Pepe Molina: ‘Aunque suena grandilocuente, la frase solo el pueblo salva al pueblo es real’

El ¿tópico? dice que la memoria de los barrios de Vallecas –como los de Orcasitas, Villaverde, y otros sitios en las periferias madrileñas– está construida de barro. Todos los viejos vecinos evocan sus recuerdos de pies hundidos hasta el tobillo, los días de lluvia, por aquellas calles sin urbanizar de la segunda mitad del siglo XX. Y el tópico es bien real, pero con esos barros se moldean unas genealogías de lucha por el derecho a la ciudad y la construcción desde debajo de la misma que han de ser contadas con toda su complejidad y detalle. Esto es lo que hace el histórico líder vecinal Pepe Molina en Vallecas en lucha. 30 años de reivindicaciones y conquistas populares, que ha visto recientemente la luz.

El libro ha salido en Agita Vallekas, un sello con casa en la librería La Equina del Zorro que tiene el suficiente marchamo combativo como para que la vallecanidad salte a la vista. Y su autor, Molina, también es quien para narrar las tres décadas de luchas vecinales que jalonan la obra: presidente de la Asociación Vecinal de Palomeras Sureste. Los de Palomeras fueron los primeros y aportaron mucho en la agrupación de fuerzas que supuso aquel potente movimiento vecinal, en el que vecinos, técnicos, políticos o curas rojos dieron lo mejor de sí mismos para hacer realidad la llegada de la urbanización, las casas dignas de ese nombre o la ampliación del metro. Y, ojo, que para conseguirlo no dudaron en perseguir a Ruiz Gallardón con un gallo gigante o secuestrar un autobús.

Hará 12 o 13 años, Molina escuchó hablar a un par de chicos en Palomeras Alta sobre el vecino que daba nombre a una calle ¿Era un futbolista o un político?, dilucidaban. Aquel olvido sobre la figura de Rafael Fernández Hijicos (primer presidente de la Asociación de Vecinos de Palomeras Altas) le hizo reflexionar sobre la importancia de dejar por escrito la memoria de los vecinos y las luchas que habían construido el barrio, “de la gente que se ha dejado el pellejo”. Así que se puso a escribir y no ha parado: Historia de las calles y lugares públicos de Vallecas, Amancio Cabrero: vivir, luchar, soñar…hasta llegar a este Vallecas en lucha.

La identidad vallecana –más allá de que allí uno es de El Pozo, de Fontarrón o, pongamos, de Palomeras– tiene que ver con una historia compartida, vivida a la contra. “Vallecas siempre estuvo estigmatizada para la sociedad biempensante, en la prensa, en la literatura…La gente que fue llegando aquí a partir de 1900 para trabajar en Madrid va conformando una población de trabajadores progresistas, de tradición radical y que da mucha importancia a la cultura. Siempre ha habido muchos grupos de teatro, coros o cines, y cuando Amós Acero (alcalde socialista) gana las primeras elecciones democráticas en 1931, lo primero que hace es fundar colegios”.

Esta semilla germinó en suelo vallecano, y la idiosincrasia que describe Molina desde los inicios de Vallecas –la vieja Villa y Puente– se ha mantenido a lo largo del tiempo, conformando una identidad reconocible en toda España. “Luego, hemos tenido grupos de teatro importantes, como El Gayo Vallecano, el festival de teatro, Tele K, periódicos, Radio Vallekas…y un tejido vecinal que lo demanda”. Una identidad forjada sobre la cultura, las luchas y la comunidad, que se ha construido desde abajo. “Un ejemplo fue lo de la k y el símbolo de Vallekas, que fue cosa de dos chavales sobre el 75 o el 76 y ha llegado a ser parte de nuestra identidad”.

Molina también está muy involucrado en el mantenimiento de la memoria pública vallecana a través de la Asociación Vallecas Todo Cultura que, entre otras cosas, mantiene un archivo fotográfico sobre la historia del barrio que ahora tratan de poner en red.

El activista vecinal piensa que el espíritu de lucha y apoyo mutuo vallecano, que aparece retratado en el libro, persiste hoy. La solidaridad aflora especialmente en los momentos complicados, como ha sucedido durante la pandemia:

“Antes había vecindad y esto se ha difuminado un poco en general, pero en Vallecas aún persiste. Aguantó el paso de las casas bajas a los pisos y trasciende en muchos barrios, la gente se reconoce en las luchas conjuntas. Ahora tenemos el ejemplo de Somos Tribu VK, la red vecinal que en estos momentos de crisis está procurando a los vecinos que lo necesitan comida, libros, ayuda psicológica…Aunque suena grandilocuente, la frase solo el pueblo salva al pueblo es real”.

Ante la pregunta de si hoy sería posible una transformación tan profunda como la operada en muchos barrios a caballo de los años setenta y ochenta, con el impulso y la participación directa de los vecinos, Molina responde con seguridad: “sí, dinero no falta, lo que se necesita es voluntad política para llevarlo adelante”. El listón está alto, en Vallecas en lucha se detallan los pormenores del plan que permitió realojar en pisos a 12.000 familias de Vallecas. Pero el tiempo no para y en del reloj de arena de la ciudad, los problemas nunca dejan de caer, grano a grano. Siempre hay luchas pendientes.

Un ejemplo de ello lo tenemos hoy con la difícil situación que vive la Cañada Real, apunta Molina. “Creo que llegará una solución cuando quienes pueden cambiarlo tengan la sensación de que se trata de un suelo valioso; es lo que sucedió con Vallecas, que estaba muy cerca de Madrid. Hubo entonces quienes dijeron –literalmente– que había un problema con el vecindario, que era “extraño y difícil de erradicar”. Pero no pudieron expulsarnos. En la Cañada tendría que suceder algo parecido a lo de entonces, que ellos mismo articularan una lucha importante, porque hay grupos haciéndolo pero no de forma general”.

Efectivamente, el movimiento vecinal consiguió entonces que se quebrara la línea histórica de expulsión del vecindario original de las barriadas, encarnada en el Plan Parcial franquista, que hubiera supuesto la expropiación de los vecinos sin alternativa habitacional en el propio barrio.

Al hablar sobre el final de los buenos tiempos, Molina niega la mayor sobre el tópico de la cooptación de líderes vecinales por parte de los partidos políticos. “En el caso de Vallecas irían en listas cuatro o cinco personas, yo mismo me presenté con la ORT (y no salimos). En el resto de Madrid, parecido. Los partidos son lo que son, no tienen arraigo en la calle y tienen que echar mano de gente con ascendencia en los barrios. Yo creo que donde sí hubo un problema fue en que el PCE y el PSOE pensaran que tener cargos electos era suficiente y dejaran de dar apoyo a las asociaciones. Se nos dio de lado, no hay ninguna mención en la Constitución al Movimiento Vecinal mientras que sí la hay, por ejemplo, al de Consumo, que por aquel entonces no tenía mayor importancia”.

Hoy, el movimiento vecinal sigue teniendo mucho que decir en los barrios, en opinión de nuestro entrevistado. Cita los problemas de la incineradora de Valdemingómez, el desempleo juvenil crónico o la Cañada, y se lamenta del problema que las asociaciones tienen con el actual Ayuntamiento de Madrid.

“Está presionando mucho a la FRAVM, quitando cesiones de locales y subvenciones; no dando ningún apoyo a las asociaciones. Las normas de participación que se impulsaron en la legislatura pasada están paralizadas y se están intentando eliminar. Por otro lado…cierta tensión es buena para generar contestación”.

Marcador a cero en la guerra madrileña del taxi

La disputa entre los taxistas y el gobierno regional de Madrid vuelve a la casilla de salida dos años después del último gran enfrentamiento, la huelga de enero de 2019. El gremio claudicó entonces tras dos semanas de paro para reclamar una regulación de los vehículos de transporte con conductor (VTC), el formato con el que operan los servicios a demanda de Uber o Cabify. No lo consiguieron, y además se encontraron al poco con una reforma del reglamento del taxi que daba vía libre a la entrada de empresas -en un sector dominado por los autónomos-, la acumulación de licencias por parte de una sola sociedad o la amortización de los permisos. El Tribunal Superior de Justicia de Madrid la acaba de anular y, en un contexto electoral, los taxistas están muy atentos a lo que planteen los partidos. «Todo se puede hablar», avanza ahora la Comunidad de Madrid. Tanto Uber como Cabify han declinado comentar la decisión judicial.

El decreto del Taxi en Madrid incluirá un precio fijo del servicio y planes de amortización de licencias

El decreto del Taxi en Madrid incluirá un precio fijo del servicio y planes de amortización de licencias

La sentencia del Tribunal Superior llega a instancias de la Federación Profesional del Taxi de Madrid (FPTM), mayoritaria en el sector, que había recurrido el cambio normativo. La resolución no entra en el fondo de las reclamaciones y anula el decreto por un defecto de forma: entre el articulado que se sometió a información pública y el que finalmente se aprobó hubo cambios «esenciales», de los que se debería haber dado cuenta y no introducir de tapadillo a última hora: permitir que las personas jurídicas sean titulares de licencias, acumular múltiples permisos o autorizar que los ayuntamientos amorticen su número total.

«Esto fue como el timo del tocomocho o el juego del trilero», describe ahora Julio Sanz, presidente de la FPTM, que entiende que la norma de 2019 «ha causado mucho perjuicio», que es necesario «volver al punto de punto origen» y que hay que «enmendar, corregir y mejorar» de nuevo el reglamento original, de 2005, «pero no con estas malas artes del Partido Popular».

La referencia al PP tiene sus matices, porque quien era presidente de la Comunidad a la aprobación del decreto era Ángel Garrido, al término de un mandato breve marcado por la dimisión a regañadientes de Cristina Cifuentes. Garrido se pasó en seguida a Ciudadanos, que lo hizo consejero de Transportes en el gobierno de coalición que acaba de saltar por los aires, cuando precisamente venía anunciando una norma para regular por fin las VTC y «profesionalizar» a los conductores, a los que se iba a exigir un examen teórico. Ahora todo queda en suspenso. El departamento de Transportes, tras la expulsión de los consejeros de Ciudadanos y hasta las elecciones del 4 de mayo, ha pasado a depender de la Consejería de Vivienda, que ocupa David Pérez.

Un portavoz de la Consejería evitaba esta semana comentar los pormenores de la sentencia, de la que decía no tener aún constancia oficial, pero anunciaba voluntad pacificadora: «Tenemos disposición de diálogo, y [la sentencia] implica tener una oportunidad para volver a tratar de consensuar el reglamento, introducir mejoras y que haya una correcta convivencia entre taxi y VTC. La comunidad no tiene intención de mantener un litigio», aseguró. Sanz también tiene en cuenta la campaña: «Hay que valorar las intenciones de los que se postulan como nuevo equipo de gobierno, no sabemos qué puede pasar. Es el momento de que los grupos políticos deben dejar claro qué van a hacer con el taxi y las VTC, quiénes defienden a los ciudadanos y al sector, que nos defendemos de los caprichos de los políticos, que van dejando los puestos y nos dejan en una situación muy precaria», emplaza.

El conflicto entre taxis y VTC es una guerra de posiciones que dura más de un lustro y en el que las victorias siempre son parciales. Desde que el gobierno de Mariano Rajoy limitó la concesión de licencias VTC a una por cada 30 de taxi, pasando por las huelgas de 2018 ante la evidencia de que la proporción distaba mucho de cumplirse, o el decreto-ley de otoño de ese año, ya con los socialistas en el Gobierno, en el que se descargaba en las comunidades autónomas la regulación específica y se establecía que las autorizaciones estatales solo podrían emplearse para desplazamientos interurbanos, dando un plazo de carencia de cuatro años a modo de indemnización.

Las grandes ciudades también han intentado terciar. En Madrid, el gobierno de Manuela Carmena dejó lista una ordenanza para controlar los horarios, los lugares de estacionamiento y la circulación de los VTC sin pasajeros, pero el cambio en la alcaldía dejó la norma en suspenso. Ahora, el equipo de José Luis Martínez-Almeida ultima otro texto, que opta por «uberizar» la normativa de los taxis, autorizando los precios cerrados e imponiendo códigos de vestimenta. El futuro de la norma autonómica dependerá de las elecciones. Para entonces, faltará solo año y medio para que se cumplan los cuatro años de gracia que dio el Ministerio de Fomento; después serán las comunidades las que podrán establecer los límites en sus territorios.

En Madrid ciudad había a fecha de 1 de marzo 15.714 licencias de taxi. Las de VTC eran 8.023, casi la mitad del total estatal, según datos del Ministerio de Transportes. El presidente de la federación de taxistas madrileños avisa: «Utilizaremos todos los recursos para que se beneficie al colectivo y los usuarios. Que se cumpla la ley para todos: no se trata de desvirtuar al taxi para dar más cabida a las VTC, sino que [estas] también tienen que tener unas restricciones».

Un policía muere y otro resulta herido tras ser embestidos por un vehículo cerca del Capitolio de EE.UU.

El supuesto responsable del incidente, contra el que abrió fuego la Policía, ha fallecido tras ser trasladado a un hospital.

Un agente de la Policía del Capitolio de EE.UU. ha muerto y otro ha resultado herido este viernes tras ser embestidos por un vehículo.

La Policía informó en un primer momento que el sospechoso que conducía el auto implicado fue detenido y trasladado a un hospital, al igual que los dos oficiales heridos. Poco después, se informó que el supuesto responsable del incidente, contra el que abrió fuego la Policía, ha fallecido, al igual que uno de los agentes heridos.

Posteriormente, el atacante fue identificado como Noah Green, residente del estado Indiana de 25 años. Según reportes, sus redes sociales indican que es miembro de la Nación del Islam, una organización religiosa y sociopolítica en EE.UU.

Imágenes obtenidas en el lugar de los hechos muestran un automóvil de color oscuro que se ha estrellado contra una barrera y que está siendo inspeccionado por un agente con un perro policía.

También se ve cómo dos personas están siendo llevadas en camilla a las ambulancias.

El complejo del Capitolio fue cerrado después del incidente, de forma que el personal no podía entrar ni salir de los edificios.