Los testimonios de los refugiados de las zonas de combate en Ucrania comienzan a convertirse en un aluvión, a continuación lean parte de ello.
“Los cuerpos estaban cerca de las viviendas […] Esos perros del batallón Azov ejecutaban a la gente, monstruos […] Dispararon al convoy de los civiles que trataban de huir, autobuses llenos de gente”, dice uno, entre muchos
En esa misma medida se han ido apagando las voces de los “progresistas” del mundo occidental, que al inicio de la operación militar rusa se apresuraron a condenar al “carnicero de Moscú” (Vladimir Putin) y a solidarizar con la heroica resistencia ucraniana representada por el presidente Volodímir Zelenski.
El avance sistemático de las fuerzas rusas, junto a la destrucción del aparato militar ucraniano, va evidenciando día a día que el desenlace de esta guerra ya está resuelto, y que quienes siguen combatiendo son las numerosas agrupaciones nacionalistas neonazis que Estados Unidos y el Estado de Ucrania han financiado y fomentado desde la independencia del país, en 1991.
Es posible anticipar que muchos de los progresistas tratarán de disimular lo que en la práctica ha sido un apoyo sin condiciones a movimientos racistas y genocidas desatados en Ucrania, y que tomaron el control del país en el golpe de estado de 2014.
Esos supuestos antiimperialistas han dado su apoyo incondicional a la mayor operación de censura conocida en la historia, que busca silenciar la “propaganda rusa” expresada por medios de comunicación de reconocido rigor periodístico, como RT o Sputnik, para imponer una sola versión de los eventos.
También guardan silencio cómplice frente a una campaña desquiciada que propicia la cancelación mundial y el discurso de odio contra todo lo ruso: los ciudadanos, los libros, las películas, el arte, la ciencia, una campaña de odio irracional solo equivalente a la de la Alemania nazi.
La censura y el odio desde la “democracia” no son nada nuevo: lo único novedoso es la magnitud. Los canales iraníes HispanTV y Press TV han visto sus plataformas en YouTube, Facebook e Instagram canceladas y sus bases de datos borradas sin asco, en medio del silencio de los ardientes defensores de la inclusividad y el pluralismo.
Resulta sorprendente, y hasta doloroso, leer a colegas que han luchado toda su vida por un nuevo orden informativo; personas que han denunciado las manipulaciones, tergiversaciones, el racismo cultural y del otro, de los grandes medios de comunicación; personas que han creado medios alternativos, defender ahora la supuesta acuciosidad informativa de esos mismos medios en relación con Ucrania, Rusia, Siria, Venezuela, Cuba o Nicaragua.
El recién asumido presidente de Chile, Gabriel Boric, se apresuró, aun antes de su asunción al cargo, a apoyar a la OTAN, y a recomendar un video (en inglés) de Zelensky, a quien presenta como un héroe.
Todos estos periodistas, políticos e intelectuales, en su fuero interno, probablemente ya están entendiendo -esperamos que íntimamente avergonzados- que ellos también han sido presa fácil de la intoxicación mediática, que ha convertido a medios supuestamente serios como la BBC en plataformas propagandísticas que difunden mentiras sin pudor.
Buscando rápidamente ubicarse con los (convenientemente) buenos contra los malos, olvidaron su deber intelectual de detectar desapasionadamente esos maniqueísmos y tratar, en cambio, de comprender las fuerzas globales objetivas que se mueven detrás del conflicto.
Han apoyado también incondicionalmente el reclutamiento mundial de mercenarios, que a poco de llegar, ya están huyendo en masa al constatar que el combate contra los rusos no es un paseo, y que su misión -obviamente- no sería la de patrullar poblaciones civiles exhibiendo su parafernalia guerrera, sino ir directamente al frente como carne de cañón contra una fuerza equipada, entrenada y superior en todo.
Dos misiles de advertencia lanzados a los costados de los campamentos de mercenarios junto a lo frontera polaca originaron la desbandada.
Los reales adversarios
“La guerra sin restricciones”, un libro publicado en 1999 por dos coroneles chinos – Qiao Liang y Wang Xiangsui- adquiere en esta circunstancia una inusitada vigencia. En Amazon describen el volumen como “el plan maestro de China para destruir Estados Unidos”.
El desapasionado -aunque por momentos de profunda ironía- examen técnico y geopolítico de los coroneles parte de la base de una China por ese entonces, aun incapaz de rugir militar y económicamente en el planeta.
Los autores sostienen que la primera guerra del Golfo, en 1991, cambió en apenas un mes el carácter de los conflictos bélicos conocidos hasta entonces, caracterizados por un “campo de batalla” definido, en que se enfrentaban contrincantes conocidos.
El análisis incluye brevemente pasajes sobre la agresión de la OTAN contra Yugoslavia en 1999, que sin autorización de la ONU, y con el pretexto de defender a la provincia separatista de Kosovo contra Serbia, bombardeó las principales ciudades serbias, especialmente Belgrado, y procuró destruir la capacidad industrial yugoslava.
“Guerra sin restricciones” se podría tal vez resumir en la capacidad de países débiles para neutralizar la capacidad bélica de grandes potencias, sin caer en bancarrota en el esfuerzo, como le ocurrió a la Unión Soviética durante la carrera armamentista de la Guerra Fría.
Una de las claves al definir al adversario. ¿Es Ucrania el adversario de Rusia, o solo el escenario de una confrontación mayor, de carácter global? ¿Qué intereses están en juego? ¿Quiénes son los actores? Quiao y Wang sostienen que la bandera de la “unidad” de las alianzas bélicas es apenas una cobertura de intereses dispersos, que aplicado al caso de Ucrania resulta apasionante.
Las fronteras de Ucrania occidental son étnica y culturalmente porosas, y han cambiado con frecuencia por siglos: Hungría, Eslovaquia, Moldavia-Rumania y Polonia, por ejemplo, tienen intereses y propósitos distintos a los de Estados Unidos, Francia o Gran Bretaña.
Nuevo Orden Mundial
Rápidamente -no “paso a paso”- se va revelando que la histérica ola de sanciones sin precedentes contra Rusia constituyen un “autosuicido” de las potencias occidentales, que han abierto una caja de Pandora de consecuencias imposibles de medir en esta etapa.
La guerra se acerca a su fin, y el resultado será la satisfacción de las demandas de Rusia, sea vía negociación o capitulación total. En eso coinciden los analistas militares no involucrados en la campaña.
Pero las sanciones quedan. Y son las sanciones, no la guerra, las que han cambiado en pocos días el orden mundial, o más bien, han develado la nueva realidad: la reconfiguración capitalista que tiene a Eurasia como la más pujante fuerza económica del planeta.
“Un sector de los gobiernos del mundo occidental, los gobiernos que conforman a la Unión Europea y la OTAN, quienes representan de manera relativa a un poco más del 11% de la población mundial, han decidido coaccionar, y someter a sus designios, a mucho más del 89% de los habitantes, de los seres humanos que viven en este planeta”, sentenció esta semana el presidente Putin.
“Lo que tiene que quedar claro para todos es la evidencia de que estos últimos acontecimientos ponen fin al dominio global de los países occidentales en la política y en la economía mundial”, agregó.
La alianza ruso-china conforma el núcleo de este nuevo orden. Con su vasta geografía, sus recursos naturales, y sobre todo con su capacidad científico-técnica, es posible aseverar que Rusia, en este preciso momento crítico, es la Meca de los negocios del futuro.
Occidente (o sea EEUU, la UE y la OTAN), con sus sanciones, se automarginó de este futuro, y nos condenó a todos los de su órbita a un infierno de crisis, inflación y decadencia.
Una excepción es Venezuela. Washington, obligado por sus propias acciones, se vio obligado a tirar a la basura a Juan Guaidó y reconocer al Gobierno de Nicolás Maduro que disfruta hoy de la perseverancia y heroísmo de su pueblo. Podrá vender petróleo a EE.UU., pero la alianza con Rusia, China e Irán es una realidad económica y política floreciente.
En palabras de Putin: “Rusia tiene todos los recursos, tanto naturales, materiales y humanos que estas naciones emergentes necesitan, Occidente no tiene ya nada que dar, nada que ofrecer, que no sea robo, todo lo han malgastado o agotado, solo tienen la codicia y la necesidad de cortar el crecimiento de estas naciones emergentes, es por ello, que ya es inevitablemente el arranque pujante del nuevo sistema económico comercial que emerge, sistema donde el mundo tendrá la garantía de que sus riquezas no serán expoliadas arbitrariamente, y en donde se pueda comerciar e intercambiar de manera floreciente, natural y segura”.
Por Alejandro Kirk