Ucrania, desde 2014, se convirtió en una entidad desestabilizadora de la región y punta de lanza de la política de máxima presión contra la federación rusa.
Ucrania, desde el golpe de estado de febrero del año 2014, que significó el triunfo de las posiciones ultraderechistas y proclives a Washington y a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) se convirtió en una entidad desestabilizadora de la región y punta de lanza de la política de máxima presión contra la federación rusa.
Ucrania transitó así hacia un instrumento de las administraciones estadounidenses para concretar sus intereses hegemónicos en los diversos planos: mercantiles, financieros, políticos, militares y de tratar de mantener una hegemonía cuestionada no solo por Rusia, sino también por China y otras potencias emergentes, como es el caso de la República Islámica de Irán. Potencias occidentales como el propio Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Alemania, fundamentalmente, en aras de someter a Rusia, y hacer soportar a sus sociedades, la enorme carga de mantener acciones de guerra, que solo favorecen a los grandes conglomerados militares-industriales, pero que no benefician a los pueblos.
Una Europa, que además de involucrarse en un conflicto de consecuencias insospechadas, ve acercarse a pasos agigantados el invierno y la posibilidad cierta de ver mermada su economía con relación a las importaciones de petróleo y gas, que en un 40 % proviene de Rusia y otro 20% desde el Magreb y el Golfo Pérsico. En este panorama de incertidumbre y de sanciones contra Moscú, los más perjudicados suelen ser las sociedades, los pueblos, los sectores más débiles del tejido social. Y, en ello, los países europeos están sintiendo el rigor de altas tasas de inflación, aumento monumental del precio de los combustibles y una protesta de la población, aún en ciernes, pero que puede desembocar en explosiones sociales de envergadura. Adicionemos la influencia de la guerra en materia de exportaciones de granos e hidrocarburos al resto del planeta, que ha generado un aumento de los precios a nivel global.
En la oriental ciudad rusa de Vladivostok, se realizó entre el 5 al 8 de septiembre pasado, el séptimo Foro Económico Oriental, con representantes de decenas de países bajo el lema ‘El camino hacia un mundo multipolar’. Un evento que muestra el afán ruso junto a sus socios de la República Popular China de enfrentar los desafíos que occidente ha puesto en la mesa geopolítica internacional. Fue un foro centrado en el desarrollo de la cooperación empresarial global ante las dificultades de las sanciones occidentales. En palabras del presidente ruso Vladimir Putin “Por mucho que occidente quiera aislar a Rusia, es imposible hacerlo…basta con mirar el mapa…los países occidentales tratan de mantener el orden mundial anterior, que responde a sus intereses, y hacer que todo el mundo viva según las reglas que ellos impongan, que ellos inventaron y que incumplen a menudo y cambian constantemente…La separación entre las élites occidentales y los intereses de sus propios ciudadanos está aumentando. Así, el nivel alcanzado de desarrollo industrial de Europa, la calidad de vida de la gente, la estabilidad socioeconómica, todo esto se lanza al horno sancionador” (1).
En este momento, los países occidentales, sobre todo los europeos, soportan enormes presiones y afectaciones en el plano económico, producto de un manejo económico sometido a las exigencias de Estados Unidos, que ha privilegiado una política de sanciones contra Rusia por encima de cualquier consideración de los pueblos del mundo. Se impone así el comercio de las armas, que implica para Kiev llenarse de equipamiento militar obsoleto e hipotecar su economía frente a los pedidos y suministros que la industria militar, tanto estadounidense como de sus aliados más poderosos de Europa, le están proporcionando y que en algún momento, más temprano que tarde se cobrará y a precios leoninos.
Los ucranianos, como sociedad, deberán pagar, con su desarrollo futuro, la renovación de sus arsenales y al mismo tiempo ser testigos de la enorme corrupción que ello conlleva y del cual el gobierno del actual presidente Volodímir Zelenski no es la excepción. Se ha ofrecido gratuitamente armas a Kiev para que en el breve plazo comience a pagar por su mantenimiento y modernización, lo que lleva, inevitablemente, a comprar armamentos modernos, renovarlos y así una cadena sin fin. El medio estadounidense Bloomberg ha señalado, a través de sus editoriales y análisis, que los activos ucranianos ya están hipotecados en función del pago a asesores extranjeros, mercenarios, servicios y apoyo logístico, además de software occidentales que generan una sujeción a la industria de occidente y con ello la imposibilidad de un desarrollo propio e independiente, acompañado de un endeudamiento, que haré más y más subyugado, no solo a las camarillas políticas ucranianas sino que al conjunto de su sociedad.
Al mismo tiempo que Bloomberg hace este señalamiento, ha dado a conocer, también, que Washington ya ha entregado a Kiev un tercio de su inventario de unidades de misiles antitanque Javelin y una cuarta parte de sus reservas de misiles antiaéreos portátiles Stinger…hay un debilitamiento en la cadena de suministros que preocupa en el Pentágono “La debilidad de la cadena de suministro del Departamento de Defensa pone en peligro no solo la ayuda a Ucrania, sino la capacidad de Estados Unidos de responder a futuras crisis, incluido un potencial conflicto sobre Taiwán, cuyo Ejército depende del material estadounidense” (2).
Ucrania, al someterse a Occidente, hipotecó completamente el futuro de las próximas generaciones de su población. Prueba de ello es la firma de la ley, por parte del presidente estadounidense Joe Biden sobre “lend lease” ley de Préstamos y Arriendo, que data de la segunda guerra mundial y que consiste, básicamente, en facilitar suministros militares con pago futuro. Es decir, reembolsar a futuro lo que se les entrega hoy en materia de armas, suministros y apoyo militar en amplios sectores, liberando a la administración estadounidense de trámites burocráticos y permisos, que dan pie a un desarrollo de la corrupción y el tráfico de armas en múltiples direcciones. Esta ley ya fue firmada en mayo pasado, aprobada por el senado bajo el nombre “Ukraine Democracy Defense Lend-Lease Act” (3) El cálculo, por lo bajo, estima que esta ley permitirá endeudar a Ucrania por cerca de 100 mil millones de dólares, de los cuales ya el 40% ha sido entregado bajo diversas modalidades.
La reprimida oposición ucraniana ha alertado de las consecuencias desastrosas de este vasallaje de los políticos ultranacionalistas – que paradojalmente de nacionalistas no tienen nada – ante Estados Unidos y Europa. Se está concretando así una seria amenaza a la soberanía de este país europeo y que va a significar, qué duda cabe, que para favorecer el pago de una deuda que se hará impagable, se exigirá a las camarillas políticas ucranianas, el poner su territorio a disposición de tropas estadounidenses y de la OTAN. Instalando decenas de bases militares, tal como lo hicieron con la Alemania post segunda guerra mundial, generando condiciones de arriendo leoninas. Al mismo tiempo, favorecer inversiones que signifiquen la privatización de los servicios energéticos ucranianos y el acceso a la industria de alimentos, como también obtener condiciones especiales para realizar proyectos significativos en la esfera energética, de infraestructura y comercio. Ucrania está cavando su propia tumba, mostrando que va camino a ser el principal testaferro de Washington en Europa, convertido en la punta de lanza de los intereses del lobby energético y del complejo militar industrial de aquel país.
Pablo Jofré Leal
Artículo Para HispanTV
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