América Latina, en sus principales países oscilatorios, exhibe una dinámica del desplome del impuesto decálogo del Consenso de Washington que se refleja en las revueltas de los ‘millennials’ en Chile y Colombia —dos bastiones del globalismo neoliberal— y en las elecciones de México y Perú, donde triunfan los soberanistas frente a los globalistas.
En el momento geoestratégico tripolar de las tres superpotencias EEUU, Rusia y China, que de facto aplican sus esferas de influencia, y la etapa de desglobalización y regionalismos que vive el planeta en el ámbito geoeconómico, Latinoamérica opera en su conjunto el reflujo soberanista antineoliberal frente al disfuncional y caduco globalismo neoliberal financierista que provocó cuantiosos estragos socioeconómicos y psicopolíticos.
Dos bastiones militarizados del globalismo neoliberal se tambalean en Colombia y Chile con el asombroso despertar de la mayoría de su población juvenil millennial, mientras que las elecciones intermedias en México refrendan el triunfo de Morena, un partido específicamente antineoliberal en el poder.
En paralelo, independientemente del resultado final de las elecciones presidenciales en Perú, el ascenso azorante del maestro rural indígena Pedro Castillo evidencia que su modelo de libre mercado ha llegado a su fin, como sucedió antes en Argentina —con la llegada de la dupla de los Fernández—, además del retorno triunfal del grupo de Evo Morales en Bolivia, cuando se proyecta el retorno triunfal de Lula da Silva en Brasil.
Los pequeños y medianos países en América Latina son muy respetables, pero no es lo mismo el impacto de su giro antineoliberal en países situados en los primeros lugares del ranking geoeconómico, demográfico y político como son Brasil, México y Argentina, que países de poderío mediano como Perú o más limitados como Bolivia.
Inclusive, se pudiera aducir que el triunfo del banquero neoliberal Guillermo Lasso, con una diferencia del 5%, frente a su rival de centro-izquierda Andrés Arauz, se debió al apoyo politiquero contra natura del partido indigenista Pachakutik.
Peor aún: el banquero Lasso no cuenta con una mayoría solvente en el Congreso con su partido Creando Oportunidades (CREO).
La anatomía de la Asamblea Legislativa de Ecuador —UNES de centro-izquierda del correísmo, 49 escaños (36%); el Pachakutik indigenista, 27 escaños (19%); Partido Social Cristiano, 16 escaños; Izquierda Democrática, 18 escaños— no es nada benéfica para el banquero neoliberal Lasso con su partido colocándose en un mediocre quinto lugar con un 8,7%, lo que le obligará a realizar acrobáticas alianzas contra natura y que vaticinan una caótica ingobernabilidad.
13 de abril, 12:36 GMT
La agenda ‘social’ de Ecuador ostenta 85 escaños (62%). Aun cuando el globalismo neoliberal gana la presidencia tiene en contra a la Asamblea en forma apabullante.
Resalta el casi 20% del movimiento indigenista Pachakutik. ¿Cómo conciliará el banquero neoliberal supremacista Guillermo Lasso su agenda globalista con las demandas legítimas de los indígenas ecuatorianos que hoy andan desbrujulados geopolíticamente?
Dígase lo que se diga, existe un pasmoso despertar del indigenismo en Bolivia, Ecuador y ahora en Perú.
Las elecciones intermedias en México asentaron los reales del antineoliberalismo del partido Morena en el poder que obtiene la «mayoría simple» en alianza con sus partidos aliados y que le permiten aprobar el presupuesto, cuyo enfoque se centra en la ayuda a los pobres.
Morena obtiene prácticamente el doble de los votos de los dos principales partidos de oposición: el neoliberal PAN y el PRI en búsqueda de su definición ideológica cuando naufraga entre sus sectores neoliberales (los perdedores) y nacionalistas.
De las 15 importantes gubernaturas, Morena descuelga 12 —11 gubernaturas como tal y 1 de sus aliados del Partido Verde y del Partido del Trabajo—, frente a la mediocridad de dos gubernaturas del PAN en Querétaro y Chihuahua, y una en el importante estado industrial financiero de Nuevo León para el partido centrista Movimiento Ciudadano, que, paradójicamente, no se refleja en la Cámara de Diputados donde solamente obtuvo el 7%.
Morena sufrió una derrota catastrófica en la capital, Ciudad de México, que parece haber liquidado las aspiraciones presidenciales de su jefa de Gobierno.
En realidad, Morena se corre hacia el centro-izquierda, lo cual se refleja con el inmediato nombramiento poselectoral del economista de Cambridge Rogelio Ramírez de la O. de corte neokeynesiano y que ha sido muy bien recibido por la cúpula empresarial y hasta por el expresidente panista Felipe Calderón.
Se pudiera aducir que aun como en el caso extremo de Ecuador, cuando «triunfa» el neoliberalismo bancario, como en Ecuador, lo hace a un estrecho margen gracias a su alianza con los cándidos indigenistas y ostentando una mediocre minoría en los congresos que no le otorgan ni mandato ni gobernabilidad de la que ya carecen sus hermanos simbióticos globalistas neoliberales en Chile y en Colombia.
Más allá de los consabidos malabarismos de conteo electoral de la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONP), que ya dio por vencedor al indígena Pedro Castillo del Partido Libre de la izquierda peruana con 0.5% por encima de su contrincante neoliberal Keiko Fujimori —con varios cargos criminales a cuestas—, no se diga de las sospechosas piruetas acrobáticas de la Junta Nacional de Elecciones (JNE) —que bajo presión del fujimorismo del Partido Fuerza Popular y su alianza con Mario Vargas Llosa (Los papeles de Panamá de Vargas Llosa: lavado neoliberal imperfecto en los paraísos fiscales) que exigen la anulación de 200.000 votos para propinar un «golpe de Estado electoral» contra el triunfador Pedro Castillo— acelera el reflujo de los soberanistas frente a los globalistas neoliberales de Latinoamérica.
Pedro Francke, economista consejero de Pedro Castillo ha comentado que mantendrán una economía de mercado y que jerarquizará el incremento de impuestos a las compañías mineras —segundo productor de cobre (detrás de Chile) y plata (detrás de México) en el mundo—, así como combatir la evasión trasnacional de impuestos en los paraísos fiscales, con el fin de incrementar los gastos en salud y educación.
La Administración Biden seguramente ha de sopesar el estrepitoso fracaso de su imposición del decálogo anacrónico del Consenso de Washington que nunca vivió sus mejores tiempos en Latinoamérica para la mayoría de su población expoliada, no se diga con su geopolítica caduca de neomonroísmo frente a la penetración geoeconómica de China —como ya había adelantado hace seis años en mi libro China irrumpe en Latinoamérica: ¿dragón o panda?.
Será sumamente difícil que la Administración Biden mantenga la hegemonía hemisférica de EEUU con su sádico globalismo neoliberal si no ajusta su mira hoy distorsionada, daltónica y cíclope ante la nueva realidad mundial cuando padece la tormenta migratoria debido a los vientos que sembró especialmente en Centroamérica.
Un ajuste de mira sería, para el partido Demócrata, readoptar y readaptar la «Alianza para el Progreso» que había procurado el presidente católico asesinado John Kennedy y que destrozaron sus sucesores.
Baste comparar las dos regiones respectivas de EEUU, con Latinoamérica, y de China, con sus vecinos de la ASEAN: las diez naciones del bloque asiático.
Mientras Latinoamérica se ha pauperizado, debido al pernicioso globalismo neoliberal, la ASEAN ha escalado alturas geoeconómicas triunfales.
EEUU ha explotado en forma irrestricta a Latinoamérica, mientras China ha dejado crecer a la ASEAN en forma sinergética.