Origen de los latifundios en España. (de Isabelita la guarra y Fernando el capuyo)

JORNALEROS Y LATIFUNDIOS EN LA ESPAÑA CONTEMPORÁNEA

https://youtu.be/BjkZaVDteGM
Jornaleros segando

Durante el siglo XIX la estructura de la economía española siguió teniendo rasgos preindustriales: la mayoría de la población siguió viviendo de la agricultura y con unas condiciones de vida muy difíciles. La persistencia de un minifundismo de subsistencia en el norte y del latifundio en el suroeste garantizaba la miseria de un campesinado que carecía de capacidad de compra, lo que hacía que fuera difícil el despegue de la actividad industrial y comercial. Las reformas liberales y la desamortización en esta centuria no hicieron sino empeorar las condiciones de vida de la población rural y reforzar la mala distribución de la tierra. La desamortiación de Mendizábal incrementó la desigual distribución de la tierra y puso las propiedades rústicas de la Iglesia en manos de la oligarquía, mientras que la de Madoz tuvo gravísimas consecuencias y deterioró ostensiblemente las condiciones de vida campesina, al privar a los más humildes del acceso a las tierras comunales, buena parte de ellas vendidas durante el proceso desamortizador.

En el campo español, a parte de los grandes propietarios existían tres tipos de campesinos:
pequeños agricultores propietarios, abundantes en el norte de España y no sometidos al régimen señorial;
-pequeños arrendatarios, que arrendaban tierras a los señores y debían de pagar por ello unas rentas. En el norte de España sus contratos eran ventajosos, eran fijos o enfitéuticos; en el sur y centro de España eran a corto plazo y móviles, lo que ponía en difícil situación a los campesinos.
jornaleros, mayoritarios en Extremadura, Andalucía Occidental y La Mancha, trabajaban para el señor en los grandes latifundios como simples asalariados a cambio de sueldos miserables, estando sometido a una fuerte estacionalidad (trabajaban solo en las temporadas de recolección y siembra).
Especialmente crítica fue la situación del campesinado en el suroeste del país: allí existía una gran masa de jornaleros sin tierras que vivían al límite y sufrían hambrunas periódicas, a la que se unía un nutrido grupo de pequeños campesinos arrendatarios sujetos a duras condiciones que les obligaban a pagar cuantiosas rentas a los grandes terratenientes, verdaderos señores feudales de la edad contemporánea.

En este texto de la editorial Anaya se puede cuantificar la pobreza y el hambre que asolaba a los campesinos jornaleros a comienzos del siglo XX.

Como ya dijimos, la presencia de jornaleros era especialmente relevante en amplias áreas del suroeste peninsular (en el mapa inferior en verde), en las actuales regiones de Extremadura, sur de Castilla-La Mancha y Andalucía centro-occidental, incluyendo también al Alentejo portugués.
Propiedad agraria en la España del siglo XX
En estas áreas, la presencia de una gran masa de obreros del campo, favoreció el desarrollo del movimiento obrero, surgiendo ya en el siglo XIX importantes revueltas agrarias en estas zonas, especialmente durante el sexenio democrático. En el primer tercio del siglo XX las ideologías obreristas se afianzaron en estas zonas, siendo mayoritaria la UGT en Extremadura y la Mancha, mientras que el anarquismo lograba más apoyos en Andalucía.
Sobre las condiciones de vida de los jornaleros en el primer tercio del siglo XX dice lo siguiente la hispanista Helen Graham («Breve historia de la Guerra Civil», Espasa-Calpe,2006):
Los jornaleros agrícolas del «sur profundo» consideraban a la Iglesia un pilar que perpetuaba el orden terrateniente que los oprimía. El sur de España estaba dominado por los latifundios, enormes fincas labradas por campesinos sin tierras cuyas vidas eran una lucha constante contra el hambre. El modelo de fincas inmensas en las que se cultivaba una sola cosecha significaba que los jornaleros dependían de una única fuente de ingresos de la que no disponía más que durante parte del año, en las épocas de siembra y recogida. En ausencia de cualquier prestación de asistencia pública u otras formas de auxilio para los necesitados, esta dependencia convertía casi en esclavos a los pobres sin tierra, a disposición de los terratenientes y administradores de fincas. Los jornaleros recibían un trato brutal de los capataces y la policía rural, la odiada guardia civil que disparaba a la gente sin trabajo que recogía bellotas y leña en las tierras de los latifundistas. El hecho de que el sacerdote del lugar se aliara siempre con el terrateniente y el cabo de la guardia civil hizo de los jornaleros feroces anticlericales y convirtió a la religión en el sur en un tema divisorio en la política y la clase social. El abuso sistemático contra los desamparados hizo endémica la violencia en esta sociedad rural tan reprimida. Pero las periódicas revueltas de esclavos protagonizadas por los jornaleros eran reprimidas con facilidad por la policía, no menos tras la Primera Guerra Mundial que en los periodos anteriores.
Durante la II República, el conflicto agrario estalló con toda su fuerza y su solución se convirtió en una prioridad para los gobiernos de izquierdas y para los sindicatos y partidos obreros. Los sectores derechistas, por su parte, también pusieron toda la carne en el asador para evitar toda posible reforma agraria, lo que ralentizó el proceso y enconó los ánimos de ambas partes. Una muestra del aumento de la conflictividad social en este periodo es el testimonio del militante obrero Juan Misut, que permite hacerse una idea clara de la situación en el sur latifundista durante la República

En los dos mapas inferiores se muestra en primer lugar el porcentaje de la superficie total agraria de los años 30 en manos de latifundios de más de 250 ha., y en segundo lugar los conflictos agrarios en España durante la II República.

Porcentaje de la superficie ocupada por latifundios de más de 250 ha
Conflictividad agraria durante la II República

En 1932 el gobierno de izquierdas de Manuel Azaña puso en marcha la Ley de Bases de la Reforma Agraria. Aquí presento las consideraciones de uno de los padres de la ley, así como un extracto de dicha ley, ambos publicados en libros de texto de la editorial Anaya. Muy interesante es el documental producido por el Instituto para la Reforma Agraria durante la II República sobre la situación de los yunteros y jornaleros extremeños y que recientemente ha sido recuperado del olvido. Los YUNTEROS era un colectivo especialmente abundante en el sur de Cáceres y toda la provincia de Badajoz y su situación eran muy dura, aunque diferente del simple jornalero. Contaba con una yunta de mulas que le permitía cultivar la tierra del terrateniente en régimen de arrendamiento. Dependía, como el jornalero, del latifundista pero podía obtener su propia cosecha de la que tenía que ceder como pago un porcentaje abusivo al propietario.

Los años de posguerra fueron también de extremas dificultades para los obreros del campo, en un contexto de hundimiento general de la producción agrícola y una fuerte carestía. Entre 1940 y 1945 las hambrunas asolaron las zonas rurales de mayoría jornalera en el suroeste peninsular. El problema del latifundismo y la mala distribución de la tierra fue perdiendo peso progresivamente, a la vez que España comenzaba un rápido proceso de industrialización y urbanización a partir de los años 60 y 70 del siglo XX. La emigración afectó especialmente a jornaleros y junteros y de esa forma la presión sobre la tierra se volvió más soportable y los índices de pobreza menos apabullantes. A pesar de estos cambios, en el agro extremeño-andaluz pervivieron hasta bien entrados los 70 situaciones de explotación y sometimiento inadmisibles; estas situaciones se recogieron de forma magistral en la película Los santos inocentes (Mario Camus, 1984), de la que aquí recojo un fragmento.

                    

Del sufrimiento de millones de personas condenadas al hambre y a condiciones de vida y de trabajo que rayaban la servidumbre se hicieron eco importantes intelectuales de los años 30. Fue el caso del combativo Miguel Hernández, con su emotivo poema titulado El niño yuntero, y también del comprometido Rafael Alberti, que escribió este bello poemita sobre la pobreza de la Extremadura jornalera:
LOS NIÑOS DE EXTREMADURA
Los niños de Extremadura
van descalzos.
¿Quién les robó los zapatos?
Les hiere el calor y el frío.
¿Quién les rompió los vestidos?
La lluvia
les moja el sueño y la cama.
¿Quién le derribó la casa?
No saben
los nombres de la estrellas
¿Quién les cerró las escuelas?
Los niños de Extremadura
son serios
¿Quién fue el ladrón de sus juegos?
En los años 30, durante la República y la Guerra Civil, los jornaleros se adhieron mayoritariamente a los sindicatos obreros y muchos de ellos participaron como milicianos en defensa de la República. De ello dan fe los numerosos carteles propagandísticos que hacían hacían referencia al problema agrario y trataban de movilizar a los jornaleros.
Cartel del POUM durante la Guerra Civil
También numerosas canciones de guerra hacían referencia a sus reivindicaciones, como esta versión de una conocida canción del primer tercio de siglo XX:
En la plaza de mi pueblo
dijo el jornalero al amo
nuestros hijos nacerán
con el puño levantado
con mi arado abro los surcos
con mi arado escribo yo
páginas sobre la tierra
de miseria y de sudor
esta tierra que no es mía
esta tierra que es del amo
la riego con mi sudor
la trabajo con mis manos
pero dime compañero
si estas tierras son del amo
si nunca lo hemos visto
trabajando en el arado.
En la plaza de mi pueblo
dijo el jornalero al amo
nuestros hijos nacerán
con el puño levantado
que mi voz suba hasta el monte
que mi voz baje al barranco
hasta que los jornaleros
se apoderen de los campos.

Otros grupos de rock actual también puesto música a las reivindicaciones históricas y las durísimas condiciones de vida de los jornaleros del sur de España durante los últimos doscientos años. Ese es el caso del grupo Marea con su canción Pan duroen este caso en interpretada en colaboración con el conocido cantante Fito.

Jornaleros extremeños esquilando en los años 50.
El esquilador de la izquierda en la foto es el padre del autor de este blog.
Por último y en el campo de la narrativa, quisiera añadir también aquí la referencia a dos títulos indispensables para conocer las condiciones de vida en el agro español. Además del trabajo de Miguel Debiles en el que se basa la ya citada película de Mario Camus, habría que destacar la mordaz novela de José Saramago sobre los jornaleros del Alentejo portugués titulada Alzado del suelo y la desconocida obra de la periodista Olga Merino con el ilustrador título de Espuelas de papel. La primera puede, en buena medida, extrapolarse al sur español y la segunda nos cuenta una historia de jornaleros andaluces en el contexto de la guerra civil y su posterior emigración a la Cataluña industrial.
 Blanca Galicia Paredes
Esta entrada va enfocada a analizar el origen de los latifundios en España desde La Reconquista cristiana.
Los verdaderos orígenes de los latifundios se hallan en la Reconquista y la desamortización y no en los factores naturales económicos y sociales, con los que se pretenden justificar,
A medida que se efectuaba la Reconquista cristiana, la mayor parte de los terrenos se repartían entre las órdenes militares, los nobles que figuraban como caudillos y el clero. Las fértiles tierras andaluzas y extremeñas fueron muy codiciadas por los castellanos. La Iglesia, las órdenes militares y toda nuestra aristocracia procuró sacar una buena parte de este preciado botín.
Los latifundios nacieron de un hecho guerrero y político; la naturaleza no ha tenido la más mínima intervención en este engendro.
La expulsión de los moriscos en Andalucía occidental en 1610 facilitó el ensanchamiento de estas propiedades y despobló más los campos, imposibilitando su laboreo posterior.
La situación económico y social fue agravandose desde este momento, y la historia nos indica que los siglos XVII y XVIII fueron de una enorme decadencia económica y social en nuestra patria, a pesar de nuestras colonias americanas.
Los privilegios de que disfrutaba el Concejo de la Mesta, al que pertenecían los grandes títulos, impidieron el desarrollo de la agricultura, haciendo prevalecer la ganadería, a la que ellos se dedicaban, imposibilitando la vida del pequeño propietario, que veía destruidos sus sembrados con gran frecuencia por los ganados de aquellos, dueños de terrenos comunales y de propios, ya que aprovechaban sus pastos. Así se entiende que en vez de disminuir, se agrandase la gran propiedad, quedándose con las tierras de los pequeños agricultores.
La gran masa de terrenos comunales permitía que llegasen algunas migajas de su riqueza. Además los bienes de las comunidades religiosas eran cultivados en arrendamiento por estos modestos agricultores.
La desamortización de todos estos bienes efectuaba para aliviar la situación de Hacienda pública e intensificaba la explotación del suelo, aunque ninguno de estos móviles se realizara, es el hecho más trascendental después de la Reconquista como creador de nuevos latifundios. Se realizó tan torpemente que no sirvió para mejorar la situación de los trabajadores y, en cambio, vino a aumentar el poder de los ricos.
Los latifundistas hicieron lo que más convino a sus intereses.
A día de hoy, los latifundios se concentran en torno a más del 40{14c88425e8fe9d97faae8feb4c9704a1f54f6c24ede33d0414f3cb3e373d26ea} en las provincias de Cáceres y en gran parte de andalucía como en Ciudad Real, Huelva, Sevilla, Córdiba, Cadiz o Granada.
Le siguen Salamanca, Ávila, Toledo, Badajoz, Jaén, Málaga y Albacete con una concentración del 25{14c88425e8fe9d97faae8feb4c9704a1f54f6c24ede33d0414f3cb3e373d26ea} al 40{14c88425e8fe9d97faae8feb4c9704a1f54f6c24ede33d0414f3cb3e373d26ea}.
Con un 10{14c88425e8fe9d97faae8feb4c9704a1f54f6c24ede33d0414f3cb3e373d26ea} a un 25{14c88425e8fe9d97faae8feb4c9704a1f54f6c24ede33d0414f3cb3e373d26ea}  Almería, Murcia, Alicante, Valencia, Madrid y Segovia. Hasta un 10{14c88425e8fe9d97faae8feb4c9704a1f54f6c24ede33d0414f3cb3e373d26ea} provincias como Castellón, Guadalajara, Zamora, Palencia y Valladolid.
El resto de provincias de la zona septentrional y meridional, reflejan aún sin cantastrar.

En 1977, la cuarta parte aproximadamente de las tierras andaluzas las ocupaban 229 cortijos, con más de 2.500 hectáreas cada uno. Al mismo tiempo hay 279.120 fincas con menos de cinco hectáreas. (INE. Anuario 1977. Páginas 529-553). «Ha sido un prurito -de la busguesía terrateniente andaluza- tener tantos cortijos como hijos». (Miguel Artola. El latifundio, siglos XVIII-XX).

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