Incluso en lugares remotos, como la Antártida o la meseta del Tíbet, llueve agua contaminada por agentes químicos sintéticos perfluoroalquilados y polifluoroalquilados (PFAS). Un equipo de investigación europeo asegura que se ha superado su límite planetario, teniendo en cuenta que son compuestos tóxicos persistentes y se propagan por la atmosfera.
Son peligrosas para la salud humana y los ecosistemas, porque su toxicidad es persistente, se extiende por la atmósfera y pueden encontrarse en el agua de lluvia y nieve de las regiones más recónditas del planeta. Además, si el cuerpo humano los absorbe a través de los alimentos o el agua, este los acumula.
Si bien es cierto que en los últimos veinte años los valores de PFAS en el agua potable, las aguas superficiales y los suelos han disminuido drásticamente, debido a su prohibición y legislación sobre su uso al conocer su alta toxicidad, un estudio apunta que se ha superado el límite planetario de los niveles establecidos.
Cousins: «Necesitamos que la gente tenga un nivel de concienciación [con los PFAS] similar al de la contaminación por plásticos»
«El nivel general de conocimiento de los efectos en la salud humana de la exposición a los PFAS es desigual según el país o la región. En general es bajo y se podría hacer más para comunicar el problema. Necesitamos que la gente tenga un nivel de concienciación similar al de la contaminación por plásticos», dice a SINC Ian Cousins, autor principal del trabajo sobre la presencia y el transporte atmosférico de PFAS durante la última década.
Cousins, profesor del departamento de Ciencias Ambientales de la Universidad de Estocolmo (Suecia), junto a su equipo y científicos de la Escuela Politécnica Federal de Zúrich (ETH), han publicado los resultados de la investigación de laboratorio y de campo en la revista Environmental Science & Technology.
«Se ha producido un asombroso descenso de los valores guía para los PFAS en el agua potable. Por ejemplo, el valor de referencia del agua potable para una sustancia muy conocida de la clase de los PFAS, el ácido perfluorooctanoico (PFOA, por sus siglas en inglés), que puede provocar cáncer, ha disminuido en 37,5 millones de veces en los EEUU», añade Cousins.
Algunas legislaciones sobre estos compuestos no los prohíben totalmente, si no que restringen su uso y contemplan excepciones. «Tendría que referirse a algo esencial para la salud y la seguridad, o crítico para el funcionamiento de la sociedad. Por ejemplo, la protección contra fluidos biológicos en las batas médicas para los profesionales que trabajan en los quirófanos. Pero incluso para estos usos esenciales puede haber alternativas o la innovación debería llevar al desarrollo de alternativas. Personalmente, creo que los usos esenciales son pocos», argumenta el experto.
Agua de lluvia no potable
Los PFAS son muy persistentes, pero su presencia continuada se debe también a sus propiedades y a los procesos naturales que los devuelven continuamente a la atmósfera desde el medio ambiente.
Cousins: «Aunque en el mundo industrializado no solemos beber agua de lluvia, mucha gente del planeta espera que sea segura para beber y abastece a muchas de nuestras fuentes de agua potable»
«Según las últimas directrices estadounidenses sobre el PFOA en el agua potable, el agua de lluvia de todo el mundo se consideraría insegura para beber. Aunque en el mundo industrializado no solemos beber agua de lluvia, mucha gente del planeta espera que sea segura para beber y abastece a muchas de nuestras fuentes de agua potable», señala el investigador. Uno de los procesos naturales más importantes del ciclo de los PFAS es el transporte del agua de mar al aire marino por medio de los aerosoles, que es otra área de investigación activa para el equipo de la universidad sueca.
«Debido a la propagación mundial de los PFAS, el medioambiente de todas partes superará las directrices de calidad ambiental diseñadas para proteger la salud humana y podremos hacer muy poco para reducir su contaminación. En otras palabras, tiene sentido definir un límite planetario específico para los PFAS y, como concluimos en el documento, este límite ya se ha superado», afirma Martin Scheringer, coautor del estudio y científico del ETH suizo y de RECETOX, de la Universidad de Masaryk (República Checa).
Sustancias químicas para siempre
Los PFAS son un nombre colectivo con el que se ha englobado a las sustancias altamente fluoradas que tienen una estructura química similar. Todos ellos son extremadamente persistentes en el medio ambiente o se descomponen en otros de este grupo extremadamente persistentes, de ahí les viene el apodo de ‘sustancias químicas para siempre’.
Los PFAS se han asociado a una amplia gama de daños graves para la salud, como: cáncer, problemas de aprendizaje y comportamiento en los niños, infertilidad, complicaciones en el embarazo, aumento del colesterol y los problemas del sistema inmunitario.
«Los que viven cerca de los puntos calientes de contaminación son los que más sufren, por supuesto, como cerca de las fábricas o de las bases militares o donde se utilizan espumas contra incendios. Los alimentos y el agua allí están muy contaminados y aquellos que consumen productos locales están muy expuestos», enfatiza el investigador de la universidad sueca.
Muncke: «No puede ser que unos pocos se beneficien económicamente, mientras contaminan el agua potable de otros millones de personas y provocan graves problemas de salud»
Jane Muncke, directora general de la Fundación del Foro de Envasado de Alimentos de Zúrich (Suiza), que no ha participado en el trabajo, señala: «No puede ser que unos pocos se beneficien económicamente, mientras contaminan el agua potable de otros millones de personas y provocan graves problemas de salud. Las enormes cantidades que costará reducir los PFAS en el agua potable a niveles seguros, según los conocimientos científicos actuales, deben ser pagadas por la industria que produce y utiliza estas sustancias químicas tóxicas. El momento de actuar es ahora».
Cousins también se muestra favorable a esta idea, pero es consciente de que la legislación actual no lo hace posible fácilmente. «El principio de ‘quien contamina paga’ significa que los usuarios de las sustancias químicas son los responsables, no el fabricante. Por ejemplo, en el caso de la contaminación por PFAS de las espumas contra incendios, los responsables suelen ser los departamentos de defensa y, en última instancia, quien paga es el contribuyente», concluye.