nos ha tendido Estados Unidos, OTAN mediante
Y el imparable frente chino, cuya competencia económica y comercial con Estados Unidos plantea la pregunta, según los expertos, no de “si la sobrepasará”, sino “cuándo la sobrepasará”. Frente a cuya “amenaza”, Estados Unidos (arrastrando a Europa y a algunos países del Pacífico) está respondiendo con un triplete de medidas de “guerra híbrida”: sanciones económicas y financieras; propaganda y desinformación, manteniendo permanentemente en candelero el sensible tema de Taiwán y la “advertencia” de que China está “a punto” de intentar tomar la isla por la fuerza, mientras sus políticos no dejan de visitar provocativamente la isla y sus buques de guerra de pasearse, también provocativamente, entre la isla y el continente; y, a imagen y semejanza de su actuación con Rusia, intentando cercarla, criticando como malévolos todos los intentos chinos de estrechar sus lazos comerciales y económicos con los países del sudeste asiático (y del resto del mundo, en general), especialmente con aquellos con los que tiene algún contencioso sobre aguas soberanas de carácter histórico.
¿Para qué?
Hemos caído en la trampa y lo ha aprobado el Congreso de los Diputados. Poco más se puede decir, salvo acatarlo. Ante lo cual, solo nos queda analizar los cómo y los para qué deberíamos emplear tan suculento incremento presupuestario.
Desde hace tiempo, es reclamación conocida y repetida la aspiración de los miembros de las Fuerzas Armadas, especialmente del personal de tropa y marinería, de que sus emolumentos se equiparen a los de la Guardia Civil, la Policía Nacional y las policías autonómicas y locales. Parece un buen momento para iniciar este proceso, que podría estar finalizado al acabar el periodo de incremento (2029). Aprovechando para reducir las grandes diferencias entre categorías y empleos militares, no solo en los sueldos base, sino también y fundamentalmente en los complementos. No parece muy sensato mantener el salario mínimo en gran parte de una institución cada vez más tecnificada y con más necesidad de especialistas digitales.
Otro proceso que podría, asimismo, intentarse es la interminable (hay que reconocerlo) tarea de mejorar las instalaciones de vida y apoyo al personal en las Bases, Acuartelamientos y Establecimientos militares, incluyendo todas aquellas novedades y mejoras que permitan y actualicen las posibilidades de conciliación de un colectivo sujeto al imperativo de frecuentes ausencias, de mayor o menor duración, de sus lugares habituales de residencia y en los que el emparejamiento entre sus miembros es cada vez más frecuente.
La aspiración de los miembros de las Fuerzas Armadas es que sus emolumentos se equiparen a los de la Guardia Civil, Policía Nacional y las policías autonómicas y locales
Otra de las asignaturas pendientes que podrían intentar combatirse con estos incrementos presupuestarios es la delicada situación a la que se ven abocados los militares de tropa y marinería que deben causar baja en las Fuerzas Armadas a los cuarenta y cinco años y para los que su preparación para profesiones y empleos civiles parece estar dando tan escasos resultados. Como no podía ser de otra manera en un mercado laboral, como el actual español, en el que presentarse a un trabajo, con cuarenta y cinco años o más y sin experiencia previa, es decir, sin currículo profesional específico alguno, es presentarse en claras condiciones de inferioridad frente a sus competidores más jóvenes y/o con currículo específico. ¿Por qué un camionero puede seguir conduciendo su camión con más de cuarenta y cinco años y un conductor militar de camión o de vehículo de combate no? ¿Por qué un operador civil de medios de transmisión o de ofimática puede seguir ejerciendo su profesión después de cumplir cuarenta y cinco años y si es militar no? ¿Por qué el Ministerio de Defensa paga a empresas civiles de personal de seguridad para muchas de sus instalaciones y no se puede satisfacer esa necesidad con personal propio que pasara a la situación administrativa o laboral que correspondiera? No es solo una cuestión de dinero, por supuesto, pero aplicarle fondos al problema, ayudaría. También por supuesto.
El interés de Estados Unidos es el armamento y material, los ejercicios y maniobras y la acción real. Lo que necesita su política exterior y su estrategia geopolítica, y adquirir sus cada vez más sofisticados adelantos
No es para estos ámbitos para los que Estados Unidos, OTAN mediante, nos ha acabado induciendo a elevar el presupuesto de Defensa, lo sé. Su interés es el armamento y material, los ejercicios y maniobras y la acción real. Lo que necesita su política exterior y su estrategia geopolítica es Fuerzas Armadas aliadas poderosas que complementen las suyas (así dobla su eficacia al mismo coste) y que sean “interoperables” con las suyas, de forma que, dada su significativa superioridad en el área de la industria de defensa, sus aliados se vean forzados a adquirir sus cada vez más sofisticados adelantos para ser “interoperables”.
Pero casi doblar el presupuesto del Ministerio de Defensa puede dar para cubrir ambos frentes, el de las necesidades de “nuestros soldados” y el cumplir nuestro compromiso. Y cuanto más sensatamente se cubra uno, más se podrá aplicar al otro.
Y en el del compromiso hay holgura para “ahorrar”. No se es un buen y confiable aliado por sentirse obligado a acudir a todas las llamadas; así solo se es un aliado “fiel”. Y en cuestiones de soberanía no hay porque ser “fiel”, sino a uno mismo y a sus ciudadanos. Nunca deberíamos volver a caer en trampas neocolonialistas como los Balcanes, Afganistán o Irak, nunca deberíamos apoyar o alentar aventuras como el cerco a Rusia hasta hacerla estallar, no debemos caer en la trampa de intervenir, y mucho menos militarmente por activa o por pasiva, en el enfrentamiento por la hegemonía entre Estados Unidos y China. La OTAN nació para defendernos juntos de un ataque armado, no para imponer nada a nadie, especialmente siendo una organización tan poderosa y tan potencialmente destructiva.
Modernicemos nuestros sistemas de armas y equipos y adiestremos nuestras unidades cuanto sea posible, pero sin olvidar el bienestar y la satisfacción profesional de las personas que tienen que adiestrase y utilizar esas armas y equipos. Es, además, lo que nos preconizan nuestras Reales Ordenanzas: el mayor valor de las Fuerzas Armadas son las personas que las constituyen. Son ellas y no las armas que utilizan quienes de verdad nos protegen y defienden. Y es a España y a los españoles a quien tienen que defender y proteger, no a las ambiciones hegemónicas o neocolonialistas de ninguna potencia preocupada por su progresiva pérdida de estatus en el concierto internacional.