Rusia dará respuesta “firme y contundente” si Kiev ataca a Crimea

El sistema ruso Bastión lanza un misil durante un ejercicio militar en Crimea, 23 de septiembre de 2021. (Foto: Reuters)

Rusia ha puesto de relieve que, si las Fuerzas Armadas de Ucrania atacan a la península de Crimea, de inmediato habrá una respuesta “firme y contundente”.

El vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia, Dmitri Medvédev, ha enfatizado este sábado en Telegram que, en caso de eventuales ataques de las fuerzas ucranianas contra Crimea (península anexada en 2014 a Rusia en el marco de un referéndum popular) o el interior de Rusia, “la respuesta será rápida, firme y contundente”.

El expresidente ruso ha aseverado que, dependiendo de la naturaleza de las amenazas, Rusia está dispuesta a usar “todo tipo de armas”, de acuerdo a sus doctrinas, incluidas las bases de disuasión nuclear.

En otra parte de sus declaraciones, ha señalado que el envío de armas modernas a Ucrania y los ataques contra objetivos rusos en Crimea no allanará el camino a las negociaciones, por el contrario, “solo habrá ataques de represalia”, advirtiendo que “toda Ucrania que permanezca bajo el gobierno de Kiev arderá”.

 

“Si Washington realmente quisiera poner fin a la guerra que instigó, podría hacerlo con un chasquido de dedos, ordenando a sus lacayos drogados sentarse a la mesa de negociaciones. Pero, los seniles de Washington en la Administración estadounidense y los halcones en el Congreso simplemente no están interesados ​​en esto”, ha denunciado.

El 28 de enero del año en curso, el alto funcionario criticó los intentos occidentales de justificar las entregas de armas a Kiev como un supuesto esfuerzo para evitar una guerra mundial, diciendo que los tanques no determinarán la victoria en la tercera guerra mundial.

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Conde Torrens desmantela 2.000 años de historia en «Año 303, inventan el cristianismo»

Durante dos milenios, el cristianismo ha perdurado como una de las tres grandes religiones monoteístas del mundo. Ahora un voluminoso libro de casi 900 páginas sale a la luz para intentar demostrar que todo ello, a juicio de su autor, fue solo una idea del emperador romano Constantino, en el año 303.

En «Año 303, inventan el cristianismo» (Ediciones Alta Andrómeda) el investigador Fernando Conde Torrens defiende la tesis de que toda la historia del cristianismo se fraguó y se redactó entre ese año y el 313. Nunca hubo nada previamente, sino que todo es una invención que podría calificarse de literaria.

Todo esa historia, cimentada en lo que en la terminología cristiana se conoce como Nuevo Testamento, la escribieron dos personas a las órdenes de Constantino: Lactancio (considerado por sus biógrafos como un panegirista cristiano) y el historiador Eusebio de Cesarea, señala Conde.

A juicio del investigador, «Jesucristo es un invento literario de Lactancio. Es tan real como Don Quijote, Supermán o Luke Skywalkwer, es un personaje de ficción».

«Como regla general, que se hable por primera vez de un personaje famoso trescientos años después de existir éste, sin testigos coetáneos ni intermedios del mismo, plantea una duda muy seria sobre la historicidad de tal personaje. Sin duda, Eusebio tomó un arquetipo de verosímil factura, no iba a elegir un ser incompatible con su tiempo», afirma Conde.

De hecho, Conde va más allá en su tesis de lo que ya apuntó en el siglo XVIII el historiador inglés Edward Gibbon (1737-1794) en su monumental «Historia de la decadencia y caída del Imperio romano», cuando hace una revisión crítica de las fuentes oficiales cristianas, en particular en lo tocante al periodo de las persecuciones, cuyo alcance y virulencia reduce.

Gibbon sostiene que los cristianos recibieron notable tolerancia por parte de los ciudadanos paganos romanos e incide en que el cristianismo es en buena medida uno de los causantes de la caída del Imperio romano, en particular tras su adopción por Constantino como religión oficial en virtud del Edicto de Milán (313).

En este sentido, Conde subraya que «no hubo persecuciones ni mártires; ni Nerón quemó a nadie, ni Diocleciano persiguió a nadie».

«No hubo ‘persecución sistemática de cristianos’», entre otras razones -argumenta- porque «no existían físicamente, sino solo sobre el papel».

El estudio de Conde se basa y pretende concluir una investigación iniciada en 1850 en la Universidad alemana de Turingia con la que se trató de esclarecer la autoría de los textos sagrados del cristianismo.

A mayor abundamiento, Conde niega la existencia de un personaje fundamental en la historiografía y la teología cristiana como es San Pablo, el llamado «apóstol de los gentiles».

«Pablo no existió en absoluto. Es obra exclusiva de Lactancio, y en Pablo solo hay barbaridades y moral elemental», afirma.

En su libro, presentado en forma de ensayo novelado con un amplio anexo lleno de documentos y textos escritos en griego, Conde indica que si Lactancio fue el creador de la nueva religión, Eusebio se opuso a la falsificación y preparó los textos para dejar huellas de que todo era un invento.

En este sentido, Conde revela las técnicas empleadas por Eusebio para avisar al lector de que se encontraba ante una falsificación.

Entre esas técnicas, señala el investigador, se encuentran la doble redacción, las estructuras en ambas etapas de la redacción y, muy particularmente, los acrósticos, mensajes ocultos que el autor de un texto coloca al comienzo o al final de una frase, con firmas como «SIMÓN».

Conde disiente con la idea de que su libro sea una nueva obra apologética del ateísmo o del agnosticismo, como ya otros muchos autores han hecho, partiendo para ello del estudio crítico de los textos cristianos.

El investigador sostiene que su obra «es una invitación al Conocimiento», entendido como el logos griego.

«Hay en el Nuevo Testamento algo del Conocimiento de los griegos, menos del 10 por ciento, que está, además, mal traducido. Hay moral elemental, sobre todo en las Epístolas paulinas, otro 10 por ciento. El 80 por ciento restante son barbaridades doctrinales», señala.

«Occidente se merece más Conocimiento, y bien traducido, no ese escaso 10 % por ciento», recalca.