Mes: agosto 2019
Dar una nueva vida a viejos aparatos eléctricos
Un proyecto en Viena ofrece trabajo a los desempleados de larga duración
Sobre este proyecto
El «Demontage- und Recycling-Zentrum» (Centro de Desmontaje y Reciclado), también conocido por sus siglas DRZ, ofrece trabajo temporal a los demandantes de empleo de Viena, aumentando así sus posibilidades de encontrar puestos de trabajo permanentes. El departamento de desmontaje del DRZ clasifica, desmonta y recicla antiguos aparatos eléctricos, que el departamento de reutilización repara posteriormente. El Centro alberga también el «trash_design manufactory», un taller en el que se crean productos valorizados a partir de residuos electrónicos.
Este proyecto se puso en marcha hace más de diez años y en su fase inicial recibió 324.000 euros del Fondo Social Europeo. Ahora el DRZ forma parte de Wiener Volkshochschulen GmbH y recibe financiación del Servicio de Empleo Público de Viena.
http://reuse-notebook.com/de/startseite/
https://europa.eu/investeu/projects/new-life-old-electrical-appliances_es
Cómo mejorar la recuperación de residuos de aparatos eléctricos y electrónicos
Las materias primas fundamentales con un mejor proceso de reciclaje disfrutarán de una nueva vida gracias a un proyecto de la Unión Europea
¿Por qué sigue existiendo un mercado ilegal de residuos electrónicos?
INVESTIGADOR EN EL DEPARTAMENTO DE INGENIERÍA Y GESTIÓN FORESTAL Y AMBIENTAL, UNIVERSIDAD POLITÉCNICA DE MADRID (UPM)
Los aparatos eléctricos y electrónicos, como grandes y pequeños electrodomésticos, ordenadores, equipos de alumbrado, aires acondicionados y herramientas eléctricas, son productos habituales en nuestra sociedad y deseables para la creciente clase media de los países en desarrollo.
Todo lo anterior explica que el consumo de estos aparatos se haya disparado en los últimos años, al mismo tiempo que se generan unos 50 millones de toneladas de residuos eléctricos y electrónicos (denominados RAEES) al año, el equivalente a unas 4.500 torres Eiffel.
Estas cifras constituyen un problema grave tanto a nivel local como global. Primero, porque estos residuos contienen materiales tóxicos y peligrosos como plomo, cadmio, mercurio, níquel, litio y gases fluorados de refrigeración. Segundo, porque la composición y tipología de los residuos varía de un país a otro en función de sus pautas de consumo o necesidades. Y tercero, porque no se conoce bien la cantidad real de residuos que se generan ni a dónde van a parar. De los 67 países que tienen una legislación al respecto, tan solo 41 recopilan esta información y, a veces, ni siquiera es fiable.
Para hacerse una idea de la envergadura del problema, basta otra cifra: 1,7 millones de toneladas de residuos electrónicos se eliminan directamente en vertederos, produciendo lixiviados que pueden contaminar las aguas subterráneas y los ríos. Su incineración conlleva el riesgo de que se liberen gases tóxicos con contenido en plomo, mercurio, dioxinas y furanos, todos ellos compuestos cancerígenos. Solo alrededor de 8,9 millones se recuperan para su reciclaje.
Existe, por tanto, un 76{14c88425e8fe9d97faae8feb4c9704a1f54f6c24ede33d0414f3cb3e373d26ea} de los RAEES cuyo destino no se sabe (o no se quiere saber). La mayor parte del flujo de estos residuos está fuera del canal económico formal. El valor estimado de todas las materias primas valiosas que albergan (hierro, cobre, aluminio, plata, oro, paladio, etc.) es de unos 55.000 millones de euros, pero recuperar estos materiales implica para occidente un elevado coste de mano de obra que disminuye el margen de beneficios.
Sin embargo, si los residuos se trasladan a terceros países de manera ilegal, la recuperación de estos metales preciosos sale rentable económicamente, aunque a expensas de ocasionar graves perjuicios para la salud de la población y el medioambiente.
Medidas parciales e insuficientes
Una de las causas de este mercado negro es la falta de regulación global, si bien es cierto que, a nivel local, China, India, Japón, Rusia, los países de la Unión Europea (UE) y Estados Unidos, con el 66{14c88425e8fe9d97faae8feb4c9704a1f54f6c24ede33d0414f3cb3e373d26ea} de la población mundial, disponen de normativa para proteger sus territorios de posibles impactos ambientales.
El problema radica en la recirculación de residuos que existe hacia zonas sin regulación o con una regulación laxa (regiones de África, el Caribe, Asia Central, Asia Oriental, China y las islas del Pacífico).
La libre circulación entre los estados de la UE hace que, bien por falta de medios o excesivo tráfico, sea muy fácil transportar estos materiales sin sufrir demasiada vigilancia hasta puertos como los de Róterdam y Amberes (Países Bajos), Hamburgo (Alemania), Felixstowe (Reino Unido), El Havre (Francia) y Bilbao, y de ahí a África y Asia.
Otras de las causas, quizás más difícil de controlar, es la que señala el proyecto internacional Countering WEEE Illegal Trade y que se resume en la corrupción en las fronteras, tanto a la salida como a la entrada de RAEES en esos países.
Residuos made in Spain
España genera aproximadamente un millón de toneladas/año de RAEES y el 60{14c88425e8fe9d97faae8feb4c9704a1f54f6c24ede33d0414f3cb3e373d26ea} no se sabe a dónde va. La cifra nos sitúa a nivel de Chipre o Rumanía y supone un presunto incumplimiento del Convenio de Basilea sobre traslado transfronterizo de residuos peligrosos.
La existencia de diferentes mafias e intereses comerciales hace que, aún conociendo los hechos, sea muy difícil para los organismos internacionales poner coto al problema. Además, controlar estos flujos transfronterizos exige unos métodos de cuantificación que aun no están desarrollados o contrastados. La mayoría se basan en cuatro indicadores:
- Total de aparatos eléctricos y electrónicos puestos en el mercado.
- Total de RAEES generados.
- Total oficial de RAEES recuperados y reciclados.
- Porcentaje de recuperación de RAEES.
Pero la única forma de cuantificarlos, por ahora, es a través de una legislación que desarrolle la denominada responsabilidad ampliada del productor (RAP) basada en sistemas individuales de devolución y retorno –es el mismo productor quien lo recoge y se lo lleva– o bien a través de sistemas colectivos –puntos limpios, lugares de acopio en grandes superficies, contenedores, etc.–.
La instalación en estos aparatos de chips de seguimiento o códigos QR puede ser eficaz a escala local y experimental, pero a nivel global las mismas mafias destruirían estos dispositivos.
Mejores y peores ejemplos
Japón puede considerarse un ejemplo en cuanto a su legislación: aplica perfectamente la RAP y tiene una infraestructura excepcional para la recogida y reciclaje de materiales. Si bien produce 2,1 millones de toneladas anuales de RAEES, que lo convierten en el tercer país del mundo en volumen generado tras China y EEUU, las empresas tecnológicas niponas están fuertemente implicadas en materia de residuos.
Aunque Rusia y Estados Unidos han empezado a aplicar la RAP, aún están lejos de las políticas japonesas o las de la propia UE y son netamente exportadores de RAEES. China posee una estricta legislación sobre importación de residuos, pero también es cierto que utiliza países limítrofes como fuente de entrada de los mismos o de los materiales extraídos de ellos.
Por su parte, la UE cuenta con la directiva RAEE 2012/19/UE destinada a regular la recogida, reciclaje y recuperación de los desechos electrónicos y aplica el principio de prevención de residuos. La norma establece que para 2019 se debe recoger el 65{14c88425e8fe9d97faae8feb4c9704a1f54f6c24ede33d0414f3cb3e373d26ea} del peso medio de estos aparatos introducidos en el mercado en los tres últimos años o el 85{14c88425e8fe9d97faae8feb4c9704a1f54f6c24ede33d0414f3cb3e373d26ea} de los RAEES generados en cualquier estado miembro. En 2016 se recuperaba tan sólo el 35{14c88425e8fe9d97faae8feb4c9704a1f54f6c24ede33d0414f3cb3e373d26ea}.
El futuro va a requerir mayores controles y exigencias. Los productos eléctricos y electrónicos que hoy consumimos se van a convertir en residuos dentro de cuatro años. El cambio de modelo hacia una movilidad sostenible, por ejemplo, implantando el coche eléctrico como elemento básico, puede colapsar el sistema si no se toman medidas legislativas serias y, sobre todo, se invierte en infraestructuras de recuperación y reciclaje.
La prevención, modularidad para el desensamblaje y reutilización de materiales y la sustitución de materiales tóxicos por otros inocuos para el medio ambiente y la concienciación de la ciudadanía sobre el problema son los retos de futuro que se nos plantean en este ámbito.
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation
El PSOE o la historia de un largo giro a la derecha
«Hay que ser socialistas antes que marxistas». La frase de Felipe González en 1979 ha marcado el camino del partido hasta la abstención aprobada por el último Comité Federal
«No se puede tomar a Marx como un todo absoluto, no se puede, compañeros. Hay que hacerlo críticamente, hay que ser socialistas antes que marxistas». El «renovador» Felipe González había entendido a la perfección el signo de los tiempos cuando en mayo de 1979 proponía en el Congreso Extraordinario del PSOE abandonar los postulados marxistas del partido para subirlo al tren de las formaciones socialistas europeas. Lo que hoy se ha dado en llamar socialdemocracia y que podría resumirse en un bajar los brazos ante el neoliberalismo y convertir la doctrina socialista en una suerte de tratamiento paliativo hasta que el enfermo, la clase trabajadora, muera tranquila en la cama de un hospital privatizado.
Aquel Congreso supuso la derrota de González, que dejó momentáneamente la Secretaría General en manos de una gestora ─déjà vu─, pero sólo duró hasta septiembre. González sacudió la caspa socialista de la chaqueta de pana de un partido llamado a ser uno de los pilares de la nueva España que venía. Volvió al cargo en septiembre, tras otro Congreso del PSOE, y puso el intermitente derecho para avisar al que venía detrás de que el giro iba a comenzar.
«OTAN, de entrada, no» y de salida tampoco
Le hacía falta gobernar, y lo logró en 1982. Le pusieron un año más tarde la X de los GAL pero entonces se perdonaba el terrorismo de Estado si «la ETA» mataba a guardias civiles y a concejales «como a gorriones», según la hemeroteca. Las ruedas del coche socialista empezaron a chirriar a la altura del kilómetro 1986, cuando nueve millones de españoles votaron «sí» a la permanencia de España en la OTAN.
«De entrada no» era el eslogan con el que el PSOE defendía no ingresar en la Alianza Atlántica cuando la UCD del franquista Calvo Sotelo metió al país en la Guerra Fría. Era el caballo de batalla con el que el jinete González ganó las elecciones. Pero de 1981 hasta el referéndum, González dio uno de los mayores volantazos ideológicos que se recuerdan en la democracia española. Cambió el discurso y la postura del partido, buscó una pregunta tendenciosa y utilizó desde el Gobierno todos los medios de propaganda que le brindaba el Estado para llevar el apoyo de la opinión pública a la OTAN de un 18{14c88425e8fe9d97faae8feb4c9704a1f54f6c24ede33d0414f3cb3e373d26ea} al 56,85{14c88425e8fe9d97faae8feb4c9704a1f54f6c24ede33d0414f3cb3e373d26ea} que resultó en las urnas. De las condiciones que puso a la permanencia nunca más se volvió a saber y nunca se aplicaron.
Aquel viraje conllevó la dimisión de su ministro de Exteriores y a una desbandada de cuadros socialistas que tuvieron a bien conformar junto al PCE la Izquierda Unida de Gerardo Iglesias. La O y la E de las siglas comenzaban a desprenderse del cartel de la calle Ferraz, como bien recordó el cantautor Javier Krahe en su tema Cuervo Ingenuo, que el Gobierno censuró en RTVE.
Pero no había tiempo que perder. El liberalismo económico era el evangelio que Margareth Thatcher predicaba desde Inglaterra y que el PSOE seguía al pie de la letra aunque de cara a la galería vendiera la solidez del Estado del bienestar español. Llegó la reconversión industrial y las violentas protestas de los trabajadores en buena parte del norte del país. Pero España iba bien, que diría Aznar. La economía crecía a un vertiginoso ritmo del 5{14c88425e8fe9d97faae8feb4c9704a1f54f6c24ede33d0414f3cb3e373d26ea} mientras González volvía a gobernar con mayoría absoluta y más de un millón y medio de jóvenes engrosaban las listas del paro. La careta funcionaba a la perfección, aunque la Policía disparase a matar a los huelguistas en los astilleros, así que González volvió a tomar el desvío de la derecha.
14-D de 1988: la huelga que paralizó España
A los jóvenes de hoy les sonará la maniobra que el PSOE bautizó como Plan de Empleo Juvenil y que abría la puerta de la precariedad laboral. Era el primer contrato basura, el minijob de los años 90, destinado a jóvenes de entre 16 y 25 años, por el salario mínimo interprofesional, una duración de entre seis y 18 meses y exenciones en las cuotas de la seguridad social para los empresarios.
Aquello resultó en una de las huelgas más memorables de la historia reciente del país, la de diciembre de 1988, y la ruptura definitiva entre el PSOE y su sindicato histórico, la UGT de Nicolás Redondo, que un año antes había dejado su escaño en el Congreso por la deriva liberal de González.
La O del cartel se había desprendido totalmente ,y aunque la movilización condenó al cajón el proyecto de precariedad, González se guardaba en la manga la reforma laboral de 1994, en la que se legalizaron las empresas de trabajo temporal (ETT). Era tan grande el pastel salarial de entonces, debió de pensar el presidente, que unas cuantas empresas tenían derecho a coger su parte de la nómina del trabajador. La O se fue al contenedor de reciclaje y, en 1996, González deja la Presidencia en manos del PP de Aznar. España debió de pensar que era más sencillo y menos hipócrita votar directamente a la derecha.
La socialdemocracia de ZP
Con lo de obrero fuera del cartel y lo de socialista colgando del último anclaje, tras las turbulencias de la guerra Almunia-Borrell, llegó el turno de José Luis Rodríguez Zapatero, casi tan desconocido entonces como Pedro Sánchez cuando fue colocado por Susana Díaz a los mandos de la nave. Fueron años de bonanza, de las becas de estudio, de la ley del matrimonio homosexual y de los estertores de la burbuja del ladrillo. Cuando pinchó, lejos de haber hecho algo por desinflarla sin drásticas consecuencias, Zapatero entonó la palabra «desaceleración» económica para tapar lo que al final se mostró como la mayor crisis económica desde el crack del 29.
Lo que sigue es de sobra conocido. El presidente más popular de la democracia siguió la estela de sus socios europeos y aplicó los imperativos de los mercados financieros que la Troika trasladaba a los parlamentos de los países en crisis. Portugal, Italia, Grecia y, algo más tarde, Francia ─países gobernados por un partido con la palabra «socialista» en el membrete─ aplicaron con dureza la pócima neoliberal: abaratar despidos, cercenar derechos laborales, recorte del gasto público en sanidad, educación, dependencia, pensiones… En definitiva, empezaron a vaciar el cajón de aquellas áreas que, durante el último tercio del siglo XX y lo que iba de XXI, les habían servido a los socialistas europeos para justificar su nueva realidad socialdemócrata. Lo que les distinguía de la derecha, el gasto social, saltaba por los aires en aras de cumplir los objetivos de déficit que impone Alemania. El resultado es la actual crisis de la socialdemocracia en toda Europa.
La reforma laboral de 2010 le costó una huelga general a Zapatero. La advertencia era clara en las calles. Más aún después del 15-M, que señaló la escasez de diferencias entre lo que tuvieron a bien denominar partidos del régimen. La expresión PPSOE comenzó a ser una constante que se vio más que justificada un fatídico agosto de 2011. Fue cuando el gobierno ZP pactó con el PP la reforma del artículo 135 de la Constitución Española.
Con el paro subiendo a una velocidad similar a la que el PSOE encara la siguiente curva a la derecha, el Estado y las Comunidades Autónomas debían priorizar el pago de la deuda pública ─entonces desorbitada y hoy aún mayor─ sobre cualquier otra cosa. La reforma entró en vigor en septiembre de 2011 y sus peores efectos se apreciarán en 2020.
De la encrucijada naranja a la abstención azul
El PSOE perdió las siguientes elecciones y ni siquiera fue capaz de remontar frente a un PP envuelto en mil y un casos de corrupción. La irrupción de Podemos como respuesta al vacío ideológico del PSOE amenazaba con un sorpasso que no llegó a producirse, con o sin coalición con Izquierda Unida, al menos en escaños. La encrucijada de Pedro Sánchez tenía, como las anteriores que enfrentó el PSOE, dos direcciones. Una a la izquierda, con un Gobierno junto a Podemos, y otra matemáticamente sin salida, por la derecha, de la mano de Ciudadanos.
Sánchez siguió el camino de González y decidió firmar un «pacto reformista y de progreso» con Ciudadanos. No obtuvo los votos necesarios en la investidura y culpó de ello a Podemos. La factura en las urnas fue ligera en cuanto a pérdida de votos, pero a Sánchez le costó la Secretaría General tras el golpe de mano de los barones socialistas con la presidenta andaluza al timón. «Desconfíe de los que tienen el pasado manchado de cal viva», le dijo Pablo Iglesias en la primera votación. Se refería a González, miembro del consejo de administración de Gas Natural. El mismo que, después de aconsejar a Sánchez el pacto con Rivera, prefirió elogiar al segundo por pactar después con el PP que a Sánchez por mantenerse firme en el «no es no» ante Rajoy.
Este domingo, el Comité Federal del PSOE ha aprobado el último y quizás definitivo giro a la derecha. Los 85 diputados han recibido la orden del aparato del partido de abstenerse en segunda votación de la investidura de Rajoy. Dejarán gobernar al PP aunque el diario ‘El País’ prefiera decir que «desbloquea España y evita las terceras elecciones». La temida gran coalición no ha tenido que presentarse a las elecciones mientras los votantes del PSOE se preguntan para qué ha servido su voto.
No a la venta