Es más fácil comenzar una guerra que terminarla

Las escenas de violencia y caos en el corazón de la capital iraquí, Bagdad, a principios de esta semana, fueron inquietantes, pero no sorprendentes.

Tras la invasión estadounidense, el territorio iraquí ha sido deformado por la guerra y la violencia durante las últimas dos décadas y más, sin un final a la vista.

La actual crisis comenzó después de las elecciones legislativas de octubre de 2021. Varios partidos políticos iraquíes denunciaron un “flagrante fraude” en los comicios, diseñado por “Estados Unidos y sus clientes”. Protestaron contra los resultados y pidieron a la Alta Comisión Electoral Independiente de Irak (IHEC) revisar los resultados.

El partido de Muqtada al-Sadr que obtuvo 73 escaños de los 329, no pudo formar un gobierno mayoritario. Después de un callejón sin salida de meses, Al-Sadr ordenó a todos sus 73 miembros que renunciaran en señal de protesta, pidió la disolución del Parlamento y la celebración de nuevas elecciones. Con la renuncia de los aliados de Muqtada al-Sadr, otros partidos intentaron formar un nuevo gobierno, lo que provocó la reacción de los partidarios de Al-Sadr que irrumpieron en la sede del Legislativo, provocando enfrentamientos más violentos. Las fuerzas de seguridad intervinieron y Muqtada al-Sadr redobló su anuncio anterior de dejar la política, poniendo al país en el camino hacia lo desconocido.

Pero, el actual caos que vive Irak se originó hace casi dos décadas, justo después de que una llamada coalición internacional, liderada por EE.UU., atacara este país árabe para acabar con las armas de destrucción masiva. Un engaño que desembocó en una guerra, cuyas consecuencias siguen desestabilizando el país mesopotámico.

Es más fácil iniciar una guerra 

Ciertamente, es más fácil comenzar una guerra que terminarla, como dice el refrán, pero un conflicto en realidad no termina cuando se detienen los combates y los líderes llegan a un acuerdo. La tragedia y la mentalidad de guerra seguirán vivas, tal como es el caso de la invasión estadounidense de Irak que ha dejado atrás, como legado, una sociedad rota y empobrecida.

El miedo y la violencia continúan ocupando y endureciendo los corazones y las mentes de las personas, lastimando sus espíritus, deformando sus valores y sesgando sus lealtades. En Irak esto ha significado que las personas, especialmente los jóvenes, encuentren refugio en su clan, tribu, secta o fe; básicamente, hacer cualquier cosa para superar esa terrible sensación de miedo e inseguridad constantes, provocados por la invasión estadounidense en 2003.

Estos son los verdaderos “dolores del nuevo “Oriente Medio”, que la exsecretaria de Estado de EE.UU., Condoleezza Rice, celebró en 2006. Eso fue después de que la invasión estadounidense y luego ocupación de Afganistán e Irak comenzaran a extenderse a otras partes de Asia Occidental, empezando con la agresión del régimen de Israel, primero contra Palestina, y luego contra El Líbano.

De hecho, Irak y gran parte de la región, incluidos Siria, Yemen, Libia, El Líbano, Palestina, Afganistán, y Sudán, sufren una variedad de guerras impulsadas y moldeadas principalmente por el cinismo violento de Occidente.

Es desgarrador ver a los iraquíes volverse unos contra otros. En todo caso, la política es y debe ser el antídoto para la guerra y la violencia en la región de Asia Occidental y más allá.

Consecuencias de la invasión estadounidense de Irak

La invasión de Irak por Estados Unidos y sus aliados, que incluyeron ataques masivos a ciudades como Faluya, provocó un aumento sustancial de la mortalidad y grandes desplazamientos, lo que afectó a cientos de miles de personas. A partir de 2006, las disputas sectarias empeoraron y la violencia entre comunidades aumentó la tasa de la mortalidad y de lesiones, así como nuevos desplazamientos masivos.

Con el incremento de la violencia, un número creciente de iraquíes fue obligado a abandonar sus hogares. Según datos de las Naciones Unidas, la invasión estadounidense causó 1,9 millones de desplazados internos y 2 millones de refugiados escaparon a países vecinos, especialmente Siria y Jordania.

Casi dos décadas después de la invasión estadounidense, Irak sigue sufriendo de desempleo y pobreza extremos, iguales o peores de lo que habían vivido sus habitantes durante la era del exdictador Sadam Husein. La infraestructura del país está en ruinas y los planes de reconstrucción de Estados Unidos se han visto envueltos en fraudes, mala gestión e incompetencia.

La guerra estadounidense destruyó el patrimonio cultural de Irak, los saboteadores saquearon el Museo Nacional, quemaron gravemente la Biblioteca Nacional, dañaron o destruyeron muchos edificios y artefactos históricos.  Las fuerzas estadounidenses, que se suponía tienen como misión proteger el patrimonio cultural del país mesopotámico, destruyeron o dañaron gravemente muchas áreas y edificios urbanos históricos.

Dos décadas después, el pueblo iraquí vive una situación crítica que salir de ella requiere un esfuerzo ingente. Pues, culpar únicamente al pueblo y las autoridades iraquíes por no mejorar las condiciones de vida y de empleo en el país ignora el hecho de que la invasión de 2003, seguida de la ocupación militar que duró hasta 2011, agotó los recursos del país. La ocupación permitió a las multinacionales occidentales explotar los recursos iraquíes casi sin control por parte del gobierno.

La invasión de Irak destruyó todas las instituciones políticas y económicas existentes, con el objetivo de convertir a Irak en una “utopía neoliberal”. Cuando el régimen de Sadam Husein fue derrocado y reemplazado por la Autoridad Provisional de la Coalición, encabezada por Paul Bremer, se introdujeron rápidamente una serie de amplias medidas neoliberales.

La falta de desarrollo, servicios y recursos, su escasez de alimentos, pobreza y desempleo, significan que todavía Irak no se ha liberado de la miseria, dos décadas después de la invasión estadounidense. Y la injerencia de los Estados Unidos y sus aliados en los procesos políticos, como las elecciones, significan que el país norteamericano no busca que Irak logre la estabilidad.

De hecho, el triste estado actual de la economía y el caos de Irak es el resultado directo de factores históricos y geográficos que incluyen el impacto devastador del imperialismo y la explotación que continúan hasta el día de hoy.

Por Mohsen Khalif