La espeluznante investigación de higiene racial que realizó el sueco Herman Bernhard Lundborg entre los sami apuntaló intelectualmente la esterilización de «idiotas», indígenas, gitanos y personas vulnerables. El charlatán antisemita anticipó al Mengele español, el franquista Vallejo-Nájera, quien tachó el comunismo de retraso mental.
El primero de los directores del Instituto sueco para la Biología Racial de Uppsala (Suecia) Herman Bernhard Lundborg (1868-1943) lo tenía muy claro: los nórdicos constituyen la raza superior y cualquier clase de mestizaje con indígenas sami de Laponia, romaníes, judíos, tornedalianos, fineses u otras minorías raciales debilitaría al pueblo escandinavo, al que atribuía el mayor grado de perfección humana incluso mucho antes de que nazis como el doctor Mengele trataran de servirse de la ciencia para apuntalar sus criminales desvaríos racistas. Tal y como firma la escritora Maja Hagerman, autora de un libro y un documental sobre los experimentos de Lundborg con los sami, «colegas investigadores de Alemania, que más tarde se convertirían en influyentes expertos raciales y dictarían sentencias de muerte en el Tercer Reich, miraban con envidia a través del Mar Báltico hacia Suecia, donde se había creado el primer instituto racial del mundo«.
El Instituto estatal sueco de Biología Racial de Uppsala, fundado en 1922, contribuyó de forma muy significativa a que esas teorías eugenésicas se extendieran por Alemania, Estados Unidos o el resto de países escandinavos. Para sustentar sus atroces prejuicios, Lundborg viajó a Laponia por primera vez en 1913 y comenzó a tomar medidas craneales de nativos a quienes alentaba a desnudarse. Tomaba fotografías, comparaba fisonomías, analizaba los pelos del pubis y, finalmente, clasificaba a los sujetos de su estudio en «superiores» o «inferiores». Fue solo el primero de los muchos viajes que realizó a Sapmi -denominación nativa de Laponia- con la intención de legitimar el desvarío racista de la superioridad nórdica. Se había obstinado en demostrar que los indígenas son braquicéfalos o de cráneo corto, a diferencia de los escandinavos, que eran dolicocéfalos o de cráneo alargado, lo que a su juicio ejercía también una influencia en la impronta moral de los individuos. No había de pasar mucho tiempo para que los científicos nacionalsocialistas con los que se carteaba le imitaran y crearan el Instituto Kaiser Wilhelm de Antropología.
Tuvo sexo y procreó con una «raza inferior»
Lo más sorprendente de la historia del pseudocientífico antisemita sueco es que él mismo terminó mezclándose, teniendo sexo y procreando, con una mujer perteneciente a uno de los grupos del tipo equivocado. A la postre, esa fue la razón por la que la periodista Maja Hagerman se decidió a escribir un libro sobre Lundborg. «No tenía la intención de escribir una biografía completa, pero eso cambió cuando descubrí la identidad de su amante María, nativa del norte de Sapmi (Laponia). Al contratarla como limpiadora en su oficina de Uppsala y dejarla embarazada casi de inmediato, arriesgó su reputación como la principal autoridad en temas raciales. Constantemente, advertía a los suecos sobre la amenaza de otras razas. Entonces, ¿en qué estaba pensando?».
A la postre, Lundborg trató a los sami como a insectos a los que categorizaba y estudiaba. Las miles de fotografías que tomó fueron halladas en perfecto estado muchos años después de su muerte, lujosamente encuadernadas en voluminosos libros apilados en las instalaciones del antiguo instituto de biología racial. Ni siquiera sabían que eso estaba allí. Y ello trajo nuevamente a colación el trauma colectivo que causó su investigación. Nunca les explicó lo que se traía entre manos pero cuando la verdad se conoció, se sintieron humillados.
Quieren los huesos de sus ancestros
La percepción social de que pertenecían a una raza inferior no la inventó Lundborg. La designación común de sami -lapón- es un exónimo que significa también idiota y vagabundo, razón por la que ha caído en desuso en la propia Suecia en el nombre de la corrección política. Sin embargo, el charlatán racista brindó magníficas coartadas a las compañías mineras o funcionarios del Gobierno que literalmente despojaron y siguen despojando de sus tierras y de sus recursos a los sami. En última instancia, sus estudios terminaron inspirando campañas de esterilización de «indeseables» que se prolongaron, de diferentes modos, hasta mediados de los noventa, gracias, entre otras cosas, a la simpatía de los injustamente idealizados socialdemócratas suecos. Y el problema extiende sus oscuras sombras hasta hoy de diferentes modos porque las heridas no han sido restañadas todavía.
«El proceso de ‘suecificación’ de los indígenas fue muy duro», dice el presidente del parlamento sami Stefan Mikaelson. «La discriminación institucional estructural está basada en el racismo. Los nativos eran vistos como menos valiosos en comparación con los pueblos de la sociedad dominante».
Lo que vino a hacer Lundborg es echar algo más de leña al fuego de su marginación histórica. Hace solo una semana, los sami organizaron una protesta finalmente cancelada en Uppsala para reclamar que la universidad devuelva los restos óseos y cráneos que aún conserva. Esta es una de las peticiones más largamente planteadas por los sami. «Todavía hay mucho material allí. Hace unos diez o doce años nuestro parlamento hizo una declaración común para que se repatriaran esos restos, independientemente de la institución en la que estén almacenados», asegura Stefan Mikaelson. «Y mucho más recientemente, una de las organizaciones sami volvió de nuevo a demandarlo».
Se sabe que la universidad alguna vez tuvo 57 cráneos y seis esqueletos de sami, mezclados junto a los de colonos y los de reclusos muertos en prisión cuyos cadáveres eran entregados por el Gobierno sueco a la ciencia hasta el decenio de 1950. En noviembre pasado, el Ejecutivo del país trató de enmendar sus errores del pasado comprometiéndose a crear una comisión de la verdad que examinara el trato que el país ha dado a la minoría sami en el pasado. No hay dudas de que este era antaño pésimo, y según el escritor austriaco Gabriel Kuhn, autor del libro Liberating Sápmi: Indigenous Resistance in Europe’s Far North, tampoco la hay de que lo sigue siendo ahora.
En 2007, la sesión plenaria del parlamento sami exigió a los Gobiernos nórdicos que identificaran todo el material óseo que se encuentra en todas las colecciones nacionales para su posterior repatriación a donde pertenezcan. Esta organización de carácter consultivo desea también saber cómo se consiguió ese material y donde se llevaron a cabo los expolios y profanaciones de cementerios sami. En opinión del órgano presidido por Stefan Mikaelson, «no debe subestimarse la importancia de los restos humanos que se almacenan en un estante en una institución sueca. Un funeral es un evento importante en la comunidad sami donde toda la familia se reúne y honra a los muertos con su presencia». Que sigan todavía almacenados en esas colecciones estatales solo refuerza, en su opinión, las viejas actitudes colonialistas y discriminatorias que todavía sufren.
Devolución de restos óseos
Las primeras devoluciones se produjeron en 1997 en Noruega. Eran los cráneos de Mons Sombys y Aslak Haettas, retornados por el instituto anatómico en Oslo y posteriormente sepultados en la Iglesia Talvik de Alta, en Noruega. Hubo otra repatriación en Suecia have veinte años, la del Soejvengeelle u hombre sombra, cuyos restos habían sido legalmente saqueados en los 50 por el investigador Ernst Manker.
Hace dos meses, el rector de la Universidad de Uppsala solicitó permiso al Gobierno sueco para devolver a la Asociación Sami de Arjeplog un esqueleto encontrado en el Museo de la Universidad Gustavianum. Los restos pertenecen a un condenado que cumplió cadena perpetua en la prisión central de Långholmen y que estaba registrado en la iglesia de la parroquia de Arjeplog.
Tanto el saqueo de sus cementerios, como las mediciones anatómicas u otros tratos humillantes fueron justificados y alentados por Lundborg y su Biología Racial, que junto con las ideas darwinistas de la época condujeron, por ejemplo, a leyes que prohibían el matrimonio a los deficientes mentales (1915) y algo más tarde a decretos (1934 y 1941) que permitían la esterilización o la marginalización de sami, tornedalianos, fineses, gitanos, disminuidos psíquicos o personas con trastornos mentales. Los ingenieros sociales suecos pensaron que podrían mejorar la sociedad para las generaciones mediante campañas de esterilización.
En 2014, el propio Gobierno reconoció que había estado esterilizando, persiguiendo e impidiendo la entrada en el país a los gitanos durante el siglo precedente. Junto al mea culpa de Estocolmo, volvieron a resonar los ecos del instituto de Lundborg y todos los esfuerzos para imprimir legitimidad científica a la noción racista de «blanquedad». Durante su retiro en Alemania, su antisemitismo se fortaleció más todavía.
Gracias a una comisión relatora creada para investigar lo sucedido se sabe que Suecia esterilizó a 230.000 personas entre 1935 y 1996 en el contexto de un programa basado en la eugenesia y los conceptos de «higiene social y racial». Las 63.000 esterilizaciones practicadas entre 1934 y 1975 tenían por finalidad garantizar la pureza de la raza nórdica. Esto fue posible, entre otras cosas, a leyes aprobadas con el consenso de todas las formaciones políticas del país. Ni la caída del nazismo marcó un hito en estas «soluciones finales» a la sueca. Ellos siguieron a la suya mientras la prensa internacional divulgaba panegíricos sobre las bondades de las sociedades escandinavas.
El Mengele español
Entre mediados de los setenta y 1996 se esterilizaron a otras 166.000 personas, en la mitad de los casos de un modo consentido. El grueso de las víctimas de los últimos años fueron madres solas con hijos, alcohólicas, personas con patologías psiquiátricas o que vivían en la marginalidad. En las tandas anteriores, fueron los gitanos y los sami quienes se llevaron la peor parte.
Campañas semejantes fueron también implementadas en Francia, Canadá, EEUU, Suiza, Austria, Finlandia y Dinamarca. El máximo exponente de la eugenesia en nuestro país es el psiquiatra franquista Antonio Vallejo-Nájera, quienes estudió en 1939 a presos republicanos con la esperanza de demostrar «la perversión moral» de la izquierda.
Para mayor gloria del caudillo, el palentino creía haber identificado un «gen rojo» que predisponía a la perversión sexual e ideológica. El aprendiz español de eugenista no podía plantear una teoría racial en una sociedad mestiza como la española, pero colaboró y fue fuertemente influido por los nazis que anteriormente habían rendido pleitesía a Lundborg. El palenciano tuvo un paseo con su nombre en Madrid. En 2010, miembros del Foro por la Memoria de la Comunidad de Madrid retiraron la placa de la vía y la reemplazaron por otra con el nombre de Calle contra la Impunidad. En 2017 el nombre de la calle fue cambiado por el de Paseo de Juan Antonio Vallejo-Nájera Botas, el hijo del Mengele español.